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Vino a predicar la paz He Came Preaching Peace Copyright © 1985 Herald Press (Scottdale, EEUU) Traducción: Dionisio Byler, 2006 Reproducido aquí con permiso de Herald Press, que conserva todos los derechos.
Me ha sido encomendada por Dios
Hay otros escritos (especialmente Gálatas) donde viene detallada más plenamente la dimensión biográfica de lo que dice Pablo aquí. Hay otros (especialmente 2 Corintios) que penetran en mayor profundidad en cuestiones sensibles de la autoestima y autoridad personal y cómo el estilo de liderazgo de Pablo dilucida su ministerio de proclamación. Pero este texto puede que sea el que con mayor fuerza reclama el lugar especial que ocupan las ideas y el ministerio de Pablo, dentro de la historia de la revelación. Si el presente fuese un estudio técnico tendríamos que examinar detenidamente algunas cuestiones de tipo introductorio. ¿Quiénes eran los creyentes de Éfeso? ¿Qué estaba sucediendo allí que llevara a Pablo a escribirles esta carta en este momento? ¿Redactó esta carta Pablo mismo, personalmente, o autorizó a un secretario a escribirla en su nombre? ¿O es que fue puesta sobre papiro por alguno de sus discípulos que sintetizaba ideas típicas de Pablo y confiaba estarse expresando en un mismo espíritu con el de Pablo? Para nuestros fines no es necesario resolver esas cuestiones. Si se diese el caso de que la carta fue escrita posteriormente por alguno de los discípulos de Pablo, en ese caso la afirmación tan fuerte que contiene acerca de la centralidad de su ministerio resultaría doblemente llamativa. Cuatro veces en nuestro texto Pablo emplea la palabra «misterio». Un misterio es información oculta. Puede tratarse de un dato que estamos tratando de averiguar. Este significado expresa la orientación típica de todo un género de novela policíaca. Puede tratarse de información religiosa reservada a aquellos practicantes que han superado ciertos ritos de iniciación, pero ese no es su significado aquí. Aquí lo que indica se parece más a un plan de batalla que hasta ahora se había mantenido en secreto (aunque el estratega ya lo tenía ideado) pero que ahora puede conocer todo el mundo—donde la puesta en práctica constituye en sí misma desvelar el plan. Este mismo fenómeno es evidente al considerar las guerras de los últimos tiempos: la reconquista británica de las Islas Malvinas, la conquista israelí del Líbano, la ocupación estadounidense de Granada. Seis semanas antes del ataque nadie podía imaginar cómo se realizaría. Después de la campaña, la estrategia queda de manifiesto. A través de las edades ese propósito había sido un secreto bien guardado por Dios, el Creador de todo lo que existe. ¿Cuál era ese propósito divino? Como dice Pablo en 3,3, acababa de describirlo en pocas palabras en el capítulo 2; por tanto recogemos aquella descripción:
El «vosotros» de quien habla viene a ser los gentiles. Cuando pone:
Pablo no está hablando en primera instancia de la rebeldía personal y la condición de perdido o caído de la Gracia, en que se encuentra cada individuo no creyente. Lo que está describiendo es el estatus del mundo gentil en cuanto «mundo», como un todo. La alianza es una relación. Los gentiles se habían quedado fuera de ella hasta que algo sucedió que los invita a participar; y eso es lo que acaba de suceder. La alianza es información. Los gentiles ni siquiera saben que existe hasta que se pone de manifiesto. De manera que hay dos clases de gente: los que tienen parte en la historia sagrada y los que no. No se trata de una ventaja moral. Es posible que a los que disponen del conocimiento les vaya peor, puesto que al juzgar su conducta se les tendrá en cuenta el conocimiento que tienen. Puede que sean malas personas. Sin embargo se les ha encomendado un privilegio. Conocen el nombre y la voluntad del Creador y Soberano de la historia. Esto no es algo que sucede únicamente con la religión —o con esta religión. Cualquier tipo de información genera este tipo de división. Es una división generada muy especialmente cuando se trata de información que el propio desarrollo posterior de los hechos pone en evidencia. Algunas personas tienen información privilegiada sobre decisiones que afectarán el alza o baja de una entidad en la bolsa. Algunos saben usar un ordenador y otros no. En cualquier asunto hay personas que saben lo que otros no saben. Pero si la información privilegiada que unos tienen y otros no, no es solamente algunos hechos a narrar o algún tipo de contraseña filosófica sino lo que Pablo llama «la alianza de la promesa», entonces lo que algunos se están perdiendo es la salvación. De manera que hay dos tipos de gente: Los que tienen y los que carecen de una visión religiosa del mundo. Los que tienen y los que carecen de una cultura moral en particular. Los que tienen y los que carecen de una parte en la historia sagrada. Los que tienen y los que carecen de una educación religiosa. Como ya he dicho, los que lo tienen no son necesariamente mejor gente. Muchos judíos y muchos cristianos han sido mala gente. Muchos que están fuera de esas religiones han sido buena gente. A los que «tienen» no les va siempre mejor. Puede que les vaya peor porque serán juzgados de acuerdo con su poder mayor. Esa división es más honda que las divisiones entre naciones, clases sociales y razas, aunque a veces coincide con esas otras divisiones, lo cual hace más peliagudo el problema de conseguir la paz. Esa diferenciación es en sí el problema que, según Pablo, resuelve la obra de Cristo. Él es la paz entre nosotros. A la postre vino a traer buenas noticias de paz; El Nuevo Testamento se refiere a la muerte de Cristo de diversas maneras distintas. Unas veces lo trata como un sacrificio, otras como un rescate. Aquí lo que hace es derribar una muralla. Como es sabido, existía literalmente una muralla de albañilería en Jerusalén, que dividía entre el patio exterior al que tenían acceso los gentiles, y el atrio del templo. ¿Se está refiriendo Pablo aquí a esa muralla como símbolo? ¿O quiere indicar un simbolismo más indirecto? Lo que hizo Jesús fue derribar la barrera divisoria entre los que quedaban dentro y los que quedaban fuera. Nuestra idea habitual del tema es que la cruz me reconcilia a mí con Dios sobrepasando la barrera de mis pecados, te reconcilia a ti con Dios sobrepasando la barrera de tus pecados y la reconcilia a ella con Dios sobrepasando la barrera de sus pecados, con el resultado final de que nos encontramos todos (uno a uno) juntos en este nuevo estado de personas salvadas. En este texto la lógica va en el sentido contrario. La barrera no son los pecados de nadie. La barrera es el hecho histórico de nuestros pasados diferentes y separados. Es el hecho de que «los judíos tenemos la ley y vosotros los gentiles, no». No es una barrera de culpabilidad sino de cultura y comunicación. No es una barrera entre cada individuo y Dios sino entre un grupo humano y otro. La relación de causa y efecto no es como se concibe la condición humana en muchas maneras religiosas —y puestos al caso, seculares. No se trata de que lo primero es hallar una paz personal, con la esperanza de que una vez que la condición interior sea óptima entonces la persona restaurada vaya a hacer algún bien social. En este texto sucede al revés. Dos historias separadas y distantes entre sí se funden en una. Dos comunidades hostiles se reconcilian. Dos estilos de vida en conflicto convergen. Por si se nos ocurriera pensar que la distancia entre el judío y el gentil es sólo una cuestión de teorías o maneras distintas de entender el mundo, el resto la historia nos aclara lo concretos que eran los conflictos y sobre qué se producían. Lo podemos observar en la narración de Hechos y con mayor claridad en la guía concreta que ofrecen Romanos y 1 Corintios, así como en el debate con Pedro explicado en Gálatas. Por motivos teológicos, a los judíos no les estaba permitido comer con gentiles. Especialmente si era cuestión de comer carne que no había sido sacrificada a la usanza judía. Sin embargo la celebración religiosa más fundamental de los cristianos (es decir, los judíos mesiánicos) era una comida, un ágape de amor. Así que Hechos nos cuenta en dos oportunidades el acuerdo al que consiguieron llegar, donde se establecían las condiciones para poder comer todos juntos. Tres capítulos de 1 Corintios están dedicados a explicar el compromiso de Pablo a respetar ese acuerdo. Así de concreto era el conflicto, tan material y exterior era la puesta en práctica de la paz que había logrado Jesús. Antes de avanzar un paso más con nuestro texto, tomemos nota de algunas interrogantes que quedan sin resolver:
Pero nos queda un paso adicional con relación a nuestro texto. ¿Qué tiene que ver esa obra pacificadora que describe, con nuestra propia obra pacificadora? Por muy cósmico que sea el lenguaje que emplea Pablo, podríamos llegar a convencernos de que se trata de una única ocasión, un momento irrepetible de superación de la barrera entre judíos y gentiles, y que a la larga se verá que fue un episodio de poca importancia en la historia de la expansión de la religión judía. Se trata de un momento cuando unos pocos individuos no judíos aprendieron monoteísmo y moral. Pablo alega que se trata de mucho más que eso. Redacta una pregunta retórica: ¿Por qué se ocultó esto desde la más eterna antigüedad?
No es fácil expresar en términos modernos qué es exactamente lo que tenía en mente Pablo en cuanto a estas «autoridades cósmicas». No se trata de personas humanas. Sin embargo influyen en eventos y estructuras humanas. Lo que llamamos el Estado, la economía, los medios de comunicación, la ideología —todas estas cosas son sus instrumentos. (La exposición más accesible al pensamiento de Pablo en términos modernos se halla en el libro Christ and the Powers (“Cristo y los poderes”) por Hendrik Berkhof. Berkhof halla nueve textos de Pablo donde los menciona.) Los profetas hebreos habían dicho que era la restauración de la ciudad santa lo que atraería a las naciones. Ahora es la creación de un nuevo tipo de comunidad lo que se comunica a los poderes cósmicos. Pablo deja claro que este ámbito cósmico en su más amplio sentido acusa el impacto de la cruz y ascensión de Jesucristo. Pablo frecuentemente hace mención de estos «poderes» de paso, como dando por supuesto que sabemos a qué se refiere. Desde luego él sabía bien a qué se refería —y sus lectores coetáneos seguramente lo sabían también. De alguna manera la sumisión del mundo caído a poderes caídos guarda relación con la muralla que existe entre judíos y gentiles. Las estructuras que nos esclavizan se benefician de nuestra separación. El nacionalismo, el racismo, el consumismo, nos esclavizan en el propio hecho de dividirnos —y nos dividen en el propio hecho de esclavizarnos. Podríamos dedicar un largo rato a meditar sobre la circularidad viciosa de esta verdad. Estos poderes cósmicos desconocían que la meta eterna de Dios ha sido desde siempre conducirnos a una nueva humanidad única y unida. Pensaban que el sentido de la historia se encontraba en la prosperidad del mundo libre o en el crecimiento del producto interior bruto o en la expansión de los ideales democráticos a todo el mundo (o de los ideales nazis o marxistas o lo que sea). Su visión del sentido de la historia necesitaba de división y se centraba en la dominación. Pablo nos ayuda a comprender que su idolatría será destrozada y su soberbia, humillada. Los poderes cósmicos no serán aniquilados aunque sí serán amansados, puesto que habrán de prestar sus servicios necesarios en la nueva humanidad. No sabían (como decía) que la meta eterna de Dios ha sido desde siempre conducirnos a una nueva humanidad única y unida. ¿Cómo es que no lo sabían? Porque sólo era posible que lo aprendieran de observar la iglesia. Sólo cuando se produce el hecho de que el judaísmo y el paganismo se hallan reconfigurados en una sola cosa («reconciliados»), sólo cuando el judío y el gentil comen ante una misma mesa y por amor van reajustando sus estilos de vida para que eso sea posible sin ofender a nadie, sólo entonces es posible anunciar a los poderes que el propósito de Dios es que haya paz. De manera que si hay una cosa que queda claro de nuestro estudio de este texto, es que tenemos por delante una tarea muy clara. ¿En qué sentido se puede decir de nuestras vidas, que escenifican la unificación de dos historias y dos culturas? ¿Cuál es el punto donde nuestros ágapes celebran esa nueva humanidad creada por las cruces de nuestro día, que derriban las murallas de nuestro día, para que los poderes cósmicos de nuestro día puedan enterarse qué es lo que Dios está haciendo? Si nosotros estamos dedicados a lo mismo que está haciendo Dios, habrá cruces en nuestro día, que acabarán derribando las murallas de nuestro día. Si estamos dedicados a lo mismo que está haciendo Dios, entonces nuestras tribulaciones son a la vez nuestra gloria. Concluyamos, entonces, como concluye Pablo:
1. El texto de Yoder cita aquí la Biblia de Jerusalén (en inglés). Como de costumbre, hemos traducido el texto bíblico directamente del inglés de Yoder sabiendo que quien quiera, puede cotejar el resultado con una edición castellana de la Biblia. 2. Presentado en el congreso New Call to Peacemaking, Elizabethtwon, Pennsylvania (USA) el 19 de junio de 1982. Publicado como He Came Preaching Peace, (Scottdale: Herald, 1985), capítulo 9, la presente traducción (por Dionisio Byler) y difusión por internet es con permiso de Herald Press, que conserva todos los derechos. |