cruz

Ahora entiendo el evangelio (7/20)
La palabra de la cruz
por Antonio González

En la primera carta a los Corintios Pablo habla del evangelio como «palabra de la cruz» (1 Co 1,17-18). Si el evangelio anuncia la muerte de Jesús, su resurrección, y su reinado, habría que decir que la «palabra de la cruz» se refiere ante todo a la primera parte del evangelio. Y Pablo expresamente afirma que esta palabra de la cruz es poder para los que se salvan. ¿Por qué es poderosa la palabra de la cruz?

1. El poder del pecado

Tal vez para comenzar a entender el poder del evangelio podemos comenzar señalando lo que el mismo Pablo llama «el poder del pecado» (1 Co 15,56). Más allá del poder que puedan tener ciertas faltas morales (como el poder enorme que tienen las adicciones), aquí se trata del poder del pecado en general, es decir, del pecado de Adán o pecado del ser humano. Todo pecado tiene, en su esencia, la misma estructura del pecado de Adán. ¡Eso significa ser hijos de Adán!

El pecado, en su esencia fundamental, es poderoso por todas las consecuencias que tiene. Ya lo hemos visto. El pecado, como pretensión de autojustificación, envenena las relaciones del ser humano con Dios, con los demás seres humanos, con uno mismo, y con el resto de las criaturas.

Además el pecado es poderoso porque es una especie de círculo vicioso. Imaginemos que quisiéramos liberarnos por nosotros mismos. Si nosotros mismos nos liberáramos a nosotros mismos del pecado, esta liberación sería un resultado de nuestras acciones. Y eso significaría que seguiríamos justificando nuestra vida, ahora nuestra vida liberada, como resultado de nuestras acciones. Es justamente lo que se expresa simbólicamente en el libro del Génesis: el ser humano («Adán») no puede regresar por sí mismo al paraíso (Gn 3,24).

Esto implica entonces que el ser humano no puede lograr por sí mismo la relación originaria con Dios, para la cual fue creado. Si fuera un «logro» de sus esfuerzos ascéticos, espirituales, éticos o religiosos, el ser humano seguiría preso de la misma lógica que le ha separado de Dios. Dicho en otros términos: el ser humano, dejado a sus propias fuerzas, está destinado a la separación eterna de Dios.

No sólo esto. El pecado es un poder porque crea «poderes». El Nuevo Pacto habla de «poderes, principados, potestades, tronos», etc. (Ro 8,38; 1 Co 2,8; Ef 3,10; 6,12; Col 1,16). Ya lo vimos. Un poder es cualquier realidad que utiliza la lógica retributiva para prometernos que, si hacemos tales cosas, conseguiremos ciertos resultados. Por eso hay poderes económicos, militares, políticos, religiosos, etc. De entrada, los poderes son realidades creadas, y buenas. Pero, en virtud del pecado, se convierten en poderes opresivos para el ser humano.

En definitiva, el poder del pecado es la «ley» (1 Co 15,56). No en el sentido de la Ley de Moisés en cuanto expresión de la voluntad de Dios. Sino más bien en el sentido de que cualquier ley, incluyendo la ley de Moisés, puede ser utilizada por la lógica retributiva para autojustificarnos, para declarar culpables a las víctimas, o para experimentar la propia condenación. El poder del pecado es, en este sentido, la ley como «lógica retributiva».

2. La victoria

Pablo nos dice literalmente que los poderosos de este mundo fueron los que crucificaron a Cristo (1 Co 2,8). Ciertamente, el texto parece aludir no sólo a Caifás, Pilato, y compañía. «Los poderosos de este mundo» es un término mucho más genérico. Y es que, cualquier poder concreto de este mundo no es, en el fondo, más que una plasmación de la misma lógica retributiva que está detrás de todos los poderes de este mundo. O, si se quiere, detrás de cualquier poder concreto, basado en la lógica retributiva, está el mismo poder del pecado, que utiliza la lógica retributiva para oprimir a la humanidad.

Sin embargo, la muerte de Jesús se interpreta como una victoria sobre los poderes. ¿Por qué? Habría que decir simplemente: porque Dios estaba con Jesús, el Mesías. Veamos esto más despacio.

Desde el punto de vista de la lógica retributiva, que es la esencia del pecado, se podría pensar lo siguiente: Jesús habría sido abandonado por Dios, porque no se merecería haber sido rescatado de la muerte, por más que clamó pidiendo el socorro de Dios (Mt 26,39; 27,46). Jesús habría sido un falso profeta, un pecador, o simplemente alguien no suficientemente justo como para ser ayudado por Dios. En esta perspectiva, Dios sería uno de esos poderes que garantizan la correspondencia entre las acciones humanas y sus resultados, dando a cada quien su merecido. Y Jesús sería uno más de las muchas personas que en la historia no merecieron ser auxiliadas por Dios.

Ahora bien, imaginemos que esto no fuera así. En lugar de haber abandonado a Cristo, los cristianos sostuvieron lo contrario: que Dios estaba en Cristo reconciliando el mundo consigo (2 Co 5,19). Si esto es así, si Dios estaba al lado de Cristo, hay una consecuencia inevitable: Dios no funciona de acuerdo con la lógica retributiva. Como ya sabía el viejo Job, Dios está más allá de nuestros esquemas sobre la retribución (Job 38-42). No sólo eso. Dios está del lado de los presuntamente abandonado por Dios. La lógica retributiva no tendría ninguna validez como modo humano de relacionarnos con Dios.

Esto es justamente lo que afirma la carta a los Colosenses:

Y cuando estabais muertos en vuestros delitos y en la incircuncisión de vuestra carne, os dio vida juntamente con él, habiéndoos perdonado todos los delitos, habiendo cancelado el documento de deuda que consistía en decretos contra nosotros y que nos era adverso, y lo ha quitado de en medio, clavándolo en la cruz (Col 2,13-14).

La imagen habla de un documento de deuda que nos es adverso. En un sentido estrecho, se puede referir a la Ley de Moisés. Pero a la Ley de Moisés cuando usada dentro de la lógica retributiva, es decir, manipulada por el pecado, como dice Pablo (Ro 7,7-8).

En este sentido, lo que está en juego es la lógica retributiva misma. Esta lógica retributiva, que es la esencia del pecado de Adán, es comparada a un documento de deuda en el cual hay decretos contra nosotros. Es decir, un documento en el que se lleva cuenta de los delitos, y se establecen las retribuciones que merecemos.

Pues bien, según el texto, ese documento fue destruido en la cruz. Si Dios estaba en Cristo, la muerte de Cristo destruye la lógica retributiva misma. Y esto significa entonces que Dios no funciona de acuerdo con esa lógica. Por eso la cruz significa que Dios ha perdonado todos nuestros delitos, y que nos da una nueva posibilidad de vida.

No sólo eso. El versículo siguiente dice también algo importantísimo. La muerte de Cristo es una victoria sobre los poderes:

Y habiendo despojado a los poderes y autoridades, hizo de ellos un espectáculo público, triunfando sobre ellos por medio de Él (Col 2,15).

La imagen es puro «evangelio», en el sentido de que nos presenta a un Rey que en su procesión triunfal exhibe públicamente a los poderes derrotados. La razón de la victoria es obvia. Los poderes de este mundo, como vimos,  se basan en la lógica retributiva. Al anular la lógica retributiva, esos poderes han quedado «despojados» de su fundamento. Por más que sigan presentes en la historia, para aquellos que creen en ellos, en realidad son poderes ya derrotados.

No sólo eso. El siguiente versículo nos dice también que la victoria de Cristo hace inútiles todas las construcciones religiosas:

Por tanto, que nadie se constituya en vuestro juez con respecto a comida o bebida, o en cuanto a día de fiesta, o luna nueva, o día de reposo (Col 2,16).

De nuevo, la razón es la misma. La religión, en cuanto construcción humana, se funda en la lógica retributiva. El ser humano trata de llegar a Dios mediante sus propios méritos. De ahí los esfuerzos ascéticos, meditativos, etc., que caracterizan a toda religión. De ahí la necesidad de guardar normas sobre alimentos, días de fiestas, o lo que sea. Pero todo eso ha sido abolido en la cruz de Cristo. La buena noticia también proclama nuestra libertad respecto a toda religiosidad.

3. Para reflexionar

  • ¿Has pensado alguna vez que tú te puedes salvar a ti mismo mediante tus esfuerzos religiosos?
  • ¿Has querido relacionarte con Dios mediante la lógica retributiva? Pon algunos ejemplos.
  • ¿Por qué crees que la cruz nos salva de la lógica retributiva?
  • ¿En qué sentido se puede decir que la cruz nos limpia del pecado de Adán (el pecado fundamental de la humanidad)?