|
||||
El reino al revés The Upside-Down Kingdom
Jubileo perpetuo Jesús presenta el modelo de jubileo como el nuevo camino para sus discípulos. La gente que anda de camino con él responde al amor de Dios compartiendo lo que tienen con los necesitados a su alrededor. Jesús brinda una sorprendente cantidad de atención a la riqueza. Particularmente en el evangelio de Lucas, Jesús realiza la conversión económica básica para el nuevo reino. Seguiremos el registro de Lucas con referencias cruzadas con los otros evangelios. Jesús no condena la propiedad privada; tampoco busca una nueva comunidad cristiana, sin embargo, su mensaje juzga severamente las prácticas codiciosas tanto de Galilea, como de Judea. La riqueza no cae del cielo. Es una ventaja en un sistema de reglas sociales que controla la adquisición y uso. Al reprobar a los codiciosos, Jesús cuestiona aquellas normas económicas de su día que permitían a los ricos oprimir a los pobres. Él no afirmó que las cosas materiales fueran inherentemente malas; pero advirtió que son peligrosas. Pueden rápidamente convertirse en demonios que echan abajo el gobierno de Dios. Comenzaremos explorando seis peligros de la riqueza que, de acuerdo a Jesús minan nuestra lealtad al reino [1]. Peligro: El estrangulador Escondido en la parábola del sembrador hay un pequeño sermón acerca del peligro que entrañan las riquezas para los ciudadanos del reino [2]. La semilla es la Palabra de Dios. Su crecimiento simboliza el surgimiento del reino. La semilla que cae entre espinos, se ahoga. «La que cayó entre espinos, éstos son los que oyen, pero yéndose son ahogados por los afanes y las riquezas y los placeres de la vida, y no llevan fruto» (Lucas 8:14; Marcos 4:18-19; Mateo 13:22). Las semillas germinan. Hay nueva vida y crecimiento; pero las espinas pronto ahogan su vitalidad. Los afanes, las riquezas y los placeres de la vida sofocan las nuevas plantas. Todos los escritores sinópticos usan la palabra ahogar. La vida espiritual se sofoca. Aparecen los frutos en botón, pero no hay cosecha, pues jamás maduran. En el contexto moderno, los afanes, las riquezas y los placeres de la vida pueden ser el trabajo, el éxito profesional, casas, lugares de recreo, vacaciones de lujo, pasatiempos exóticos, inversiones financieras, ropa, carros y tiempo de ocio costoso. Estos placeres de la vida abortan el crecimiento del reino. Nos distraen del trabajo que debe realizarse, y echan a perder la cosecha. Peligro: El que se preocupa El ayer trae sentimientos de culpa, y el mañana preocupación. Jesús comprendía que las riquezas generan ansiedad. ¿Estaremos seguros mañana? ¿Qué pasará si la bolsa de valores se derrumba? ¿Podría fallar la alarma contra los ladrones? La posesión de propiedades nos impulsa a defenderlas y protegerlas. En Lucas 12:22-34 y en Mateo 6:19-21, 25-33, Jesús apremia cuatro veces a sus discípulos a no estar ansiosos acerca de la comida y el vestido. Vosotros pues, no os preocupéis por lo que habéis de comer, ni por lo que habéis de beber, ni estéis en ansiosa inquietud. Porque todas estas cosas buscan las gentes del mundo; pero vuestro Padre sabe que tenéis necesidad de estas cosas. Mas buscad el reino de Dios, y todas estas cosas os serán añadidas. No temáis, manada pequeña, porque a vuestro Padre le ha placido daros el reino. Vended lo que poseéis, y dad limosna; haceos bolsas que no se envejezcan, tesoro en los cielos que no se agote, donde ladrón no llega, ni polilla destruye. Porque donde está vuestro tesoro, allí estará también vuestro corazón.
El texto griego significa «no os esforcéis ansiosamente» [3]. Los paganos se afanan por las cosas materiales. Se preocupan acerca de los que vestirán, lo que comerán, dónde vivirán, y cuánto ganarán. «Porque todas estas cosas buscan las gentes del mundo». No así los discípulos de Jesús. Ellos no deben preocuparse acerca de tales cosas. ¡Deben concentrarse totalmente en el reino! Dios cuidará de ellos. En el contexto del año sabático, cuando no se plantaba, ni cosechaba, la instrucción toma un nuevo significado. Un erudito ofrece esta paráfrasis.
En el contexto del año sabático, estas palabras no prescriben flojedad. Su consejo es aplicable aún hoy. Amasar cosas nos distraen del reino. Nosotros no somos jornaleros. No somos siervos asalariados que tengan que preocuparse de su trabajo. Somo hijos de un amante Padre. Los pobres son el punto focal del discurso de Jesús. Acumular es el camino de los paganos. Al dar limosnas a los pobres se abraza el camino cabeza abajo. El principio del jubileo vuelve otra vez. Los hijos de un amante Padre responden al don del reino vendiendo sus posesiones por amor a los pobres. Este mismo espíritu se puede ver en las Bienaventuranzas, cuando Jesús dice: «al que te pida, dale», «presta sin esperar recompensa», (Lucas 6:34-35; Mateo 5:42). Las ganancias excesivas no tientan a aquellos cuyos corazones se han rendido al reino. Cuando nuestro tesoro está en el reino, dejamos de acumular, y empezamos a dar. Cuando nos enfocamos en las prioridades del reino, compartimos nuestras riquezas con liberalidad. Y en el proceso, no solamente restauramos y liberamos a los pobres, sino ¡también nos liberamos a nosotros mismos! Nos liberamos de la ansiedad y de las ataduras de la preocupación. Ya no heredamos las preocupaciones. Las posesiones llevan consigo preocupación. Los niños sanos rara vez se preocupan. Un niño de cuatro años escuchó una grabación diseñada para desatar respuestas emocionales en los niños. Una voz en la grabación pregunta: «¿Por qué estás triste?», «¿Por qué estás enojado?» Al escuchar la pregunta «¿Por qué estás preocupado?» vino a su mamá sollozando y dijo «Yo no tengo nada de qué preocuparme». Pocos días después, aliviado cantaba: «Finalmente encontré algo porqué preocuparme». Para entrar al reino, tenemos que ser como niños, dijo Jesús, y esto consiste en permitir a Dios que tome cuidado de nuestro mañana. Las enérgicas palabras del evangelio de Mateo lo resumen: «Así que no os afanéis por el día de mañana, porque el día de mañana traerá su afán. Basta a cada día su propio mal» (Mateo 6:34). El número de contratos de seguro vendidos cada año reflejan la cantidad de ansiedad corporativa en una sociedad. La preocupación de las posesiones nos esclaviza al demonio de la ansiedad. Peligro: El cegador En una de sus parábolas más punzantes, Jesús nos muestra cómo el engaño de las riquezas puede cegarnos [5]. Había un hombre rico, que se vestía de púrpura y de lino fino, y hacía cada día banquete con esplendidez. Había también un mendigo llamado Lázaro, que estaba echado a la puerta de la mesa de aquél, lleno de llagas, y ansiaba saciarse de las migajas que caían de la mesa del rico; y aun los perros venían y le lamían las llagas. Aconteció que murió el mendigo, y fue llevado por los ángeles al seno de Abraham; y murió también el rico y fue sepultado. Y en el Hades alzó sus ojos, estando en tormentos, y vio de lejos a Abraham, y a Lázaro en su seno.
Este relato se conoce generalmente como Lázaro y el hombre rico; sin embargo, un mejor título sería: «Sorprendido por él infierno». Es muy probable que Jesús haya dirigido la historia a los ricos saduceos quienes dudaban de la existencia después de la muerte. También puede haber sido la respuesta de Jesús a las incesantes exigencias por una señal milagrosa. En todo caso, la enseñanza es clara. El hombre rico vive en una gran casa y celebra cada día banquetes con esplendidez. Se viste con trajes de púrpura y usa la ropa interior más cara de Egipto. No es un ladrón o impostor. No ha ganado sus riquezas ilegalmente. Sencilla y legalmente se ha aprovechado del sistema económico de su tiempo. Su riqueza la puede haber recibido por herencia, por conexiones familiares, por arduo trabajo, o por pura suerte. En todo caso, era un hombre rico, decente y correcto, tal vez un saduceo, pero ciertamente no un tramposo o estafador. En los linderos de la propiedad del hombre rico, se encuentra un mendigo que padece una enfermedad de la piel. Lázaro, es el único personaje cuyo nombre aparece en los relatos de Jesús, y que significa «Dios ayuda» [6]. Día tras día espera las migajas que caen de la mesa del rico. Los invitados le pasan tirando las sobras después de limpiarse las manos con ellas mientras estaban en la fiesta. La palabra griega para mendigo está relacionada con la palabra escupir. Lázaro era una persona despreciada, sobre quien «escupían», los comensales. La presencia del limosnero molestaba al hombre rico y arruinaba la hermosura de su fiesta. Únicamente los perros no tenían favoritos. Lamían las heridas del pobre Lázaro. A los gentiles se les llamaba perros; por lo tanto, los perros simbolizaban a los gentiles, a los que no eran salvos, a los proscritos. El momento al revés ya se vislumbraba. El rico saduceo escupe al mendigo con ira, pero los perros, entre todas las criaturas, muestran compasión; en lugar de escupirle, usaban su saliva para sanarlo. Ellos lamían las heridas del pobre Lázaro. ¡Qué golpe más certero: los perros mostrando más compasión que los ricos saduceos [7]! Súbitamente el mundo se pone de cabeza. El rico se quema en el infierno, mientras que el despreciado Lázaro se sienta a la diestra de Abraham, en el lugar de honor, en el lugar de más prestigio en la congregación de los justos [8]. Las cartas se han volteado. Lo alto y lo bajo están en reversa. En la tierra Lázaro había extendido su mano hacia el rico, rogando por las migajas de su mesa. Ahora, quemándose en el infierno, el juerguista rico extiende su mano a Lázaro rogando por una gota de agua. Ecos del Magníficat de María llegan a nuestros oídos: «A los hambrientos colmó de bienes, y a los ricos envió vacíos» (Lucas 1:53). El mensaje está claro. El hombre rico, cegado por la opulencia, rehusó el jubileo y ahora enfrenta un final abrazador. El abismo que lo separa de Lázaro, simboliza su distanciamiento de Dios. El Todopoderoso no se ha olvidado de los débiles, de los Lázaros despreciados y vejados [9]. El parábola no pide a los pobres esperar paciente su recompensa en el cielo. No, el final del relato se enfoca en los cinco hermanos ricos que aún viven. En lo ardiente del momento, el hombre rico siente compasión. Ruega a Abraham permitir que Lázaro resucite de entre los muertos para advertir a sus hermanos. Otra vez, Abraham dice: «Tienen a Moisés y a los profetas; óiganlos ... si no oyen a Moisés y a los profetas, tampoco se persuadirán aunque alguno se levante de los muertos» (Lucas 16:29-31). En otras palabras, han conocido el jubileo desde su niñez. Sus oídos han escuchado las leyes del jubileo sábado tras sábado cuando se leen las Escrituras en voz alta en la sinagoga. La severa conclusión es obvia. Ningún mensajero especial advertirá a los ricos. El juicio caerá sobre los que rehúsan practicar el jubileo, sobre los que violan flagrantemente el reino de Dios. Los fastuosos banquetes y un estilo de vida de lujo cegaron al hombre rico. Rodeado de la buena vida, no pudo ver las heridas de Lázaro o escuchar el llanto de desesperación que tenia cerca. Cuánto más seria es la ceguera de los que no sólo tienen a Moisés y a los profetas, sino también a Jesús, a Pablo, a Santiago y la historia de la iglesia. ¡El que tenga ojos para ver, que vea! Peligro: El amo En otra parábola Jesús nos informa que las riquezas no sólo nos ciegan, sino también nos gobiernan. Había un hombre rico que tenía un mayordomo sobre sus bienes [10] (Lucas 16:1-9) y descubre que éste es deshonesto; por lo tanto, le pide cuentas de su mayordomía antes de despedirlo. El astuto mayordomo, presintiendo su fin inminente, llama a los deudores de su amo y reduce sus deudas a la mitad. El amo sorprendido alaba al mayordomo malo por su sagacidad. Esta historia ha dejado perplejos a los comentaristas, pero la perspectiva del jubileo y el conocimiento de las prácticas financieras de aquel tiempo aclara el acertijo [11]. En el corazón de la historia está el hecho que el mayordomo estaba cargando intereses sobre bienes que había prestado a los deudores. El interés, considerado usura y contra la ley de Dios, estaba prohibido en el Antiguo Testamento. Los fariseos, sin embargo, habían maquinado formas de cargar un interés oculto aceptado aun por los juzgados civiles judíos. Cuando se prestaba grano, vino y aceite, podía cobrarse un interés oculto, si el préstamo no era de «necesidad inmediata». La mayoría de los préstamos no eran considerados de «necesidad inmediata»; por lo tanto, el interés era cobrado, violando la ley de Dios. Por ejemplo, si una mujer tenía una gota de aceite y quería prestar más aceite, el préstamo no era de «necesidad inmediata». ¡Ella ya tenía una gota de aceite!, por lo tanto, sus acreedores podían cobrarle interés sobre el préstamo. La regla de «necesidad inmediata» se aplicaba primordialmente a préstamos de mercaderías, como el trigo y el vino. Los préstamos monetarios con frecuencia se traducían a valores de mercaderías, para poder cargarle el interés oculto. El interés, sin embargo, jamás se escribía en el contrato, pues eso violaría directamente la ley de Dios. Retomando la historia, el mayordomo está en un aprieto; pronto quedará sin empleo y no tendrá referencias. Su reputación quedará arruinada. En ese embrollo, decide perdonar el interés a los deudores, interés que había añadido injustamente a sus préstamos. Probablemente los préstamos habían sido dados en mercadería, aceite o trigo, para ocultar el interés que cobraría para sí mismo. Al exonerarlos de ese interés ilegal, perdía una suma considerable de dinero. Él no tenía autoridad para cancelar la totalidad de la deuda, puesto que el principal se le debía al amo. «Nuestro mayordomo, pues, al prestar a sus hermanos judíos con interés, se convertía en un transgresor moral, pero legalmente estaba asegurado, siempre que sus contratos escondieran el hecho que el préstamo era con usura» [12]. El mayordomo había actuado justamente al perdonar el interés del préstamo. De acuerdo a la ley de la tierra, el mayordomo podría haber forzado a los deudores a la esclavitud si no pagaban los intereses. Además, de acuerdo a la ley del Antiguo Testamento, el interés no era propiedad del amo, quien hasta puede haber ignorado que el mayordomo estaba cobrando intereses. Bajo la ley oral de los fariseos, si el mayordomo perdonaba el interés sin la autorización del amo, éste tenia que aceptar la decisión del mayordomo. Así pues, el amo no tenía nada que perder y todo que ganar. Ahora parecería ser un hombre misericordioso que perdonaba a sus acreedores, el interés que de todos modos no iba a recibir, puesto que éste iba dirigido a la bolsa de su mayordomo. Al final, el mayordomo resulta ser modelo de hombre justo al perdonar deudas injustas; es más, al conceder favores a los endeudados agricultores, podía esperar favores de ellos a cambio. Ellos podrían brindarle hospitalidad y apoyo cuando perdiera su trabajo. El amo alaba y ratifica la decisión de su mayordomo al obedecer la ley del Antiguo Testamento y actuar con justicia (Lucas 16:8). Luego sigue la moraleja al revés: «Los hijos de este siglo son más sagaces en el trato con sus semejantes que los hijos de luz». Los fariseos, supuestamente hijos de luz, habían maquinado estas formas ingeniosas para soslayar la ley de Dios, porque ellos «amaban el dinero» [13]. El mayordomo infiel actuó justamente al cancelar los intereses. Es probable que el interés prohibido sean las riquezas injustas, o sea Mamón. Si los fariseos no podían ser fieles en pequeñas cosas, como prestar dinero, ¿cómo podía Dios confiarles el manejo de grandes riquezas? De acuerdo a Lucas, la parábola sirvió de base para un sermón mordaz de Jesús: «Ningún siervo puede servir a dos señores; porque o aborrecerá al uno y amará al otro, o estimará al uno y menospreciará al otro. No podéis servir a Dios y a Mamón» (Lucas 16:13). Al oír esto los fariseos, quienes amaban el dinero, hacían mofa de Jesús, pero él les dice: «Vosotros sois los que os justificáis a vosotros mismos delante de los hombres; mas Dios conoce vuestros corazones; porque lo que los hombres tienen por sublime, delante de Dios es abominación» (Lucas 16:15). El mayordomo se vio atrapado entre dos amos. La ley de Dios prohibía cobrar intereses, pero la ley de los fariseos lo permitía. Los dos amos se contradecían entre sí. El mayordomo fraudulento se dio cuenta del impase y eligió obedecer la ley de Dios. Y al estilo del reino al revés, el villano se convierte en héroe. El término arameo «mamón», significa «riquezas, dinero, propiedades, o utilidades» [14]. La verdad apabullante aquí es que Jesús ve que Mamón recama un status divino. Desde su punto de vista, Mamón compite directamente con Dios. Las riquezas, más que ninguna otra cosa, pueden actuar como un dios. Jesús no le confiere el grado de divinidad al conocimiento, a la habilidad, a la apariencia, a las ocupaciones, a la nobleza o a la nacionalidad. Son las riquezas, declara, las que tratan de controlarnos y mandarnos como una deidad. Las fluctuaciones en el mercado de valores pueden convertirse en nuestra obsesión. Fácilmente nos cautivan nuevas baratijas y comenzamos a servirlas. Así como los juguetes nuevos cautivan a los niños, también las ocupaciones materiales pueden seducir a los adultos. Nos inclinamos y las adoramos en el altar del materialismo. Los lujos comienzan a manipularnos y a dirigir nuestras vidas. Mamón se convierte en un dios. No podemos servir simultáneamente a Dios y a las riquezas. Podemos usar las riquezas para servir los fines de Dios, pero eso es algo muy diferente que servir a las riquezas. Particularmente irritante es el adicto al lucro que se esconde bajo un manto de piadosa religiosidad. Cuando Jesús limpió el templo, castigó a los que obtenían sus ganancias oprimiendo al pobre en nombre de la religión. «¿No está escrito, mi casa será llamada casa de oración para todas las naciones? Mas vosotros la habéis hecho cueva de ladrones» (Marcos 11:17; Mateo 21:13; Lucas 19:46; Juan 2:16). Los mercaderes que operaban en el templo, no estaban actuando ilegalmente. Ellos estaban cambiando dinero «puro» por ofrendas y vendiendo animales para el sacrificio con buena utilidad. Habían ideado un sistema «legal» que robaba a los pobres. Jesús les llamó «ladrones», pues habían establecido un procedimiento que explotaba al pobre en nombre de la religión. Los fariseos, que también tenían su propia versión de fraude al cargar intereses secretos, se burlaban de la reprensión de Jesús. El declaró que amasar fortunas para impresionar a los demás es abominación a los ojos de dios (Lucas 16:15). En la cima de la escalera del éxito estaban la búsqueda de ganancias, el dinero fácil y un status financiero asegurado; pero caen al fondo en el reino al revés. Las nuevas varas para medir el éxito en el reino invertido de Dios son la misericordia y la compasión. Peligro: El condenador Las riquezas pueden tener un efecto de condenación en nuestras vidas. Jesús subraya este punto en una historia acerca del rico necio (Lucas 12:13-21). Este relato, al igual que el de El buen samaritano, sirven como ejemplo y muestran cómo deben actuar los ciudadanos del reino. Un hombre de entre la multitud corre hacia Jesús y le pide consejo legal. Su hermano no está dispuesto a compartir con él una herencia familiar y el hombre ruega a Jesús que reprenda a su hermano codicioso. Jesús rehúsa hacerlo. Y habla acerca de graneros, ya que discierne un espíritu de avaricia en aquel hombre preocupado por recibir su parte de la hacienda familiar. El modelo de cuarenta y nueve años del jubileo protegía los derechos hereditarios de los pobres. Si la tierra regresaba al dueño original en cada generación, una familia no podía acumular grandes extensiones de tierra. Las prácticas hereditarias usualmente favorecían a los hijos de los ricos. Tal vez Jesús apuntaba no sólo a la codicia de ese hombre, sino también a las costumbres relativas a la herencia que le brindaba una finca gratis, mientras que los otros carecían de tierras. Regresemos a la historia. Un agricultor ha tenido buenas cosechas. Construye graneros más grandes para guardar sus frutos y bienes. Hasta planea dar una fiesta; pero, esa noche Dios lo llama necio, y reclama su alma. Jesús resume la inversión: «El que hace para sí tesoros, no es rico para con Dios» (Lucas 12:21). El granero que este hombre edifica no es un cobertizo para guardar el grano hasta que fuera desgranado, sino una bodega para almacenamiento permanente [15]. En lugar de practicar el jubileo compartiendo su superávit, lo acumula como un necio. No es movido por la compasión hacia los pobres, sino por la avaricia. Este almacenamiento no es el sabático, para guardar la cosecha del sexto año. Es un expansionismo egoísta a expensas de los pobres. Su motivación es obvia: «repósate, come, bebe, regocíjate» (Lucas 12:19-20). Luego, a mitad de la fiesta, Dios toca a la puerta y lo llama necio. Esta palabra, en su uso cotidiano, significa estúpido o terco; pero la definición bíblica es más severa. Necios es aquél que dice que no hay Dios (Salmo 14:1); por lo tanto, resulta que el dios de este hombre rico es su granero. Siendo un ateo práctico, atrapado por las riquezas, vive como si no hubiera Dios. En el evangelio de Mateo 5:22, quien llame necio a su hermano merece el infierno. Cuando Dios dice que este hombre es necio, dice que está condenado. Las riquezas han cautivado su alma, rehúsa practicar el jubileo, y así condena su propia alma. El necio, al acumular riquezas, se convierte en un indigente a los ojos de Dios. Una vez más, se manifiesta la inversión: los que acumulan riquezas aquí, son miserables en el reino de Dios. Los ricos en el reino de Dios, son los que dan con generosidad; al hacerlo, salvan sus almas de la condenación de las riquezas. Jesús advierte: «Guardaos de toda avaricia; porque la vida del hombre no consiste en la abundancia de los bienes que posee» (Lucas 12:15). Nuevamente encontramos una inversión entre los valores del reino y las normas sociales. Después que el cadáver ha sido sepultado, los curiosos preguntan: «¿A cuánto ascenderá su capital? ¿Cuánto dejaría?» La gente «de éxito» deja grandes herencias. Las voces seductoras de nuestro tiempo proclaman que el éxito económico si es importante; que la vida si consiste en la abundancia de posesiones. Posesiones abundantes son sinónimo de vida abundante. Hay otros valores que gobiernan el reino al revés. Allí, los portafolios de inversiones no son las varas reconocidas para medir el éxito en la vida de una persona. Allí el asunto es claro: la avaricia, ligada a privilegios y ganancias excesivas, es mala. Aquél que egoistamente edifica graneros más grandes recibe un nombre: es codicioso, no inversionista prudente. Peligro: La maldición Las Bienaventuranzas agudizan el contraste entre ricos y pobres. Aquí Jesús, al estilo al revés, confiere distinciones a los pobres y reprende a los confortables. En la vida social normal, aplaudimos a los que viven conforme a las normas sociales. Se les otorgan galardones, diplomas, trofeos o estrellitas en sus calificaciones por comer vegetales. Castigamos a los que rompen las reglas sociales con cárcel y multas. Puesto que valoramos el éxito económico, otorgamos a los que triunfan, recompensas tentadoras; y los colmamos con bienes, condecoraciones públicas, posiciones de prestigio, atención glamorosa y acceso al poder político. Asumimos, como lo hicieron los contemporáneos de Jesús, que las riquezas son sinónimo de la bendición de Dios. Jesús derriba la idea anterior, poniendo las cosas al revés. «Bienaventurados vosotros los pobres, porque vuestro es el reino de Dios ... pero ¡ay de vosotros, ricos! porque ya tenéis vuestro consuelo» (Lucas 6:20-24). En lugar de reprender a los pobres por ser perezosos, Jesús los exalta. Hace que los despreciados, los perdidos, y los débiles sean los que reciban las gozosas bendiciones de Dios; pero a los ricos, a quienes nosotros aplaudimos, Jesús los maldice. ¿Significa esto que la pobreza es una virtud? ¿Sugiere Jesús que los pobres automáticamente entran en el reino?, probablemente no. El término pobre en el contexto bíblico tiene, por lo menos, tres significados. Primero, se refiere a los materialmente pobres, los miserables que viven en suciedad, y que carecen de alimentos, vivienda y vestido. El término ocurre más de sesenta veces en el Antiguo Testamento y usualmente se refiere a la pobreza material [16]. Segundo, en un sentido más amplio, cuando la Biblia habla de los pobres, se refiere a los oprimidos, a los cautivos, los esclavos, los enfermos, los destituidos y los desesperados. Son los que están abajo y afuera, los parias que no pueden defenderse a si mismos. Son los que viven en la periferia de la sociedad y que dependen de la misericordia de los poderosos. Las multitudes que seguían a Jesús con frecuencia estaban formadas por los que tenían mala fama, por los que carecían de educación, por los que estaban estigmatizados. Según las fórmulas de los fariseos, su mancha social bloqueaba cualquier esperanza de salvación [17]. Los seguidores de Jesús con frecuencia eran llamados «los pequeños», y «los inferiores». La tercera acepción de pobres se deriva de una tradición del Antiguo Testamento, según la cual los pobres son los pobre de espíritu, aquellos que son pobres hacia Dios; sin que importe su nivel económico, delante de Dios son como mendigos con manos extendidas. Claman misericordia con espíritus contritos y quebrantados. Era esta pobreza de espíritu, esta humildad, la que Mateo señala en su versión de las Bienaventuranzas: «Bienaventurados los pobres en espíritu, porque de ellos es el reino de los cielos» (Mateo 5:3). Mateo subraya la pobreza espiritual interior, mientras que Lucas claramente tenía en mente la pobreza material [18]. Las Bienaventuranzas, según Lucas, consisten en un cuarteto de bendiciones y lamentos, vea Lucas 6:20-26.
¿Qué significa esto? Lucas claramente piensa en los pobres económicamente, en los verdaderamente hambrientos, en los que realmente lloran, en los que sufren persecución; en los que están en el fondo de la escalera social, descartados como basura humana; pero Dios no los ha descartado. Dios Todopoderoso no los ha arrojado fuera. Ciertamente las bendiciones de dios caen sobre ellos; mientras que los ricos que rehúsan obedecer el jubileo, pueden ser culpados de desairar la ley de Dios. Y todos los que sean liberados de la atadura demoníaca de las posesiones, recibirán nuevas riquezas en el reino. Pero ¿es que Jesús aplaude la pobreza? ¿Está diciendo él que los destituidos están automáticamente en el reino de Dios sólo porque son pobres? Probablemente no. Más probablemente está aclarando que los pobres cuentan con el beneplácito incondicional de Dios; además, en muchas formas los pobres están más cerca del reino que los que están atrapados en la esclavitud de las riquezas. Es más fácil para los pobres entrar al reino porque no están enredados en la telaraña de propiedades, reputación y prestigio. La garra de Mamón distancia a los ricos del reino. Como veremos pronto, las riquezas frecuentemente bloquean la senda al reino. Los parias —los pecadores, las prostitutas, los niños, y los convidados sin invitación— entran al reino con más facilidad que los sofisticados, los justos, los fuertes, los ricos y los piadosos. Los pobres entienden lo que es dependencia, sencillez y cooperación. Reconocen la diferencia ente necesidad y lujo. Debido a que tienen menos ataduras, están más libres para abandonar todo por el reino. Tienen muy poco a que renunciar. Ellos sencillamente entran, y además, son agradecidos. Ellos saben lo que es ser perdonados; mientras que los arrogantes, altivos y ricos, hallan difícil pararse humildemente en la puerta del reino, y reconocer que dependen de Dios. Jesús ofrece buenas nuevas a los pobres. Su pobreza no es señal de desaprobación divina, lo cual era un punto de vista común en ese tiempo. El apunta a la salvación cuando transforma a los destituidos. Los ciegos ven. Los cojos andan. Los sordos oyen. Los leprosos son limpiados. Los oprimidos son puestos en libertad (Mateo 11:5; Lucas 4:18-19; 7:22). Dios recibe con beneplácito a los pobres a través de Jesucristo. Sí, son proscritos sociales, pero a los ojos de Dios ya no lo son. Su pobreza no es castigo divino. Ellos son tan bienvenidos en el reino como cualquiera. ¡Esas son realmente buenas nuevas! Fueron, probablemente, estas buenas nuevas para los pobres las que requirieron que Jesús añadiera: «Bienaventurado es aquel que no halle tropiezo en mí» (Mateo 11:6; Lucas 7:23). Sanar a los leprosos y curar a los enfermos, no representaba mayor ofensa; pero Jesús insultó a los oídos de los fariseos cuando bendijo a los pobres y dio la bienvenida al reino de los destituidos [19]. Jesús estableció con claridad que también los ricos serían bienvenidos, si hacían a un lado las cadenas y grilletes de las riquezas, obedecían las leyes económicas de Dios, y practicaban el jubileo. El rechazo del jubileo Hemos examinado seis advertencias que hizo Jesús acerca de las riquezas. Ahora volvámonos a tres personajes bíblicos: el joven rico, Zaqueo y la viuda que tenía una sola moneda. Frecuentemente ubicamos fuera de contexto la historia del joven rico (Lucas 18:18-30). El diálogo de Jesús con este brillante sujeto se agudiza cuando lo ponemos al lado de su encuentro con Zaqueo. Comparándolos, Zaqueo y el joven rico dramatizan reacciones opuestas al jubileo. El adjetivo rico no es lo suficientemente fuerte para este joven. El era extremadamente rico. Tenia todo lo que cuenta: era joven, rico y poderoso. Esta triada lo coloca en la cima. Solamente podemos especular acerca de cómo obtuvo tantas riquezas a tan temprana edad. ¿Fue a través de arduo trabajo, herencia, o suerte? ¿Por qué detiene a Jesús? ¿Siente que su vida abundante está vacía, que carece de significado? ¿Qué debe hacer para heredar la vida eterna? Esta pregunta transcendental lo acosa. Cuando en otra oportunidad se le preguntó a Jesús acerca de la vida eterna, Jesús respondió relatando la historia de El buen samaritano. Aquí, nuevamente, como en la parábola del El rico y Lázaro, Jesús vincula la vida eterna con el manejo apropiado de las riquezas. El joven rico es sincero y consciente, no es un astuto ladrón; además, ha sido criado en la fe. Conoce los mandamientos de Dios. Ha estudiado en la sinagoga. Su tarjeta de asistencia muestra que ha participado en la escuela dominical, en el instituto bíblico, en el coro de jóvenes, en campamentos y en grupos de jóvenes estrellas. Conoce de memoria las Escrituras y la doctrina de su denominación. Su teología es ortodoxa. El no sólo conoce sus credos, los vive. Jesús responde a su pregunta relativa a la vida eterna señalando una deficiencia. Debe vender todas sus posesiones antes de poder seguirle. ¿Por qué tiene que vender todo?; para beneficiar a los pobres, que están hambrientos y en necesidad. Las riquezas han capturado su corazón. Sólo al vender todo, podrá enfocar su atención en el reino de los cielos. Jesús no sólo le dice que venda, sino también le invita: «ven, y sígueme». Debemos enfatizar el «sígueme» más que el «vende». Esta es una invitación para unirse al pueblo del reino. Vender todo era, en este caso, un primer paso necesario. Jesús no siempre aconsejó a las personas a vender todo lo que tenían; pero en este caso, sí. La decisión final del joven rico no se registra; pero probablemente fue negativa, puesto que se aleja triste. Ha decidido perder su oportunidad de vida eterna. Jesús resume el caso con severidad: «¡Cuán difícilmente entrarán en el reino de Dios los que tienen riquezas! Porque es más fácil pasar un camello por el ojo de una aguja, que entrar un rico en el reino de Dios» (Lucas 18:24-25). Algunos escribas cambiaron más adelante la versión del manuscrito para suavizar lo severo de esta enseñanza. Una edición posterior decía que lograr que un hombre rico entre en el cielo es como tirar una cuerda o lazo a través del ojo de una aguja. Otra versión decía que era como hacer pasar un camello por una puerta estrecha. No creemos que ninguna de estas sea la interpretación auténtica [20]. Jesús probablemente quiso decir un camello y una aguja. Tal exageración encaja con otras enseñanzas suyas respecto a las riquezas. Hoy Jesús podría decirlo así: Es más difícil para los ricos entrar al reino que para el dueño de un casino pasar por la hendidura donde se depositan las monedas de una registradora automática. El estallido de la multitud era predecible: «Entonces, ¿quién podrá ser salvo?» La respuesta fue: «Lo que es imposible para los hombres, es posible para Dios» (Lucas 18:27). Esto no significa que Dios arrastrará milagrosamente a los ricos por las puertas del reino. Significa que la gracia de Dios puede liberar aun a los ricos de la garra demoníaca de las riquezas. Como veremos más adelante, aun una persona rica puede convertirse, renovar su entendimiento, y practicar el jubileo. Lucas establece un puente ente el joven rico que se aleja triste y Zaqueo, con dos breves relatos que nos sorprenden por su ironía: los que ven son ciegos, y un ciego ve. Jesús advierte a sus discípulos acerca de su inminente fin en la cruz. Ellos no comprenden, y están perplejos. Los discípulos, que ya debieran entender estas cosas, no atinan. Tal vez son símbolo de la ceguera del joven rico. La siguiente historia presenta a un mendigo ciego en las afueras de Jericó. No puede ver, pero comprende quién es Jesús y clama por misericordia. Jesús le sana. Súbitamente este ciego ve; la gente glorifica y alaba a Dios. Lucas nos está preparando para el relato de Zaqueo. El jubileo recibido con beneplácito Zaqueo puede haber sido pequeño, pero tenía un negocio grande (Lucas 19:1-10). Jericó no era una pequeña aldea agrícola, sino una gran ciudad con estanques, parques, y los típicos edificios greco-romanos. El área circundante, por estar irrigada, era extremadamente fértil, y por lo tanto, muy rica. Los rabinos se referían a ella como «las tierras gordas de Jericó». Debido a su clima benigno, Herodes el Grande la convirtió en su capital de invierno. La región se distinguía por el cultivo de grandes arboledas de bálsamo, que era vendido a muy alto precio, pagado con frecuencia en oro [21]. Además, Jericó era la puerta de entrada de una ruta que corría ente Jerusalén y toda el área gentil al este del Jordán. Zaqueo era rico debido a que era el jefe de los cobradores de impuestos agrícolas del distrito. Un equipo de subordinados recaudaba los impuestos para él. Era un trabajo lucrativo en un área lucrativa. Zaqueo había superado en licitación a otros competidores para asegurarse el derecho de recaudar en exclusividad los impuestos agrícolas de la región. Los recaudadores de impuesto usaban la fuerza y el fraude para lograr un asesinato financiero. Los jefes de impuestos como Zaqueo, con frecuencia eran robados por sus empleados. Tanto los recaudadores de impuestos como su patrones eran despreciados, no solamente porque eran judíos que trabajaban para beneficio de los romanos, sino también porque engañaban y usaban la fuerza para recaudad los impuestos. Estaban estigmatizados. No podían ser jueces, o servir de testigos en la corte. Como si fueran esclavos gentiles, se les negaba aquellos derechos civiles y políticos que eran negados a los sucios bastardos [22]. El dinero de los recaudadores de impuestos no podía recibirse como limosna, porque estaba manchado. Comer y asociarse con ellos contaminaba a los justos. Era totalmente inaudito que un fariseo comiera con Zaqueo. La gente lo miraba con escarnio. Tal vez le pusieron el mote de Zaqueo por desprecio, pues su nombre significa «el justo», y él era cualquier cosa, menos justo; sin embargo, Jesús comió con él. Los rabinos y los escribas gustosamente habrían escupido su rostro. Jesús deliberadamente se contamina comiendo en la mesa de este proscrito. Comen juntos en su gran mansión, una de las mejores de Jericó, que había sido construida de las ganancias excesivas que Zaqueo había exprimido de los pobres. Desconocemos los detalles de su conversación, pero un milagro ocurrió. El cuidado y la compasión de Jesús conmovió a Zaqueo de tal forma, que decide practicar el jubileo. Llama a vecinos y amigos al jardín frente a su casa. Estupefactos oyen decir al viejo zorro Zaqueo: «He aquí, Señor, la mitad de mis bienes doy a los pobres; y si en algo he defraudado a alguno, se lo devuelvo cuadruplicado» (Lucas 19:8). La gente aplaude. ¡No pueden creer el milagro que se está realizando frente a sus ojos! No sabemos a cuánto ascendía el balance bancario de Zaqueo. Dependiendo de cuánto devolvió por lo que había defraudado, puede haber quedado vacío; o tal vez le quedó bastante. En todo caso, Jesús afirma su acción: «Hoy ha venido la salvación a esta casa; por cuanto él también es hijo de Abraham. Porque el Hijo del Hombre vino a buscar y a salvar lo que se había perdido» (Lucas 19:9-10, énfasis añadido). ¡Este hombre se ha salvado! Se ha unido al pueblo de Dios. Está en la familia real, es un hijo de Abraham. De esto es de lo que se trata el día de salvación. Lo que es imposible para los humanos, es posible para Dios. Por la gracia de Dios, un hombre rico ha entrado por el ojo de la aguja. Las cosas están de cabeza. El joven rico tenía su teología en orden, pero no pudo obedecer. Zaqueo tenía una teología floja, o inexistente, pero practicó el jubileo. El joven rico llama a Jesús «maestro bueno». Zaqueo, el tramposo, le llama «Señor». El joven rico trata de obtener la vida eterna, pero rehúsa compartir y no puede entrar por el ojo de la aguja. Zaqueo probablemente no piensa mucho en la vida eterna, pero su nuevo cuidado por los pobres le abre el ojo de la aguja. El líder religioso corre a Jesús. En contraste, Jesús se invita a comer con un pecador, quien conmovido por la compasión que Jesús ha tenido por él, es movido a misericordia. En la primera historia, las preocupaciones económicas estancan la fe. En la segunda, la fe dirige la agenda económica. He aquí dos reacciones contradictorias respecto al evangelio, reacciones opuestas hacia los pobres. Por una parte, buena teología, pero sin jubileo, igual a condenación; por otra parte, teología escasa, pero obediencia al jubileo, resultado: salvación. El jubileo al revés Concluiremos las enseñanzas de Jesús acerca de las riquezas con un caso de jubileo invertido. Casi al final de su ministerio, poco después de limpiar el templo, Jesús regresa allí. Está parado cerca del arca de la ofrenda, que se echaba en un recipiente de oro. Una vez más hallamos una comparación entre ricos y pobres. Estando Jesús sentado delante del arca de la ofrenda, miraba cómo el pueblo echaba dinero en el arca; y muchos ricos echaban mucho. Y vino una viuda pobre, y echó dos blancas, o sea un cuadrante. Entonces llamando a sus discípulos, les dijo: De cierto os digo que esta viuda pobre echó más que todos los que han echado en el arca; porque todos han echado de lo que les sobra; pero ésta, de su pobreza echó todo lo que tenía, todo su sustento.
En el versículo que precede a este relato, Jesús condena a los que «devoran las casas de las viudas, y por pretexto hacen largas oraciones. Estos recibirán mayor condenación». En la sociedad de Palestina, las viudas eran relegadas. No heredaban ninguno de los bienes de su difunto esposo. Cuando el esposo moría, el hijo mayor recibía en herencia todas sus propiedades. Si no había hijo, un hermano del difunto esposo podía casarse con la viuda; pero si el hermano rehusaba casarse con ella, o no había hermanos, ella se veía obligada a regresar a su casa paterna, o a convertirse en pordiosera. Las viudas, como el resto de las mujeres, no desempeñaban ningún papel en la vida pública o religiosa. Frecuentemente se vestían de negro, como señal de luto; además, los ricos con frecuencia oprimían a las viudas. Jesús condena a los escribas por devorar las casas de las viudas. Los escribas habían desarrollado reglamentos religiosos por medio de los cuales expulsaban a las viudas de sus propias casas. Ellos encubrían su injusticia con largas y pretenciosas oraciones. Después de poner en evidencia a los escribas, Jesús enfatiza al fidelidad de la viuda. Los ricos, probablemente saduceos y nobles de las familias aristócratas de Jerusalén, echaban «grandes sumas» al arca de la ofrenda. Estos donativos impresionantes posiblemente eran monedas de plata puras y apropiadas. Llega una viuda pobre y echo dos monedas de cobre, (dos blancas) equivalentes a un centavo (un cuadrante). La moneda de cobre, llamada blanca, era la moneda griega de más baja denominación en circulación. Un denario tenía 128 blancas, que equivalía a un día de trabajo. ¡De manera que la viuda echa dos blancas, que equivalen a 0.156 de un día de trabajo! Jesús queda muy impresionado, tan impresionado que llama a sus discípulos para enseñarles una lección. La viuda, dice, ha echado más que todos los ricos juntos. ¿Cómo puede ser esto?, porque ella dio todo lo que tenía. Ellos, sólo prescindían de la crema de su abundancia. La cantidad real de dinero no era importante. Lo que contaba era la cantidad que quedaba después para su consumo. Los ricos seguían siendo ricos, aun después de una ofrenda considerable. La pobre viuda dio todo lo que tenía, no un diezmo para auto-justificarse. El relato sugiere que lo importante es qué proporción damos de nuestra riqueza, y no a cuánto asciende. Jesús afirma la actitud de jubileo de la viuda pobre. Ciertamente ella podía haber encontrado excusas convincentes para no dar sus últimas monedas. El jubileo al revés ocurre cuando los pobres dan con más sinceridad y espontaneidad que los ricos. Hay aún otra evidencia: Jesús esperaba que los pobres dieran. Su instrucción en Mateo 5:40 de dar la capa además de la túnica está dirigida a los pobres. Los deudores con frecuencia tenían que dar su capa como prenda de su buena voluntad de pagar algún préstamo. Jesús no sólo espera que los ricos practiquen el jubileo, también afirma que los pobres deben ser caritativos. Ellos, al igual que los ricos, también pueden caer en la trampa de la avaricia. Las seis advertencias y el estudio de los tres personajes anteriores, resumen el mensaje económico de Jesús. Es sorprendente la cantidad de material que hallamos en los evangelios enfocado en la riqueza, ningún otro concepto, aparte del reino de Dios, aparece con tanta frecuencia en los evangelios. Podemos, por lo tanto, llegar a la conclusión que los valores económicos son de gran importancia en el reino. Están en el mismo corazón del nuevo reino. La conversión que no involucre cambios económicos, no es genuina. Los valores del reino chocan con los valores económicos de la vida moderna. Jesús no solo condena la codicia existente en la Palestina del primer siglo, sino demanda un jubileo perpetuo. El mensaje al revés reverberea una y otra vez.
Las enseñanzas de Jesús emergieron durante la primera etapa de un nuevo movimiento social que finalmente se convirtió en la iglesia. Puesto que los líderes de cualquier nuevo movimiento social con frecuencia están «fuera» del grueso de la sociedad, típicamente critican las prácticas y estructuras económicas institucionalizadas. Muchos discípulos cristiano se hallan «adentro» de las instituciones ocupadas en mantener su continuidad y auto-preservación. Para preservar la vida de las organizaciones, se estima que son necesarios arreglos financieros estables y predecibles. La protección financiera de los intereses propios son básicos para la sobrevivencia institucional; entonces, ¿cómo relacionamos las enseñanzas económicas de Jesús, quien está «afuera», con los asuntos que enfrentan los que están «adentro» en organizaciones, corporaciones, escuelas e iglesias? ¿De qué formas pueden las enseñanzas de Jesús influir en la vida económica de las organizaciones modernas, sin poner en peligro su misma existencia? Preguntas para discusión
1. Para un exposición más amplia respecto al análisis y enseñanzas de Jesús acerca de las riquezas y posesiones, consulte a Hengel (1974), Johnson (1977), Kraybill y Sweetland (1983), Mealand (1981), Moxnes (1988), Myers (1988), Oakman (1986), Pilgrim (1981) y Ringe /1985). 2. Para una exégesis sobre las historias y parábolas de Jesús profundamente enraizada en el contexto sociocultural de la Palestina del tiempo de Jesús, recomiendo especialmente a Bailey (1983). 7. Jordan y Doulos (1976:65-66). 10. Para una excelente exégesis de Lucas 16:1-13, ubicada en el contexto cultural de Palestina, vea la magnifica obra de Bailey (1983:86-118). 11. La exposición de Derrett (1970:48-85) sobre la parábola del mayordomo injusto brinda un cuadro detallado de las normas económicas en Palestina y sirve de fundamento a mi exposición. Edificando sobre el trabajo de Derrett, Muxnes (1988:139-142) brinda una interpretación plausible acerca de esta difícil historia. 13. Consulte a Moxnes (1988) para una investigación completa de la relación entre los fariseos y las riquezas, particularmente en el contexto del evangelio de Lucas. 14. Interpreter's (196[23]:234). 16. Interpreter's (1962:3:843). 18. Jeremias (1971:112) sugiere que la versión de Lucas es indudablemente la original. El evangelio de Mateo fue formulado en una iglesia que luchaba contra la tentación de la justicia propia de los fariseos. El énfasis relativo a los "pobres de espíritu" era un correctivo necesario. 20. Interpreter's (1962[3]:531). Myers (1988:274-275) argumenta que este dicho debe ser entendido literalmente significando un camello y una aguja. |