El aspirante a discípulo (5)
por Marco Antonio Manjón Martínez
El proceso de acercamiento a Jesús
El tercer paso:
El compromiso inteligente
La realidad de discípulo de Jesús es una vocación para ser vivida aquí, en este mundo, y necesita una decisión libre, muy meditada. Tiene que ver mucho con un proceso de pensamiento consciente e inteligente.
Aceptar «ser discípulo» significa dar un paso hacia el cambio, a que pueda operar el milagro en nuestro interior. Significa cuestionar nuestro concepto de vida para someterla a la transformación del aprendizaje, del discipulado, mediante una elección intelectual.
Este paso de compromiso se da. Para que sea duradero se afirma con la inteligencia, en la frialdad del desierto emocional, no desde la emoción de un momento de avivamiento. Requiere tiempo, porque es un proceso continuo repleto de experiencias, de buenos y malos momentos. Es solamente después de los momentos buenos y malos, una vez que se ha entendido la profundidad del mensaje y el camino que le marca el Maestro —de forma consciente, inteligente y fría— que la persona puede afianzarse en el compromiso que le marcará como discípulo.
Es en este momento, con este paso de compromiso, cuando el discípulo asume, a su vez, un compromiso de fe: Creer que algo que no ve a su alrededor, que, prácticamente, no se da ni se vive en las estructuras sociales y en las relaciones humanas que le rodean, pude ser posible porque es el planteamiento que el Maestro le enseña. El discípulo ha de creer, ha de visionar en su cabeza esa realidad, ese estilo de vida para el ser humano, esa dimensión del Reino de Dios, del Pueblo de Dios. Y ha de aceptar que una realidad social con las connotaciones que describe Jesús y que ya venían reclamando los profetas, es posible para ser vivida aquí, en este planeta, en esta sociedad humana, con una dimensión extraestatal, por encima de las limitaciones de los círculos del poder sociopolítico.
El discipulado no consiste en aceptar lo que otro te dice sin más ni más, porque simplemente crees en él. Lleva implícita una aptitud de la propia voluntad y de la propia inteligencia. Significa entender lo que está pasando, aceptarlo y elegir vivirlo. El discípulo es protagonista de sus acciones, las que le ha marcado el maestro, porque las entiende y libremente lo acepta e interioriza. El discipulado funciona desde la libertad y desde la completa autonomía personal de cada uno, tanto la del discípulo como la del maestro. |
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