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Nº 111
Mayo 2012

Diccionario de términos bíblicos y teológicos


temor1. Miedo, terror, sensación de espanto por un peligro inminente. 
2.
  Reverencia, respeto, adoración, amor.

1.  El temor se presenta normalmente como una reacción negativa, indeseada, frecuentemente injustificada, ante los hechos o ante la revelación de Dios.  «El amor echa fuera el temor; y en el amor perfecto no hay temor» (1 Jn 4,18).

En la Biblia, las primeras palabras cuando se aparecía un ángel eran: «No temas».  Parece ser que la aparición de un ser tan directamente conectado con Dios y con el Cielo provocaba la misma reacción que la habitual en los protagonistas de ciertas películas hoy día, cuando se encuentran ante un alienígena o extraterrestre.  Sabiéndose tan hondamente limitados y mortales ante un ser inmortal con poderes superiores, los personajes bíblicos sienten espanto y temor en la presencia de los ángeles.  Pero es un temor que aunque natural, no está justificado; por cuanto la aparición de los ángeles es habitualmente para traer buenas noticias de salvación inminente para el pueblo de Dios.

En otros casos, el temor es negativo y no se justifica porque resulta de una falta de fe y confianza en Dios.  Los enemigos mucho más numerosos y mejor armados que el pueblo de Dios sólo espantaban a los que ignoraban que «Son más los que están con nosotros que los que están con ellos», como le dijo Eliseo a su siervo (2 R 6,16), y que el poder de Dios es plenamente capaz de defendernos de cualquier enemigo.  Ninguna circunstancia negativa, ninguna situación en que nos podamos encontrar, resulta jamás imposible de resolver para el Señor.  De ahí las frecuentes exhortaciones a descansar y confiar tranquilos, esperando y observando actuar la salvación de Dios.

En efecto, defendernos nosotros mismos en lugar de esperar en Dios denuncia que lo que nos mueve es el miedo; por cuanto si Dios nos defiende, sobra y es ridícula cualquiera defensa humana.  Los cobardes pelean; pero los valientes esperan en Dios.  Ambos pueden sufrir y morir a pesar de todo.  Pero los cobardes no entrarán a la Vida (Ap 21,8), mientras que los que confían en Dios hallarán recompensa eterna.

Hasta cierto punto —y admitiendo que sobre este tema hay opiniones y testimonios muy diferentes— esto mismo es aplicable al ámbito espiritual.  Quien por la gracia de Dios vive libre del temor, no pelea contra demonios y malos espíritus.  Sencillamente se encomienda a la protección de Dios, luego se olvida de que existan tales cosas y se dedica a la fidelidad a Dios, la adoración y las buenas obras.  No se deja espantar por sombras ni ninguna realidad invisible, por cuanto confía que el Creador y Sustentador de todo lo que existe vela por su bien.

2.  La palabra «temor» se emplea frecuentemente en la Biblia para expresar el concepto de reverencia o respeto o sumisión delante de Dios.

«Temer a Dios» y darle gloria o adorarle, son términos más o menos equiparables.  «Temer a Dios» es reconocernos sus inferiores, reconocer que por la insalvable diferencia de poder y autoridad entre Dios y nosotros, estamos obligados a obedecerle sin rechistar y a expresarle ardientemente nuestra devoción y adherencia y lealtad.  Vivimos con tan especial intensidad esta lealtad personal a Dios, que «temer a Dios» viene a ser lo mismo que amarle.

Es tan infinita la diferencia de rango entre Dios y nosotros, que este temor es el necesario contrapeso a un exceso de familiaridad y presunción con que algunos tratan a Dios como si fuese nuestro igual, dándole órdenes como si fuese nuestro mandado.  Las oraciones en la Biblia nunca olvidan nuestro carácter de peticionarios ante un superior, de súbditos ante un soberano absoluto con derecho a disponer a capricho de nuestra vida y muerte.  Expresan confianza, sí, pero sólo porque este ser tan infinitamente superior ha declarado sernos propicio y favorable.  Y las oraciones en la Biblia, por consiguiente, nunca olvidan las formas —que son de hondo respeto, reverencia y humillación hasta el polvo ante quien no somos dignos de presentarnos.

Jesús —bien es cierto— nos enseñó a tratar al Señor de Papá.  Pero ese amor y esa confianza filial nunca deberían llevarnos a olvidar que este Papá sigue siendo el Amo y Señor del universo entero, mientras que nosotros somos como la hierba, que hoy florece y mañana se marchita y desaparece.  Que Dios nos conceda con magnanimidad el privilegio de tutearnos con él, no debería hacernos perder la cabeza:  ¡No!  ¡No somos iguales que él!

• Estas dos acepciones —la negativa y la positiva— del término «temor», parecen contradictorias.  Pero es necesario no privilegiar un sentido contra el otro, sino vivir plenamente ambas cosas a la vez.

— Dionisio Byler

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