La madurez cristiana (7)
La maduración pasa por el camino de la humildad
por José Luis Suárez
Cuando me propuse empezar esta serie de estudios, no sabía muy bien donde me llevaría y ni aún ahora lo sé. Porque este pequeño proyecto es como la vida misma, ya que podemos hacer muchos planes pero luego llegan acontecimientos imprevistos que cambian todo lo que habíamos planeado. Así es la vida del ser humano y así es el proceso de la maduración y de todo proyecto que hacemos en la vida. A medida que he venido reflexionando y observando mis vivencias sobre este tema, he ido descubriendo ciertas realidades sobre las que me gustaría seguir escribiendo en esta serie de artículos. El tema de la humildad es uno de ellos.
Por ello, este estudio que presento ahora tendrá una primera parte, que será una reflexión bíblica, para presentar en el próximo número de El Mensajero la segunda parte, en la cual intentaré relacionar la parte bíblica de la humildad con la maduración.
A estas alturas de esta serie de estudios, al tiempo que quiero estar abierto a las sorpresas, a la inspiración divina, deseo mantener el hilo conductor con el que empecé y que recuerdo a mis lectores: Cada vez me atrevo menos a hablar, o escribir de aquello que no forma parte de mis propias vivencias, incluso de mis creencias cuando ellas no forman parte de mi vivir diario, ya que considero que la cabeza no es un buen lugar para vivir. Aunque no deja por ello de ser importante y en muchos momentos necesario.
Uso en mi vida el intelecto, pero sé muy bien que entender no es lo mismo que saber, y que la compresión intelectual no es lo mismo que la realización, como no es lo mismo la fe de la razón y la fe de la vida que vivimos en el día a día. Aunque también afirmo que la vivencia sin la reflexión, o el caminar por la vida sin mapas de referencia, nos puede llevar a cualquier sitio menos al que queríamos llegar. Así mismo, si tenemos un mapa pero no recorremos el camino, tampoco llegamos a ninguna parte.
En estos momentos, cuando me pongo a escribir sobre la humildad, observo que es una de las realidades en mi vida con la que más vengo luchando y que tendré que luchar toda la vida. Por lo que este artículo es el reflejo de mis propias reflexiones, vivencias, inquietudes, fracasos, transformaciones y esperanzas. También he observado en mi propia vida (como en la de otros) que cuando en lugar de ser humilde soy prepotente, altivo, soberbio, engreído y orgulloso… puedo hacer daño a los demás; y con estas actitudes algunas personas se alejan de mí.
Reflexión bíblica
El punto de referencia en cuanto a la humildad así como en todo lo que concierne la vida cristina, no es otro que la vida y la enseñanza de Jesús. A modo de presentación para este estudio, dejo algunas de las muchas claves bíblicas y breves comentarios en cuanto al tema.
La vida de Jesús (Salvador, Maestro, Rey, Profeta, Señor, etc.), refleja la imagen del Mesías que vislumbran los profetas del Antiguo Testamento. El profeta Zacarías habla del Rey que vendría con humildad y montado en un asno (Zacarías 9,9).
Jesús se presenta ante sus contemporáneos como el manso y humilde de corazón (Mateo 11,28).
Los apóstoles que recogieron el testigo de lo que vivió y enseño Jesús, tomaron la humildad como parte de su seguimiento a Jesús así como de su enseñanza.
El apóstol Pablo presenta a Jesús en la carta a los Filipenses (2,5-8) como el Señor del universo que pierde todos sus derechos y se humilla hasta la muerte en la cruz.
El libro del Apocalipsis nos narra como al final de los tiempos, el Señor de la historia es al tiempo el Cordero inmolado, manso y humilde de corazón.
A lo largo del Nuevo Testamento, Jesús invita a sus seguidores a tomarlo como referencia para la vida. En su programa de lo que debe caracterizar la vida del Reino, la humildad aparece como un signo distintivo de la vida de todo cristiano (Mateo 5,3).
Jesús propone como norma de vida a sus seguidores: «Aprended de mi que soy manso y humilde de corazón» (Mateo 11,28). Al tiempo que Jesús invita a sus seguidores a ser humildes, denuncia los signos de poder sobre los demás (lo opuesto a la humildad) en los líderes de su tiempo.
El mismo apóstol Pablo antes de presentar a Jesús como el Rey humilde, dice a sus lectores: «Haya, pues en vosotros esta actitud que hubo también en Cristo Jesús» (Filipenses 2,5); y en la carta a los Gálatas nos presenta la humildad como una de las característica de la vida cristiana (Gálatas 5,23).
La propuesta bíblica en cuanto a la humildad apunta a que es un signo de la salvación y de la nueva vida en Cristo. La humildad no se debe únicamente a un comportamiento dependiente de la voluntad humana ni tampoco al carácter o temperamento de una persona, sino a la obra del Espíritu Santo.
Juan Driver, en su libro Militantes para un mundo nuevo, habla de «Bienaventurados los humildes», y nos dice: «Esta visión es demasiado revolucionaria para que fuese aceptada por la iglesia a través de su historia. Si realmente captáramos esta visión, cambiaría nuestra escala de valores, nuestro estilo de vida e incluso (por qué no decirlo) una buena parte de nuestra vida y actividad eclesial. La persona humilde no es una persona apocada, ni que le falta espíritu para actuar».
El deseo de poder y mando sobre otros ha sido (y sigue siendo) la gran tentación del pueblo de Dios a través de la historia. Sugiero que la humildad sea una manera de ser, de vivir, de relacionarse con Dios, con uno mismo y con los demás. La humildad nos pone en guardia contra la arrogancia, la altivez y el orgullo y nos recuerda en última instancia que Dios está al lado de los humildes, los ensalza y hace caer a los poderosos de su trono.
Para poder ir más lejos
Puede el poder, como dominación sobre los demás, ir de la mano con la humildad?
El teólogo José María Castillo en su libro El reino de Dios, cuando habla de poder y religión, enumera algunos de los signos del poder de los líderes religiosos:
1. Vestirse de manera distinta y por supuesto más solemne que el resto de los mortales (Marcos 12,38).
2. Ser reverenciados en lugares públicos. Ser los primeros a los que había que saludar en los sitios más frecuentados por el pueblo (Marcos 12,38).
3. Ponerse en los primeros puestos, fuera en las sinagogas o banquetes. Sentarse en los lugares reservados para personalidades distinguidas.
4. Hacer todo para dar la impresión de ser personas intachables. Según Mateo 23,5, esto lo hacían para llamar la atención.
Antonio González en su libro Reinado de Dios e Imperio. nos habla del pueblo del Cordero y nos recuerda que el reinado de Dios a diferencia de los imperios mundiales no se caracteriza por la dominación; y que las comunidades cristianas son las primicias de la nueva humanidad, donde la dominación de unos seres humanos por otros ha desaparecido.
Me atrevo a afirmar que esta propuesta de Antonio González, solo se puede vivir con la gracia de Dios y desde la humildad.
Algunos textos bíblicos que nos hablan de la humildad
- Mateo 20,20-28 y 21,1-11
- Marcos 9,33-37
- Lucas 14,7-14; 18,9-13
- Juan 13,1-16
«El mayor don que podemos otorgarnos unos a otros es nuestra propia vulnerabilidad» M. Scott Peck.
«Cuanto más grande es la isla del conocimiento, más larga es la costa del misterio» (Huston Smith). |