El final de un trayecto
por Dionisio Byler
Este será el último número de la publicación mensual El Mensajero.
En los últimos años del siglo, no recuerdo cuándo exactamente, decidí crear el sitio de internet www.menonitas.org, con la intención de dar a conocer esta pequeña rama del gran árbol del cristianismo. Durante años fui colgando ahí material que me parecía de interés y edificación cristiana. Eran principalmente cosas que había escrito yo mismo. Pero también, según iba disponiendo de cosas por otros autores de esta tradición cristiana, lo publicaba en la web. Ahí sigue esa web, con esos escritos disponibles hasta el día de hoy.
Desde bastante antes, venía publicando un boletín mensual con noticias, anuncios, información y artículos de edificación cristiana, para la Comunidad Menonita de Burgos. Me parece recordar que su extensión variaba entre uno y dos folios A4 impresos por ambas caras.
Si se me permite, a mi edad, un poco de reminiscencia autobiográfica, tampoco había sido ese mi primer ejercicio periodístico. En mi juventud en Argentina, en los años 70, ya había fundado y dirigido por varios años Perspectiva, una revista mensual que acabó funcionando como órgano oficial para las iglesias menonitas de aquel país.
Según iba tomando forma la asociación AMyHCE (Anabautistas, Menonitas y Hermanos en Cristo - España), de la que fui durante más de dos décadas Secretario, empecé a pensar que con algo de esfuerzo podría cambiar algo el carácter de ese boletín mensual, para empezar a publicar en su lugar un órgano de comunicación entre las diferentes iglesias anabautistas de España. Esto al principio no sentó bien a algunos miembros de nuestra iglesia local, que perdían la cercanía de las comunicaciones, anuncios y noticias de la comunidad. Pero por otra parte fue bien recibida —creo que por todos— la posibilidad de enterarse más y mejor, con cierta frecuencia, de lo que estaba sucediendo en esta red de iglesias afines.
Parte de mi cometido en la creación de El Mensajero, amén de hacer de órgano de comunicación entre iglesias locales, era ampliar la oferta de material de edificación cristiana, con un compromiso claro de fomentar una perspectiva propia de la tradición anabautista o menonita.
Es esta una tradición perfectamente cristiana, por supuesto, con un fuerte énfasis en fundamentar en la Biblia toda instrucción práctica y teológica.
Hemos desarrollado desde nuestros inicios hace cinco siglos, ciertos enfoques que nos son característicos. Es muy típico para nosotros centrar todo en la persona y obra de Jesús. Jesús no como abstracción teológica, y no solamente como un sacrificio humano para pagar pecados ajenos; sino en particular como persona y maestro, de carne y hueso, que dedicó su vida a enseñarnos cómo vivir para agradar a Dios y llevarnos bien con el prójimo.
Para poder dar mucha más cabida a esos escritos breves de edificación cristiana dentro de la tradición anabautista o menonita, El Mensajero arrancó con el doble de extensión que mi antiguo boletín para la iglesia de Burgos. Ahora eran 2 pliegos A3, que doblados por la mitad, daban 8 páginas de tamaño A4. En el verano nos saltábamos un mes, de manera que siempre han sido 11 números por año; y normalmente ha habido uno al año más extenso, de 12 páginas.
El Mensajero comenzó su andadura con un Nº 0, de febrero de 2002. Recibió una buena acogida y el mes siguiente empezó la publicación regular con el Nº 1.
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A finales de octubre de 2010 aparecía el Nº 94, con una novedad importante. A partir de ahí la edición impresa iba acompañada de una versión digital, con exactamente los mismos contenidos. Empezó como un experimento pasajero, pero se acabó de volver habitual. No pensaba, allá por el 2010, que seguiría publicando El Mensajero siempre en estos dos formatos. Pero descubrí que me funcionaba perfectamente (con unas pocas horas de trabajo adicional) preparar el número para imprimir, y después subir también los contenidos a la plantilla para internet.
A partir del Nº 142, de marzo de 2015, la versión digital adopta un formato que se puede leer cómodamente con un teléfono móvil.
He contado a lo largo de los años con varios colaboradores más o menos habituales, que quisiera reconocer: últimamente Antonio González, que empezó a tomar el relevo cuando tuvo que irlo dejando José Luis Suárez. También colaboraron irregularmente, durante cierto tiempo, Julián Mellado y en menor medida Juan Sánchez. Y estos últimos años, han ido apareciendo con relativa frecuencia artículos por Lynn Kauffman. También quiero reconocer a J. Nelson Kraybil, que me extendió un permiso general de traducir y reproducir lo que aparece en su blog en inglés cuando me parece de interés. Otros muchos han escrito algo para El Mensajero muy de cuando en cuando.
En los primeros años tuve un permiso general de algunas publicaciones menonitas de EEUU para traducir y reproducir cualquier cosa que apareciera allí. Pero al cabo de un tiempo esto dejó de ser posible por cuestiones de derechos de autor. Me pedían que contactase yo con el autor o la autora de cada artículo, lo cual me pareció imposible. Hay que recordar que durante todo este tiempo he sido el único responsable dedicado a esta publicación. Y como se comprenderá, mi tiempo y mis energías son limitadas, especialmente cuando a la vez tenía otras responsabilidades. Así desaparecieron de El Mensajero esas traducciones de artículos menonitas norteamericanos.
El tiempo que podía dedicar a El Mensajero era, por cierto, gracias al apoyo a nuestro ministerio —mío y de mi esposa Connie Bentson— que nos ha brindado desde 1981 la Red Menonita de Misión (hasta 2002, Junta Menonita de Misiones). Siempre nos sostuvieron generosamente con las ofrendas regulares que recibían de iglesias locales y de individuos en Norteamérica. Durante todo ese tiempo hasta nuestra jubilación al concluir el año 2017, nos apoyaron fielmente en la diversidad cambiante de cosas que el Señor de la Iglesia ponía a nuestra mano para hacer. Y en ese sentido, entonces, siempre les pareció bien que dedicase algo así como una semana al mes, a la elaboración de El Mensajero.
Desde el Nº 0 y hasta el presente y final Nº 185, han pasado 17 años, durante los cuales han cambiado notablemente las formas de comunicarnos. Desde el invento de la imprenta y hasta finales del siglo XX pasaron más de cinco siglos cuando imprimir cosas en papel era la forma más natural de difundir las ideas y noticias. Pero en su corta vida, El Mensajero ha pasado de imprimirse en papel, a leerse general y normalmente en el móvil, pasando por una etapa cuando se leía preferentemente en un ordenador de mesa o portátil.
Hace ya bastantes años que la sección de «Noticias de nuestras iglesias», que fue durante mucho tiempo lo más importante y lo que se leía más asiduamente en El Mensajero, fue perdiendo peso hasta que últimamente desapareció del todo. Las redes sociales, como Facebook o Whatsapp, han sustituido un órgano como El Mensajero para la comunicación entre nuestras comunidades en diferentes ciudades. Cuando se produce un evento importante en cualquiera de nuestras iglesias, hace mucho ya que nadie se acuerda de pasarnos la noticia a El Mensajero para que otros la conozcan.
Durante algún tiempo me molestó que no me llegasen noticias para difundir, pero después decidí verlo desde otro ángulo. Podía aprovechar el espacio liberado así en los 8 folios de El Mensajero, para incluir más material de edificación. Y últimamente, según han ido apareciendo con mayor regularidad comunicados de prensa del Congreso Mundial Menonita y otras agencias internacionales anabautistas, también he podido incluir con cierta frecuencia noticias de interés que nos llegan de nuestras iglesias hermanas en otros países.
En el año o dos anteriores a mi jubilación, según iba dejando responsabilidades en AMyHCE, en la Facultad SEUT, etc., expresé a los pastores y líderes de AMyHCE mi disposición a seguir con El Mensajero mientras me parecía que tenía energías y ánimo para ello. Este año pasado, con mi lucha —gracias a Dios superada— con el cáncer, he visto menguar tanto mis energías como mi ánimo para seguir con un compromiso tan fijo e inflexible como ha sido este para mí.
No me hubiera importado en absoluto apartarme y dejarle el testigo a otro, pero las condiciones económicas que hacían que fuese posible dedicarle yo una semana al mes, no eran fácilmente extensibles a otra persona. El apoyo salarial que hemos tenido Connie y yo como misioneros menonitas en España era personal e intransferible, como se comprenderá. Y el tiempo que he dispuesto este último año como jubilado sin necesidad de ganarme la vida con mi trabajo, también supone una situación particular.
El Mensajero jamás ha contado con ninguna fuente propia de ingresos. Siempre se ha difundido gratuitamente. Y no era —ni es ahora— razonable pedirle a otra persona que le dedique a El Mensajero una semana al mes gratis y voluntariamente. Ha sido entonces previsible desde hace algún tiempo, que cuando a mí se me acabase la cuerda para seguir con esto, íbamos a bajar la persiana.
El magno proyecto de Dios para la humanidad se las ha apañado perfectamente durante muchos siglos antes de la aparición de El Mensajero, y continuará sin inmutarse después de su desaparición. La obra no es nuestra sino de Dios; y un órgano de comunicación no debe perpetuarse porque nos de pena que las cosas cambien. El pueblo de Dios seguirá hallando siempre recursos y fuentes donde edificarse y nutrirse, gracias a su Señor y Buen Pastor.
Entre tanto, por el futuro previsible por lo menos en unos años, la web www.menonitas.org mantendrá disponible los contenidos completos de todos los números de El Mensajero, de principio a fin. En sus dos formatos: digital y en PDF para imprimir.
Barajo la posibilidad de seguir escribiendo artículos de edificación que podría publicar esporádicamente como un blog personal. Si al final lo hago, puede que tenga algún parecido superficial con El Mensajero, no lo sé. Con toda seguridad aparecería, igual que lo ha hecho El Mensajero, en www.menonitas.org.
También estoy barajando la posibilidad de grabar vídeos breves con meditaciones y enseñanzas bíblicas y prácticas y publicarlo por internet. Por YouTube, por ejemplo, con enlaces desde la web menonita. No tengo nada decidido y tampoco quiero meterme presión. De momento pienso disfrutar de los años de ocio y descanso que el Señor me conceda después del susto del año pasado.
Sé, sin embargo, que el ocio y descanso acaban por aburrir; así que sospecho que esta despedida es más un hasta pronto que un adiós. El Mensajero desaparece; yo por ahora no.