Pascua — Nombre que recibe, por una parte, para los judíos, una de las tres festividades de peregrinación que indica la Biblia; y por otra parte, para los cristianos, la festividad más importante del año litúrgico. (También, como en la expresión «Felices Pascuas», puede referirse al período comprendido entre Navidad y Reyes; pero de eso no trataremos aquí.)
Pésaj, la Pascua judía. El relato del libro de Éxodo indica que como culminación de las plagas, el ángel del Señor mató una noche a todos los primogénitos de Egipto. Pero pasó de largo sin matar cuando llegaba a las casas donde vivían los esclavos israelitas.
Éxodo arranca con la condición terrible de esclavitud a que se veían reducidos los israelitas en Egipto cuando cayó la dinastía que los venía favoreciendo con privilegios. Dios manda entonces a Moisés a liberar a su pueblo esclavizado. Ahora viene una dura negociación, donde el Señor provoca una sucesión de plagas que sufren los egipcios. Queda demostrada así la superioridad del Señor sobre todos los dioses de Egipto.
Ahora se detallan los preparativos con que los israelitas afrontan la noche fatídica cuando el Señor va a conmocionar de tal manera todo el país de Egipto, que el faraón no tendrá más remedio que dejar marchar libres a los esclavos. Su marcha será tan repentina, que van a tener que hornear el pan sin darle tiempo de leudar; de donde en la celebración anual de la Pésaj, los judíos tendrán prohibido comer nada que contenga levadura. Han de sacrificar y asar corderos, sin dejar nada que sobre para el día siguiente. Con la sangre del cordero han de pintar los postes y el dintel de la puerta, como señal para que el ángel exterminador de primogénitos pase de largo. Los egipcios, espantados por la mortandad en cada una de sus casas, los echan y les meten prisa para que se vayan.
La festividad judía de Pésaj es un recordatorio solemne de esta liberación cada primavera. Cada familia, en su casa, se ciñe esencialmente a las instrucciones detalladas en el libro de Éxodo. El Séder de Pésaj es el orden litúrgico tradicional que sigue cada familia judía en la celebración.
Pascua de Resurrección. Los evangelios indican que la pasión y resurrección de Jesús sucedió en fechas de la peregrinación anual a Jerusalén para celebrar la Pésaj. En el libro de Hechos, vemos que los cristianos se suelen reunir el primer día de la semana, que coincide en ser también el día cuando ha resucitado el Señor. También se institucionaliza con rapidez —aunque no se menciona en el Nuevo Testamento— celebrar cada primavera el aniversario de la resurrección.
Al principio, como es natural, la celebración del aniversario de la Resurrección coincide exactamente con las fechas de la Pésaj judía. Las indicaciones para establecer la fecha anual para la Pascua judía, se basan en un calendario lunar. Pero la iglesia cristiana se acabó adaptando al calendario solar romano. Aunque la fecha de la Pascua cristiana sigue cambiando cada año por ceñirse a las fases de la luna, los criterios que siguen los cristianos son diferentes a los del calendario judío. Y de la fecha que se establece para la Pascua de Resurrección dependen otras muchas fechas litúrgicas cristianas.
La mayoría de las tradiciones cristianas dan un peso enorme a la celebración de la Semana Santa y Pascua de Resurrección, como lo más solemne e importante de su calendario litúrgico, empezando con la adopción de disciplinas especiales durante Cuaresma y culminando con una explosión de júbilo la madrugada de la Resurrección. En general entre el pueblo evangélico, sin embargo, se tiende a dar muy poca importancia a esta celebración anual. En países de arraigo católico tal vez sea una reacción —acaso exagerada— frente a excesos de fanatismo y devoción a imágenes, que hacen bien en rechazar.
En las iglesias menonitas en Argentina cuando yo era niño, era habitual aprovechar la solemnidad y recogimiento de todo el mundo, de costumbres católicas, para una campaña especial de evangelización todas las noches durante Semana Santa. Y la Pascua de Resurrección era una celebración particularmente festiva, tan memorable para los niños como la Navidad.
Cuando mi familia llegamos a España en 1981, las comunidades cristianas que vinimos a servir en Burgos tenían la costumbre de aprovechar esos días festivos para celebrar retiros de alto contenido espiritual. Hoy eso sería imposible. En esas fechas no se puede competir ya con las alternativas de ocio secular.
El desinterés en celebrar dignamente el aniversario de la Resurrección, supone un distanciamiento lamentable de la práctica habitual entre los cristianos de todos los siglos.