bandera
  Nº 124
Julio-Agosto 2013
 
  Llamas

¿De qué espíritu somos?
por Julián Mellado

El infierno es siempre para los demás. Al menos muchos creyentes piensan así. Saben quién va a ir o debe ir a ese lugar de castigo sin retorno. Claro está que ellos mismos se excluyen de ese castigo, porque son los escogidos. Debemos reconocer que a los cristianos nos cuesta debatir con serenidad, sin condenar, escuchando las razones de los demás. El «infierno» siempre está a mano para mandar a quien no piensa como uno.

Más allá de las controversias sobre el infierno que se han dado a lo largo de los siglos y se siguen dando (que si hay o no literalmente un fuego eterno, por ejemplo), este tema revela algunas cosas muy profundas. Lo interesante de este asunto es que muestra las actitudes del corazón: qué clase de persona somos.

Hay un episodio en la vida de Jesucristo que nos puede orientar sobre lo que está en juego. No se trata de «afirmar» la existencia del infierno para apoyar nuestras venganzas personales de forma «piadosa», ni de negarla para dar permisividad a todas las atrocidades que el ser humano puede inventar. Es que el relato del evangelio nos sitúa en otra perspectiva, más allá de las polémicas doctrinales.

Jesús y sus discípulos llegan a una aldea samaritana. Pero los habitantes del lugar los rechazan. No quieren que se queden. En la cultura semita del siglo I, ese rechazo implica una gran ofensa, un desprecio. Nos dice el evangelio:

Al ver esto, Jacobo y Juan, sus discípulos, le dijeron (a Jesús): Señor, ¿quieres que mandemos que descienda fuego del cielo, como hizo Elías, y los consuma? Entonces, volviéndose él, los reprendió diciendo: Vosotros no sabéis de qué espíritu sois, porque el Hijo del Hombre no ha venido para perder las almas de los hombres, sino para salvarlas (Lucas 9: 54-56).

¿Qué espíritu reflejamos cuando tratamos estos temas? ¿Somos de los que piden el fuego eterno para los que se lo merecen según nosotros? Algo, por cierto, mucho más terrible que lo que pedían Jacobo y Juan. (Ellos sólo pretendían que descendiera fuego del cielo en ese momento.) ¿Pero no lo dice la Biblia? ¿Acaso Jacobo y Juan no pretendían ser bíblicos también, al referirse a Elías?

Jesús no trata el tema desde la perspectiva del «merecimiento», sino desde el «espíritu». La actitud del corazón. Jesús les amonesta: No sabéis de qué espíritu sois. Lo que él tiene en mente es «otro espíritu»: el que salva, el que busca el bien del otro. No ha venido a perder (…) sino para salvar.

Él veía a la multitud como «ovejas sin pastor», gente desorientada, perdida en sus supersticiones, en la injusticia, en la opresión, en la pobreza, en la incredulidad o en la religiosidad. Y se supo enviado por el Padre para ir en busca del perdido. Lo hizo apelando a la misericordia, a la bondad, sin imponerse, hasta el punto de aceptar ser rechazado —como hicieron esos samaritanos.

Podemos polemizar sobre la existencia o no del infierno, de las condenas, de los castigos para los demás. Ahora bien lo esencial es adherirse al espíritu de Jesús, buscando salvar, ayudar, comprender, abriendo caminos de salvación. Jesús nos llama a que averigüemos «de qué espíritu somos», pensemos lo que pensemos sobre el infierno.

Para terminar, sólo quiero decir que si te han han declarado reo del infierno porque alguien piensa que ese es el lugar que te corresponde, no te preocupes. Aun te queda Jesús de Nazaret, ese mismo que no piensa perderte.

 
Otros artículos en este número:

Volver a la portada


Suplemento: agosto 2013
6 de agosto, Día de Hiroshima


imprimir

Descargar para imprimir


Ver números anteriores de
El Mensajero


Suscripción (gratis)


Copyright © junio 2013 - Anabautistas, Menonitas y Hermanos en Cristo - España