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Confesión de fe en perspectiva menonita Confesión de fe en perspectiva menonita
Creemos que la voluntad de Dios es que haya paz. Dios creó el mundo en paz, y la paz de Dios ha sido revelada plenamente en Jesucristo, quien es nuestra paz y la paz del mundo entero. Guiados por el Espíritu Santo, seguimos a Cristo en el camino de la paz, haciendo justicia, trayendo reconciliación y practicando la no violencia, incluso allí donde hay violencia y guerra. Aunque Dios creó un mundo apacible, la humanidad escogió el camino de la injusticia y la violencia [1]. El espíritu de venganza fue en aumento y la violencia se multiplicó, pero la visión original de paz y justicia no desapareció [2]. En el pueblo de Israel los profetas y demás mensajeros de Dios siguieron señalando hacia una confianza en Dios en lugar de confiar en las armas y la fuerza militar [3]. La paz que constituye la intención de Dios para la humanidad y la creación, se manifestó en su más perfecta plenitud en Jesucristo. Una jubilosa canción de paz anunció el nacimiento de Jesús [4]. Jesús enseñó el amor a los enemigos, perdonó a los malhechores, y exigió relaciones de justicia [5]. Cuando le amenazaron, escogió no resistir sino entregar libremente su vida [6]. Por su muerte y resurrección, él ha destituido el dominio de la muerte y nos ha dado paz con Dios [7]. Así nos reconcilió con Dios y nos ha encomendado el ministerio de reconciliación [8]. Como seguidores de Jesús, participamos en su ministerio de paz y justicia. Él nos ha llamado a descubrir la bendición de generar paz y procurar justicia. Hacemos esto en un espíritu de mansedumbre, dispuestos a ser perseguidos por causa de la justicia [9]. Como discípulos de Cristo, no nos adiestramos para la guerra, ni participamos en guerras ni en el servicio militar. Este mismo Espíritu que capacitó a Jesús también nos capacita para amar enemigos, perdonar en lugar de vengarnos, poner en práctica relaciones justas, contar con la comunidad de fe para resolver nuestras disputas, y resistir el mal sin recurrir a la violencia [10]. Guiados por Dios, y comenzando en el seno de la iglesia, damos testimonio a todas las gentes que la violencia no es la voluntad de Dios. Testificamos contra todas las formas de violencia, incluso la guerra entre naciones, la hostilidad entre razas y clases, el abuso de niños y mujeres, la violencia entre varones y mujeres, el aborto y la pena capital. Damos nuestra suprema lealtad al Dios de gracia y paz, quien guía a la iglesia cada día para vencer el mal por medio del bien, nos capacita para hacer justicia, y nos sostiene en la esperanza gloriosa de un reino apacible de Dios [11].
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