Ahora entiendo el evangelio (24 y fin)
¡Ay de mí si no evangelizo!
por Antonio González
El evangelio es la buena noticia de que Dios viene a reinar. Es el contenido de la esperanza proclamada por los profetas de Israel. Es una noticia ya cumplida, porque Dios ha venido a reinar por medio del Mesías. Y es una noticia actual, porque el Mesías de Dios sigue llegando para reinar por medio de su Espíritu Santo.
La actualidad del evangelio nos impone a los creyentes una especie de «necesidad». Es la necesidad de anunciar las buenas noticias:
… si anuncio el evangelio, no tengo de qué jactarme, porque me es impuesta necesidad; pues ¡hay de mí si no anuncio el evangelio! (1 Co 9,16).
Ahora bien, ¿por qué el anuncio del evangelio es nada menos que una «necesidad»? ¿En qué consiste esta necesidad?
1. La necesidad de la noticia
En primer lugar, la humanidad está necesitada. El panorama que nos describen los primeros capítulos del libro del Génesis, por más que esté expuesto en unas formas literarias que pueden ser extrañas a nosotros, sigue siendo enormemente actual.
La humanidad («Adán y Eva») sigue presa de la vana pretensión de auto-justificación, fundando la propia vida en los resultados de las propias acciones. De ahí la desconfianza mutua, la utilización mutua, la explotación de unos seres humanos por otros. De ahí que el ser humano se pase la vida entera tratando de producir resultados, para encontrarse finalmente con el absurdo de la muerte. De ahí la envidia, la competencia, y la culpa. De ahí la violencia, y los limitados intentos de frenar la violencia con más violencia. De ahí las grandes construcciones religiosas de la humanidad, y sus efectos finalmente esclavizantes. De ahí las grandes construcciones políticas, y las divisiones que siguen introduciendo en la humanidad.
El ser humano no se puede salvar a sí mismo. Si lo hiciera, la liberación sería un logro propio, y no habría habido ninguna liberación, porque seguiríamos en la misma lógica de auto-justificación que desde el principio nos esclaviza. La única liberación del pecado verdaderamente profunda y radical es que viene desde fuera, mediante el evangelio de la libre gracia de Dios.
2. La noticia es noticia
En segundo lugar, recordemos lo que hemos señalado desde el principio. El evangelio es una noticia, y por cierto una muy buena noticia. Es la noticia de que Dios ha venido a liberarnos, y a establecer su reinado, mediante el Mesías Jesús, y que ese reinado de libertad continúa ahora por medio de su Espíritu Santo.
Todas las noticias tienen algo en común. Y es que las noticias solamente existen cuando son anunciadas. Una noticia que no es comunicada, no es noticia. Las noticias son noticias precisamente porque aparecen en un periódico, o porque se cuentan de boca en boca, o porque salen en un telediario. Una noticia que no se comunicara, no sería verdaderamente una noticia.
Esto mismo sucede con el evangelio. El evangelio no es una especie de teoría, que pudiera estar simplemente depositada en los libros. El evangelio es una noticia, y la noticia tiene su existencia cuando es comunicada. Si dejamos de comunicar el evangelio, el evangelio deja de ser noticia. Y, como el evangelio es una noticia, el evangelio deja de existir si no se comunica.
3. El amor de Cristo
En tercer lugar, la necesidad de anunciar el evangelio es una necesidad interior. El Espíritu Santo ha venido a morar en nosotros no solo para hacernos súbditos del Mesías, sino también para hacernos sus testigos. El amor de Dios ha sido derramado en nuestros corazones mediante el Espíritu Santo. Y este mismo amor es el que nos impulsa a anunciar las buenas noticias:
… el amor del Mesías nos apremia, habiendo llegado a esta conclusión: que uno murió por todos, y por tanto todos murieron, y por todos murió, para que los que viven, ya no vivan para sí, sino para aquél que murió y resucitó por ellos. […] Y todo esto procede de Dios, que nos reconcilió consigo mismo por medio del Mesías, y nos dio el servicio de la reconciliación; a saber: que Dios estaba en el Mesías reconciliando al mundo consigo, no tomando en cuenta a los seres humanos sus transgresiones, y nos ha encomendado a nosotros la palabra de la reconciliación. Por tanto, somos embajadores del Mesías, como si Dios rogara por medio de nosotros; en nombre del Mesías os rogamos: ¡reconciliaos con Dios! (2 Co 5,14-15.18-20).
Dicho en otros términos: el contenido mismo del evangelio, que es el amor de Dios manifestado en el Mesías, nos conduce a comunicar la buena noticia, y por tanto hace que el evangelio sea evangelio. El evangelio es un poder que no viene de nosotros mismos, sino de Dios, quien es su autor, su contenido, y su protagonista.
3. Para la reflexión