A la memoria de José Luis Suárez
por Dionisio Byler
José Luis Suárez, que ejerció casi toda su vida adulta como pastor menonita, primero en Bruselas y después en Barcelona, nos dejó el 14 de agosto. Apenas vivió 72 años, pero también es cierto que fueron años vividos, me parece a mí, con inusual intensidad, disfrutando siempre del presente.
Estas líneas son unas reminiscencias personales. A otros les corresponderá, con mayor justicia, escribir una biografía en todo orden. José Luis fue parte de una primera generación de la experiencia y presencia menonita en España. Los menonitas habían estado aquí fugazmente con un programa de alimentación de niños refugiados durante la Guerra Civil, pero fue en la década de los 70 que empieza una presencia más prolongada y continua. Esa historia, la del regreso de emigrados a Bélgica que allí se hicieron menonitas y después volvieron a Barcelona, deberá ser contada en algún momento.
Conocí a José Luis en Curitiba, Brasil, en el Congreso Mundial Menonita de 1972. Pero nuestra amistad empieza de verdad a partir de 1981, cuando llegamos mi familia para una misión en Burgos que imaginábamos que iba a ser de tres años antes de volver a Argentina. Entre las amistades entrañables que desde entonces han contribuido a hacer de nosotros quienes hoy somos, tiene para mí un lugar especial José Luis. Sospecho que por su manera de ser, son muchos los que podrían expresarse en esos términos, recordando a José Luis como una influencia determinante por su amistad y su capacidad de conversar hasta con el más tímido o más encerrado en sí.
La Comunidad Menonita de Barcelona, aunque pequeña y luchando por consolidarse, tuvo dos iniciativas que iban a determinar la consideración positiva que hallaría entre los evangélicos y la sociedad en general en Barcelona: un hogar de ancianos y otro de personas con dificultades psíquicas. Esto respondía a una visión de toda la comunidad pero también, naturalmente, de su pastor José Luis Suárez, de que el evangelio tiene que hacerse carne en una disposición a servir al prójimo. Ambos hogares procuraron testificar de una manera sutil, de obras más que con abundancia de palabras.
La experiencia acumulada en la gestión de estos hogares, en los que José Luis trabajó incansablemente, habría de motivar que fuera «fichado» por Diaconía Catalana, un ministerio de servicio social del Consejo Evangélico de Cataluña, aglutinador del protestantismo catalán. Su experiencia y capacidad y visión en el ámbito de la diaconía cristiana evangélica en Cataluña llevó a que, cuando en 2009 se crearon los premios de Diaconía (la red de acción social de FEREDE, de los evangélicos de toda España), fuese José Luis el primero en recibir ese galardón.
Por otra parte, la dirección del Centro Teológico Koinonía (CTK) sentimos que ha sido un privilegio poder contar con su disposición a hacerse cargo de varios de nuestros cursos, hasta que a lo último su salud se lo ha impedido. Combinaba traer para nuestros estudiantes conceptos sólidos, basados en su hábito insaciable de lectura y también en su experiencia práctica personal, con una capacidad extraordinaria de involucrar a la clase entera en diálogo y participación activa en el aprendizaje.
Como director de El Mensajero, ha sido para mí un apoyo inmenso contar con sus artículos que han enriquecido una proporción importante de nuestros números en diferentes etapas. Esto condujo a nuestra colaboración en otro proyecto: la recopilación de algunos de esos artículos, a los que añadió otro material semejante, para editar el libro Metamorfosis. La madurez cristiana en un mundo cambiante. Un libro lleno de sabiduría pero sin abrumar; de enorme profundidad pero sin la más mínima pretenciosidad.
José Luis se aficionó al eneagrama, una de las formas más completas de comprender la inmensa diversidad de las personalidades humanas. Y lo que aprendía lo compartía en talleres y en conversación. En general le fascinaba el ser humano, la persona, comprender, escuchar, dialogar con el prójimo. En esto, en su interés intenso en las personas, José Luis fue siempre fiel discípulo de Jesús.
Cuando la organización hondureña Amor Viviente —de convicciones menonitas— respondió al llamado de Dios para establecer iglesias en España, se encontraron en Barcelona no solo con el apoyo práctico y la acogida fraternal de José Luis, sino en particular con su entrañable amistad y afecto. Y es que en general, AMyHCE (Anabautistas, Menonitas y Hermanos en Cristo - España) no se concibe, no habría prosperado ni hubiera sido su historia lo que fue hasta aquí, sin la presencia y sabiduría de José Luis, que fue el hermano mayor de todos nosotros.
A nivel personal, tal vez mis mejores recuerdos de José Luis son los del Camino de Santiago, que emprendimos durante varios años, de a semana a la vez. Porque además de padre (de Débora y Abel) y abuelo, pastor menonita, diácono, pacificador y discípulo de Jesús, José Luis fue también un senderisa que amaba descubrir, a pie, la belleza de este mundo de Dios.