Colección de lecturas
 

PDF Jorge Fox y los cuáqueros

La fe en la periferia de la historia
por Juan Driver
Copyright © 1997 Ediciones SEMILLA (Guatemala) y CLARA (Colombia)
Reproducido aquí con permiso.



Capítulo 15.

Jorge Fox y los cuáqueros

Luego de recibir esa revelación del Señor de que formarse en Oxford o Cambridge no era suficiente preparación para ser ministro de Cristo, tuve en menor estima al clero, y me fijaba más en los disidentes. Entre ellos descubrí cierta compasión y, luego, muchos de ellos se convencieron por lo que les fue revelado. Pero además de dejar al clero, también abandoné a los predicadores separatistas y a los de mayor renombre; porque me di cuenta de que ninguno de ellos tenía una palabra para mi condición. Y cuando mis esperanzas en ellos y en todos los hombres se esfumaron, … entonces escuché una voz que me decía, «Hay uno, Jesucristo, que tiene palabra para tu condición». Y cuando la oí, mi corazón saltó de alegría . … Jesucristo … ilumina, da gracia, fe y poder. Así que, cuando Dios obra, ¿quién lo puede detener? Y esto lo supe experimentalmente. (Jorge Fox: Diario, I [1].)

Al día siguiente, seguimos camino advirtiendo a los que encontramos en el camino del día del Señor que se acercaba. Y vi una colina alta lla­mada Pendle Hill, y subí con gran dificultad, … pero el Señor me indicó que subiera a la cima. Y al llegar vi el mar de Lancashire y allí, en la cima de la colina, fui movido a proclamar el día del Señor, y el Señor me permitió vislumbrar desde allí los lugares en que Él tenía mucha gente a ser reunida. (Jorge Fox: Diario, V [2].)

Cuando yo estuve en Mansfield, hubo una sesión de los jueces de la corte tratando la cuestión de la contratación de obreros. Y el Señor me instó a amonestar a los jueces que no oprimieran a los obreros en sus jornales. … Fui movido a visitar varias cortes e iglesias en Mansfield y en otros lugares para advertirlos que dejaran de oprimir y exigir el juramen­to y, dejando la decepción, a buscar al Señor y hacer justicia. (Jorge Fox: Diario, I [3].)

Y mientras visitaba mercados y ferias y otros lugares, observé muerte y tinieblas en toda la gente, pues no habían sido sacudidos por el poder de Dios. Y pasando por Leicestershire, llegué a Twycross, donde había co­bradores de impuestos. El Señor me instó a ir donde ellos y a amonestarles a no oprimir a los pobres, y el pueblo fue grandemente conmovido. (Jorge Fox: Diario, III [4].)

En este tiempo yo me encontraba muy oprimido por los jueces y magis­trados y las cortes y varias veces sentí la necesidad de escribirles a los jueces acerca de la pena capital impuesta por el robo de ganado o dinero y cosas insignificantes, indicando cuan contrario era a la ley de Dios. … Y había una mujer joven condenada a la muerte por haber robado a su amo. La sentencia fue dictada, su sepultura excavada y fue llevada para su ejecución. Yo sentí la necesidad de escribirle al juez y al jurado acerca de ella, y cuando la llevaron … no la pudieron ahorcar … y la trajeron de vuelta. Y enojados, se acometieron contra mí en la cárcel. Después, en la cárcel la joven fue convencida de la verdad eterna de Dios. (Jorge Fox: Diario, III [5].)

Nuestra práctica siempre ha sido buscar la paz y hacerla, seguir la justicia … buscando lo bueno y el bienestar y haciendo aquello que contribuye a la paz para todos. … Rechazamos totalmente los principios y prácticas sangrientos … como las guerras, los conflictos y las contiendas con las armas, no importa cual sea el pretexto, o el fin. … El Espíritu de Cristo, que nos guía a toda Verdad, jamás nos moverá a luchar o hacer la guerra contra un semejante con las armas, ni para defender la causa del Reino de Cristo, ni para defender la causa de los reinos de este mundo. (Jorge Fox: Diario, XVIII [6].)

Jorge Fox y el movimiento cuáquero

Sin duda alguna, Jorge Fox (1624-1691) fue uno de los hombres más notables en la historia del cristianismo occidental. Williston Walker lo describe como «uno de los pocos genios religiosos de la historia inglesa» [7]. Se crió lejos de los centros de influencia y poder político, económico, intelectual y religio­so. Su preparación académica fue mínima y principalmente informal. Las únicas relaciones de importancia que disfrutaba fueron las que él mismo creó. Era un hombre de una fortaleza espiritual extraordinaria, un hombre bueno en todos los sentidos, un hombre con un mensaje que atraía a las masas pobres, iletradas y marginadas como él, al igual que a personas de las capas privilegiadas e intelectuales.

Uno de estos «privilegiados», Guillermo Penn, hijo del renombrado Almi­rante Penn, escribió la siguiente apreciación de Jorge Fox, basada en su relación personal de muchos años con él. «Era un hombre dotado por Dios de una profundidad clara y asombrosa y capacidad para discernir los espíritus de otros, y controlar el suyo propio. … En su ministerio, luchó mucho para abrirles a las personas a la Verdad y fundarlas en el principio y fundamento, Cristo Jesús, la Luz del mundo, y, al conducirles a aquello de Dios en ellos, podían llegar a conocerle mejor a él y a ellos mismos. … Se destacaba en la oración. … Conocía y vivía más cerca del Señor que otros. … Aunque Dios le había revestido de gracia y autoridad divinas, y su presencia emanaba una majestad religiosa, nunca abusó de ellas, pero ocupó su lugar en la Iglesia de Dios con gran mansedumbre, humildad atrayente, y moderación. … Habiendo estado con él en muchas ocasiones durante semanas y meses corridos … en este país y en el extranjero, puedo decir que jamás le vi fuera de su ambiente o que no estuviera a la altura de toda necesidad y situación» [8].

Jorge Fox nació en el seno de una familia humilde y piadosa en una peque­ña aldea cerca de Leicestershire en el norte de Inglaterra. Su madre, descendiente de una familia de mártires, era una persona de dotes notables. Su padre, Christopher Fox, era un tejedor pobre de honradez reconocida, apodado el «Christer Justo» por sus vecinos. En su juventud Fox empezó a experimentar grandes inquietudes espirituales y dudas —que no pudo ni explicar ni negar— en cuanto a las formas que tomaba la religión de su tiempo. En 1647, cuando tenía 23 años de edad y tras una larga búsqueda por las iglesias establecidas y separatistas, Fox llegó a una experiencia espiritual personal de consecuencias trascendentales.

Después de cinco años de itinerancia por toda Inglaterra, con muchas oportunidades para compartir su experiencia y poco éxito en convencer a los que le escuchaban, en que sufrió un par de encarcelamientos por estorbar la paz, experimentó una visión que habría de ser decisiva para su maduración espiritual, al igual que para su misión. En una colina alta en el noroeste de Inglaterra (Pendle Hill) recibió una visión que le habría de transformar en vocero efectivo de una visión realmente profética y radical. «Vio a un pueblo, tan numeroso como partículas bajo el sol, que habría de ser atraído al Señor para que hubiera un solo pastor y un solo rebaño. Y mirando hacia el norte, Vio a un gran pueblo en esa área que habría de recibirle a él y a su mensaje» [9].

A partir de esa visión, comenzó el crecimiento realmente explosivo del movimiento cuáquero. Poco después, un domingo por la tarde, luego que la congregación había escuchado el sermón de la mañana en una capilla separatista, Fox recibió «palabra del Señor» y, colocándose sobre una roca en la ladera de la montaña, se puso a predicar. «Por la tarde el pueblo, junto con varios de los maestros separatistas, se reunió alrededor de mí. Habría más de mil personas. Y todos los maestros separatistas fueron convencidos de la Verdad eterna de Dios ese día. Proclamé libre y ampliamente la Verdad eterna de Dios, y la palabra de vida, por el espacio de unas tres horas. Y a muchos de los ancianos que entraron en la capilla y se me quedaron mirando por las ventanas, les parecía extraño que un hombre predicara al aire libre y no en su iglesia (como ellos la llamaban).» [10].

A partir de ese momento, Fox ya no sería un profeta solitario. Muchos de los que le escucharon se convirtieron casi enseguida en emisarios de la visión. Al estilo de los apóstoles antiguos, anduvieron de dos en dos por toda la zona norteña de Inglaterra, y posteriormente cubrieron el país y llegaron hasta los fines de la tierra. Esta expansión asombrosa ocurrió dentro de un período de unos cuarenta años, entre 1650 y 1690. El movimiento cuáquero creció primeramente de manera explosiva en Inglaterra y después fue llevado a otras partes del mundo, especialmente a las colonias inglesas en el Nuevo Mundo. Durante un tiempo fue el movimiento de crecimiento más rápido en todo el mundo occidental. Se ha estimado que 20 000 personas se adhirieron al movimiento durante los primeros cinco años.

La reacción de las autoridades establecidas, tanto seculares como religio­sas, es una indicación del carácter dinámico y contracultural del movimiento. Miles de cuáqueros —tanto hombres como mujeres— fueron encarcelados y torturados. Durante los primeros veinticinco años del movimiento fueron en­carcelados 15.000 cuáqueros. El mismo Jorge Fox sufrió ocho encarcelamientos durante su vida. El más largo de éstos duró dos años y ocho meses, y fue provocado por rehusarse a prestar el juramento de lealtad requerido por la autoridad civil. Cuatro cuáqueros —incluyendo una mujer— fueron ahorcados en la plaza pública en Boston.

Prácticamente todos los cuáqueros, sin importar sus talentos naturales o el grado de su educación formal, se convirtieron en mensajeros de la visión cuáquera. Testificaban a sus carceleros, a los jueces, a gobernantes, pero sobre todo a la plebe de donde procedía la mayoría de ellos, a cristianos profesos y a paganos, en fin, a todo el mundo sin distinción de clases sociales. Y lo hacían por todos los medios disponibles. Aprovechaban los procesos judiciales a que eran sometidos, publicaron un número increíble de panfletos y libros (se estima una producción literaria de unas 25 000 páginas impresas entre los años 1652 y 1665), y tanto hombres como mujeres fueron emisarios a regentes tan distantes como el sultán de Egipto y el monarca de la China, llevando cartas en las que les invitaban a responder al testimonio de «aquello de Dios» en ellos.

Su vida contracultural era parte integral de su mensaje. En pleno siglo XVII trataban a las mujeres y a los hombres como iguales. Insistían en tutear a todo el mundo, no importaba el rango asignado por la convención social dominante. No estaban dispuestos a quitarse el sombrero ante nadie, y con esto insistían en tratar a las autoridades seculares como iguales. Interrumpían en las reuniones de las iglesias establecidas para compartir su visión con un auditorio esencialmente cautivo.

Raíces socioeconómicas de los cuáqueros [11]

La expansión de los cuáqueros primitivos fue explosiva, y en los primeros cincuenta años el movimiento se extendió rápidamente por toda Inglaterra, el continente europeo y el Nuevo Mundo. Pero en los comienzos su crecimiento más notable ocurrió en los condados rurales en el norte de Inglaterra. El feudalismo había sido fuerte en esta zona y las tierras productivas se concentra­ban en las manos de unas pocas familias poderosas. Entre los poderes feudales estaban originalmente las abadías que controlaron grandes extensiones dedicadas a la producción de lana. Cuando fueron clausuradas en la década de 1530, pasaron a las familias aristocráticas sin beneficio ninguno para los agregados.

En la zona de los Peninos, donde los cuáqueros fueron más numerosos, las aldeas eran principalmente de origen nórdico. Según sus costumbres ancestrales, trabajaban sus propias parcelas de tierra y habitaban sus propias casitas. En esta región siempre hubo una resistencia al sistema feudal impuesto desde el siglo XII. La práctica de reunirse en asamblea en los campos abiertos, alrededor de una piedra y sepultura en una colina, era otra costumbre nórdica con raíces en la tradición antigua. No sería pura casualidad que los cuáqueros primitivos también adoptaran esta forma de evangelización. Los primeros predicadores cuáqueros eran principalmente campesinos rústicos procedentes de este trasfondo.

En el siglo XVI surgió una rebelión campesina en oposición a los poderes establecidos, que protestaba contra las injusticias a que eran sometidos. Cien años más tarde, éstas fueron precisamente las mismas áreas que llegaron a ser centros cuáqueros y sus quejas seguían siendo esencialmente las mismas: resentimiento contra la opresión a manos de una nobleza poderosa, del clero y los pesados impuestos.

Las dimensiones de la pobreza en esta zona eran enormes. Durante la guerra civil que sacudió a Inglaterra en 1649, millares de familias se encontraban sin pan, sin dinero, sin semilla para sembrar y sin salida para los productos artesanales. Y para añadir a su miseria, una plaga comenzaba a atravesar la región.

La situación religiosa de la zona también era desastrosa. Aunque en el siglo XVI Inglaterra había experimentado una reforma protestante típicamente anglicana, en estas zonas rurales persistían los vestigios de un catolicismo popular medieval. Guardaban los días de los santos, ofrecían dinero, huevos, etc., al sepultar a los muertos y rezaban las cuentas. Pero la mayoría no sabía, ni siquiera, el Credo o los Diez Mandamientos. Y para la época puritana en el siglo XVII, miembros de estas parroquias rurales ni siquiera sabían quién era Jesús. Quedaban muchos vestigios de paganismo en la zona, y aun después de la restauración puritana hubo clérigos acusados de borracheras y de vidas intemperantes e inmorales. El sacramento del matrimonio parece haberse practicado poco, pues persistía la costumbre antigua de enlaces comunes en que el hombre y la mujer consentían en su cohabitación, delante de sus amigos; en cierto sentido anticipando la protesta cuáquera contra la sacramentalización del matrimonio.

A la luz de esto, podemos comprender la oposición decidida de los cuáqueros contra el clero, las casas con torres, los sacramentos y demás símbolos de la religión establecida. Para muchos de los oyentes rústicos, el mensaje y la vida de los predicadores cuáqueros representaban su primera introducción a una fe vital y transformadora. Los campesinos y pastores de ovejas en el norte de Inglaterra resentían su marginalización bajo el yugo de la clase terrate­niente y las autoridades civiles y eclesiásticas. Desconocían doctrinas abstractas de igualdad, socialismo y lucha de clases y, aunque humildes, eran individuos con un sentido innato de dignidad personal. De modo que la profunda experiencia espiritual cuáquera despertó en ellos una reacción decidida contra las injusticias sociales dondequiera que aparecían y les proporcionó una oportunidad para afirmar su dignidad humana y crear sus propias alternativas a las estructuras opresivas.

Así pues, el crecimiento cuáquero en las zonas rurales del norte de Inglate­rra se dio especialmente entre separatistas al margen del puritanismo; o entre parroquias puritanas debilitadas por falta de un auténtico liderazgo espiritual e inmoralidad y vestigios de paganismo entre sus miembros. El cuaquerismo respondía efectivamente a sus necesidades más profundas, principalmente entre las clases campesinas marginadas, pero también entre los obreros artesanales.

El cuaquerismo primitivo también se extendió por la zona suroeste de In­glaterra en la frontera con Gales. Aquí, donde bautistas y puritanos habían estado activos, atrajeron a artesanos humildes. Los tejedores especialmente, vivían una existencia precaria y se habían hecho infames por su parte en los motines causados por la hambruna.

Otros centros de actividad y crecimiento cuáqueros se situaban en las grandes ciudades de Londres y Bristol. En ambos casos, los cuáqueros crecieron principalmente entre la clase obrera, aunque también había artesanos y pequeños comerciantes. Cuando las sectas de protesta radical surgieron al margen del movimiento puritano, los cuáqueros participaron en cierta manera aunque rechazaron la violencia, y a causa de esta identificación también sufrieron la represión oficial.

El liderazgo entre los cuáqueros era decididamente carismático. Generalmente procedían de las capas humildes y campesinas. En contraste, en el movimiento bautista, que era principalmente plebe, los pastores eran en su mayoría oficiales del ejército, comerciantes prominentes y ex-clérigos puritanos, formados en las universidades. Entre las mujeres que llegaron a ser predicadoras, un número considerable provenía del servicio doméstico. La prominencia de ellas en el movimiento cuáquero primitivo es signo de su posición profética ante los valores y convenciones sociales de la sociedad dominante. También es prueba del carácter fundamentalmente carismático del ministerio entre los cuáqueros.

La visión cuáquera [12]

  1. ¿Qué significa ser cristiano? Un primer componente de esta visión lo descubrió Fox en los comienzos de su búsqueda espiritual cuando sólo tenía 21 años de edad. Mientras entraba en Coventry, en sus andanzas se puso a reflexionar sobre las pretensiones de ser cristianos, tanto de los protestantes como de los católicos. «y el Señor me reveló que, si todos eran creyentes, entonces todos eran nacidos de Dios y habían pasado de muerte a vida, y que tan solamente estos eran creyentes verdaderos, y aunque otros decían ser creyentes, no lo eran.» [13].

Esta percepción aparentemente superficial, no lo era para Fox. Era la respuesta a la pregunta que le inició en su búsqueda, ¿Qué es un cristiano? Ni la repuesta católica (esencialmente sacramental), ni la protestante (esencialmente doctrinal) le satisfacía al inquieto Fox. En su descubrimiento, Fox eliminó la diferencia entre la apariencia y la realidad con que las iglesias establecidas habían hecho las paces. La evidencia de ser cristiano verdadero es una vida cambiada. El rol de los sacramentos y de la sana doctrina deja de ser determinante en la fe del creyente. Lo que importa es la realidad experimental de la novedad de vida. Y faltando ésta, todo lo demás es en vano. Este elemento realmente radical es fundamental para la visión de Fox.

  1. ¿Qué significa ser ministro? «Caminando por los campos un domingo en la mañana, el Señor me reveló que formarse en Oxford o Cambridge no era suficiente preparación para ser ministro de Cristo, y esto me parecía extraño, pues todo el mundo compartía esta opinión. Pero lo entendí perfectamente bien, pues el Señor me lo reveló. … Y vi que esta revelación minaba el concepto del ministerio clerical» [14]. Según la idea común —que Fox mismo había compartido— el ministerio era una profesión que requería una educación teológica.

Pero ahora Fox comprendía que uno es ministro en la medida en que sirve. Su visión del ministerio era funcional y carismática. Las cuestiones de sucesión apostólica, ordenación e imposición de manos realmente no tenían nada que ver con el ministerio en el pueblo de Dios. Por eso, entre los cuáqueros la vocación ministerial llegaba a mujeres, al igual que hombres. Y esto en una era cuando algunos ingleses dudaban que la mujer tuviera alma. Esta visión funcional del ministerio no era exclusiva de Jorge Fox. Otros disidentes en Inglaterra decían cosas semejantes [15]. Para Fox, tanto por su experiencia como por la observación, sólo el fuego divino es capaz de formar para el ministerio.

  1. ¿Qué es la Iglesia? «Me fue revelado que el Dios Creador del universo no habita en templos hechos a mano. A primera vista me parecía extraño, porque tanto clérigos como el pueblo solían referirse a sus templos o iglesias, reverentemente como lugar santo y templo de Dios. El Señor me reveló … que no moraba en templos construidos por los hombres, sino en el corazón de un pueblo» [16].

Para Fox, la comunidad de los fieles era de tanta importancia que rehusaba identificar a la Iglesia con construcciones materiales o con una jerarquía eclesiástica. La Iglesia es una comunidad viviente. Por esta razón Fox empezó a referirse a las —así llamadas— iglesias como «casas con torre». Esta costumbre determinó la práctica posterior entre los cuáqueros de llamar sus lugares de culto, «casas de reunión». De esta manera los cuáqueros han intentado evitar las falsas distinciones entre lugares sagrados y lugares seculares.

En esta búsqueda, Fox recibió muy poca ayuda humana. Por ejemplo, tanto clérigos como laicos le advirtieron contra el uso del libro de Apocalipsis, fuente en que Fox encontró auténtica revelación. La mayor fuente de su inspiración fue su estudio casi constante de la Biblia. Sus revelaciones, que eran el producto de su lectura bíblica, poco a poco formaron una unidad coherente entre sí, y en relación con la visión bíblica. Incluso, Fox descubrió cierta coherencia entre las grandes inquietudes que le impulsaron en su búsqueda espiritual [17].

  1. ¿Cuál es la fuente de la autoridad espiritual? La revelación que Fox recibió cuando tenía 23 años era probablemente la más importante. «Luego de recibir esa revelación del Señor de que formarse en Oxford o Cambridge no era suficiente preparación para ser ministro de Cristo, tuve en menor estima al clero, y me fijaba más en los disidentes. Entre ellos descubrí cierta compasión y, luego, muchos de ellos se convencieron, por lo que les fue revelado. Pero además de dejar al clero, también abandoné a los predicadores separatis­tas y a los de mayor renombre; porque me di cuenta de que ninguno entre ellos tenía palabra para mi condición. Y cuando mis esperanzas en ellos y en todos los hombres se esfumaron, … entonces escuché una voz que me decía, «Hay uno, Jesucristo, que tiene palabra para tu condición». Y cuando la oí, mi corazón saltó de alegría. … Jesucristo … ilumina, da gracia, fe y poder. Así que, cuando Dios obra, ¿quién lo puede detener? Y esto lo supe experimentalmente» [18].

Mediante su seguimiento de Jesucristo, Fox llegó por la experiencia, más que por una reflexión o especulación racional, a conocer a Cristo. No se le pregunta al cuáquero, ¿Qué cree?, sino ¿Cuál es el camino al conocimiento de la Verdad? El movimiento cuáquero consiste más en un método, o un camino, que en un conjunto de doctrinas. La realidad de la experiencia espiritual es el punto de partida de las actitudes hacia el uso de la Biblia, los sacramentos, la tradición cristiana, y todo lo que tiene que ver con el vivir diario del cristiano. A partir de entonces, Fox ya no sentía la necesidad de seguir consultando a los clérigos, pues había experimentado la Fuente misma de la vida.

  1. ¿Cuál es la meta de la misión evangelizadora? En 1652, cinco años más tarde, Fox recibió una revelación más que habría de ser determinante en el movimiento cuáquero. Se concebiría a la Iglesia fundamentalmente en térmi­nos de una comunidad con vocación misionera. «Y vi una colina alta llamada Pendle Hill, y subí con gran dificultad, … pero el Señor me indicó que subiera a la cima. Y al llegar vi el mar de Lancashire y allí, en la cima de la colina, fui movido a proclamar el día del Señor, y el Señor me permitió vislumbrar desde allí los lugares en que Él tenía mucha gente a ser reunida» [19]. Fox se dio cuenta de que estas percepciones espirituales que le habían sido reveladas en su búsqueda, habían venido cuajándose en una visión global que respondía también a las inquietudes y ansiedades de las multitudes que —como él— estaban insatisfechas con el cristianismo establecido de su tiempo.

En esencia, esto significaba que Cristo puede ser hallado en el tiempo presente. La vida cristiana no consiste sólo en la memoria de lo que fue, ni tam­poco en una mera esperanza de un futuro mejor en la distancia, sino en la realidad experimental de la presencia del Cristo viviente. A los pocos días después de su experiencia en Pendle Hill, Fox compartió públicamente por primera vez la idea de que Cristo es el maestro presente. «En la semana había una gran feria en Sedbergh. … Yo fui a la feria y proclamé allí el día del Señor . … Luego fui al patio de la casa con torre y colocándome a la sombra de un árbol, se acercó la mayor parte de la gente que había asistido a la feria, y muchos clérigos y laicos. Allí proclamé la Verdad eterna del Señor y la pala­bra de vida durante varias horas, y que el mismo Señor Jesucristo estaba para enseñar a su pueblo, y así atraerlos de los caminos y maestros del mundo, a Cristo el camino a Dios. Y yo expuse a sus maestros y les coloqué delante al maestro verdadero, Cristo Jesús» [20]. El domingo siguiente y al aire libre, Fox volvió a proclamar la misma realidad. «Que todos puedan llegar a conocer a Cristo su maestro, su consejero, su pastor que los alimenta, su obispo que vela por ellos y su profeta que les da revelación, y que sepan que sus cuerpos son templos de Dios y de Cristo en donde hace su morada» [21].

Esta visión de la experiencia presente de Cristo en medio de la comunidad es probablemente el elemento más fundamental del movimiento cuáquero. Aun el concepto de la «luz interior», o de «aquello de Dios en el hombre», es en el fondo una visión de la presencia de Cristo en el corazón humano. Esta visión también determinaba su concepto de la venida del reino de Dios y las esperanzas milenaristas de su época. En medio de su peor encarcelamiento, Fox enfatizó con mayor claridad la presencia continua (literalmente, «Cristo es venido») de comunión con Cristo. «Estando en la prisión … profetizaron que en este año vendría Cristo a reinar sobre la tierra por mil años. Pensaban que este reino sería exterior, … Pues Cristo es venido y habita en el corazón de su pueblo y reina allí. Y miles, a la puerta de cuyos corazones él ha estado tocando, le han abierto, y él ha entrado, y come con ellos y ellos con él, el banquete celestial con el hombre celestial y espiritual. … -Él reina en el cora­zón de sus santos» [22].

No sería justo acusar a Fox de abogar por una visión espiritualizante del reino, que concibe el reinado de Dios exclusivamente como invisible y limita­do en su expresión concreta al interior del cristiano. Su argumento se dirige a aquellos que esperaban un reino al estilo de los reinos políticos de la experiencia humana. Es un reino espiritual e inmediato que produce notables consecuencias concretas en la vida de los participantes. De modo que no se puede acusar a Fox de tomar los escapes futuristas ni espiritualizantes que han sido tan populares en la cristiandad desde los tiempos de Agustín.

Esta visión cuáquera del Cristo presente determina en buena parte la teoría y práctica de la misión evangelizadora del movimiento. Desde la prisión Fox escribió a «los Amigos en el ministerio, … En el poder … del Señor … que sean preservados y que sean un terror a todos los adversarios de Dios … respondiendo a aquello de Dios en todos, esparciendo la Verdad, despertando el testimonio, confundiendo el engaño, reuniendo de la desobediencia a la vida, el pacto de luz y paz con Dios. … Caminarán gozosamente por el mundo, respondiendo a aquello de Dios en toda person». [23].

Esta experiencia del Cristo presente resultó ser la dinámica capaz de crear una comunidad vital y vigorosa que no dependía del carisma de su profeta. Era una comunidad que en sus comienzos procedía principalmente de las capas humildes y marginadas de la sociedad inglesa. También fueron atraídas otras personas, con las dotes de Guillermo Penn y Roberto Barclay, que se integraron mediante relaciones auténticamente comunitarias. Compartían las cargas los unos por los otros. Cuando un miembro del grupo era encarcelado, los demás asumían las necesidades de la familia sin ni siquiera tener que discutirlo en su reunión. Cuando todos los adultos eran encarcelados, los niños continuaron con su testimonio, pues las autoridades no tenían la temeri­dad de detener a los niños también. Participar en el movimiento cuáquero era cosa seria, pero se asumía gozosamente, «caminando por el mundo, respondiendo a aquello de Dios en todos».

  1. ¿Cuál era su sentido de vocación profética y misionera? La imagen que expresa más claramente el sentido cuáquero de su vocación básica es probablemente «la guerra del Cordero». El uso de esta metáfora para comprender el proyecto salvífico de Dios en el mundo responde a la iniciativa de James Nayler, uno de los primeros Amigos públicos, es decir, cuáqueros dedicados a una misión itinerante. Esta guerra era primeramente una lucha intensamente personal e interior y librada con las armas del Espíritu contra todo afán egoísta por poseer, dominar y brillar. «Tendrás que experimentar la guerra del Cordero antes de poder ver su reino. … El Cordero milita … en todos aquellos que son convocados, y los invita a unirse a él en la batalla … a fin de formar una nueva persona, un nuevo corazón, una nueva mente, y una nueva obediencia … y allí aparece su reino» [24].

La resolución victoriosa de este conflicto en lo más profundo del ser de la persona le otorgaba un sentido de seguridad y de paz interiores que le permitían confrontar al mundo con aplomo y llena de confianza. Una serenidad inspirada por su sentido de la presencia y la dirección constante del Espíritu de Dios es probablemente el rasgo más característico de la personalidad cuáquera. «Dios … obra sólo … a través de su Hijo, el Cordero. … Por medio del Cordero … hace guerra contra el dios de este mundo, y les ruega a sus súbditos que se han rebelado contra él, su Creador. … Hace guerra de esta manera. … Da su luz en los corazones de los hombres y las mujeres, permitiéndoles ver … lo que es de Dios, y lo que no lo es. … Han de luchar contra todo aquello que no es de Dios» [25].

A mediados del siglo XVII, precisamente en la misma época (1649) en que comenzaba el movimiento cuáquero en Inglaterra, los puritanos ingleses habían asesinado al monarca y encarcelado a la nobleza, todo en nombre de Dios y de su reino en la tierra. Profundamente atribulado, Fox escribió, «Los guerreros no son del reino de Cristo, sino que están fuera del reino de Cristo, porque es reino de paz y de justicia. … A los Amigos en todas partes, esto os encargo, … Vivid en paz, y en ella buscad la paz de todos» [26]. Aunque se emplearan armas muy diferentes, la lucha cuáquera fue librada con semejante intensidad de convicción. Dios, mediante la instrumentalidad de sus santos más humildes, establecía su reino. Entre los años 1652 y 1657 el crecimiento cuáquero fue geométrico. Nayler insistía en que no era meramente cuestión de la salvación mediante Cristo de «unos pocos cuáqueros locos, sino de los diez mil de sus santos con quienes ha venido» [27]. Antes del año 1652 habría unos 500 Amigos convencidos; en 1654, unos 5.000: y en 1657, por lo menos 20.000. De haber continuado ese ritmo de crecimiento el mundo se habría vuelto cuáquero en una generación [28].

Esta vocación no se asumía sin evaluar el costo. Los cuáqueros aceptaban su condición como pueblo marginado, sostenidos por la firme convicción de haber sido objetos predilectos de la gracia de Dios [29]. Desde los comienzos, los cuáqueros gustosamente habían asumido ese título de oprobio impuesto por sus adversarios. Fox recordaba con satisfacción que el juez Bennet les había tildado despectivamente de cuáqueros cuando ellos en el año 1650 le habían invitado a «temblar ante la palabra de Dios» [30]. Luego de recibir una paliza en un motín instigado por un clérigo, Fox retornó a la iglesia, sólo para ser insul­tado y tildado de cuáquero. Cuando el poder del Espíritu tocó al clérigo y éste comenzó a temblar, Fox en chiste comentó «Mirad como el clérigo se agita y tiembla, también se ha vuelto cuáquero» [31].

En Massachusetts, cuatro cuáqueros fueron ahorcados en los años 1659, 1660 Y 1661. En uno de los procesos, Wenlock Christison expresó el secreto de la firmeza cuáquera. «No pienses que con matar a sus siervos, vas a cansar al Dios viviente. ¿Qué ventaja sacas tú en esto? Para el último hombre que has condenado a la muerte, se han levantado cinco más en su lugar. Y aunque tienes el poder para quitarme la vida a mi, Dios podrá hacer surgir el mismo principio de vida en diez de sus siervos y enviarlos entre vosotros en mi lugar» [32].

Aunque la visión cuáquera de la guerra del Cordero era profundamente espiritual, no por eso dejaba de ser una realidad experimentada en la tierra y dentro de la historia humana. Hablaban constantemente del «día del Señor», tanto en presencia de las multitudes en las ferias públicas, como en sus expe­riencias visionarias solitarias. Para ellos, se trataba de la meta hacia la cual apunta la historia de la salvación. La victoria en la guerra del Cordero se esperaba en una comunidad humana. La salvación esperada sería entonces comunitaria, más bien que puramente individual. «Todos aquellos en quienes él reina … guerrean contra el mundo entero y el mundo contra ellos. … Si tú no participas de su reino … entonces no colaboras con él. … Y tú que estás dormido y cómodo en la carne, no eres de su reino» [33]. La fe apocalíptica de los cuáqueros brotaba de su conocimiento de un poder restaurador, ya presente y obrando anticipadamente en el mundo. La reacción cuáquera era la de una expectativa asombrosa y gozosa, más bien que una actitud de desesperación. Por experiencia propia, los cuáqueros sabían que el poder transformador del «día del Señor» ya estaba obrando en el mundo. Los «principados y los poderes» del mal, que seguían activos y hostiles, eran el objeto de su mensaje evangelizador: mensaje de salvación y de juicio que, mediante el Espíritu, podría resultar para salvación.

Los cuáqueros esperaban la llegada de la paz, la justicia y la igualdad en el reino del Espíritu. Pero sería el mismo reino que ya había llegado en medio de ellos de forma anticipada. En este contexto podemos comprender su vida contracultural de protesta profética. Desde el principio, el modo de vestirse entre los cuáqueros era la vestimenta común y corriente de los obreros ingleses, asumida en solidaridad con la clase humilde. La simplicidad de vida cuáquera era una protesta directa y solidaria contra la explotación de los pobres. Los cuáqueros advertían a «los amos poderosos que molían los rostros de los pobres y que abusaban de ellos para aumentar sus ingresos» [34]. Y en un ambiente donde se sacaba todo lo posible de los productos manufacturados, los cuáqueros iniciaron la costumbre de fijar un precio justo, devolviendo una semblanza de justicia al comercio.

Insistir en tutear a todos por igual y rehusar quitarse el sombrero ante las autoridades podrían parecer —a primera vista— detalles insignificantes, pero en realidad eran dos formas concretas de actualizar los valores del reino de Dios en su medio. «Aunque «tú» en el singular, concordaba con sus reglas de gramática, y con la Biblia, ellos no lo podían aguantar; y en cuanto a la costumbre de quitarse el sombrero, por no quitármelo yo delante de ellos, se enfurecían. El Señor me había enseñado que … era un honor inventado por los hombres en la caída y en su alienación de Dios» [35]. Rehusar prestar los juramentos de lealtad requeridos por las autoridades no respondía meramente al hecho de ser prohibida la práctica por Jesús y Santiago (aunque sin duda hubiera sido una razón suficiente), también era símbolo concreto de su compromiso de lealtad a una autoridad superior. Además, en la palabra empeñada del cuáquero, era siempre sí, y no significaba no. También descubrimos el mismo conflicto entre el reino de Dios y los reinos de este mundo en el rechazo cuáquero del clericalismo y en su crítica de los supuestos «lugares santos», mediante su insistencia en llamar los templos y capillas «casas con torre».

Su visión y su experiencia de la realidad del reinado de Dios en medio de ellos les llevó a integrar toda su vida y acción. Su testimonio evangelizador y su protesta social eran dos aspectos de una misma vocación espiritual. En sus memorias Fox cuenta de una endemoniada que había sufrido 32 años de su aflicción. La llevaron a pasar un tiempo con los Amigos. Finalmente, en la casa de Elizabeth Hooten, la primera Amiga y predicadora ganada mediante el testimonio de Fox, ella fue sanada y después de pasar un par de semanas más en medio de los cuáqueros, regresó a sus amigos y familiares. En otro caso, Fox descubrió a una mujer en manos de un doctor que estaba por sacarle sangre. La ataron y la sujetaron violentamente pero no lograron su objetivo. Fox intervino, les ordenó desatarla y soltarla, pues observaba que no podían someter al espíritu que la atormentaba. Fox «fue movido a hablarle en el nombre del Señor para que estuviera quieta y tranquila, y así fue. El poder del Señor tranquilizó su mente, y se sanó y después recibió la Verdad, continuando en ella hasta su muerte» [36].

Y por la misma vocación Fox se sintió llamado a «ir a la corte a clamar por la justicia, hablando y escribiendo a los jueces a fallar justamente», a advertir a los dueños de las tabernas contra los peligros del alcoholismo, y «en las ferias y en los mercados, denunciar el engaño y la mentira practicadas en las ventas, juntamente con el fraude, amonestándoles a actuar con justicia y verdad … y advirtiéndoles del … día del Señor» [37]. Las conocidas luchas de los cuáqueros contra el tráfico esclavista, los abusos en el sistema carcelario inglés, la explotación de los obreros y las condiciones laborales inhumanas fueron todas el producto de la vocación cuáquera a militar en la guerra del Cordero.

Los cuáqueros se veían a sí mismos como «la comunidad cristiana primitiva restaurada». Jorge Fox decía que «los cuáqueros son la simiente de Abraham, de esa simiente por medio de la cual todas las naciones serán bendecidas, y de la fe de Abraham de donde no han surgido los protestantes ni los papistas, con su raíz y tronco malvados» [38]. Hablaban de sí mismos como «la Iglesia verdadera» que no guardaba relación con las instituciones de la cristiandad, ni con una sucesión apostólica, ni siquiera con el pacto de elección divina, sino que se reconocía por la presencia del poder del Espíritu de Dios en ella. En esto se reconocían como herederos de los herejes de otras épocas. Estos incluían —entre otros— a los mártires ingleses, los valdenses, los lolardos, los husitas, y sus propios mártires que habían sellado su fe con su propia sangre [39].

Mediante su participación en la guerra del Cordero, los cuáqueros más humildes se unían a Cristo mismo en su lucha por su liberación del dominio de los principados y los poderes del mal en todas sus manifestaciones opresivas, desde los escondites más secretos en sus propios seres, hasta las mismas estructuras humanas prostituidas.

 


1. John L. Nickalls, ed.: The Journal of George Fox, Cambridge, Cambridge University, 1952, p. 11.

2. Ibíd., pp. 103-104.

3. Ibíd., p. 26.

4. Ibíd., p. 49.

5. Ibíd., pp. 65-66.

6. Ibíd., pp. 399-400.

7. Williston Walker: Historia de la Iglesia cristiana, Kansas City, MO, Casa Nazarena de Publicaciones, 1991 (1ª ed., 1957), p. 478.

8. Nickalls, op. cit., pp. XLII-XLVII.

9. Citado del «Prefacio» de Guillermo Penn en Ibíd., XL.

10. Ibíd., pp. 108-109.

11. Para esta sección véase Hugh Barbour: The Quakers in Puritan England, New Haven, CN, Yale University, 1964, pp. 72-93.

12. Para esta sección véase D. Elton Trueblood: The People Called Quakers, Nueva York, Harper and Row, 1966, pp. 30-39.

13. Nickalls, op. cit., p. 7.

14. Ibíd., p. 7.

15. John Milton escribió: «Es un error común entre nosotros pensar que la universi­dad hace al ministro del evangelio; que capacite para otras artes y ciencias no lo discuto, pero lo que hace al ministro, las Escrituras nos informan, viene sólo de arriba.» Trueblood, op. cit., p. 31, n. 8.

16. Nickalls, op. cit., p. 8.

17. Ibíd., p. 9.

18. Ibíd., p. 11.

19. Ibíd., pp. 103-104.

20. Ibíd., p. 107.

21. Ibíd., p. 109.

22. Ibíd., p. 261.

23. Ibíd., p. 263.

24. Barbour, op. cit., pp. 40-41.

25. Ibíd., p. 94.

26. Nickalls, op. cit., p. 357.

27. Barbour, op. cit., p. 181.

28. Ibíd., pp. 181-182.

29. Trueblood, op. cit., p. 21.

30. Nickalls, op. cit., p. 58.

31. Ibíd., p. 99.

32. Trueblood, op. cit., p. 15.

33. Barbour, op. cit., p. 184.

34. Ibíd., pp. 170-171.

35. Nickalls, op. cit., p. 36.

36. Ibíd., pp. 43-44.

37. Ibíd., pp. 37-38.

38. Citado en Lewis Benson: Catholic Quakerism: A Visionfor All Men, Filadelfia, Book and Publications Committee Philadelphia Yearly Meeting of the Religious Society of Friends, 1968, p. 12.

39. Barbour,op. cit., pp. 189-190.