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Rituales cristianos de transición |
En España el examen de selectividad ha sido para muchos el ritual de transición que marcó este momento de la vida. |
3. Fin de estudios secundarios / |
Inicio de vida laboral o de carrera universitaria |
por Dionisio Byler |
Una de las transiciones más dramáticas de la vida en nuestro mundo hoy día es la que viene con el final de los estudios generales y obligatorios de primaria y secundaria. Concluye en ese momento una etapa clara de la vida y empieza claramente otra diferente: marcada en unos casos por el ingreso a la universidad, en otros por el ingreso al mundo laboral. Y en otros muchos casos, desafortunadamente, a la luz de nuestra triste realidad en estos tiempos de «crisis» interminable, ingresarán al número de los «nini», la juventud que ni estudia ni trabaja, para desespero propio y de sus padres.
En otros tiempos los hijos empezaban desde pequeños a participar en la explotación agropecuaria de sus padres; o empezaban desde pequeños a trabajar en el taller del oficio de su padre, las niñas a participar de las labores domésticas de su madre. En esas circunstancias, donde además lo normal era la ausencia de escolarización y la prevalencia del analfabetismo, esto que estamos describiendo ahora como «una de las transiciones más dramáticas de la vida» no existía.
Como en toda esta serie de artículos, venimos a sugerir aquí que la iglesia, la comunidad cristiana donde asiste la familia del/de la joven, haría bien en tomar nota de esta transición personal tan notable, para celebrarla junto con él o ella en un acto de reconocimiento, así como de apoyo y bendición ante la etapa que ahora inicia.
Como esa transición suele tener una fecha más o menos estable con el fin del año escolar al empezar el verano, lo lógico sería aglutinar a todos los jóvenes de una misma congregación que llegan a ese punto, celebrando este acto para todos a una misma vez y como grupo. Pero cuando se hace así, no deberían faltar elementos personales, alguna palabra de ánimo, estímulo o bendición específica para cada joven.
Para todos ellos será apropiado celebrar el logro de culminar esta etapa de la vida: Reconocer públicamente que han conseguido acabar los estudios obligatorios que les marca el Estado, con lo cual el Estado considera que ha cumplido con su deber de prepararlos para afrontar una vida adulta productiva y válida, capacitados para la responsabilidad de encabezar una familia y mantenerla con su trabajo.
Desde luego, llegar a este punto en la vida es digno de reconocer y celebrar. Y es, por consiguiente, digno de la atención de la iglesia donde vienen asistiendo con sus padres. Este entorno social tan especial, entrañable y cálido que es la comunidad cristiana, celebra con especial sentimiento y afecto ver que sus hijos se van haciendo mayores.
Podrá objetarse que esta transición es enteramente «secular» y no tiene ningún rasgo claramente espiritual. Pero eso sería concebir de la espiritualidad como algo demasiado compartimentado, demasiado separado del resto de la vida emocional y social de la persona. ¿Acaso no se interesa Dios en que tengamos éxito en la vida, en que seamos capaces de desenvolvernos válidamente como adultos productivos en medio de una sociedad donde es indispensable estar capacitado para obtener un trabajo y así mantener nuestra economía personal y familiar? ¡Claro que a Dios eso le interesa! Y por consiguiente, a la iglesia también. Y celebrar los objetivos conseguidos en esa dirección es entonces una actividad digna de la comunidad cristiana.
Además de mirar hacia atrás y celebrar el hito alcanzado en la vida, este ritual mirará también hacia el futuro:
Algunos ya tienen clara a esta altura su intención de ingresar a la universidad y acaso sepan también qué carrera piensan estudiar. El ritual de esta celebración deberá incluir para ellos palabras de ánimo y estímulo, acaso —si el Espíritu así lo dispone— palabras de bendición profética. Han de afrontar su futuro como universitarios con la certeza de que Dios los ama, los valora, los bendice, les desea los mejores éxitos en sus estudios. Si han de abandonar el hogar paterno para estudiar en otra ciudad, deben saber que contarán con las oraciones de la comunidad para que sepan afrontar con responsabilidad madura esa independencia: para no caer en vicios y desmanes juveniles que los aparten de la seriedad de sus estudios y la sencillez y luz de las enseñanzas morales que han aprendido en casa y en la iglesia. Y para que sepan dar testimonio a sus compañeros de estudio, de las virtudes de la vida cristiana.
Otros ya tienen clara su intención de integrarse al mundo laboral. Si ya tienen trabajo, este ritual de transición celebrará con ellos el haberlo conseguido y les bendecirá para que prosperen, para que «hallen gracia ante» sus jefes, para que consigan desarrollar hábitos de trabajo productivos y responsables. Si el trabajo que han conseguido les exige salir de casa y trasladarse a otra ciudad, habrá palabras para ellos al respecto, muy parecidas a las que recibirán los estudiantes que salen de casa.
Para los que no tienen trabajo —seguramente la mayoría a estas alturas— este ritual brindará a la comunidad oportunidad de elevar al Señor una plegaria para que lo consigan con rapidez. Y en cualquier caso, la iglesia les comunicará iguales palabras de fe y ánimo y estímulo, con la confianza de que en la vida laboral tendrán éxito y serán productivos y conseguirán agradar a sus jefes y generar los ingresos que necesitan para una vida económica satisfactoria.
Habrá otros que tal vez se plantean algún año de transición. Quizá están considerando la posibilidad de hacer un año o más de discipulado con alguna organización cristiana. O dedicar una temporada a una ONG cristiana o secular, sirviendo al prójimo en algún país lejano… o en algún barrio marginal de su propia ciudad. Tal vez no tengan nada claro qué quieren o deben hacer. Para cada cual, este ritual habrá de incorporar la oportunidad de pronunciarles palabras personalísimas de bendición, amor, gracia y guía divinas, para infundirles la confianza de que Dios los ayudará a tomar las decisiones oportunas (seguramente con la guía y el consejo de sus padres).
Orientado hacia el pasado (el hito alcanzado) y hacia el futuro (según las opciones personales de cada uno), este ritual de transición habrá de infundir al/a la joven la certeza del amor de su comunidad cristiana y del acompañamiento del Señor en su futuro, para una vida válida y bendecida, llena de luz y gracia. |