Parábolas para un mundo que vive a corto plazo (XV)
El lenguaje de Dios
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Un pueblo sufrió un gran temporal. Día tras día las aguas crecían y sus habitantes debían dejar sus casas de forma rápida para no morir ahogados. Pero el sacerdote del pueblo, seguro de que aún no le había llegado la hora de dejar este mundo, se mantenía firme en la iglesia.
El alcalde del pueblo le dijo:
—Padre, debe salir cuanto antes de la iglesia, ya que las aguas van creciendo y pronto todo el pueblo estará bajo el agua.
El sacerdote le respondió:
—Estoy en las manos de Dios, por lo que Él me salvará cuando sea el momento.
Cuando el agua entró en la iglesia apareció en una canoa Protección Civil y le gritaron:
—Padre, súbase en la canoa o perecerá ahogado.
El sacerdote les respondió:
—No se preocupen. Dios me salvará si es necesario.
El agua seguía subiendo y el sacerdote se refugió en lo más alto del campanario. Entonces apareció un helicóptero que le tiro una soga para que subiera al helicóptero. De nuevo el sacerdote insistió:
—No se preocupen. Estoy en las manos de Dios.
Las aguas terminaron de cubrir la iglesia y el sacerdote murió.
Cuando llegó al cielo el sacerdote le echó en cara a Dios, enojado:
—¡Yo que tanto he hecho en Tu nombre por la gente de este pueblo! ¡Y en el momento más difícil de mi vida me abandonas y no me ayudaste!
Dios le respondió:
—Te envié tres formas de ayuda y a las tres te negaste, diciendo que no necesitabas ayuda ¿Qué más podía hacer por ti?
Dios habla de muchas maneras
Es una realidad constatable a través de la historia de la humanidad lo que afirma el autor de la Carta a los Hebreos 1,1, cuando testifica que Dios habla de múltiples maneras.
En la Biblia Dios habla a menudo a través de fenómenos naturales. Un arco iris materializó la promesa que Dios hizo a Noé. La zarza ardiente fue la manifestación que Dios eligió para hacerse visible a los ojos de Moisés. Cuando Job pidió a Dios una explicación por sus desgracias, le respondió desde un torbellino, lo cual era en la antigüedad, una señal frecuente de las manifestaciones divinas. Dios sigue hablando hoy a través de formas naturales de todo tipo. Una de ellas y a la que menos atención prestamos, es a través de los demás.
Limitar a Dios a una única forma de hablar no solo empobrece nuestra compresión de Dios, sino que hacemos a Dios a nuestra medida y a nuestro antojo, como si él fuera un objeto que podemos dirigir y manipular según nos convenga.
Es por ello que escuchar y discernir aquello que Dios quiere decirnos en los diferentes momentos y circunstancias de nuestra vida no resulta nada fácil. Para mí este es un territorio muchas veces inexplorado y lleno de misterios, porque en última instancia se trata de nada más y nada menos que distinguir entre la voluntad de Dios para mi vida, y lo que son puras imaginaciones y deseos míos.
La sugerencia que nos puede ser útil en este camino de escuchar la voz de Dios y no la nuestra, no es otra que estar abiertos a las muchas maneras en que Dios nos habla.
La historia del sacerdote que parece que esperaba oír de forma misteriosa y directa la voz de Dios, nos muestra cómo este hombre limitaba a Dios en su forma de entender como él habla.
A este hombre no se le pasó por la cabeza que muy a menudo Dios habla por medios tan naturales y sencillos como los demás y las circunstancias. La expresión «Dios habla a través de los demás» define el principio de que Dios muy a menudo nos habla por boca de otras personas. El Señor utiliza a las personas cercanas, y otra veces lejanas, para captar nuestra atención a su mensaje para nuestra vida.
En esta historia el uso de la repetición de los acontecimientos es un indicador que hace hincapié en algo que no podemos ignorar. El oír el mismo mensaje varias veces en un breve lapso de tiempo debería ser una señal a tener muy en cuenta.
Una de las formas más directas para escuchar aquello que Dios quiere comunicarnos, es a través de la oración y el recogimiento. Sentada y serena, la persona pide a Dios de forma sencilla entender lo que necesita en ese momento de su vida, y luego espera su respuesta con paciencia. Si no llega una respuesta de inmediato, no hay que darse por vencidos. La próxima vez que suene el teléfono, tal vez esté ahí la respuesta. La próxima vez que conozca a alguien, esa persona puede ser la señal que confirma la necesidad que uno tiene. Si esto ocurre es importante vislumbrar uno de los asombrosos milagros de Dios para hacernos entender aquello que quería comunicarnos.
Pensamiento para la reflexión personal