Los padecimientos de nuestros hermanos en el Congo
Por Will Braun, para Canadian Mennonite
Waterloo (Canadá), 30 de agosto — Ha habido docenas de menonitas congoleños asesinados, cientos de sus casas incendiadas, miles han huido de la violencia que consume la región de Kasai, donde tuvo sus orígenes la Iglesia Menonita de la República Democrática del Congo.
Una respuesta de colaboración entre diferentes agencias anabautista va a procurar traer algo de alivio a 1,4 millones de personas (unos 800.000 de los cuales son menores) desplazadas por el conflicto armado en la región de Kasai. Los comités de socorro creados por dos agrupaciones de menonitas en el Congo darán forma y sustancia a esta iniciativa. El Comité Central Menonita (MCC, por sus siglas en inglés) está coordinando las diversas organizaciones norteamericanas e internacionales anabautistas que cooperan.
Los líderes de la iglesia del Congo han comunicado la muerte confirmada de 36 menonitas, la destrucción parcial o completa de 12 escuelas, 16 iglesias y 342 hogares de sus miembros. Estas cifras son incompletas, por cuanto datan de agosto de 2017.
Por medio de un traductor y por Skype, el pastor Adolphe Komuesa Kalunga, presidente de Communauté Mennonite au Congo (Comunidad Menonita del Congo) habló de las dificultades que tienen los líderes de las iglesias para comunicarse con sus miembros, por cuanto muchos se hallan escondidos en la selva. Komuesa es también un miembro electo del gobierno nacional del presidente Joseph Kabila.
La violencia comenzó el año pasado con tensiones entre el gobierno y un cacique en Tshimbulu, en una región que se considera opuesta al gobierno. Sintiéndose ninguneado por el gobierno de Kabila, este cacique, cuyo título tradicional es Kamuina Nsapu, formó una grupo armado rebelde que destruyó un puesto local del gobierno. Entonces las fuerzas del gobierno lo asesinaron y se negaron a entregar su cadáver a su familia.
El grupo armado de ese cacique, que también se llama Kamuina Nsapu, fue fortaleciéndose gracias a los resentimientos derivados de una distribución desigual de la riqueza, y por su creencia en una deidad tribal que los líderes rebeldes alegaban que haría invencibles a sus guerreros.
Las fuerzas gubernamentales respondieron, según se cuenta, con asesinatos indiscriminados cometidos en las zonas asociadas a los rebeldes. Esta primavera pasada, ante la continuidad de las hostilidades, surgió un nuevo grupo armado de notoria brutalidad, Bana Mura, que según la ONU cuenta con la participación de adeptos al gobierno. La violencia sigue generalmente unos parámetros étnicos, donde al parecer ambos bandos han cometido atrocidades. Ha habido pueblos enteros aniquiladas según la etnia de sus habitantes, y la cifra de muertos supera los 3.000.
Historias de violencia
Un grupo menonita de evaluación constituido por miembros de la iglesia del Congo ha recopilado historias de mutilaciones, decapitaciones, y violencia sexual. Dicho equipo entrevistó a sobrevivientes, entre ellos algunos menonitas, en Tshikapa y Kikwit.
Rod Hollinger-Janzen, coordinador ejecutivo de la Misión Intermenonita en África (AIMM, por sus siglas en inglés) que ha estado operando en la región desde 1912, visitó el Congo en julio de 2017. Habló con Joseph Nkongolo, un miembro del equipo de evaluación. Nkongolo contó cómo una madre entregó su bebé recién nacido al cuidado de su hija de seis años, antes de que la mataran junto con su marido. Los rebeldes dejaron que la niña se marchara con el bebé.
Otra mujer vio cómo decapitaban a su esposo, y la obligaron a llevar su cabeza a una especie de altar que habían montado los asesinos. Hay niños que han visto matar y descuartizar a sus padres con machete.
Hollinger-Janzen ha expresado una honda admiración por la entereza y fortaleza de los miembros del equipo: «Cargan con el dolor de tantas personas».
Antes este verano, Hollinger-Janzen se había enterado por un email de Adophine Tshiama, presidenta de la organización de mujeres de la Iglesia Menonita del Congo, que su hermana y algunos miembros de su familia habían sido asesinados por los guerreros de Bana Mura, en dos ataques. El 6 de agosto su cuñada, sobrina y tres de los hijos de su sobrina —que todos daban por muertos— aparecieron milagrosamente después de llevar tres meses escondidos en la jungla. Tshiama no pudo ser entrevistada por hallarse enferma.
La maldición de la riqueza
La historia del Congo está plagada de violencia y explotación. Es el segundo país, por tamaño, en África, y obtuvo su independencia, de un régimen belga opresivo, en 1960. Cuatro años después, Mobutu Sese Seku tomó el poder mediante golpe de estado, dando comienzo a 32 años de notoria crueldad. Contando con unas riquezas masivas generadas por los minerales del país, se dice que acumuló miles de millones de dólares sin que nunca flaqueara el apoyo que recibía de EEUU.
En 1994, tras el genocidio perpetrado en la tribu hutu en el país vecino de Ruanda, Mobuto se alió con los hutu que huían al Congo y querían atacar a los tutsi del país. Eso desembocó en una guerra que se cobró 5 millones de vidas. En 1997, Mobuto fue derrocado por Laurent-Désiré Kabila, de quien es hijo el presidente actual, Joseph.
A pesar de que la constitución exigía que Kabila hijo dejase el cargo al acabar su segundo mandato de 8 años en 2016, ha ido retrasando las elecciones, aduciendo que el gobierno no tiene dispone de medios para generar el censo electoral necesario.
Según ha informado el periódico británico The Guardian, las encuestas indican que Kabila perdería por mucho si se celebrasen ahora elecciones. Se dice que él y su familia controlan una red amplia de intereses económicos en el país, lo cual contribuye a generar inestabilidad. (A pesar de inmensos recursos minerales, el Congo figura como el 176 entre los 188 países del Índice de Desarrollo Humano de la ONU.)
Hay quien opina que el asesinato de Kamuina Nsapu fue parte de un compló para generar un caos que desplazara la atención que recibía la postergación de elecciones.
Menonitas pillados en el medio
En el Congo hay más de 235.000 menonitas repartidos en tres agrupaciones denominacionales: La Iglesia Menonita del Congo, La Iglesia de Hermanos Menonitas del Congo, y la Iglesia Evangélica Menonita del Congo. Solamente Estados Unidos, Etiopía y la India cuentan con mayor número de anabautistas.
Hay varias docenas de iglesias menonitas en la región de Kasai, del conflicto. La Iglesia Menonita del Congo, que es la denominación anabautista con mayor representación en la región Kasai, indica que tiene 19 distritos, cada uno compuesto por entre cinco y ocho congregaciones, afectados directamente por la violencia.
Los menonitas de las demás regiones están intentando aliviar sus necesidades. Muchas familias, frecuentemente con muy pocos recursos propios, están dando acogida a personas desplazadas, y las congregaciones comparten lo que tienen. La repuesta coordinada de organizaciones internacionales anabautistas reforzará estos esfuerzos locales especialmente en Kikwit y Tshikapa, las zonas que están recibiendo el mayor influjo de personas desplazadas.
Bruce Guenther, que encabeza la respuesta para MCC, ha calificado de «alarmante» la escasez de agencias de socorro que se han involucrado en la región Kasai. Los anabaptistas norteamericanos están procediendo «urgente a la vez que prudentemente» para cooperar con las numerosas organizaciones e iglesias presentes en los lugares afectados. Guenther dice que la respuesta anabautista coordenada procura «acompañar a la iglesia del lugar, para responder según nos indiquen ellos».
Komuesa ha indicado que las necesidades prioritarias son de alimento, atención médica, vivienda (especialmente en la estación lluviosa), escolarización y reconciliación. Si bien algunas fuentes indican que el conflicto étnico ha puesto a prueba la unidad dentro de la Iglesia Menonita, dice que sigue existiendo armonía en el seno de la iglesia: «Es nuestro deber salir a compartir con otros esta paz y reconciliación que gozamos».
Según Komuesa las tensiones se van rebajando poco a poco. En su papel como pastor a la vez que funcionario del gobierno, su mensaje a los grupos armados es que dejen de recurrir a la violencia. Ha dicho que corresponde al gobierno proteger a la población y restablecer la seguridad.
Mulanda Jimmy Juma, el representante de MCC en el Congo, indicó por teléfono que la reconciliación empieza con la respuesta de socorro. La meta será conseguir que personas de diferentes grupos étnicos trabajen conjuntamente para hacer entrega de los materiales recibidos, sin considerar las diferencias étnicas. Juma tiene experiencia en la construcción de paz en diversos lugares de África. Habla del valor de tener actividades conjuntas para niños de diferentes grupos, porque cuando los padres ven a los niños jugar juntos, les ayuda a considerar la cuestión desde otra perspectiva.
Una petición de oración
Hollinger-Janzen enfatiza el estrés con el que viven muchos congoleños. A muchos se les hace difícil todos los días alimentar a la familia. Añadamos a ello, dice, el legado de opresión colonial, de interferencia occidental, y un sistema estatal corrupto que nunca ha trabajado por el pueblo. Y en medio de eso, el estallido de violencia.
—Intento imaginar cómo será eso —dice—. Quiero pensar que el Dios a quien adoramos puede acudir a socorrer a cualquiera en cualquier situación; que de alguna manera será posible comunicar el amor de Dios, no importa lo que está pasando.
Anima a apoyar la iniciativa coordinada anabautista por el Congo: «Este es el momento de responder. Es lo que nos llama a hacer Jesús». Como Juma y Komuesa, enfatiza que la primerísima respuesta tiene que ser la oración: «Ahondemos nuestra compasión. Y cuando no sabemos cómo orar, entonces el Espíritu en nuestro interior intercederá».