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Vivimos en una era de cambio de paradigmas a todos los niveles. Todo está siendo sacudido. La Iglesia también. Creo que Dios quiere despertar y capacitar a la Iglesia para lo que está por venir, con un mover soberano que ya ha empezado a alcanzar no solo a individuos sino a las naciones. Ahora, con la globalización y las tecnologías de la comunicación que disfrutamos, podemos encontrar testimonios, por ejemplo, de países como Irán. Allí convertirse al cristianismo supone jugarse la vida o la libertad; pero donde antes había unos miles de cristianos, en 2016 se dice que ya había cientos de miles. Aunque en Europa muchos viven con miedo al islam, los musulmanes se están convirtiendo al cristianismo como nunca antes. Estos fenómenos ya han comenzado en partes lejanas del mundo. Cuando lleguen a Europa, ¿estaremos preparados?
La iglesia en todo el mundo está en transición hacia un nuevo paradigma. Está ocurriendo a grandes velocidades. La persecución de nuestros hermanos cristianos alrededor del mundo está acelerando los propósitos de Dios. A pesar de las apariencias, creo que vamos hacia una Boda, y no hacia una gran catástrofe. Los propósitos de Dios son eternos. Pablo dice: «En ti serán benditas todas las naciones» (Gálatas 3,8). Jesús dice: «Id, pues, y haced discípulos de todas las naciones» (Mateo 28,19).
Estos son tiempos cuando Dios está despertando a su Iglesia por toda la tierra. Una y otra vez oigo decir: «Yo no vuelvo atrás a lo de antes». «Lo que estoy viviendo ahora no lo cambio por nada».
Yo también coincido con esta afirmación, intentando aprender y vivir la realidad de «Cristo en mí, la esperanza de gloria», para tocar y cambiar el pequeño mundo que me rodea, y no solamente pensar que Cristo está a mi lado mientras hago mis cosas, o estará cercano para cuando le necesite.
Aprender que la vida cristiana normal es un llamado sobrenatural rompe muchos esquemas mentales que impiden gozar de una vida plena en Jesús, conocer la plenitud de su Espíritu, y experimentar muchas otras cosas que Dios nos preparó de antemano en su soberanía, algo increíblemente maravilloso. Hace poco alguien que atravesaba muchos problemas me dijo: «Me estoy enamorando una vez más… ¡de Jesús!» Es un gozo seguir viendo a personas despertarse y volver al primer amor después de años de haber estado dormidos, en las calles o en las iglesias.
Y sin embargo nosotros tenemos un problema. El problema es que, al tener acceso a la lectura del Nuevo Testamento y también del Antiguo, los cristianos de mucho tiempo nos hemos hecho un lío. Yo he estado diciendo desde hace tiempo: «Tenemos algo de esquizofrenia o trastorno de doble personalidad». Porque el que quiera avanzar hoy en el reinado de Dios, debe tratar con este tema, como lo trató en su momento el autor de la carta a los Hebreos. Incluso el Apóstol Juan dice en Juan 1,17 que «La ley fue dada por medio de Moisés; la gracia y la verdad fueron hechas realidad por medio de Jesucristo». La ley, la tradición y el legalismo ya se conocen bien como «religiosidad». Ya es hora de la gracia y la verdad.
¿Y qué forma tiene una vida de gracia y verdad?
No es un manto de religiosidad para tapar nuestras imperfecciones e identidad de pecadores, para seguir igual, sino que es una capacitación individual del Espíritu dentro de nosotros mismos para enseñarnos a hacer las obras que Jesús nos demostró para que anduviésemos en ellas. Es un estilo de vida. Vestirnos de Cristo. Yo estoy matriculada en esta escuela, aunque sea aprendiz que repita curso.
Un día nuestros hijos comentaban cosas de su juventud, de la época cuando un chico llamado Lucas vivió con nosotros unos años. Les oí decir: «¿Te acuerdas cómo empezaban nuestras reuniones de jóvenes, haciéndonos sentir pecadores y culpables? Hasta que no soltaba unas lágrimas, yo no me sentía digna de entrar en la presencia de Dios. Todas las semanas lo mismo. Todo se basaba en los sentimientos de uno mismo. Y eso es una mentira que vivíamos, porque somos libres para entrar, porque Jesús ya hizo todo por nosotros en la cruz».
Cuando hemos sido transformados por el amor y la gracia de Dios reveladas en Jesucristo, no podemos volver a confundir el Espíritu de Dios que nos ha hecho libres, con una fijación que proviene del «padre de las mentiras» sobre el pecado y un espíritu de condenación, ni hacia nuestras propias personas ni hacia los demás. Ya vivimos por fe, y nuestro vivir es Cristo. De la vida nueva que empieza a los pies de Cristo en la cruz, vamos hacia la vida abundante que viene de estar a los pies de Cristo sentado en el trono.
En estos tiempos Dios nos llama a salir de las mezclas. A dejar atrás lo que nos impide caminar hacia la gracia y la verdad, porque Dios quiere conmover a la iglesia para equiparla para lo nuevo que viene, y para eso necesitamos ver con claridad lo que el Espíritu Santo quiere mostrarnos:
1. Ver a Cristo Jesús dónde está de verdad.
Si habéis, pues, resucitado con Cristo, buscad las cosas de arriba,
donde está Cristo sentado a la diestra de Dios.
Poned la mira en las cosas de arriba, no en las de la tierra.
Porque habéis muerto, y vuestra vida está escondida con Cristo en Dios (Colosenses 3.1-2).
2. Vernos a nosotros mismos como nos ve Dios.
Porque somos hechura suya, creados en Cristo Jesús para hacer buenas obras, las cuales Dios preparó de antemano para que anduviéramos en ellas (Efesios 2,10).
3. Ver a los demás a través de la gracia de Dios.
Y el Verbo se hizo carne, y habitó entre nosotros, y vimos su gloria, gloria como del unigénito del Padre, lleno de gracia y de verdad (Juan 1,14).
Que la gracia y la verdad se encarnen en nosotros ahora para que el mundo vea que Cristo realmente habita en nosotros, y podamos ver más de su gloria aquí y ahora. Que el Verbo se haga carne al «perdonar», al «entregarnos», al «morir» con él, al «resucitar» con él, y que trayendo esperanza nueva, rompa nuestras durezas y veamos fronteras nuevas.
Creo que además de transformar nuestras mentes, Dios quiere enamorarnos, hablándonos y actuando en nosotros. Jesús está enamorado de su Iglesia y la está preparando para las bodas del Cordero. Siento que estamos en una nueva etapa con Dios y él quiere darnos una nueva canción. Siento que tenemos que avanzar con confianza hacia adelante, escuchando la voz de nuestro Amado.
Porque Dios sigue hablando y yo quiero ser parte de una iglesia que le escucha y está dispuesta a obedecer en tiempos diferentes a los de antes. Escuchar sigue siendo el elemento clave, porque Dios sigue hablándonos. Piensa un segundo si Abraham hubiera insistido en obedecer fielmente lo que Dios le había hablado primero: ¡Ofréceme a tu hijo como sacrificio! Menos mal, para Isaac y para nosotros, que escuchó la voz del Señor dándole otra palabra, una palabra nueva que anuló la primera.
Una mañana le escuché decirme: «Amo el Espíritu Santo en ti». Y yo respondí: «Y yo amo el Espíritu Santo en mí». Creo que esto también es parte del nuevo paradigma. Hay más. Yo anhelo también poder escucharnos decir uno a otro: «Amo el Espíritu Santo en ti».