La mayoría de las personas aprovechan el verano y las vacaciones para dejar ociosa la mente, no solamente el cuerpo. Desconectamos de todo lo que sea responsabilidad y trabajo y esfuerzo, procurando renovar nuestras fuerzas y nuestro estado anímico para otro año más de ocupación laboral.
Algunos pocos sin embargo aprovechan para leer, para por fin poder dedicarse a instruir la mente con el tipo de lectura que nos cuesta hallar tiempo para realizar cuando estamos inmersos en nuestras actividades normales.
A continuación propongo a nuestros lectores de El Mensajero dos libros de reciente aparición, que son todo lo contrario a las novelitas insustanciales, de aventuras, batallas y amores, que nos tientan en el verano. Dos libros que solo revelarán sus tesoros a aquellos que tengan disposición a ejercitar un poco las neuronas este verano, para instruirse considerando cosas nuevas. Ninguno de estos libros es de lectura «fácil». Ambos nos exigirán esfuerzo antes de recompensarnos, sobradamente, con la satisfacción de haber aprendido cosas que jamás habíamos imaginado:
La iglesia como grupo.
Claves para el análisis de la congregación cristiana desde sus fenómenos grupales
por Félix Ángel Palacios (Barcelona: Andamio, 2017), 425 páginas.
Reproducimos a continuación dos párrafos de la introducción por el Dr. Pablo Martínez Vila, que vienen impresos en la contraportada del libro:
«La comunidad es una fuente de bendición y de alegría como exclama gozoso el salmista: «Mirad cuán bueno y delicioso es habitar los hermanos juntos en armonía» (Salmo 133:1). Sin embargo, con demasiada frecuencia es también el escenario de «celos y disensiones» (1 Corintios 3:3), «contiendas y divisiones» (1 Corintios 1:11). Fue así en la Iglesia Primitiva y sigue siendo así hoy. ¿Por qué las iglesias locales se ven tantas veces envueltas en tensiones que se alargan de forma incomprensible? La Iglesia es ya un pueblo redimido, pero todavía no es un grupo humano perfecto. Por ello, estamos expuestos a los conflictos propios de todo grupo humano. El grupo es una fuente de felicidad y de amargura a la vez porque en las relaciones se manifiesta en grado máximo la ambivalencia del corazón humano: su potencial para el bien y su potencial para el conflicto y la división.
«La iglesia como grupo es una obra amplia, casi diría exhaustiva, sólida y profunda. Como comunidad evangélica nos sentimos honrados con una aportación de este calibre intelectual. Conozco a muy pocos autores que hayan escrito desde un trasfondo psicoanalítico grupal y cristiano a la vez con la autoridad y la claridad de Félix A. Palacios. Esta profundidad, sin embargo, no está reñida con un lenguaje comprensible y siempre sugerente. Destacable me parece también cómo el autor aúna el rigor científico y profesional con la perspectiva bíblica. F. Palacios analiza la vida grupal de la iglesia no solo con los ojos de un grupoanalista, sino con los ojos de la fe bien fijos en la Biblia, nuestro marco de referencia último en toda cuestión de vida.»
Este libro se ha escrito para pastores. El autor se dirige con cierta frecuencia directamente a «usted», el pastor, como ese lector que tiene en mente. Pero no dejará de ser lectura provechosa para otras personas que se desenvuelven en cualquier ministerio donde operan dinámicas de grupo. Conocer cómo y por qué los grupos humanos frustran a veces sus propios fines, puede ser una ayuda inestimable para cualquiera que se encuentre al frente de un grupo en la iglesia.
Pero mucho mejor que solamente analizar el porqué de las frustraciones, este libro propone una forma estimulante y radical de procurar alcanzar el objetivo de crecimiento y maduración de la iglesia, que es inseparable de la maduración acompasada de cada uno de sus miembros.
Prefacio a la teología.
Cristología y método teológico
por John Howard Yoder (y traducción por Dionisio Byler) (Librería Amazon: Biblioteca Menno, 2017), 486 páginas.
El libro trae una introducción extensa por los teólogos americanos Stanley Hauerwas y Alex Sider. Citamos de la misma los párrafos que aparecen en la contraportada del libro:
«A veces, bromeando entre nosotros, hemos imaginado a Yoder como una especie de panfletista revolucionario. Los revolucionarios solían empezar el intento de formar su cuadrilla de simpatizantes mediante la creación de una literatura que fuera difícil de hallar, a la vez que peligrosa —por lo menos si te pillaban leyéndola—. El panfleto o la grabación en audio bien podía ser parte de la tecnología asociada al régimen que intentaban derrocar, pero el propio medio de comunicación sufría una transformación por las condiciones necesarias para su producción y consumo. Yoder, cuyo radicalismo hasta supera lo que pudiera imaginar ningún revolucionario, a veces pareció esmerarse por hacer difícil de conseguir su obra. Sus ensayos parecen tener una existencia —como el panfleto revolucionario— solamente en copias pirateadas que hacen que quien lo lea pareciera merecer aparecer en una lista de enemigos del Estado. ¿Pensó acaso que el reaprendizaje a que obliga su obra había de empezar con la propia dificultad para hacerse con lo que escribió? El caso es que dudamos que ni siquiera Yoder fuera tan listo, por mucho que el carácter difícil de conseguir de gran parte de su obra le confiera un efecto Jomeini.
«Esperamos que Yoder hubiera aprobado transformar Prefacio a la teología: Cristología y método teológico en un libro».
Tomando como ejemplo la cuestión de la cristología —lo que se puede y debe decir acerca de Cristo en la teología cristiana— Yoder, en sus clases magistrales, enseñaba a sus estudiantes cómo es que razonan los teólogos a partir de la «materia prima» que brindan los textos bíblicos.
En las primeras dos partes, lo hace de una manera histórica. Empieza con las primeras declaraciones apostólicas acerca de Cristo, desde los primeros sermones de Pedro en el libro de Hechos. Observa a continuación la progresión posterior en el propio Nuevo Testamento, con los «teólogos» apostólicos como serían Pablo, Juan, y el autor o autora de Hebreos. Y continua más allá, para ver cómo se va desarrollando el pensamiento cristiano acerca de la figura de Cristo en los siglos posteriores, conforme el cristianismo tiene que hacerse inteligible para el mundo griego y romano que está evangelizando.
La tercera parte ya no es histórica sino temática. Siempre con la idea de hacer de ejemplo de cómo discurre la teología, Yoder entra a las tres funciones de Cristo: como rey, sacerdote y profeta. En relación con Cristo como rey, habla de la escatología (la consumación final de la obra de Cristo). En relación con Cristo como sacerdote, habla de la doctrina de la reconciliación con Dios. Y en relación con Cristo como profeta, habla de la doctrina de la revelación (cómo es que Dios se da a conocer).