Una prótesis genera esperanzas nuevas
por Debora Froese: Servicio de noticias, Mennonite Church Canada

Amjad

Canadá, 8 de mayo — Para Amjad, un joven que a la sazón tenía 21 años, el trauma condujo a la esperanza, y afianzó su fe inquebrantable en la protección de Dios. Amjad es un refugiado sirio en Ludwigshafen, Alemania. Perdió una pierna cuando cayó una bomba en una calle de Siria.

Gregory Rabus y su esposa, Jennifer Otto, obreros de Mennonite Church Canada en Ludwigshafen, conocieron a Amjad en la Casa de Paz (Friedenshaus), un ministerio generado por los lugareños, donde ayudan a recibir a los refugiados. Rabus describe a Amjad como «Tranquilo, nunca levanta la voz, con un no sé qué de aficionado al skate. Es la clase de tipo que uno se imagina en una pista de skate o en un concierto de Bruno Mars».

Pero esa impresión guarda poca relación con la experiencia de Amjad.

Hace unos años, en medio de la guerra siria, Amjad estudiaba el segundo año de universidad preparándose como mecánico de ferrocariles mientras lloraba la desaparición de su hermano, que fue encarcelado por el gobierno sin explicaciones. También estaba actuando como voluntario del Creciente Rojo, versión islámica de la Cruz Roja, como paramédico de emergencias.

En 2013, el Creciente Rojo respondió a un ataque aéreo en Alepo. Mientras Amjad socorría a los heridos, cayó una segunda bomba. La metralla le entró al abdomen, y le destrozó la pierna y amputó los dedos del pie. Por cuanto acudir al hospital controlado por el gobierno le habría supuesto quedar en la situación de ser incorporado a filas o ir a la cárcel, Amjad fue llevado a una clínica local. Como ahí carecían de equipamiento apropiado ni de procedimientos de esterilización, un pediatra le serruchó la pierna por el tobillo. Al infectarse, se le efectuó una segunda amputación a la altura de la pantorrilla y por fin una tercera, a la altura del muslo.

En el otoño de 2015, Amjad enfiló para Alemania, donde había ido una hermana seis meses antes. Le tardó doce días de esfuerzo intenso llegar a la frontera turca, solo y con sus muletas, durmiendo en poblados y en las calles por el camino. Tardó un mes adicional en llegar a Alemania junto con otros refugiados sirios, por bus, ferry y tren, a través de Turquía, Grecia y los Balcanes.

En la isla griega de Quíos, Amjad conoció y trabó amistad con Rias, otro refugiado sirio. Cuando llegaron los dos a Ludwigshafen a principios de 2016, Rias descubrió la Casa de Paz y empezó  aestudiar alemán con Rabus. A cambio, Rabus le enseñaba árabe a Rabus. También le preguntó a Rabus si no sería posible contactar con un médico de prótesis para Amjad. Valiéndose de los esfuerzos traductores de Rabus y Rias, Amjad pudo entenderse con el doctor que consiguieron.

Rabus dice que le han producido un gozo profundo sus conversaciones que viene sosteniendo desde entonces con Amjad.

—Un día conversamos acerca de Dios, y de cómo Amjad quería expresar su fe en la protección de Dios. ¡Esto es realmente asombroso, si se piensa en todo lo que ha sobrevivido este joven! —observa Rabus—. En otra de nuestras conversaciones hablamos de las metas que tiene Amjad para su futuro. Estaba tan impresionado con el arte de las prótesis, que ahora lo que quiere él es formarse para hacer prótesis para otros.

Rabus dice que conseguir empleo en Alemania es extremadamente difícil para los refugiados, pero que sin embargo este sueño de Amjad le parece factible y realista. A Amjad le da alas oír esto.

—Pero antes va a tener que aprender Alemán; y antes de eso, va a necesitar una pierna…

Amjad tiene ahora esa pierna.

—Ha sido la respuesta a las oraciones y un rayo de esperanza para la vida de este joven —dice Rabus—. Y ahora puede empezar la vida (y los cursos de estudio de alemán).

Aunque el futuro de Amjad empieza a despejarse, su familia sigue dispersa. Uno de sus hermanos se encuentra ahora en Egipto. Su hermana menor y sus padres siguen en Siria.

—Por cuanto las vidas de tantas de las personas que conocemos aquí se encuentran plagadas de contratiempos, Jennifer y yo sentimos honda gratitud por este pequeño rayo de esperanza, que nos resulta inspirador —dice Rabus—. Oramos por Amjad y por todos aquellos que están luchando con dolor y contratiempos, que puedan experimentar la gracia de Dios, y su amor, y que puedan trasmitirlo a su vez a otros.