Parábolas para un mundo que vive a corto plazo (XII)
El compartir produce milagros
José Luis Suárez
En un pequeño pueblo una mujer se llevó una gran sorpresa al ver que llamaba a su puerta un extraño correctamente vestido, que le pedía algo de comer.
—Lo siento —dijo ella—, pero ahora mismo no tengo nada en casa.
— No se preocupe —dijo amablemente el extraño—, tengo una piedra de sopa en mi cartera. Si me permite echarla en una olla de agua hirviendo, yo haría la sopa más exquisita del mundo.
Presa de curiosidad, la mujer consiguió una olla y la puso al fuego. Luego les fue a contar el secreto a sus vecinas, que acudieron enseguida para ver aquel extraño y su sopa de piedra.
El extraño dejó caer la piedra en el agua, luego probó una cucharada con verdadero deleite y exclamó:
—¡Deliciosa! Lo único que necesitaría es unas cuantas patatas…
—Yo tengo unas cuantas patatas en mi cocina —gritó una mujer—. Y en pocos minutos estaba de regreso con una gran fuente de patatas peladas que fueron derechas a la sopa.
El extraño volvió a probar el brebaje. Excelente, dijo, y añadió pensativamente:
—Si tuviéramos un poco de carne, haríamos un cocido más apetitoso.
Otra ama de casa salió disparada y regresó con un pedazo de carne que el extraño, tras aceptarlo agradecido, introdujo en el puchero. Cuando volvió a probar el caldo puso los ojos en blanco y dijo:
—¡Qué sabroso! Si tuviéramos unas cuantas verduras, sería perfecto, absolutamente perfecto…
Un de las vecinas fue corriendo hasta su casa y volvió con una cesta llena de cebollas y zanahorias. Después de introducir las verduras en el puchero, el extraño probó nuevamente la sopa y dijo:
—Falta un poco de sal.
—Aquí la tiene —dijo la dueña de la casa—, aunque nos faltan platos para todo el mundo.
Las vecinas se apresuraron a ir a sus casas en busca de platos. Algunos regresaron trayendo incluso pan y frutas. Todos se sentaron a disfrutar de la espléndida comida, mientras el extraño repartía abundantes raciones de su increíble sopa.
Todos se sentían extrañamente felices mientras reían, charlaban y compartían por primera vez su comida juntos. En medio del alborozo, el extraño se escabulló silenciosamente, dejando tras de sí la milagrosa piedra que ellos podrían usar siempre que quisieran hacer la más deliciosa sopa del mundo.
Lo extravagante de esta parábola y sus consecuencias
Esta parábola nos llena de sorpresa y de estupor, hasta nos hace reír, porque el protagonista de esta historia con su manera de pedir ayuda y el efecto que produce rebasa el realismo de cómo se dan las relaciones humanas. La historia es singular y su desarrollo es absolutamente inverosímil o incluso absurdo, ya que no encaja en nuestras maneras de relacionarnos ni de pedir ayuda. Es esto que nos dificulta entender la profundidad de su mensaje, ya que nos parece algo que no suele pasar en la vida y que normalmente no ocurre nunca. Pero esta historia pone de manifestó que lo que tendría que ser normal en la vida, el pedir ayuda y ser ayudado, no resulte extraño. Los seres humanos hemos organizado la vida de tal manera que nos resulta extravagante que un desconocido llame a nuestra puerta para pedirnos ayuda y más aún, que ante la negación de la ayuda que nos pide (que resolvemos con una mentira) nos sugiera colaboración para solucionar su necesidad. Es esta propuesta de colaboración del hombre que pide ayuda desencadena todo una serie de acciones que producen la sopa milagrosa.
El mensaje de esta parábola
El mensaje de esta parábola es tan sencillo que hasta nos cuesta asimilarlo, aceptarlo y reconocerlo. Esta historia nos enseña que el compartir produce milagros. La mentalidad de muchas personas es que el milagro es una acción divina y siempre se produce de forma gratuita de parte de Dios y por supuesto sin la participación humana. Es verdad que encontramos relatos en la Biblia y en la vida de tantos hombres y mujeres en el que esto es así, pero al tiempo es también una verdad como un templo, que en la mayor parte de milagros que encontramos en la Biblia, así como en tantos testimonios de hombres y mujeres a lo largo de la historia, observamos la participación humana.
Es evidente que el desenlace final de esta historia no entra en la lógica de lo que debía ocurrir a un hombre que pide algo de comer y que se le niega, por lo que lo extraordinario rompe el orden normal de lo que debía haber ocurrido y esto es un milagro.
Es llamativo en esta historia que el milagro es el resultado de una cooperación múltiple, ya que son diferentes actores los que participan: en primer lugar el hombre que pide ayuda, luego la mujer que de forma sorprendente se apresta a poner la olla en el fuego, para terminar con la colaboración de varias de sus vecinas. El milagro es el resultado de la colaboración de un colectivo humano y no únicamente de una persona.
Esta historia nos muestra cuál es el resultado de la cooperación con las palabras: «Todos se sentían extrañamente felices mientras reían, charlaban y compartían por primera vez su comida juntos». Este final podemos también entenderlo como un milagro, ya que vecinas de toda la vida por primera vez ríen, charlan, comparten y comen juntas. Y si le ponemos un poco de imaginación es posible que este acontecimiento se convierta en el principio de una comunión fraternal entre estas vecinas.
El creyente puede ver en esta historia también la intervención divina al lograr que unas cuantas mujeres cerradas a la generosidad de sus corazones se abran para dar cabida a la ayuda a una persona con necesidad y cómo los efectos de esta apertura igualmente las beneficia.
Textos bíblicos y frases para la reflexión personal