Declaración de los menonitas europeos sobre la crisis migratoria
No son cifras. Son personas
Los días 23-25 de octubre se reunieron en Buhl, Francia, algunos líderes de iglesias menonitas en Europa y otros invitados internacionales. En esta reunión se adoptó la decisión de expresar la inquietud de los líderes allí presentes, acerca de la crisis de refugiados en Europa. A continuación, el texto que fue adoptado:
La historia se repite. Nosotros, que somos cristianos en la tradición anabautista y menonita, vemos en los rostros de los refugiados que están entrando a Europa y desplazándose por ella a pie pretendiendo paz y seguridad, los antiguos relatos de Dios y la humanidad. Relatos de la Biblia, relatos de nuestra propia historia menonita. Relatos de huida, de exilio, de hallarse sin esperanza entre gentes extrañas. Relatos de morir y sufrir, de tortura y enemistad. Relatos de generaciones desaparecidas, de familias separadas violentamente para siempre. Estos son relatos de terrores antiguos que hacen que los hombres se alcen unos contra otros, olviden la compasión, hasta hagan desaparecer a Dios mismo.
Pero al recordar estos relatos, también recordamos los que extendieron una mano solidaria, los que fueron ángeles de misericordia, como amigos todavía por conocer. Recordamos que hubo quien cuidó niños, quien proveyó alimentos, ropa, mantas. Recordamos cómo se recaudó dinero para crear la posibilidad de volver a empezar. En la desesperación más profunda alumbró suavemente una luz, un futuro nuevo se hizo posible. Lo recordamos. En la oscuridad más profunda —tal vez especialmente entonces— Dios camina a tu lado, dondequiera que vayas. No estás solo. No estás sola. Nunca.
Los refugiados de nuestro tiempo nos recuerdan relatos bíblicos de poder y fragilidad y la posibilidad constante de un nuevo empezar. En estas personas nos reconocemos nosotros hace mucho tiempo. En estas personas, que huyen ahora, reconocemos el rostro vulnerable de Dios mismo. En las personas que entran a Europa, recordamos el arrojo inesperado de la vida frente a todo obstáculo. En estas personas que entran, vemos acercarse un futuro inesperado. Un futuro que es, a pesar de todo lo que está pasando, precisamente eso: en cualquier caso un futuro. Al entrar estas personas, nos sentimos una vez más reconfortados por la promesa de nuestro Dios: Yo iré contigo, dondequiera que vayas.
Nuestra historia nos hace ser parte de una familia mundial de creyentes. Nuestros hermanos y hermanas nos han hecho caer en la cuenta de que nuestro estilo de vida occidental genera presiones severas en los recursos del mundo. Reconocemos el impacto enorme de la industria armamentística y la economía globalizada donde las ganancias importan más que las vidas humanas, alimentando todos los conflictos. Aprendemos que nuestro estilo de vida es solamente eso, nuestro camino, no «el camino». Reclamamos un estilo de vida humilde, consciente y no violento, que procura aminorar nuestra participación en todo conflicto económico o político.
A pesar de nuestras diferencias en el mundo, todos creemos en un Dios que acompaña a todos los seres humanos adondequiera que vayan. Creemos en Jesús, que con su vida y padecimientos nos enseñó a ponernos de parte de los pobres e indefensos, los que no tienen voz. Creemos en el Espíritu Santo, que une donde los humanos dividimos, que sana donde nosotros devastamos. Creemos en las personas, para estrechar sus manos y vivir juntos a pesar de todas las diferencias. Creemos que el único camino es la paz.
Dentro de Europa oímos el rumor triste de un desfallecimiento en alza que divide a la gente. Por una parte, el sentimiento de impotencia de nunca poder hacer bastante, conseguir que las cosas funcionen, ayudar de verdad, siempre quedarnos cortos. Nos damos cuenta que siempre será «demasiado poco, demasiado tarde». Es un conflicto que parece interminable y en el que personas particulares no influimos. Las muchas reglas y normas, por bien intencionadas que sean, generan desánimo. Por otra parte, vemos que la gente se siente desbordada cuando se duplica en un solo día la población de su pequeña aldea. Se quedan con la sensación de que no los oyen, no los ven. Se sienten marginados, desautorizados, sacrificados por «un bien superior». Son personas que no desearían negarle a nadie un futuro mejor, pero temen que la factura tendrán que pagarla sus propios hijos.
Esta falta de poder genera separación entre las personas, en la sociedad, en Europa. Nos lleva a una dinámica de «nosotros» contra «ellos». Las personas más vulnerables, no importa de cuál lado estén, son los que salen peor parados. Esta discordia desesperanzadora se hace visible en el deambular de los refugiados entre nosotros. Los mandan de aquí para allá como un balón en un partido.
De manera que en este reconocimiento, en este recordar, apelamos a la compasión de todas las gentes de Europa. Abrid los ojos. Miraos unos a otros. Ocupaos unos de otros. Escuchaos unos a otros. No busquéis conclusiones prematuras sino aprended a escuchar. Cada persona tiene su relato que contar, cada persona tiene un corazón, ojos, manos. No solamente los refugiados, no solamente los generosos, no solamente los afligidos. No carecemos de poder, aunque lo parezca. No carecemos de poder siempre que tengamos una voz para contar nuestros relatos, siempre que tengamos oídos y corazones para escucharnos unos a otros. No carecemos de poder siempre que estemos dispuestos a convivir: todos nosotros, seres humanos.
Que Dios nos acompañe.
El documento viene firmado por líderes autorizados de menonitas de Alemania, Austria, España (firma por AMyHCE David Becerra), Francia, Países Bajos, Portugal y Suiza, así como del Congreso Mundial Menonita y la ONG internacional MCC (Comité Central Menonita).