La madurez cristiana (19 y fin)
Algunas conclusiones finales
por José Luis Suárez
Esta serie de artículos que hoy concluyo sobre la madurez cristiana ha sido una reflexión sobre la persona que más ha marcado mi vida —Jesús— de tal forma que se ha convertido es una referencia en todo lo que pienso y vivo. Pero es también al tiempo, un testimonio sobre algunas cosas que he aprendido sobre el tema. Por eso quiero hacer mías las palabras del apóstol Pablo: «No quiero decir que haya logrado ese ideal o conseguido la perfección, pero me esfuerzo en conquistar aquello para lo que yo mismo he sido conquistado en Cristo Jesús» (Filipenses 3,12).
No he llegado al final de la madurez, pero sí afirmo que éste es el camino por donde quiero andar el resto de mi vida. Es por ello que más que una reflexión, esta serie de artículos ha sido el fruto de un aprendizaje personal que emana de mi propia vida.
No pretendo decir a mis lectores que la madurez se vive tal como yo la entiendo e intento vivirla, pero sí soy consciente que si he logrado transmitir mi propia experiencia con suficiente honradez, quizás pueda ser útil mi camino para otros.
I. Jesús modelo de madurez.
Para los cristianos, Jesús es siempre el modelo de referencia para vivir la fe. Las palabras y la vida de Jesús deben ser la luz que inspira el caminar diario de sus seguidores. Mi propuesta es que Jesús es el modelo perfecto de madurez. Es por ello que a lo largo de esta serie de estudios las referencias a Jesús han sido constantes.
Deseo como colofón final de esta serie enumerar tres (podrían ser más) elementos fundamentales que caracterizaron la vida de Jesús en relación al tema. Luego terminaremos con seis propuestas para nuestro caminar en la madurez, sin olvidar el «para ir más lejos» con lo que he concluido cada artículo de esta serie.
1. Jesús, modelo de autenticidad.
Jesús, a lo largo de su ministerio, supo conjugar dos realidades inseparables como son las palabras y los hechos. Esta apuesta de Jesús por unir hechos y palabras fue uno de los mayores desafíos a lo largo de su vida. No sólo habló del perdón —aunque dijo mucho a cerca de este tema— sino que fue capaz, en los momentos más duros de su vida, de poner en práctica aquello que había enseñado a sus seguidores. Cuando le estaban crucificando, pidió al Padre que les perdonara (Lucas 23,34). En esa oración no sólo pide al Padre que les perdone, sino que intenta excusar el mal que están haciendo: «Porque no saben lo que hacen».
Jesús no solo habló de amor —aunque los evangelios están llenos de frases en las que invita a sus seguidores a amar incluso al enemigo— sino que supo practicar el amor hasta el final de su vida. Es digna de citar la frase del Evangelio cuando nos dice de Jesús: «Sabiendo que su hora había llegado, habiendo amado a los suyos, los amó hasta el final» (Juan 13,1). En el último tramo de su vida, el más amargo, duro e injusto ya que sería abandonado hasta por sus discípulos, decidió amar hasta el final.
El mismo evangelista nos narra, para terminar el libro, el encuentro de Jesús con Pedro. Juan 21,15-25. Este es un relato de amor tan conmovedor que nos sobrepasa. No sólo porque no critica a Pedro el haberlo abandonado en los momentos más duros de su vida, sino porque es capaz de ir al encuentro de Pedro para restaurarle y lo hace de una forma creativa y llena de amor.
Nietzsche afirmó: «Una cosa es mi persona y otra son mis escritos». Jesús dijo: «Quien me ha visto a mí, ha visto al Padre» (Juan 149). Jesús apostó por decir «No» a una doble vida, fuera en el campo que fuera.
2. Las personas están por encima de todo lo demás.
Jesús a lo largo de su vida se enfrentó a posturas rígidas e intransigentes de los líderes religiosos de su tiempo. Su seguidores se las vieron en dificultades para entender su mensaje, que si bien las leyes y normas humanas son necesarias para la convivencia, el ser humano está por delante de todas ellas. Esta postura de Jesús se convirtió en una de las causas mayores que le llevarían a la cruz.
Las palabras de Jesús en Marcos 2,27: «Dios hizo el sábado por causa del ser humano, y no al ser humano por causa del sábado», es la declaración más potente de que el ser humano es sagrado. Es lo primero. Es la prioridad que hay que atender.
La apuesta de Jesús por el ser humano por encima de todo lo demás, le llevó a enfrentarse a situaciones límites. Tal el caso de la mujer adúltera en Juan 8. También los casos de curación en el día de reposo que nos narran los evangelios.
3. Una misión que cumplir.
Nada más empezar su ministerio, Jesús empezó a proclamar la llegada del Reino de Dios. La proclamación del nuevo Reino que ha llegado ya y que aún ha de llegar, significó para Jesús la dedicación de toda su vida a esta proclama.
Recomiendo la lectura del libro de Antonio González, Reinado de Dios e Imperio, que de forma magistral, en el capítulo sobre la estrategia del Mesías, explica con todos los detalles las características de este Reino. Sugiero que estas tres características de Jesús deben convertirse en la forma de vivir de una persona madura en la fe. Sin unidad entre palabras y hechos, sin ser capaces de poner el ser humano como valor supremo por encima de todo lo demás, y sin haber descubierto cual es la tarea fundamental de la vida o el sentido de la vida en este mundo, no se puede afirmar que se está en el camino de la madurez. Y menos, que ya se ha llegado al final del camino. |