Larry Miller considera sus 22 años al timón del Congreso Mundial Menonita
por Phyllis Pellman Good, para CMM
«Mientras haya viento en las velas…»
Estrasburgo, Francia — Larry Miller recuerda con claridad un momento cuando, a los treinta y ocho años, se preguntaba si debía aceptar la nominación para liderar el Congreso Mundial Menonita. Corría el año 1988 —hace 23 años— y estaba sentado en una biblioteca universitaria en Estrasburgo, donde vivía.
—Estaba trabajando en mi tesis doctoral y vi en la estantería un libro por uno de mis profesores. Lo tomé. Estaba polvoriento. Nadie jamás lo había retirado para leer. ¡De repente me di cuenta que el futuro que me aguardaba, era escribir esa clase de libros!
Miller acababa su doctorado en estudios del Nuevo Testamento y estaba siendo considerado para una cátedra en ese campo en la facultad protestante de la Universidad de Estrasburgo. Pero algo inesperado había aparecido en su vida. Las iglesias menonitas europeas le habían nominado para el cargo de Secretario Ejecutivo del Congreso Mundial Menonita.
Larry y su esposa Eleanor, se habían dedicado a apoyar a estudiantes internacionales en París (por cuenta de los menonitas europeos y de la Junta Menonita de Misiones, de Norteamérica), al activismo por la paz y a las relaciones intereclesiales (por cuenta del Comité Central Menonita).
—Estaba trabajando en cuestiones internacionales y ecuménicas y mi interés y experiencia en esas áreas crecía. Pero, ¿sería que el Congreso Mundial Menonita —que la mayoría de la gente entiende ser esas asambleas multitudinarias espectaculares cada seis años— encajaba con mis dones y mi personalidad? Mi interés creciente en CMM sorprendió a muchas personas que me conocían. ¡Hasta a Eleanor! Sentí, sin embargo, que éste podía ser un llamamiento a recibir vida mediante la iglesia mundial.
Miller empezó como Secretario Ejecutivo en el transcurso de la Asamblea de CMM en Winnipeg (Canadá) en 1990. El entorno, la música, la ceremonia, todo tenía un toque de espectacularidad; pero Miller y la organización debían hacer frente a un déficit de miedo al concluir esa semana de reuniones.
Hoy, Miller reflexiona que: «Aunque MCC debía hacerse cargo de esa realidad —cosa que conseguimos hacer— nunca me sentí presionado a «tener éxito» construyendo una institución grande. Al contrario, el enfoque era hacer que esta embarcación diminuta —CMM— abriera sus velas al viento. El viento estaba claro que soplaba, de manera que la tarea entre manos era ajustar las velas para que el viento nos diera impulso».
Miller observa que le ha tocado servir a los anabaptistas de todo el mundo durante un período de transformación fundamental. «Mi primera vocación ha sido amplificar la voz del Sur Mundial, que estaba en pleno auge. Esa voz, esa capacidad, exige más espacio y mayores oportunidades. Muchas veces he tenido la sensación de Juan el Bautista, de que algo mayor está por llegar».
Un riesgo importante
En enero de 1997, se produjo en Kolkata (antes Calcuta), el primer Congreso Mundial Menonita bajo el liderazgo de Larry Miller. Fue en amplias carpas en los terrenos de un campus académico. Esa iniciativa atrevida contrastaba marcadamente con la asamblea inmediatamente anterior, que se había realizado en un impresionante y bien equipado Palacio de Congresos en el centro de Winnipeg.
—Había potencial para desastre por todas partes —recuerda Miller acerca del evento en Kolkata—. Antes de entrar yo al equipo de CMM, se había empezado a hacer planes para celebrar la asamblea en el barrio diplomático y aristocrático de Nueva Delhi. Esa ubicación no me parecía la idónea.
—Pero no había ningún precedente para la celebración de una gran asamblea mundial en Kolkata. Fue una iniciativa contracultural. Ninguna otra comunión mundial había celebrado jamás un cónclave multitudinario en Kolkata. Así que tuvimos que organizar el nuestro desde cero.
—¿Vendría la gente? ¿Seríamos capaces de celebrar con éxito un evento tan complicado allí? ¿Conseguiríamos saldar las cuentas? ¿Acabarían desbordados los asistentes por la propia ciudad en sí?
Las conferencias nacionales indias que son miembros de CMM, junto con un equipo de nacionales empleado por CMM, trabajó diligentemente y con una perseverancia extraordinaria para hacer de anfitriones a una reunión mundial de unos 4.500 menonitas y Hermanos en Cristo.
Esa decisión valiente y contraste marcado con encuentros anteriores, despejaron el camino para que otros aspectos del programa de la asamblea vieran la luz. Por primera vez hubo una «Aldea Mundial Menonita», un espacio donde los delegados podían aprender acerca de la vida de las iglesias en cada región continental, conociendo sus comidas típicas y viendo sus exposiciones culturales. Fue la primera vez, también, para la dinámica de Asamblea Reunida y Asamblea Esparcida. El caso es que estos elementos funcionaron tan bien que se han constituido en algo que no podía faltar de las asambleas posteriores de CMM.
—Mi sorpresa —comenta Miller ahora— fue que ningún elemento de la reunión en Kolkata acabase en desastre. Y como fue una experiencia buena y positiva, ese evento permitió al Congreso Mundial Menonita emprender direcciones nuevas. Hizo posible una reorientación de CMM. Yo considero que fue un hito, un punto de inflexión.
La segunda asamblea que organizaron Miller y su equipo fue la que se celebró en Bulawayo, Zimbabwe. A pesar de condiciones inquietantes de incertidumbre política, económica y de alimentación en el país, las iglesias de Hermanos en Cristo nos recibieron con una hospitalidad extraordinaria.
—Zimbabwe suscitó muchas de las mismas inquietudes que Kolkata. ¿Constituía, en definitiva, valentía o tan sólo estupidez traer miles de personas ahí? Pero habíamos sobrevivido Kolkata, de manera que ni siquiera un pequeño traspié en Zimbabwe habría resultado fatal para CMM. |
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—Al mismo tiempo —afirma con énfasis— la iglesia mundial sin la iglesia local tampoco puede ser la realidad plena de la iglesia. Cualquiera de las dos partes sin la otra, es pura herejía.
Miller pasa rápidamente a otro tema que ha sido característico de su liderato de CMM:
—Aunque hemos empezado a comprender la maravilla de lo que supone pertenecer a nuestra propia familia mundial de la fe, éste es sólo un fragmento. Lo que empieza a perfilarse es una conexión creciente con otras comuniones mundiales de cristianos. Tenemos que ver nuestras iglesias cristianas mundiales como parte de una iglesia universal entera, a la que también pertenecemos. Tenemos que vivir dentro de esta iglesia entera; de lo contrario, no viviremos.
—Aunque el don que supone nuestra comunidad anabaptista está siendo reconocido por otras comuniones mundiales, también lo está siendo nuestro carácter limitado. Lo mismo pasa con esas otras iglesias. Empezamos todos a reconocer que nos necesitamos unos a otros.
Las luchas y los dones
¿Qué dificultades le ha supuesto a Larry su experiencia como Secretario General de CMM?
—He vivido una serie imparable de adioses —observa—. Y aunque he tenido tantísimos puntos de contacto, están casi todos a cierta distancia.
Los despachos de CMM en Estrasburgo, donde está basado Miller, han contado con un promedio de cuatro personas en el equipo de gestión. El resto del equipo y el liderazgo ejecutivo, están diseminados por todo el mundo.
—El trabajo resulta a veces pesado y solitario —añade—. Sin embargo ha sido siempre estimulante. Para mí, éste ha sido un lugar de vida, un don de la vida.
¿Qué inquietudes siente Miller acerca de este Congreso Mundial Menonita, que él reconoce es una organización que adolece de incertidumbres, pesadez y fragilidad?
—Estamos en un momento histórico de transición —opina Miller—. Está el declive de las iglesias del Norte. Aunque cuando se pertenece a un cuerpo mundial de la fe, siempre habrá algún sector que está experimentando nueva vida y una visión que nos puede renovar el impulso a todos. El centro de gravedad de la iglesia ha pasado al Sur. Tenemos que seguir ajustando nuestras velas conforme a esa realidad, para captar este viento nuevo del Espíritu.
—Con gratitud, me puedo imaginar que César García (el Secretario General entrante de CMM), junto con los que le acompañarán, recogerán la visión para el futuro. Me ilusiona la idea de ver cómo la encarnan. Mi experiencia de trabajo con César ha sido una de mis grandes alegrías, entre mis mejores experiencias en CMM. Él y su equipo vivirán el futuro desde sus propios mundos y contextos, yendo hacia delante con el Espíritu. Les corresponde a ellos imaginarlo.
El 1 de agosto de 2011, la ejecutiva del Congreso Mundial Menonita, junto con algunos integrantes del equipo de trabajo y representantes de las cuatro iglesias miembros de CMM en Norteamérica, se reunían en torno a una gran mesa en Grantham, Pennsylvania. Se trataba del lanzamiento de la organización de la XVI Asamblea, a celebrar en 2015 en Harrisburg, Pennsylvania.
Danisa Ndlovu, presidente de CMM, abrió la reunión con un devocional, reconociendo dos motivos de una cierta inquietud ese día: El comienzo de la preparación para una nueva asamblea, y el primer día de actividades oficiales para César García como Secretario General electo.
Cuando le tocó hablar a Larry Miller, dijo: «¡Al cabo de 22 años con el Congreso Mundial Menonita, doy fe de que éste no es un momento para miedos, por cuanto es un momento de vida nueva!»
[trad. por DB para El Mensajero] |
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