Diccionario


Trinidad
— Término con que en los primeros siglos de existencia de la iglesia, se acabó de definir el enigma de que Dios, siendo uno y único, se manifestase como Padre, Hijo y Espíritu Santo.

Los autores del Nuevo Testamento no parecen inquietarse por el dilema lógico que plantea «la Trinidad» (un término que no aparece en la Biblia). Como herederos que son de la tradición judía y el Antiguo Testamento, dan por supuesto que Dios es uno y único. Jesús añade enseñar a sus discípulos a tratar a Dios con la expresión infantil Abba, «Papá».

Sin negar en absoluto que Dios es uno y único, el libro de Proverbios había propuesto la existencia de Jocmá, Sabiduría, personificada allí como mujer, de quien dice que estuvo presente juntamente con Dios en la Creación, y sin la cual nada de lo que existe pudiera haberse creado. Entre tanto la filosofía griega había producido su propia idea de un Dios uno y único, entera y absolutamente Espíritu, que nada puede tener que ver con el universo material. Esta filosofía enseñaba también la existencia del Logos, la Palabra, intermediario necesario, capaz de relacionarse con Dios a la vez que con la mente de los seres humanos.

En distintos escritos del Nuevo Testamento tenemos, entonces, la idea de que Jocmá (Sabiduría) o Logos (Palabra) se hizo materialmente presente en la persona de Jesús. En esta condición, funcionó a todos los efectos prácticos y reales como Dios presente en medio de la humanidad. Dios es uno y único y está en el cielo (y en todo lugar), a la vez que se hizo presente en carne, en la persona humana de Jesús.

Los apóstoles alegan, entonces, que este hombre humano, Jesús, existe eternamente antes de hacerse humano; que sin él nada de lo que fue creado puede existir y que, de hecho, él es ahora quien «sustenta» el universo entero desde el cielo, donde, a la diestra de Dios, determina el desenlace de la historia. El Apocalipsis, por ejemplo, se refiere frecuentemente «al que está sentado en el trono y al Cordero», de tal suerte que nos siembra la duda de si son dos o si es uno.

Dios es nuestro Padre, nuestro Abba. Jesús es Sabiduría de Dios y Palabra de Dios —algo que naturalmente, de suyo, es inseparable de Dios mismo— viviendo entre nosotros en carne. Dios es Espíritu Santo, por supuesto, naturalmente: ¿Qué iba a ser si no? Y ahí nos deja la cuestión la Biblia.

Pero la iglesia temprana tuvo que lidiar con dos retos, desde direcciones contrarias. Por un lado hubo quienes negaron que Jesús fuese más que un profeta. Quizá el más grande de todos los profetas, por qué no, pero esencialmente humano y nada más. Por el lado contrario, hubo quienes negaron que Dios se materializara de verdad en un ser humano: decían que solamente pareció ser humano, pero en realidad Jesús era divino y nada más. La iglesia se reafirmó en sostener el testimonio de los apóstoles en el Nuevo Testamento: Cristo y Dios son uno, Jesús fue mucho más que un profeta. Y fue de verdad humano; nació de una madre y murió como todos nosotros (aunque después resucitó).

Esta reafirmación cristiana da lugar a debates posteriores tratando de encontrarle sentido a que Dios pudiera ser uno, pero a la vez Padre, Hijo, y Espíritu Santo. Al final se opta por la idea de un único Dios que existe eternamente en tres personas: la Trinidad.

Esto no lo solucionó todo; no inmediatamente, por lo menos. Es absurdo pensar Dios pueda tener madre —opinó por ejemplo un tal Nestorio— de manera que María tuvo que ser madre de la humanidad de Cristo, pero no de su deidad. No —sentenció la iglesia— María tiene que ser «Madre de Dios», en el sentido de que es imposible diferenciar, distinguir o separar entre la humanidad y la divinidad en Cristo.

El término griego para decir «persona», prósopon, traducible también como «cara», significaba para los cristianos griegos algo así como la máscara que se ponía un actor para interpretar diferentes «personajes» en una obra de teatro. Un mismo actor podía ser tres «personas» en una obra, según la máscara que se pusiera.

Se tradujo prósopon al latín como «persona», sin embargo, un concepto que acabó evolucionando en el sentido de personalidad, individualidad de voluntad, intelecto, decisiones, identidad. Entendidas así las «personas» de la Trinidad, empieza a aparecer la idea de que Padre, Hijo y Espíritu Santo puedan relacionarse entre sí cada cual con su propia identidad y voluntad y opiniones. Pero entonces hemos caído en la herejía de enfatizar hasta tal punto que son tres, que ya no sabemos qué significa decir que sean uno. Esto es el efecto contrario al que pretendía la iglesia cuando optó por decir que el Dios uno y único se expresa eternamente en tres prósopon o caras, en el sentido griego.

Entiéndase como se entienda (o no entienda) la Trinidad, lo esencial sigue siendo poder aceptar todo lo que dice la Biblia acerca de Dios nuestro Padre, acerca de Jesús el Hijo, y acerca del Espíritu Santo.

—D.B.