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de la Paz, "Cuidado pastoral y ritos..." Nuevos caminos en psicología pastoral Ediciones Kairós,
en colaboración con
Los ritos han acompañado a la humanidad desde sus inicios. Los seres humanos nunca han prescindido de su vida ritual. Sin embargo, tenemos la impresión de que hay un empobrecimiento de la vida ritual en las sociedades actuales, específicamente en lo concerniente a los múltiples cambios que sufren las familias en la dinámica de sus relaciones ya sea por divorcio, jubilación, movilidad geográfica o muertes de miembros, entre otros. La necesidad que tienen las familias y las personas individualmente de atender a lo doloroso de esos cambios para las familias o la persona, les hace muchas veces procurar ayuda. En este ensayo reflexiono acerca del papel que puede desempeñar la iglesia en el acompañamiento pastoral mediante los ritos en sus liturgias con las familias en los diferentes momentos de la vida. En la literatura consultada observo cómo los terapeutas de familia se han apropiado de la potencialidad sanadora que encierran los ritos y la han incluido en sus terapias. ¿Será que la iglesia ha descuidado la cualidad sanadora de sus ritos al priorizar la rigidez de la tradición y la razón y subestimar los nuevos desafíos que enfrentan las comunidades de fe? ¿Podemos establecer relaciones entre la terapia de familia y el cuidado pastoral en la iglesia? Estas preguntas clave orientarán la reflexión en el resto del contenido de este capítulo. La iglesia como comunidad sanadora Todo el ministerio de Jesús está lleno de referencias al acto de sanar. Dios es fuente de la salud y su acción salvadora se manifiesta no solamente mediante el ministerio de sanidad ejercido por su Hijo, sino también cuando Jesús da autoridad a sus discípulos para ir por el mundo y echar fuera los demonios y sanar enfermedades, además de predicar el evangelio del Reino de Dios (Lucas 9: 1-2). Los términos salud, salvación, sanar y terapéutico, son categorías que integran la concepción de la iglesia como comunidad sanadora. Hay teólogos quienes, teniendo tales categorías esenciales en mente, se refieren a la negligencia del aspecto de la cura por parte de nuestras iglesias históricas. Por ejemplo, según Lothar Carlos Hoch, el modelo católico de actuación cristiana ha hecho énfasis en la enseñanza, mientras que el modelo protestante ha enfatizado la predicación; en consecuencia, ambos modelos descuidaron la curación, que es el tercer elemento del triple ministerio de Cristo [2]. Todo parece indicar que la teología cristiana, al absolutizar el papel de la ciencia médica en la curación de los enfermos, subestimó más que otras religiones no solamente su acción sanadora sino también uno los principales preceptos del Señor [3]. En el mundo occidental también la ciencia médica se magnificó a sí misma con base en todos los progresos tecnológicos al servicio de la «salud» y una visión reducida a lo corporal que descuidó la dimensión espiritual del ser humano, tan central hoy en los debates sobre la salud y la enfermedad. La iglesia como comunidad sanadora no puede confundirse con un grupo que viene a satisfacer sus necesidades psicológicas mediante un espléndido programa de actividades. Ha de ser una comunidad constantemente estimulada a redescubrir los elementos terapéuticos que contienen la Biblia y la tradición cristiana, teniendo a Jesucristo en el centro de esa relación salud-salvación, y recuperando la integralidad del ser humano en la relación entre la fe y las demás dimensiones que componen esa unidad: salud emocional, orgánica o física, interpersonal, social y económica. Una comunidad que fomenta un clima que promueve el bienestar bio-psicosocial-espiritual de las personas que la componen y estimula el aprendizaje de sus integrantes en aptitudes tales como acoger, aprender a escuchar al otro, respetar, interesarse genuinamente en la otra persona y procurar ayudarle [4]. Las marcas de la iglesia como comunidad sanadora se reflejan en su triple razón de ser como pueblo de Dios, cuerpo de Cristo y morada del Espíritu Santo. Estas marcas son maneras específicas en que la comunidad de fe se comporta y las que hacen posible las prácticas y experiencias de cuidado, apoyo y sostén de las personas que se involucran en la vida de la iglesia [5]. Una comunidad cristiana es sanadora porque participa de la experiencia de vivir la fe celebrada en los sacramentos, en la liturgia y en el servicio amoroso. Una comunidad que atiende no solamente las necesidades materiales sino también curando relaciones heridas por medio del perdón y la reconciliación y siendo presencia de Cristo los unos para con los otros en el camino de la vida y en la relación con toda la creación. A partir de esa comprensión de la iglesia como comunidad sanadora, en las secciones que siguen desarrollaré el tema de los ritos (o rituales) como formas especiales que puede asumir el cuidado pastoral. Como notaremos muy pronto, tal cuidado pastoral está disponible no sólo para los miembros de la iglesia sino también como un servicio evangélico a quienes no se identifican con ella. Testimonios sobre un rito de la pastoral de consolación Los testimonios siguientes pertenecen a la investigación de campo realizada en tres comunidades de la Iglesia Episcopal para mi tesis doctoral. En una de ellas descubrimos que la persona encargada de realizar los oficios memoriales es una mujer laica que perdió a su hijo adolescente hace algunos años. Ella se ha entregado al ministerio de consolación imprimiéndole una mística que nació de su dolor pero, también, de la manera especial como sintió el consuelo de Dios a través de la comunidad y sus ritos. En todas estas comunidades constatamos que este rito pastoral llamado misa memorial es muy importante en la labor de consolación que realiza la iglesia, pues es solicitado con gran frecuencia y hasta vienen personas de otras denominaciones donde no se ofrece este servicio. Es por esto que dedicaré especial atención en este ensayo al tema de los ritos y su potencial sanador en el cuidado pastoral. Testimonio de un clérigo Esta parroquia desde hace muchos años tiene esa tradición. Es algo peculiar lo de los oficios memoriales y nosotros lo vemos como algo concreto de la posibilidad de sanar que tiene la parroquia como tal. Porque el gran porcentaje de las personas vienen tristes, vienen afectadas […] hay un pedacito en el Libro de Oración Común (LOC) que es genial y dice que la liturgia de los difuntos es alegre por la pascua, por la resurrección, pero que eso no hace que el dolor humano tenga también ese valor. Eso puede parecer contradictorio porque aunque hablamos de la tristeza pero el mismo amor que tiene Cristo por nosotros, como dice el LOC, hace que cuando nos separemos de un ser querido sintamos tristeza. […] la iglesia en ese momento les da la oportunidad de que oren por sus difuntos, se le pide a Dios que les dé ese sostén, a través de las pequeñas reflexiones, las oraciones que se usan en ese sentido. Lejos de disminuir esos oficios se incrementan […] lamentablemente otras iglesias no entienden ese servicio pastoral como sanación porque la persona también se sana […] Mayormente las personas que vienen no son miembros de la iglesia. En ese sentido las mujeres tienen un buen trabajo porque tratan de venir a acompañar a las personas, a hacer las lecturas bíblicas. […] Yo diría sin temor a equivocarme que en estos momentos de un 50 a un 60 por ciento de los miembros de esta iglesia vinieron a un memorial […] Testimonio de un laico De los ritos me gusta mucho el rito de la eucaristía […] También los memoriales que dan consuelo a la persona, hacen recordar a las personas a sus seres queridos que ya no están, enjugan los ojos y el corazón también. Ayudan a las familias a sentirse mejor porque nos permite recordarlas con amor y con lágrimas también. [¿Sólo se realizan misas memoriales a personas de esta iglesia?] No, para todas las personas que lleguen y lo pidan. Es muy frecuente últimamente ese oficio porque a la gente ha llegado, y los memoriales han llegado a las personas […] Delimitando la comprensión de rito Entendemos por rito un fenómeno que sucede en la sociedad, como hecho social o colectivo, por medio del cual aquélla revela sus representaciones y valores. El ritual expande, ilumina, resalta y representa lo que es común a un determinado grupo y, podemos añadir, trasmite valores y conocimiento además de ser operativo para resolver conflictos y reproducir relaciones sociales. Arnold van Gennep [6] distingue una categoría especial a la que llama ritos de pasaje. En esta categoría agrupa todas las secuencias ceremoniales que acompañan el pasaje de una situación a otra o de un mundo a otro (por ejemplo, mundo de los vivos, mundo de los muertos). Él somete los ritos de pasaje a un análisis más exhaustivo que le permite clasificarlos en tres categorías secundarias a las cuales nombra como ritos de separación, ritos de margen y ritos de agregación. Hace además la salvedad de que estas categorías no se desarrollan igualmente en todas las ceremonias sino que, por ejemplo, en las ceremonias funerales el énfasis mayor será en los ritos de separación (separarse del mundo de los vivos), en el noviazgo el énfasis mayor puede estar en los ritos de margen, y en el casamiento en los de agregación. El autor afirma además que un cierto número de ritos de pasaje se destina a reducir los efectos de tales cambios [7]. La iglesia y el uso de los ritos Desde los primeros tiempos el cuidado pastoral, a veces también llamado «cura de almas», ha incluido la práctica ritual de la iglesia. Esta práctica puede tener su expresión en la celebración litúrgica o también en la manera que aquella persona que ha sido comisionada para ejercer el ministerio e investida de la autoridad mediante la ordenación, se le ha permitido establecer relaciones rituales en los diferentes servicios de la iglesia y en su tarea del ejercer el cuidado pastoral junto a la comunidad o presidir la asamblea en la celebración litúrgica. Según el teólogo Raimundo Panikkar, el problema en nuestras sociedades secularizadas no radica en la manera en que se celebra el culto, por ser la adoración una dimensión constitutiva del ser humano, sino en la pérdida de significado que ha tenido este tipo de liturgias como parte de la adoración. En medio de esta época, él nos invita a cuestionar la naturaleza de la adoración y a descubrir en ese camino que el culto es la expresión de los creyentes, de lo cual puede deducir que así como hay diferentes tipos de cultos o maneras de adorar también tenemos diferentes tipos de creyentes [8]. El culto puede verse como un proceso de muerte y nueva vida. Por eso no puede ser la razón, exclusivamente, la que ocupe el lugar preponderante y normativo en la manera de adorar en determinado tiempo, pues la razón también tiene sus límites. No hay suficientes argumentos intelectuales que nos permitan abarcar la compleja situación existencial del ser humano. Esto nos remite a no ignorar la acción del Espíritu que en verdad se manifiesta y sopla donde quiere [9]. Ministración a los enlutados: En nuestro tiempo, la situación arriba aludida ha cambiado mucho. Como afirma James F. White, el cristianismo moderno se olvidó tanto de la esperanza como del temor y se rehusó a pensar en la muerte como parte del mensaje cristiano [11]. No obstante, encontramos indicios de que la tendencia observada en la manera de realizar oficios fúnebres actualmente es recuperar muchos de los elementos más positivos de los ritos que realizaban los primeros cristianos alrededor de la muerte, tal vez en cierta medida rescatando también la práctica antigua de rendir culto a la memoria de los ancestros. Karen Westerfield [12] observa que muchas de las prácticas antiguas en materia litúrgica han sido redescubiertas, siendo una de ellas la celebración de la eucaristía como un componente importante de los ritos funerales; también se han retomado los rituales ante la tumba (como por ejemplo la bendición de la tumba, donde se recitan salmos, se cantan himnos, se leen antífonas y pasajes bíblicos, y se hacen oraciones, incluyendo el Padre Nuestro). Después del entierro continúan los ritos de recordación basados en la idea de que la muerte no es el punto final de la vida de un cristiano. Así constata Tertuliano quien a principios del siglo tercero escribió que, además de las oraciones por los muertos, se tenía la práctica de celebrar la misa en cada aniversario del fallecimiento. Dichas misas por los muertos aparecían sugeridas en textos más tardíos con la frecuencia de realizarla el primer día, el séptimo, el decimotercero y el decimocuarto día, después del entierro [13]. Las oraciones por los muertos son una opción presente en el Libro de Oración Común de la Iglesia Episcopal de Estados Unidos. Sin embargo, dicho libro no incluye un orden litúrgico para la celebración de una misa memorial. En nuestro país, muchos clérigos han ido creando una misa memorial de acuerdo a las necesidades de las comunidades locales y con elementos de la cultura local en la Iglesia Episcopal de Cuba [14]. Estas misas tienen una gran demanda no sólo por parte de los miembros de dicha Iglesia sino también por los de otras denominaciones que no realizan ese tipo de servicio litúrgico debido a las más diversas razones teológicas. La misa memorial también está disponible para las personas del pueblo que dicen no pertenecer a determinada iglesia. Todas las personas van en busca de consuelo, y consolar a los enlutados es el mayor énfasis de la misa memorial, hacerles sentir que la comunidad de fe les acompaña en su dolor. Muchas de estas iglesias desestiman el potencial sanador que para las familias enlutadas tiene la misa memorial como rito para después de la muerte. Sentir que la persona que murió no quedará en el olvido, rendir tributo a su memoria y recordar que ha pasado a formar parte de la iglesia triunfante, de la comunión de los santos, es una afirmación de fe que consuela y sostiene a la familia. Podemos además ver este rito como un rito de pasaje, porque ayuda a la familia a desagregar a la persona del mundo de los vivos para incorporarla al mundo de los muertos a través del espacio simbólico de la liturgia. Se trata entonces de uno de los ritos de la Iglesia Episcopal que se ha transformado o evolucionado de acuerdo al contexto sociocultural y a las necesidades de las familias enlutadas. Creemos que el sepelio cristiano por un lado refleja las realidades de la muerte; por otro lado también apunta a la esperanza en la resurrección y constituye un rito importante para las personas enlutadas que se sienten confortadas y acompañadas en su dolor. En la Iglesia Episcopal de Cuba hay muchos miembros que refieren haber comenzado a asistir a la iglesia cuando fueron a una misa memorial de un familiar cercano. Es decir entonces que, además de su valor como una forma especial de cuidado pastoral, estos ritos también tienen una dimensión evangelizadora; la razón es la buena nueva que Jesús nos comunica en medio del dolor de la muerte por medio de la promesa de vida afirmada en su resurrección. Uso de los ritos en la terapia de familia: La inclusión de los ritos en la terapia de familia tiene como precursora a Mara Selvini Palazzoli, miembro del grupo de Milán, quien introdujo formalmente el tema de su importancia potencial en el modelo sistémico de la terapia de familia en 1974. Los define como una acción o serie de acciones acompañadas por fórmula verbal y que envuelve a toda la familia. Que como todo rito este debe consistir en una secuencia regular de pasos que se realizan en tiempo y lugar adecuado [15]. Janine Robert se refiere al uso de los ritos que hacen los antropólogos y cita a Víctor Turner en su definición de ritual. Además critica que, usualmente, los estudios antropológicos sobre los ritos se han limitado a lo religioso y lo mágico como aspectos de la cultura, debido al trabajo de los antropólogos en sociedades donde todo parece tener un sentido religioso; se han descrito rituales cibernéticos que confirman que aquéllos no pueden circunscribirse a la práctica religiosa [16]. Robert nos ofrece una definición propia de ritual con la que trabajarán como terapeutas de familia, pero enraizada en la perspectiva de la antropología:
Para los terapeutas de familia un rito es un elemento importante que organiza las relaciones interpersonales, permite que los pequeños grupos (parejas, familias nucleares, etc.) puedan estructurarse así como también los grupos grandes (familias extensas, organizaciones sociales, comunidades, etc.). Los ritos funcionan entonces como estructuras que acompañan a los cambios simbólicos de las comunicaciones entre las personas (ej. cambios de nivel de realidad tales como las relaciones de pareja y las relaciones profesionales; cambios de niveles de meta-realidad como señalan los sacramentos y las ceremonias religiosas, y fiestas: esto al establecer nuevos hechos que son reconocidos y compartidos, los cuales canalizan el proceso de cambio) [18]. Se han identificado cinco grandes temas rituales [19] que orientan al terapeuta en su toma de decisión sobre el beneficio posible en su utilización. Son los temas de membrecía, curación, identidad, expresión de creencias y negociación, y celebración, los cuales se describen brevemente a continuación. Membresía Curación Identidad Expresión de creencias y negociación Celebración Esas cinco categorías temáticas son aspectos llaves de los ritos normativos que tienen como función proveer una dirección a los terapeutas para considerar tales prácticas rituales con la familia y para diseñar rituales terapéuticos en colaboración con sus miembros. En ciertas ocasiones los rituales combinan varios temas. Al planificar el proceso ritual los terapeutas diseñan el mapa de la manera en que emerge la dinámica familiar, cómo esa familia interactúa con el problema. Los terapeutas de familia recomiendan que al preparar el ritual se trabaje con cuestiones tales como las siguientes [21]: la presión externa de la cultura o la sociedad para esa familia o miembros de ella; la preparación, y quiénes estarán incluidos en ella y por qué, roles de género a considerarse, etc.; las personas participantes, a quiénes se invitarán y por qué, la participación inter-generacional, cómo será la participación de los niños, etc.; el lugar, o sea todo lo referente a la localización del evento ritual, y por qué se escogió; participación, qué tipo de actividades se realizarán, y si serán determinadas por el género o por lo étnico, si se utilizarán símbolos especiales, música, alimentos y ropas especiales, etc.; regalos, cuál es su rol y cómo serán hechos y recibidos, etc. La atención cuidadosa a todos estos aspectos es importante no sólo para planificar el proceso y la actividad ritual sino también para abordar cualquier situación problemática o conflictiva que se pueda presentar en el transcurso de preparación. La vida litúrgica de la iglesia ofrece múltiples oportunidades para interactuar con la dinámica de una familia y para realizar un acompañamiento o cuidado pastoral. Es en ese sentido que Elaine Ramshaw [22] percibe el cuidado pastoral por medio de las prácticas rituales como oportunidades especiales cuando los pastores y otros líderes de la iglesia cumplen la misión de acompañar a la comunidad. Tal acompañamiento puede hacerse como una tarea creativa que incluya tanto el conocimiento de las tradiciones litúrgicas de la iglesia como las necesidades concretas que las personas presentan en un tiempo dado. Ramshaw considera al ritual como una manera de establecer orden, de reafirmar significados, de establecer vínculos comunitarios, de lidiar con la ambivalencia y de encontrarse con el misterio [23]. Se debe estar atento a qué posibilidades rituales se ofrecen en la consejería pastoral y otras situaciones pastorales, preguntándonos acerca de las necesidades que tienen las personas y cómo pueden ser atendidas mediante un ritual de cuidado pastoral. Podemos indagar, por ejemplo, si la necesidad es de confirmar su identidad, o si es de afirmación por parte de la comunidad a través del reconocimiento de un pasaje o transición importante; si es una necesidad de sanación o bendición; si tal necesidad simboliza gratitud o marca un tiempo especial de despedida o de recordación. En todas esas situaciones pastorales y otras, puede sugerirse algunos tipos de acciones simbólicas o rituales además de la conversación pastoral [24]. Es en este contexto donde podemos apreciar las contribuciones posibles de la terapia de familia. Al operar con el concepto de ritos que utilizan los terapeutas de familia, un equipo pastoral puede tomar en consideración, por ejemplo, que los ritos funcionan como organizadores de las relaciones interpersonales, lo que permite estructurarse a una familia o una comunidad eclesial. El equipo pastoral puede además apreciar que los rituales funcionan a manera de estructuras que acompañan cambios simbólicos en las comunicaciones entre las personas, y que permiten reconstruir creencias tradicionales de la comunidad y re-significarlas dramática y simbólicamente. Edwin Friedman confirma tales consideraciones señalando que «las ceremonias del ciclo vital captan los procesos sanadores del encuentro terapéutico mejor que ninguna otra experiencia religiosa» [25]. Así alude al casamiento, los funerales y los ritos asociados al nacimiento y a la pubertad, como antiguas formas que aún resultan funcionalmente satisfactorias. Comenta además críticamente que, a pesar de que los ritos de pasaje son el primer esfuerzo humano para abordar áreas mayores de interés de la psicoterapia moderna, tales como el cambio y la separación, parece que hemos perdido de vista ese hecho, pues el énfasis terapéutico moderno se ha puesto meramente sobre la personalidad y la psicodinámica. Dicha pérdida ha privado a los clérigos de una valiosa oportunidad de comprender el proceso emocional que se establece en las familias durante esos momentos, y de ayudar concretamente a las familias a crecer y sanar, además de animarles a fortalecer su espiritualidad en medio de tales ocasiones de transición y crisis. Friedman destaca que la visión sistémica de la familia puede aplicarse a los llamados eventos nodales, donde la familia se ve como un sistema en el que las relaciones se abren y fluyen durante esos ritos de pasaje. Añade que es importante diferenciar el rito de la ceremonia. Desde la perspectiva del sistema emocional, los eventos del ciclo vital comienzan de seis meses a un año antes y terminan en un plazo de tiempo similar, después de la ceremonia [26]. Las ceremonias están determinadas por aquello que ya estaba sucediendo en el seno de la familia en transición para una nueva etapa de su vida (por ejemplo, una pareja puede estar emocionalmente «casada» mucho antes de la boda y de los rituales de consagración de su unión matrimonial). Aunque el casamiento, los funerales y los ritos de adolescencia han sido ritos de pasaje universales, según Edwin Friedman nuestra cultura moderna ha producido otros tres puntos nodales importantes que producen notables consecuencias en el curso de la vida, tales como el divorcio, la jubilación y el traslado o desarraigo geográfico. Si los tres primeros ritos biológicos de pasaje tratan la pérdida y la cura, esos otros tres tienden a atender sólo la pérdida. De todas maneras, son igualmente situaciones oportunas para promover cambios saludables en la familia [27]. Es cierto que estos tres eventos nodales no han sido muy trabajados en los rituales de nuestras comunidades eclesiales, tal vez porque no se ha prestado atención a la necesidad de las personas de atender esas pérdidas y sentirse acompañadas en medio de tal transformación. Tal vez como parte de la renovación litúrgica en muchas iglesias esto ha comenzado, pero infelizmente no es una práctica asumida en la mayoría de nuestras liturgias denominacionales. Un ejemplo de las nuevas voces que emergen en la práctica ritual y litúrgica de la iglesia es la amplia compilación de liturgias realizada por Abigail Evans Rian. Esta autora parte de la tesis de que el regalo divino de la sanación es válido durante todas las estaciones de la vida de la persona, y este poder de esperanza y sanidad puede afirmarse y reelaborarse mediante servicios rituales, sacramentos y ritos. Es por lo tanto muy importante, no sólo psicológicamente sino también espiritualmente, señalar los pasajes del ciclo de la vida y los tiempos de crisis en particular [28]. Evans Rian explica la importancia de las misas o cultos de sanación, donde la preparación de sus líderes es imprescindible, y los aspectos que debe incluirse, tales como los siguientes: la asamblea litúrgica que se reúne para realizar una liturgia de sanación; la proclamación de la Palabra con una teología de la salud en todas sus dimensiones y con base en las Escrituras; la oración como parte central (con los elementos de confesión, arrepentimiento y reconciliación por medio del perdón); los sacramentos (la Santa Cena donde aceptamos la nueva vida que Dios nos ofrece en Cristo); y la música como elemento esencial en la liturgia de sanación por cuanto provee un vínculo invisible pero profundo con la experiencia espiritual [29]. En cuanto al uso de la Escritura en los ritos de sanación se nos llama la atención acerca de tres niveles de hermenéutica. El primer nivel es el comunicativo, el de traducir las antiguas historias de la Biblia al idioma contemporáneo, enfocado en desarrollar ritos que hacen conexión con las nociones centrales de la tradición cristiana (eso implica que las personas se sientan involucradas en la historia de Dios con toda su vida, y que tal experiencia tenga un significado personal y pertinente al momento que viven). El segundo nivel es indagar si hay mitos bajo los rituales, si todavía contienen historias para compartir y verdades para esa otra experiencia y cultura. Finalmente, en el tercer nivel, una pregunta que debemos considerar como teólogos: ¿se conectan exactamente las historias que narramos con los ritos? ¿o será que en ese punto hay una historia que se aviene con nuestra manera de expresar el significado de los ritos? [30] En este sentido el teólogo Dietrich Ritschl hace la observación de que a lo largo de 1500 años en Europa el lenguaje había sido la Biblia (partiendo de sus narrativas). A partir del Renacimiento se instalaron otros lenguajes, desde el científico hasta el de la informática. Hoy el lenguaje bíblico es un pequeño arroyo en medio de esos otros ríos. Si queremos dar importancia a las narrativas bíblicas, debemos entrar en ellas y habitarlas. Si no queremos que la fe cristiana se disuelva en un caldero junto a otras religiones, necesitamos volver a las narrativas bíblicas y «habitarlas» [31]. En nuestras prácticas litúrgicas de sanación se nos llama a conocer con mayor profundidad las narrativas bíblicas sobre la cura, y a habitar esas narrativas mediante el desarrollo de ritos que tengan un significado especial para quienes buscan restaurar su salud. La consideración del tema de los ritos como una forma de cuidado pastoral sugiere que necesitamos desarrollar una teología que integre fiel y creativamente las dimensiones racionales («ortodoxia»), sociales («ortopraxis»), y emocionales («ortocardia») de nuestra fe cristiana. Nuestro ministerio de cuidado pastoral podrá ayudar mejor así a las personas, familias y comunidades, a que tengan una visión amplia de la salud y del proceso de sanar, es decir una visión que integre la dimensión corporal, la espiritual y la socio-emocional de la vida humana. Necesitamos por lo tanto evaluar nuestra liturgia y re-descubrir el valor de los ritos en el acompañamiento de personas y familias en sus múltiples cambios o transiciones de modo que tengan la vivencia real de la iglesia como comunidad sanadora.
1. Marianela de la Paz Cot es Doctora en Medicina por la Universidad de Santiago de Cuba; Licenciada en Teología por el Seminario Evangélico de Teología de Matanzas, Cuba; Máster en Teología (concentración en teología práctica) por la Escola Superior de Teología, São Leopoldo, Brasil; y Doctora en Teología (concentración en teología práctica) por la Escola Superior de Teología de São Leopoldo, Brasil. Además es ministra ordenada de la Iglesia Episcopal de Cuba, y presbítera encargada de la iglesia San Felipe Diácono en Limonar, Matanzas. Ejerce también como profesora del Seminario Evangélico de Teología de Matanzas en el área de teología práctica. 2. Lothar C. Hoch, «A cura como tarefa do aconselhamento pastoral», en Roberto Zwetsch y Oneide Bobsin, A prática cristã. Novos rumos, Sinodal: IEPG, São Leopoldo, 1999, pág. 18. 3. En nuestros días puede percibirse una vuelta a la visión religiosa-terapéutica, en donde la medicina y la religión se complementan o se encuentran. Este proceso no está exento de incomprensiones y desacuerdos entre los médicos y la ciencia médica que continúa defendiendo el modelo biomédico relativo a la comprensión de la realidad de ser humano y sus enfermedades. Aldo T. Natale afirma que las religiones no pretenden renunciar por más tiempo a una visión global de la enfermedad, y en ese punto ellas tienen sus derechos y una historia pasada que los corrobora, donde todo se relaciona con todo y cada una con una de sus partes. Dejando de lado el cristianismo, trata de mostrar como las religiones del pasado y del presente, interpretan y continúan interpretando la enfermedad en un contexto cultural propio, en el cual el positivismo de la ciencia clásica se excluye, y donde emerge con fuerza la relación salud-salvación. Aldo Terrín Natale, «A doença. Síndrome de desarmonia do Espírito. Tratado sobre religiões antigas e novas», en: F. Dal Pino et. al, Liturgia e participação: a sacramentalidade a serviço do homem na sua totalidade, Paulinas, São Paulo, 1998, págs. 181-231. 4. Véase Sidnei Vilmar Noé, «Idéias introdutórias ao conceito comunidade terapêutica», en: Lothar C. Hoch, Sidnei Vilmar Noé, Comunidade terapêutica, Sinodal, São Leopoldo, 2003, págs. 10-11. 5. Daniel S. Schipani, «Bases eclesiológicas: la iglesia como comunidad sanadora», en: Daniel S. Schipani & Pablo A. Jiménez, eds., Psicología y consejo pastoral: perspectivas hispanas, AETH, Decatur, 1997, págs. 3-25. 6. Arnold van Gennep, Os ritos de passagem, Vozes, Petrópolis, 1978, págs. 31-33. 8. Raimundo Panikkar, Worship and Secular Man, Mariknoll, Orbis Books, 1973, pág. 22. 10. James F. White, Introdução ao culto cristão, Sinodal, São Leopoldo, 1997, págs. 233-235. 12. Karen B. Tucker Westerfield, «Christian Rituals Surrounding Death», en Paul F. Bradshaw; Lawrence A. Hoffman, eds, Life Cycles in Jewish and Christian Worship, University of Notre Dame Press, Notre Dame/ London, 1996, págs. 196-213; págs. 206 ss. 14. En las experiencias relatadas por los clérigos indicaron que usan las oraciones tradicionales del Libro de Oración Común, tanto del oficio matutino y del vespertino, como del oficio de entierro. Algunos le piden a las familias que traigan una pequeña reseña biográfica sobre la persona fallecida y una foto, además de velas y flores para adornar el altar. Antes de empezar la misa, en las palabras de acogida, pueden leer la reseña biográfica los propios familiares y luego tener unas palabras de agradecimiento por lo que significó esa persona en sus vidas. Una persona refirió que le gusta ofrecer misas memoriales a sus familiares fallecidos porque es una manera de mantenerles presente en la memoria y de obtener consuelo, pero también porque para ella la muerte verdadera es el olvido. 15. La autora desarrolla ese concepto en su libro Self-Starvation: From Intrapsychic to the Transpersonal Approach to Anorexia Nervosa (1974, pág. 238) citado por Janine Robert, «Setting the Frame: Definition, Functions, and Typology of Rituals», en Evan Imber-Black; Janine Robert; Richard A. Whiting, Rituals in Families and Family Therapy, W.W. Norton & Company, New York, 1988, pág. 3. 17. Traducción libre del original por la autora (Robert, pág. 8). 18. Jacques Miermont y colabs., Dicionário de terapias familiares. Teoria e prática, Artes Médicas, Porto Alegre, págs. 475-476. 19. Imber-Black; Robert; Whiting, págs. 50-76. 20. En términos generales, en la cultura occidental no hay un acuerdo acerca de ritos que marquen la separación o el final de una relación de pareja, ya sea de esposos o no; sin embargo, ciertas religiones, como la judía, cuentan con ritos de divorcio. 21. Janine Robert, «Setting the Frame: Definition, Functions, and Typology of Rituals», en Evan Imber-Black; Janine Robert; Richard A. Whiting, Rituals in Families and Family Therapy, W.W. Norton & Company, New York, 1988, págs. 121-124. 22. Elaine Ramshaw, Ritual and Pastoral Care, Fortress Press, Philadelphia, 1987, pág. 22. 24. Ibid., págs. 72 en adelante. 25. Edwin H. Friedman, Generación a generación: el proceso de las familias en la iglesia y la sinagoga, traducido por Carolyn Kerr y Anne Crandell Garrido, Nueva Creación, Buenos Aires, 1996, pág. 224. 26. Ibid., págs. 231 en adelante. 28. Abigail Evans Rian, Healing Liturgies for the Seasons of Life, Westminster John Knox Press, Louisville, 2004, págs. 13 en adelante. 30. Ruard R. Ganzevoort, «Rituals and the decay of the word», pág. 4, en P.N. Holtrop, F. de Lange R. Roukema, eds., The Passion of Protestants, págs. 149-164. Accesado en <www.ruardganzevoort.nl> 27 de marzo de 2007. 31. Dietrich Ritschl, «Narrativas bíblicas y aconsejamiento pastoral», notas tomadas por la autora en el curso ofrecido por Ritschl en el Instituto Ecuménico de Pós-Graduação (11-16 septiembre de 2006).
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