¿Puedes ayudarme?
por Lynn Kauffman
Si quieres decir algo que seguramente suene a música en los oídos de Dios, di lo siguiente: ¿Puedes ayudarme? Hace poco escuché el fascinante testimonio de William Paul Young, autor del libro La Cabaña. Young, hijo de misioneros, dirigió esta pregunta a un consejero tras décadas de vivir encadenado a sus heridas del pasado, con una visión distorsionada del cristianismo en el presente. Estas palabras brotaron de un profundo quebrantamiento emocional y lo llevó a un viaje espiritual de once años que le ayudaría a encontrar paz emocional y a aprender a vivir en el amor del Padre. Poco a poco desaparecieron las voces interiores que le invitaban a quitarse la vida; y su matrimonio, a punto de romperse, fue restaurado. Por fin la vida abundante que Dios había planeado para él desde la eternidad iba realizándose.
Más tarde escribió un libro que está entre los más vendidos. Sus ventas han alcanzado los dieciocho millones de ejemplares y ha sido traducido a cerca de cuarenta idiomas. La historia refleja como el Padre tocó la «cabaña» de su alma sanándole de una percepción retorcida de Dios y de una triste experiencia de fe caracterizada por la angustia continua, mentiras, secretos, manipulaciones, y una vida cotidiana llena de sonrisas por afuera pero con tormentas por adentro.
Young, víctima de abusos sexuales cuando tenía cuatro años (por miembros de la tribu que sus padres evangelizaban), no dirigió en el principio su plegaria a Dios. Lo confesó primeramente a un ser humano. Criado bajo la tiranía de un padre iracundo y violento, más tarde se congregó con iglesias que herirían a los miembros —más que sanarlos. Se entiende perfectamente su reticencia para contar sus penas a su padre o a hermanos de la fe. Cuando la iglesia deja de ser agente de restauración, perjudica la comprensión verdadera de la naturaleza de Dios. Finalmente Young, a través de un buen consejero, encontró la verdad de que el Padre celestial le ama incondicionalmente, que estaba deseando sanarle, y que una comunidad de amor es posible.
Recuerdo dos ocasiones, cuando vivía en España, que toqué el peldaño más bajo de mi escalera emocional. Clamé con angustia a los hermanos delante de mí, ¿Podéis ayudarme? La primera vez yo estaba a punto de sufrir un quebrantamiento emocional. En la otra me encontraba agobiado por una vergüenza profunda a causa de los continuos fracasos con la lujuria. En ambos casos buscaba desesperadamente una mejoría mental, espiritual y emocional. En ambos casos Dios honró mi confesión y así comenzó mi sanidad.
Personalmente pienso que muchos cristianos hoy en día saben poco de lo que significa comprender cuál sea la anchura, la longitud, la profundidad y la altura del amor de Cristo,y de conocer su amor en todas sus relaciones (Efesios 3,18-19). Somos más propensos a hablar sobre el amor de Dios señalando versículos bíblicos y enseñanzas sobre el tema, que hablar de cómo lo estamos experimentando. Así amar al hermano se hace más difícil y disminuye nuestro impacto evangelístico en la sociedad. Todo cambia cuando amamos como Él nos ama a nosotros (Juan 13,34-35).
Me siento como un principiante en esta aventura de conocer su amor.
Es sólo cuando buscamos diariamente las evidencias del amor del Padre Increíble en nuestras vidas, que estamos en situación de amar a otros. Sólo así se crearán espacios seguros dentro de la congregación, donde los hermanos en quiebra espiritual y emocional se acercarán a un hermano de confianza para preguntar: ¿Puedes ayudarme? Sólo así las personas que se encuentran fuera del rebaño, sentirán un rayo de esperanza en sus luchas, para preguntar también: ¿Puedes ayudarme?