Cuatro fuerzas que me están
acompañando
en la enfermedad
José Luis Suárez
Con este escrito deseo compartir cómo he encarado mi enfermedad desde el primer día que ingresé en el hospital, el 17 de enero, hasta el día de hoy, 14 de abril, cuando escribo este testimonio. Cuando el equipo médico que me atendió en el hospital me comunicó que lo que tenía no era un simple resfriado, sino un tumor canceroso en el pulmón derecho y que debía ser tratado con quimioterapia, pensé en cómo debía enfrentar lo que me ocurría.
Desde los primeros día de mi hospitalización, descubrí cuatro fuerzas que me están acompañando hasta el día de hoy. El orden en que las enumero corresponde a como cada una de estas fuerzas aparecieron en los días de mi hospitalización. Estas cuatro poderosas fuerzas han estado presente en todo momento de la enfermedad y me han permitido vivirla de forma positiva y con esperanza.
Estas fuerzas han sido:
1. La contribución de la ciencia médica
2. Responsabilizarme de mi propia salud
3. Sentirme acompañado por otros
4. El milagro siempre es posible
1. La contribución de la ciencia
Vivimos en un emocionante momento en la historia de la medicina y de las ciencias médicas, donde cada día asistimos a grandes descubrimientos importantísimos acerca de la enfermedad y la salud. En la actualidad sabemos cosas sobre la base genética y molecular de varias enfermedades. Contamos además con una elaborada y cada vez más numerosa colección de medicamentos para controlar numerosas enfermedades. Aunque queda mucho más todavía que desconocemos, la medicina se encuentra en numerosas ocasiones con limitaciones y muchas enfermedades cuyos orígenes son completamente desconocidos.
Mi estancia en el hospital me ha permitido constatar algunos de estos descubrimientos tecnológicos así como la profesionalidad y la dedicación tan esmerada de los profesionales de la salud hacia los pacientes.
La ciencia médica ha tenido un papel fundamental en el tratamiento de mi enfermedad, por lo que no puedo por menos que dar gracias a Dios por ella.
2. Responsabilizarme de mi propia salud
Desde que entré en el hospital, no asumí la forma tan común de hacer frente a una enfermedad grave, en la que la persona enferma no puede hacer nada con un tumor cancerígeno como el mío y menos hacerse la pregunta: ¿Qué he hecho para merecer esto?
Creí en la gran capacidad de mi cuerpo (templo del Espíritu Santo, como dijo el apóstol Pablo hace dos mil años) para batallar y hacer frente al tumor y todos los efectos secundarios que podría tener la quimioterapia en mi cuerpo. Acepté el reto de usar mis recursos internos y mi capacidad para contribuir a la curación de mi enfermedad. Asumí que la recuperación de la salud en gran parte dependía de mi participación activa en el proceso de la curación. Esto no es otra cosa que enfrentar la enfermedad de manera positiva, siendo el sujeto activo de mi salud y colaborando con la medicina de forma que sus tratamientos fueran efectivos y tolerantes para mi cuerpo. La naturaleza, la historia de la humanidad, así como el funcionamiento de nuestro cuerpo nos enseña que la cooperación es una de las fuerzas más poderosas que existen en el universo ya sea para defenderse de un peligro como para conseguir logros.
3. Sentirme acompañado por otros
Una noche me desperté en el hospital y me vino a la memoria la frase del escritos brasileño Paulo Coelho: «Cuando quieres algo, todo el universo conspira para que se realice tu deseo». Esta frase la relacioné rápidamente con los mensaje de apoyo, amor y oración recibidos hasta ese momento, de las personas que tenía cerca: mi familia, todos los miembros y amigos de la comunidad Menonita de Barcelona y en Cataluña y esa gran familia espiritual que tenía lejos, en todo el estado español, como en diferentes lugares del mundo.
Este acompañamiento de cerca y de lejos ha sido una fuerza desencadenante que ha tenido efectos en mi cuerpo, en mi estado de ánimo y en darme esperanza cuando mis fuerzas físicas flaqueaban y en mis perspectivas de futuro veía algunos nubarrones.
Siempre he creído en el poder del amor y la oración desde la distancia, pero experimentarlo de forma tan poderosa como me está ocurriendo no tiene el mismo significado.
Doy gracias a Dios por esta gran nube de testigos que se ha convertido en una fuerza poderosa en los momentos de debilidad, que me está permitiendo hacer frente a la enfermedad con muchas más fuerzas de las que yo dispongo.
4. El milagro siempre es posible
Desde hace ya muchos años, los hospitales están registrando casos de pacientes que han experimentado lo que se llama una «remisión instantánea». Se sabe de tumores que han sufrido una regresión o han desaparecido por completo incluso sin tratamiento médico alguno. La medicina lo desconoce casi todo acerca de por qué y cómo ocurren estos casos, por lo que lo llama misterio. La fe lo llama milagro.
El milagro de la curación espontánea siempre ha estado presente como posibilidad en la vida de los seres humanos a lo largo de la historia de la humanidad. Las palabras de Jesús: «Todo es posible para aquél que cree», nos recuerdan esta realidad.
Vivir teniendo en cuenta que el milagro es una posibilidad, es una poderosa fuerza que nos mantiene expectantes ante la siempre posible intervención milagrosa de Dios.
Todo es una unidad
En mi libro Metamorfosis. La madurez cristiana en un mundo cambiante, dedico un capítulo al tema de las paradojas de la vida. En él explico que todo pensamiento y acontecimiento puede ser examinado y vivido bajo múltiples miradas. El gran desafío de toda persona que quiere madurar consiste en vivir con este paradigma, que permite que nuestro horizonte se amplíe.
La enfermedad por la que estoy pasando me ha permitido tener estas diferentes y múltiples miradas para enfrentar lo ocurrido. Vivo confiando en cada una de estas fuerzas, que unidas, se complementan y colaboran en mi estado de salud y recuperación.
La combinación de la fe en la medicina y sus tratamientos, con fe en mí mismo, en el entorno y en la presencia de Dios, están siendo la fuerza que me sostiene en estos momentos difíciles de mi vida.
Vivo esta enfermedad sabiendo que todo lo que se experimenta de forma física, mental, emocional y espiritual, tiene una profunda repercusión en una enfermedad grave como la que estoy padeciendo. Esto me está permitiendo crecer y aprender, en lugar de quejarme y tener una mirada negativa hacia lo que me está ocurriendo.
Me queda pendiente descubrir cuál es el propósito de esta enfermedad. Soy una de las personas que están convencidas que todo acontecimiento tiene un propósito, que la mayoría de las veces desconocemos. Intentar descubrirlo puede ser una fuente de inspiración para una vida más plena y llena de sentido. |