Alabanzas

Ahora entiendo el evangelio (11/20)
El evangelio de nuestro Señor Jesús
por Antonio González

En la segunda carta a los Tesalonicenses, el evangelio es llamado «evangelio de nuestro Señor Jesús» (2 Ts 1,8). Es significativo el uso del término «Señor» aplicado a Jesús. Al hacerlo, no solamente se está aludiendo al señorío de Jesús, sino que se está poniendo a Jesús dentro del monoteísmo del Dios de Israel. Veamos esto más despacio.

1. El Señor Jesús

En el Antiguo Pacto, el nombre de Dios revelado a Moisés consta de cuatro consonantes: YHWH (Ex 3,14-15). Originalmente, el hebreo, como otras lenguas semíticas, no usaba más que las consonantes. No había vocales. Por eso es difícil saber cómo se pronunciaba. Por varias razones históricas, en muchas biblias aparece el término «Jehovah» o «Jehová». Pero es probable que la pronunciación originaria fuera algo parecido a «Yahueh».

Con el tiempo, para muchos judíos, era poco piadoso pronunciar el nombre de Dios, para no tomarlo en vano. Cuando leían las Escrituras, en lugar de pronunciar el nombre de Dios, decían «mi Señor» (Adonái). Esta es la razón por la que, en algunas Biblias, encontramos la expresión «Señor» donde otras Biblias dicen «Jehovah». De hecho, la costumbre de traducir YHWH por «Señor» es muy antigua. Ya en el tiempo de Jesús y los primeros discípulos, las traducciones griegas del Antiguo Pacto decían «Señor» (Kýrios) donde en hebreo aparecía el nombre de Dios.

Los escritores del Nuevo Pacto, cuando consultaban los escritos del Antiguo Pacto en lengua griega, no se encontraban con palabras como «Jehová». Lo que tenían en sus Biblias era simplemente «el Señor» (Kýrios). Por así decirlo, el nombre de Dios era «el Señor».

Curiosamente, estos escritores también llamaron a Jesús «el Señor». ¡Esto es sorprendente! Cuando en el Nuevo Pacto, o Nuevo Testamento, se habla de Jesús como «Señor», se le está aplicando la expresión que los judíos usaban para referirse al mismo Dios. Llamar a Jesús «Señor» era como llamarle “YHWH» o llamarle «Jehová».

No se trata de una casualidad o de un malentendido. Los escritores del Nuevo Pacto sabían muy bien lo que hacían al llamar a Jesús «Señor». Hay múltiples casos en los que se toma una cita del Antiguo Pacto, en la que se decía, por ejemplo, que «todo el que invoque el nombre de YHWH (el Señor) será salvo» (Jl 2,32), y se aplicaba esta cita a Jesús. Cuando Pablo dice «todo el que invoque el nombre del Señor será salvo» (Ro 10,13) está pensando precisamente en Jesús, como se ve fácilmente por el contexto.

¿Cómo ha sido posible esta identificación entre Jesús y «el Señor» del Antiguo Pacto? ¿Qué significa esta identificación?

2. No hay otros señores

La identificación tiene una raíz muy clara, a la que ya hemos aludido. Para el cristianismo primitivo, no hay dos reinados, sino solamente uno. Es decir, hay un solo señorío. El señorío de Dios es el señorío del Mesías Jesús. Este único señorío es precisamente el que lleva a asociar a Jesús a Dios, hasta tal punto de que solamente hay un trono, y solamente hay un Señor (Ef 4,5).

Tal vez nos puede ayudar a entender esto el hecho de que los hebreos no pensaban, como los griegos, en términos de sustancias, sino en términos de actividad. No hay dos actividades de reinar, la de Dios y la de Jesús, sino una única actividad. Si solamente hay una actividad de reinar, solamente hay un Señor. De ahí la identidad de Jesús con Dios. No es que Jesús sea otro Dios, distinto del Padre, sino que Jesús mismo pertenece al único reinar eterno de Dios.

De este modo, lo que hicieron los primeros cristianos a situar a Jesús en la divinidad de Dios fue defender una tesis típicamente hebrea: solamente hay un Señor, porque solamente hay un señorío, y solamente hay un reinado. Desde el punto de vista de la Biblia hebrea, el señorío de Dios cuestiona la existencia de todo otro señorío. Si Jesús es Mesías, solamente lo puede ser si su señorío es el mismo y único señorío de Dios.

De este modo, los cristianos primitivos no estaban «traicionando» el mensaje de Jesús sobre el reinado de Dios. Todo lo contrario: del mismo modo que Jesús había predicado el reinado exclusivo y directo de Dios sobre su pueblo, los primeros cristianos rehusaron convertir a Jesús en una especie de ser intermedio, distinto de Dios, que ejercería el reinado en nombre de Dios. Si hubieran hecho eso, entonces sí habrían traicionado el mensaje de Jesús y de los profetas sobre un reino directo de Dios sobre su pueblo.

De ahí que los cristianos, al incluir a Jesús en el monoteísmo único de Dios, están tratando de ser fieles al monoteísmo exclusivo de Israel, y al mensaje de Jesús sobre el reinado directo de Dios. El Mesías Jesús no es otro señor distinto de Dios, sino que Jesús es Señor. Jesús está incluido en el monoteísmo del único Dios, el Dios de Israel.

    Los cristianos, al incluir a Jesús en el monoteísmo único de Dios, están tratando de ser fieles al monoteísmo exclusivo de Israel, y al mensaje de Jesús sobre el reinado directo de Dios. El Mesías Jesús no es otro señor distinto de Dios, sino que Jesús es Señor. Jesús está incluido en el monoteísmo del único Dios, el Dios de Israel.

3. Escucha, Israel

La confesión de la fe monoteísta de Israel, tal como aparece de manera clásica en el libro del Deuteronomio, decía lo siguiente:

Escucha, Israel, YHWH, nuestro Dios, YHWH uno es (Dt 6,4).

Esta afirmación estaba originalmente escrita en hebreo. Al ser traducida al griego, es decir, al pasar a la Biblia que usaban los escritores del Nuevo Pacto, cambia YHWH por «Señor» (kýrios). Entonces nos queda así:

Escucha, Israel, el SEÑOR, nuestro Dios, el SEÑOR uno es (Dt 6,4).

Pues bien, los cristianos primitivos no renegaron de esta expresión de fe monoteísta, sino que incluyeron a Jesús dentro de ella. Escuchemos a Pablo:

Porque aunque sea verdad que algunos son llamados «dioses», sea en el cielo o en la tierra (como hay muchos «dioses» y muchos «señores»), para nosotros hay un solo Dios, el Padre, de quien proceden todas las cosas, y nosotros somos para Él, y un solo Señor, Jesús el Mesías, por quien son todas las cosas, y por medio del cual somos nosotros (1 Co 8,5-6).

Esto significa que, dentro del señorío del único Dios se ha incluido a Jesús como Señor. No como otro Dios o como otro Señor, sino como un único y mismo Señor. De otra manera, habría dos señoríos, y el reinado de Dios dejaría de ser exclusivo y directo.

El contexto en el que Pablo dice esto es muy claro: los cristianos no aceptan la idolatría ni aceptan tampoco el culto al emperador. Para la gente habrá muchos dioses y señores; esto no se niega. Pero para los cristianos, como para los judíos, solamente hay un Dios y un Señor.

De nuevo vemos cómo el anuncio del evangelio contradice las falsas pretensiones de los poderes de este mundo, últimamente basados en la lógica retributiva. Quien se mueve en la lógica retributiva, no le queda más remedio que aceptar diversos poderes, que pretenden garantizar una correspondencia entre las acciones y sus resultados. Para los liberados por la fe, solamente existe un señorío válido: el señorío de Jesús.

4. Tu trono, oh Dios

Esta inclusión de Jesús en el monoteísmo de Israel es la razón de que el cristianismo primitivo no pudiera aceptar que a Jesús resucitado se le considerara como un ser intermedio, distinto de Dios y de los hombres.

La carta a los Hebreos niega una posición que fue común en los primeros siglos entre algunos grupos de judíos que aceptaban a Jesús como Mesías, pero no lo incluían en el monoteísmo de Dios. Para ellos, Jesús era simplemente una especie de ángel (Heb 1,3-13).

Frente a ellos, la carta a los Hebreos cita varios salmos. Los salmos son vistos como «palabra de Dios». Es decir, en ellos habla Dios mismo (Heb 1,5). Con esto se consigue un importante efecto literario. Porque en los salmos, Dios mismo le está diciendo al hijo (es decir, a Jesús) lo siguiente:

Tu trono, Oh Dios, es por los siglos de los siglos, y cetro de equidad es el cetro de tu reinado (Heb 1,8; cita de Sal 45,6).

Es decir, Dios mismo llama «Dios» a su hijo Jesús. Pero démonos cuenta del contexto. Se trata del nuevo del contexto del trono, del reinado. La afirmación de que el reinado de Dios es directo y exclusivo, con sus raíces en el Antiguo Testamento y en la predicación misma de Jesús, lleva a afirmar que Jesús está incluido en la divinidad misma de Dios.

Podríamos encontrar otras muchas alusiones a la divinidad de Jesús en el Nuevo Pacto. Por ejemplo, según la carta a los Colosenses, en Jesús habita corporalmente la plenitud de la divinidad (Col 2,9). El evangelio de Juan ya no habla solamente de Jesús como «hijo de Dios». Como vimos, esto podría significar simplemente «Mesías». Juan nos dice algo más: Jesús es el hijo unigénito de Dios (Jn 1,14; 3,16.18; 1 Jn 4,9). Jesús no era hijo por adopción, sino que era realmente hijo, pertenecía realmente a la divinidad de Dios.

Son modos en los que se va expresando el convencimiento del cristianismo primitivo, que todavía vive en un contexto judío, de que Jesús, verdaderamente hombre, pertenece también al monoteísmo del único Dios, el Dios de Israel.

Esto tiene una importante consecuencia. Hemos dicho, al exponer la muerte de Jesús, que Dios estaba en él, reconciliando el mundo consigo (2 Co 5,19). Ahora vemos qué significa concretamente esto. Dios estaba verdaderamente en Jesús, porque entre Jesús y Dios hay una identidad. De ahí que la salvación sea verdaderamente «grande» (Heb 2,3).

Y es grande por una razón muy concreta. Quien se hizo maldito, y quien se hizo pecado, desde el punto de vista de la lógica retributiva, pertenecía al monoteísmo mismo de Dios. La anulación de la lógica retributiva ha sido radical. Dios estaba completamente del lado de Jesús, y del lado de todas las víctimas de la historia. El pecado fundamental del ser humano (Adán) ha sido radicalmente superado en Cristo.

5. Para la reflexión

  • Lee el capítulo primero de la carta a los Hebreos.
  • ¿Por qué crees que Jesús no puede ser un ente intermedio entre Dios y los hombres? ¿Cómo afectaría esto al reinado exclusivo y directo de Dios?
  • ¿Por qué la identidad entre el reinado del Mesías y el reinado de Dios es fiel al mensaje de Jesús sobre el reinado de Dios?
  • ¿Cómo afecta el señorío de Jesús a tu vida?