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Confesión de fe en perspectiva menonita Confesión de fe en perspectiva menonita
Confesamos que, empezando con Adán y Eva, la humanidad ha desobedecido a Dios, ha cedido ante el tentador y ha optado por el pecado. Por causa del pecado, nadie ha alcanzado la intención del Creador, en todos se ha empañado la imagen de Dios con que fueron creados. Todos han atentado contra el orden en el mundo y puesto límites a su amor por los demás. Por causa del pecado, la humanidad ha sido entregada a la esclavitud de los poderes del mal y de la muerte [1]. El pecado es dar la espalda a Dios y hacernos dioses de la creación y de nosotros mismos. Pecamos al optar como individuos y como grupos sociales, por cometer injusticias e incorrecciones [2]. Pecamos al abstenernos de hacer el bien y desentendernos de dar a Dios la gloria que le corresponde como nuestro Creador y Redentor. Al pecar, violamos el pacto con Dios y con el pueblo de Dios, destruimos las relaciones correctas, empleamos el poder con egoísmo, cometemos violencia, y acabamos separados de Dios. Por consiguiente, no podemos adorar a Dios como corresponde [3]. Por medio del pecado, los poderes de dominación, división, destrucción y muerte se han abalanzado sobre la humanidad y toda la creación. Estos a su vez han sometido más aún a los seres humanos bajo el poder del pecado y el mal, y han aumentado el agobio de nuestras labores y el vacío de nuestro descanso. Cuanto más pecamos, tanto más acabamos atrapados en el pecado. Por nuestro pecado nos abrimos al cautiverio bajo poderes demoníacos [4]. Por causa del pecado y sus consecuencias, el esfuerzo por cuenta propia de los seres humanos por hacer el bien y conocer la verdad acaba constantemente corrompido [5]. La naturaleza esclavizante del pecado se hace visible en los poderes del mal, que operan tanto a través de individuos como de grupos sociales y en todo el orden creado. Estos poderes, principados y espíritu elementales del universo frecuentemente mantienen en cautividad a las personas operando mediante sistemas políticos, económicos, sociales e incluso religiosos, para hacer que la gente abandone la justicia y la rectitud [6]. Sin embargo gracias sean dadas a Dios, que no ha permitido que los poderes reinen supremos sobre la creación ni ha dejado a la humanidad sin esperanza.
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