Un policía cuestiona el pacifismo
Greg Boyd [1]
El policía: Mi teología encaja perfectamente con la tuya, con una única excepción; a saber, tu pacifismo. Soy un policía y francamente, me parece obvio que hay situaciones cuando es apropiado, tal vez hasta religioso, emplear cualquier nivel de fuerza que sea necesaria para evitar que un agresor haga sufrir a los seres queridos o a otras personas inocentes. No sólo eso, sino que el apóstol Pablo enseña explícitamente que Dios emplea la espada (o el arma de fuego) del gobierno, para hacer caer su venganza sobre pecadores y mantener a raya el pecado (Ro 13,1-7). ¡Todo lo demás en tu teología me resulta tan razonable, con esta única salvedad! Así que, por favor explícame por qué no crees que ésta es una función posible y hasta noble, que puede desempeñar un discípulo de Jesús.
Greg: Muchas gracias por tu pregunta tan sincera. Admito sin problema que parece obvio que cualquiera debe poder recurrir a cuanta fuerza sea necesaria, para defender a sus seres queridos y a otras personas inocentes de la agresión. Ni tampoco niego que la función de la policía es noble y que exige un inmenso valor personal. De hecho, estoy agradecido a los que desempeñan esa función. Y por último, no niego ni por un instante que Dios usa la espada del gobierno para hacer caer su venganza y para mantener a raya el pecado.
Pero reconocer que la función policial tiene sentido, que es noble y que Dios se sirve de ella, no es lo mismo que decir que es una función que debe asumir un discípulo de Jesús.
Cuando Jesús o Pablo hablan de amar, de bendecir y servir a los enemigos, y cuando hablan acerca de nunca jamás resistir la fuerza con la fuerza (Mt 5,39-45; Lc 6,27-36; Ro 12,14-21), nunca dicen que haya excepciones. De hecho, yo sostengo que estas enseñanzas llegan a excluir cualquiera posibilidad de que puedan existir excepciones, por cuanto hemos de amar como cae la lluvia y como brilla el sol. Hemos de amar indiscriminadamente. Además en su contexto judío del siglo I, cuando Jesús habla de «enemigos», las primeras personas que vendrían a la mente de sus oyentes, serían los romanos que gobernaban a los judíos aterrorizándolos con sus amenazas. Esa es la peor clase de «enemigos» que sea posible imaginar. Así que si la enseñanza de Jesús incluye hasta este tipo de «enemigo», en mi opinión incluye también cualquier otro tipo de «enemigo».
Asimismo, si bien el uso de la fuerza tiene sentido dentro del marco de los reinos caídos que existen en este mundo caído, los seguidores de Jesús han de hacer visible un reino alternativo, radicalmente diferente —«el reino de Dios». Hemos de ser una señal visible ante todo el mundo, de cómo quedan las cosas cuando Dios reina sobre las vidas de las personas, una señal de cómo quedará el mundo cuando Dios establezca su reinado sobre todo el mundo. Nosotros somos los «primeros frutos» de la «mies» que está por llegar. Y por cuanto no habrá ninguna violencia una vez que el reinado de Dios se establezca en el mundo, creo que ya ahora nos toca inhibirnos de toda violencia.
Es también por esto, que los cristianos somos «un real sacerdocio» (1 P 2,5.9). Aunque los demás israelitas en el Antiguo Testamento podían blandir la espada, los que servían como sacerdotes no. Así los sacerdotes daban testimonio de la verdad de que, aunque Dios se reserva la posibilidad de conseguir que la violencia humana pueda tener resultados positivos, su voluntad ideal sin embargo es la no violencia.
En este sentido, es interesante que justo antes de que Pablo dice que Dios se sirve de la espada de los gobernantes como «vengador» (ékdikos) (Ro 13,4), había puesto que los cristianos nunca debían «vengar» (ekdikéō), sino al contrario, dejarle a Dios toda venganza (Ro 12). Dios, aprendemos a continuación, se sirve de los gobernantes para ese fin. En mi opinión, entonces, esto significa que los discípulos de Jesús tenemos prohibido ejecutar la venganza, por cuanto Dios se vale del gobierno y su espada para eso. O sea que esa función parece lógica y hasta puede verse como noble, pero eso no significa que sea una función apropiada para el pueblo del reino de Dios.
Así es como lo veo yo. Sinceramente, no me parece creíble ninguna otra manera de interpretar la Escritura. Pero quiero que sepas que no te juzgo si lo ves de otra manera. Al contrario, aplaudo tu atrevimiento y honestidad para abordar esta cuestión. Cada cual tenemos que «[ocuparnos] en [nuestra] salvación con temor y temblor» (Fil 2,12).
Tú sigue siendo honesto con Dios, contigo mismo y con otros en tu interés en esta cuestión, que Dios te guiará por el camino que has de seguir.
Que Dios te proteja, al procurar tú proteger a otros.
1. Greg Boyd es pastor titular de la iglesia Woodland Hills Church, de St. Paul, Minnesota (EEUU). Traducido con permiso para El Mensajero, de su blog: ReKnew.org.