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Archivo histórico
Dos párrafos de Menno sobre su llamamiento
Por el bien de los escogidos de Sion y Jerusalén [refiriéndose Menno a la comunidad anabaptista], no puedo ya quedarme callado ni guardármelo a escondidas. La verdad tiene que conocerse, para que la justicia se alce como luminar y su salvación arda como una antorcha, que todas las gentes confiesen la justicia del Señor y toda lengua y generación y pueblo proclame su gloria. Sin embargo a veces he sentido en mi corazón, con Jeremías, que debería dejar de enseñar en el nombre del Señor, por cuanto son tantos los que buscan asiduamente quitarme la vida (Jer 20,9). Pero ya no puedo quedarme callado, porque ese mismo profeta me ha conmovido profundamente. Mi corazón tiembla dentro de mí. Todos mis miembros tiritan y se sacuden cuando considero el ancho mundo entero, los señores, príncipes, personas cultas e incultas, hombres y mujeres, esclavos y libres —¡tan patéticamente lejos de Jesucristo!— que han abandonado y se han alejado de la vida eterna.
Mis hermanos, os digo la verdad y no miento: No soy ningún Enoc, no soy Elías, no soy ni visionario ni profeta que pueda enseñar y profetizar otra cosa que lo que está escrito literalmente en la Palabra y se entiende por el Espíritu. Todos los que pretenden enseñar otra cosa se apartarán pronto del camino verdadero, engañados por su propio entendimiento. No dudo que el Padre misericordioso me conservará en su Palabra para que ni escriba ni predique nada que no pueda demostrar poderosamente con Moisés, los profetas, los evangelistas o las demás escrituras y enseñanzas apostólicas —explicadas en el sentido y Espíritu verdadero, conforme a la intención de Cristo. Juzgadlo vosotros que sois espirituales.
Citado por Cornelius J. Dyck, Spiritual Life in Anabaptism (Scottdale & Waterloo: Herald, 1995) pp. 178-9. Traducido por D.B. para El Mensajero.
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