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  Nº 131
Marzo 2014
 
  Diccionario de términos bíblicos y teológicos


futuro — Lo que viene después del presente, lo que va a suceder (pero todavía no es). Tema de fascinación para mentes ociosas, Dios nos ha creado —ha creado el universo entero— de tal manera que el futuro nos es forzosamente desconocido, porque es imposible conocer lo que no es.

El futuro no existe. Esa es parte de su definición, es parte de lo que significa que sea futuro. Si ya existiese no sería futuro sino presente. Así como el presente es la continuación del pasado y ha venido determinado por el pasado, el futuro está siendo determinado por nuestras acciones y actitudes y decisiones pasadas y presentes. El futuro no puede existir ahora, porque está en proceso de ser creado por los que vivimos en el presente.

Saber esto acerca del futuro ilumina el sentido y la esencia de lo que es la profecía bíblica. Los profetas bíblicos no conocían el futuro. (Naturalmente, porque como no es, no se puede conocer.) Sí conocían el pasado y el presente y sí conocían a Dios. Luego declaraban: «¡Arrepentíos, porque el camino que lleváis desembocará en castigos divinos!» Conociendo el presente y conociendo a Dios, comprendían el desenlace. Pero el propio acto de profetizar daba a todos la oportunidad de cambiar ese desenlace.

La esperanza de los profetas era que su anuncio falsificase lo anunciado: que nada de lo profetizado se cumpliera, al provocar la profecía arrepentimiento.

Luego hay también profecías de promesa y esperanza en Dios. En medio de situaciones de sufrimiento, quien conoce a Dios anuncia que Dios va a intervenir para remediar los males y generar justicia. Los profetas, entonces, invitaban a confiar en Dios, no en las palabras que ellos pronunciaban. No podían conocer el futuro, que no existe, pero podían conocer a Dios, que sí existe. Y conociendo a Dios, podían invitar a esperar en su maravillosa salvación, que siempre sobrepasará todo lo que podamos imaginar. Sabían bien que lo que ellos anunciaban, no era más que un pálido reflejo de la gloria que nos desea y prepara el Señor.

Como el futuro todavía no existe (y es por consiguiente imposible de conocer), tienen sentido nuestras oraciones. Si el futuro ya existiera —por cuanto se pudiera conocer y ya viniese escrito en un libro sagrado—, entonces no tendría ningún sentido pedir nada a Dios. Con el futuro ya cerrado y decidido, desaparecería la motivación para clamar a Dios. Eso nos llevaría a la desesperanza de una concepción pagana de la existencia humana, como algo preestablecido e inamovible que hay que aceptar con resignación. Todo se reduciría a un concepto de karma: Nos pasará lo que nos tenga que pasar. Y pedir otra cosa a Dios sería cosa de mentes débiles, incapaces de aceptar la realidad.

Pero la Biblia nos dice todo lo contrario: Pedid y recibiréis, llamad y se os abrirá. Porque Dios no tiene nada decidido del todo hasta que se lo pidamos.

Como el futuro todavía no existe, tiene sentido la obediencia y la fidelidad y la santidad. Porque como no hay nada fijo ni predeterminado, somos libres de decidir responsablemente cómo vamos a responder a la invitación de Dios. Mientras que si el futuro se pudiera conocer, ninguna de nuestras decisiones serían libres sino que estarían todas ya determinadas. Sería un iluso quien se propusiera obedecer a Dios y serle fiel en santidad y justicia. A fin de cuentas, hará en el transcurso de su vida lo que ya se sabe que va a hacer. Ninguna de nuestras decisiones decidiría nada, por cuanto esas presuntas decisiones ya venían decididas de antemano. Cada persona sería justa o malvada porque viene determinado que sea así desde antes de la creación del mundo.

La Biblia, al contrario, nos invita a decidir. Nos instruye amar al prójimo. Nos exhorta a ser fieles. Nos estimula a vivir vidas de santidad. Pero en ningún caso nos obliga, sino que nos declara la voluntad de Dios, a ver cómo respondemos. Es porque nuestras decisiones sí importan y sí cambiarán el futuro, que la fidelidad y la santidad tienen sentido.

Hay cristianos que viven obsesionados por conocer el futuro. Están convencidos de que la Biblia relata detalladamente las cosas que van a suceder en estos próximos años. Durante veinte siglos ha habido cristianos con ese tipo de ideas y con idéntico convencimiento de que sus predicciones se iban a cumplir a la brevedad. Siempre se han equivocado. Sus predicciones, supuestamente bíblicas, han defraudado.

Es inútil buscar en un libro, lo que Dios ha establecido que es imposible saber.

—D.B.

 

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