Rituales cristianos de transición
7. Parto
por Dionisio Byler
Muchos lectores de El Mensajero, seguramente se habrán extrañado al ver esta palabra, parto, en una lista de «rituales cristianos de transición». ¿Y eso? —se habrán preguntado.
Desde que los humanos somos humanos, el alumbramiento de nuestros hijos pende de un equilibrio precario entre el tamaño inmenso del cerebro al nacer (en comparación con otras especies) y la estrechez del paso dictada por caderas hechas para andar sobre dos piernas y no cuatro patas. El resultado es que el parto humano es normalmente difícil y hasta peligroso. Hasta hace poco morir en el alumbramiento o de hemorragias posteriores no era extraordinario. Sin ir más lejos, mi abuela paterna. Tampoco ha sido nunca «típico» morir pariendo, naturalmente; que si no, habríamos desaparecido.
La proximidad del parto se vive con mucha ilusión, esperanza y felicidad, pero también con cierta preocupación por las complicaciones que pueden suceder. Aunque hoy día no suele peligrar la vida como antaño, el trabajo de parto suele durar horas y ser sumamente incómodo, por no decir doloroso. No siempre. Hay quien dice disfrutarlo.
Nada más natural, entonces, en una comunidad fraternal donde nos amamos unos a otros como una gran familia de hermanos y hermanas, que rodear a la mujer a que le falta poco para dar a luz y orar juntos por ella.
Y no es más que esto —nada más pero tampoco nada menos— lo que hemos querido resaltar como uno de los «rituales de transición» a lo largo de la vida de los cristianos.
Toda ocasión de intercesión, por cualquier motivo, es buena para que surjan palabras de bendición, tal vez la lectura en voz alta de algún versículo y hasta algún pronunciamiento profético espontáneo. Cuando los hermanos y hermanas rodeamos a uno de los nuestros para pedir a Dios por ella y para bendecirla en el nombre del Señor, el propio Señor suele guiar nuestras palabras, con poder y con gracia.
Nunca sobra tampoco, en estas ocasiones, incluir en la oración al esposo, encomendándolo al Señor para que sepa acompañar a su esposa con fe y gracia durante las horas de duro trabajo de parto.
Lo más parecido a un ritual puede ser aquí sencillamente la imposición de manos, para bendición. Pero tal vez haya alguien en la comunidad con especial creatividad para estas cosas, que se le ocurra otras maneras de escenificar la gracia, el amor y la Presencia de Dios que acompañarán a la parturienta. Pienso en actos simbólicos como los que de vez en cuando emplearon los profetas del Antiguo Testamento para acompañar sus anuncios.
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