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Vino a predicar la paz He Came Preaching Peace Copyright © 1985 Herald Press (Scottdale, EEUU) Traducción: Dionisio Byler, 2006 Reproducido aquí con permiso de Herald Press, que conserva todos los derechos.
Presentación (Vernon Grounds) y Prólogo del autor
El pecado habitual de la presentación de un libro es deshacerse en elogios. Realmente constituye un pecado; es una burla de la inteligencia crítica e incluso de la pura honestidad. ¡A no ser que los elogios sean merecidos! En ese caso la propia verdad exige, si no un puro elogio, por lo menos cierta medida de alabanza sincera. en mi opinión, John Howard Yoder nos ha dado uno de esos libros raros que merecen una recomendación entusiasta. ¿Por qué disimular la admiración que siento por este defensor menonita de la manera bíblica de trabajar por la paz? Con el paso de los años yo, que me desenvuelvo en una tradición eclesiástica diferente a la suya, he hallado en los escritos de Yoder una fuente de entendimiento y estímulo. Más persuasivo que tal vez ningún otro de nuestros contemporáneos, ha sido un promotor elocuente de la shalom de Dios. Curiosamente, en su diálogo con gigantes de la teología de la talla de Karl Barth y Reinhold Niebuhr, ha puesto el dedo en sus puntos menos convincentes para montar contra ellos un testimonio firme y convincente al discipulado antiviolento, que carga con la cruz, cual exigía nuestro Señor. Jesús y la realidad política, su reinterpretación creativa de la ética del Nuevo Testamento, fue y sigue siendo un estudio que hizo época. Sus trabajos más recientes, What Would You Do? («Qué harías tú») y When War Is Unjust («Cuando la guerra no es justa»), han ayudado a aclarar algunas de las cuestiones que inquietan a los ciudadanos obedientes de The Priestly Kingdom («El reino de sacerdotes»), por citar el título de otra de sus publicaciones más recientes. En todos sus escritos, como en su pensamiento y su vida, bulle una pasión por la justicia, la libertad y la paz bajo el reinado de Jesucristo. Aquí, entonces, reunidos en un solo tomo para mayor utilidad, hallamos una siega abundante del estudio de la Escritura que ha absorbido la vida de Yoder. Este libro será un recurso valiosísimo para todos los que luchamos en oración por ser fieles al texto inspirado, intentando descubrir y desarrollar qué es lo que nos enseña sobre la paz polifacética que refleja al Dios de la paz que se encarnó en el Príncipe de Paz. Vernon Grounds [1985]
Prólogo del autor Vino a predicar la paz a vosotros que estabais lejos y la paz a los que estaban cerca (Efesios 2,17). Lo que venía a decir este texto originalmente no es que Jesús fuera un predicador en ningún sentido habitual de la palabra. No se refiere a su ministerio de la palabra. Al contrario, lo que dice es que su vida y muerte encarnó un mensaje —que la totalidad de su ser en el mundo fe el anuncio de un nuevo estado de las cosas que vienen a describirse como «paz». Sin embargo, no somos presuntuosos ni estamos confundidos si procuramos meditar en esa proclamación hecha carne, con palabras nuestras. Esta confesión es algo que recibimos como un deber, si es que mantenemos que los eventos que refleja son ciertos. Cuando el texto nombra a «los que están cerca», nos recuerda del hecho de que una parte importante de la comunicación que sucede en el seno de cualquier grupo humano no consiste en el esfuerzo de informar o convencer a extraños, sino en el proceso de renovar y profundizar nuestra comprensión o la decisión de los que ya son parte de ese cuerpo. Los capítulos de este libro se escribieron inicialmente para presentar oralmente de creyente a creyentes. Así como Jesús no trajo a su propio pueblo nada que no fuera ya parte de su legado, así como la proclamación del apóstol Pablo de que Israel debía abrirse a los gentiles es un mensaje que sólo podía ser predicado por un judío a otros judíos, así también estas reflexiones toman abiertamente la forma de comunicación interna entre cristianos que ya son pacifistas. El grueso del ministerio del apóstol, puestos al caso, se dirigió mayormente a «los que estaban cerca». Eran aquellos que ya estaban participando en el legado de la fe, los que más necesitaban escucharle. Los mensajes en las páginas a continuación no son argumentos para extraños (no son ni apología ni evangelismo a los gentiles). Están dirigidos a personas que ya están trabajando en el movimiento cristiano por la paz, como una contribución a que el posicionamiento de una convicción que ya está creciendo en ellos, sea tanto más coherente. Sin embargo tampoco se trata de material de catequismo. Se pasea por los temas principales de nuestras Escrituras con un espíritu relajado, sin recurrir a listas de comprobación ni fórmulas hechas para asegurarnos que no nos hayamos saltado nada. Lo que tienen en común estos estudios se encuentra al nivel más amplio, de tema y de orientación. No son iguales en su estilo ni en la clase de texto que abordan ni en su manera de desarrollar el texto. La referencia al activismo por la paz a nivel nacional e institucional es expresamente indirecta, aunque siempre se puede encontrar bajo la superficie. Los diversos textos interpretados todos hablan del pueblo de Dios presente en medio del mundo pero que no se identifican con el mundo —personas responsables pero que no han asumido el mando. Tienden deliberadamente a hablar más sobre el lugar del pueblo de dios en la historia del mundo bajo Dios, que de la espiritualidad individual —aunque esa diferenciación se tornaría bastante tenue si nos centráramos en desentrañarla. Los capítulos de este libro pueden ser considerados «sermones». Están dirigidos a creyentes; dan por supuesta la predisposición de los lectores u oyentes a recibir exhortación e instrucción. Sin embargo no fueron preparados ni presentados en el contexto del culto congregacional. Carecen de algunos de los elementos de ilustración y retórica que normalmente figuran en «sermones». El género de la «conferencia bíblica» tuvo en su día una historia larga y digna, si bien hoy prácticamente olvidada, en la experiencia evangélica. Su estilo directo, su atención centrada en el texto bíblico, su propia extensión, presuponen ese lugar que ocupaba la Biblia como educación en la iglesia puritana, el movimiento restauracionista, y la universidad fronteriza [1]. La conferencia bíblica tuvo su lugar muy particular en la vida de iglesia de la América fronteriza. Se trataba de un modelo de comunicación para la educación, tomaba por supuesta en los miembros una amplia base de alfabetización y una participación responsable a alto nivel en la vida de la iglesia. Un conferencista bíblico llegaba a la iglesia local en cualquier punto del Medio Oeste, en la época entre 1850 y 1930, con la expectativa sólida de que hallaría un cuerpo comprometido de oyentes serios, dispuestos a atender a sus conferencias todas las tardes durante una o dos semanas. Seguían sus explicaciones del texto en sus Biblias que estaban ajadas de tanto usarlas. Aunque estaban abiertos a aceptar del conferenciante cualquier nivel de erudición o información especial acerca de las lenguas bíblicas o la arqueología o los contextos culturales del antiguo Oriente Medio, creían que correspondía a todo laico cristiano escuchar críticamente y «escudriñar ellos mismos los textos para comprobar si se correspondía con lo que les explicaban» (que es lo que ya hacían los judíos en Berea, según Hechos 17,11). Los Menonitas, Hermanos, Cuáqueros y Discípulos (que eran las iglesia pacifistas de la América fronteriza) conservaron durante varias generaciones, de manera costosa y crítica, aquella particular visión de una cultura bíblica laica instruida en letras, independiente de los servicios prestados por el clero especializado, a la vez que respetuoso del ministerio de los eruditos. Un siglo después, es un privilegio ser parte de la iniciativa de New Call to Peacemakingk («Un nuevo llamamiento a trabajar por la paz»), en su esfuerzo por construir sobre ese legado de renovación bíblica fronteriza en el ejercicio modesto si presuntuoso, arriesgado si confiado, de volver a estudiar la Escritura juntos. La primera presentación de las conferencias que conforman este libro se produjeron en el transcurso de una generación entera. Algunas fueron dadas varias veces, adoptando diversos cambios. Me he esforzado más bien poco por borrar de estos textos las marcas de sus contextos originales, permitiendo que los lectores y las lectoras hagan las aplicaciones obvias a su propia situación. Que la paz de Cristo deba ser un tema para la proclamación contradice la preocupación permanente en algunas tradiciones cristianas, por dividir entre la revelación divina y la humana, entre el evangelio espiritual y el social, entre la mente y el cuerpo, o entre la reconciliación interior y la exterior. Ese énfasis dualista se debate muy poco en este libro de maneras expresas, si bien es cierto que viene a ser cuestionado tanto en las presuposiciones como en las derivaciones. Y no es solamente que el teólogo está obligado a conservar un cierto equilibrio intelectual asegurándose de dar peso a ambos lados de esta división. Es que la propia persona de Jesús se sale de esas dicotomías y comisiona a sus discípulos a hacer lo mismo. Fue en primera instancia la persona de Jesús quien proclamó el evangelio de la paz del que este libro ha tomado su título. Son su gloria y su vulnerabilidad las que niegan la validez de esa dicotomía, y es al poder de esa gloria y esa trascendencia que esta modesta ofrenda se dedica y encomienda. John H. Yoder 1. Aquí y en el párrafo a continuación, se trata de la frontera siempre cambiante del Oeste americano, donde poco a poco iban arraigando las instituciones propias de la civilización anglosajona de Norteamérica. |
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