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Diccionario de términos bíblicos y teológicos
palabra, Palabra — 1. Unidad de expresión del habla humana. En lo que aquí nos interesa, el término «palabra» viene a significar todo un discurso, un mensaje, un acto de comunicación (con el prójimo, con la deidad y otros seres invisibles, con uno mismo). 2. (Con mayúscula:) Jesucristo. 3. (Con mayúscula, en la tradición evangélica o protestante:) la Biblia.
1. En la antigüedad generaba tal vez más interés o curiosidad filosófica que hoy día el acto de comunicación verbal humana como misterio por el que una secuencia de sonidos genera resultados tan claros y eficaces como si fuera una acción física. Con palabras (y a veces por malentendidos sobre palabras) se generaban guerras en las que podían morir miles de personas y ser arrasadas ciudades enteras y sus campos de cultivo. Con palabras se maldecía y bendecía, comprometiendo así el futuro de la persona —para bien o para mal. Con palabras se edificaban murallas, levantaban templos monumentales, construían inmensas infraestructuras de riego. La historia de Babel en Génesis, ilustra la necesidad de las palabras para tales proyectos, contando lo que sucede si hay palabras, tal vez, pero que no se entienden. Pero ya antes en el mismo libro de Génesis, la creación del universo es el efecto material de pronunciar palabras divinas.
Aunque en el hebreo bíblico hay una riqueza de términos —como en cualquier idioma— para describir emociones (amor, odio, enemistad, compañerismo, complacencia, ira, desprecio, admiración), éstas se suelen expresar muy frecuentemente mediante la naturaleza del discurso hablado: el desprecio o menosprecio, con burlas y risa; al amor o lealtad, mediante alabanzas y descripción de la belleza o virtudes del ser amado; la ira con amenazas, descalificaciones y maldición.
Por otra parte, los mandamientos, la Ley de Moisés, se describen a veces en diversas exclamaciones de adoración (en algunos Salmos, por ejemplo) como «tus palabras». Meditar en «tus palabras» en esos contextos significa especialmente conocer lo que Dios había mandado y proponerse una lealtad completa y obediencia ciega a esos mandamientos. Aunque tal vez también, por extensión, podía referirse a las instrucciones dadas por los profetas, cuya función era adornar y explicar aquellos mandamientos y alianza de Dios con su pueblo.
2. Aunque las palabras de Dios son especialmente sus mandamientos (y también los discursos proféticos), también son palabras lo que emplea Dios para crear el universo, como ya hemos mencionado. Esta idea tiene especial recorrido en el libro de Proverbios, donde se medita menos en el concepto de «palabra» que en el contenido de «sabiduría» que expresan esas palabras. Paralelamente, en el desarrollo del pensamiento helenista (la cultura del Medio Oriente durante los últimos siglos a.C. y hasta nuestra Edad Media), el logos («Palabra») es una emanación de sabiduría divina por la que todas las cosas están en orden y tienen su existir.
En el evangelio de Juan tenemos uno de los encuentros más o menos naturales del concepto hebreo de «Sabiduría», el decir las palabras de Dios, con que se crea todo lo que existe y sin la cual nada puede existir ni subsistir, por una parte; y por otra parte, el concepto griego de logos o «Palabra» divina con más o menos esa misma función. Lo novedoso en Juan no es relacionar estos conceptos griego y hebreo, sino atreverse a imaginar que sea posible que la Palabra pueda hacerse carne, carne de hombre, cuerpo de un ser humano de clase humilde, un hombre oprimido por las autoridades y por «el sistema», despreciado y humillado y matado por el mismo gobernador militar que lo declaró inocente.
¿Cómo es posible que este hombre, que corrió esa suerte tan vulgar (en el sentido de que es una suerte propia de personas esclavas y de clase baja, sin prestigio social ni influencia política)… este hombre sea el eterno logos, la eterna Palabra creadora y vivificadora de Dios? ¿En qué estaba pensando Juan cuando dice (Jn 1,14) que «Vimos su gloria, gloria como del único hijo nacido de Dios»? ¿Dónde está en este rabino galileo la gloria de Dios, dónde la sabiduría eterna, donde la gloriosa Palabra como emanación divina?
Como Marcos, el evangelio de Juan no nos brinda un relato de la Navidad. En lugar de eso, lo que hace es plantearnos el mismo misterio en otras palabras: el logos, la Palabra de Dios, en forma de ese pobre hombre, el rabino Jesús, que un día colgó de una cruz ante las burlas de la humanidad entera.
Jesús es la Palabra de Dios. Él esel mensaje de Dios para la humanidad. Su debilidad e indefensión y mansedumbre es el poder de Dios que sostiene los cimientos del universo.
3. En la tradición cristiana evangélica o protestante, el término «la Palabra» se suele emplear como sinónimo de «la Biblia».
—D.B. |
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