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  Nº 119
Febrero 2013
 
  sorprendida

Sorprendida por Dios
por Connie Bentson Byler

Esta mañana he sorprendido a Dionisio felicitándole por nuestro 38 aniversario de casados —que a Dios sea la gloria— y para comer le he traído lo que más le gusta, un buen chuletón de buey.  No ha tocado la ensalada, que estaba buenísima, y después de comerse su naranja habitual, me ha dicho palabras interesantes, con mucho cariño.  Me ha dicho que después de 38 años tengo la capacidad de seguir sorprendiéndole y que nunca se aburre conmigo porque somos tan diferentes y cada tanto puede descubrir algo nuevo que le sorprende por eso mismo.  Pensé un poco y le respondí que elegir casarme con él ha resultado en un enriquecimiento increíble para mí, ha permitido que mi mente y mi mundo se ensancharan grandemente, y siempre diré que casarme con él ha sido lo mejor que me haya pasado.  (Luego, en otro capítulo, podemos hablar de desilusiones…)

Esto mismo pasa en nuestra compromiso y relación con Dios.  Le podemos decir lo mismo.  Él es lo mejor que nos haya pasado.

En estos últimos años estoy descubriendo que Dios sigue seduciendo a la Iglesia por su capacidad de sorprender y venir a nuestro encuentro en momentos insospechados.  Especialmente por su insistencia en despertarnos, hablarnos, sacarnos de nuestro aburrimiento o comodidad, con un claro interés en renovar nuestra manera de pensar sobre su persona, cómo es nuestro Padre, cuál es nuestra identidad como hijos y por tanto herederos, despertando a la iglesia para amar de verdad los propósitos del Reino,  desafiando nuestras propias creencias, nuestro vocabulario religioso, inquietándonos sobre la oración, cambiando nuestras formas de evangelización, y mucho más.   Nos está llevando por donde hay que abrir senderos nuevos, y el Espíritu Santo sabe adónde nos lleva.  A modo personal, siento cómo mi espíritu se goza viendo cómo está actuando a mi alrededor, llevándonos hacia un despertar glorioso y a unirnos a un mover del Espíritu en España y el mundo entero.

El tiempo de cambiar y aprender generalmente llega con sufrimiento.  No sé por qué, pero algo se tiene que romper antes de que reconozcamos que necesitamos un cambio.  Siento que Dios está rompiendo moldes, esquemas, odres, para llevarnos a entender que Él es más grande que nuestra comodidad y más profundo que nuestra visión presente.  Y cuando algo se rompe, nos puede molestar, nos duele y a veces hasta sufrimos ¡En mi hay tanto que ha roto!

Pero es allí en el dolor, en la frustración y la desilusión donde uno aprende a comunicarse más con el Dueño de nuestras vidas, atreverse a dialogar con Él, aprender a amar más, superar las  pruebas y crecer más hacia la estatura de Cristo.  Hermanos, Pablo nos recuerda que «tenemos la mente de Cristo».  Y esto equivale a tener un gozo increíble.

Dios nunca se cansará de buscarnos, seducirnos con su amor tan increíblemente maravilloso, diseñado para hacernos felices y para que disfrutemos de su gloria, que su presencia viva en nosotros —su propósito desde siempre.  Y si le entregamos nuestro amor, lo seguiremos con todo nuestro corazón, con toda nuestra mente y todas nuestras fuerzas y nunca nos aburriremos.  Porque también Él es tan distinto a nosotros y aunque nos ha hablado en el pasado, su voz nos sorprenderá hablándonos con palabras que nos parecen nuevas.  Y cuando le buscamos en su Palabra, nos mostrará quiénes somos en Él.

En estos tiempos de cambios, de romper con lo viejo para entrar en lo nuevo, nos sorprenderá una y otra vez, poniendo palabras de fe en nuestras bocas cuando oramos y valor para creer que los sueños que Él nos da se pueden lograr.  Aprenderemos a confiar en Él pues «Él es poderoso para hacer mucho más abundantemente de lo que pedimos o entendemos, según el poder que actúa en nosotros», y de eso se trata.  De que viviendo junto a Él, no dejemos de sorprendernos.

 
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