Solo a modo de introducción presento dos parábolas de Jesús que nos muestran de forma inequívoca el pecado de la pereza. Las diez vírgenes insensatas (Mateo 25,1-13) y el hombre que recibió un talento (Mateo 25,14-30). El reproche que reciben por su pereza es de una magnitud dantesca. Las diez vírgenes insensatas —y perezosas— no se preocuparon de llenar sus lámparas de aceite, previendo que el novio podía volver en cualquier momento. El servidor que recibió un talento consideró que era tan poco lo que había recibido que no valía la pena negociar con el talento y lo enterró.
¿Que es la pereza?
La pereza consiste en no querer saber lo que pasa alrededor de uno mismo, no querer ver la realidad, tener una actitud resignada hacia la vida y hacia todo aquello que a uno le ocurre. Es la falta de pasión hacia la vida. Pero no solo es no querer saber lo que ocurre, sino tomar la actitud del avestruz ante el peligro: esconderse y desaparecer de lo que está ocurriendo. «Ojos que no ven, corazón que no siente». Es ir medio dormido por la vida, es un carácter desapasionado y flemático. Es la resignación, la pasividad y el conformismo ante todo lo que ocurre. En muchos momentos es hasta olvidarse de sus propias necesidades. Es la desconexión con uno mismo, el no molestar a nadie, la renuncia al éxito, a logros y quedarse en segundo plano. Es conformarse en la vida con poco y nadar a favor de la corriente. Es no tener valor para enfrentarse a los problemas que aparecen. Es la inercia, la desidia, la pasividad, los despistes, la falta de atención y la carencia de interés. Es la pasividad total.
El pecado de la pereza o la indolencia es la falta de motivación, estar en todas partes y al tiempo en ninguna, aplazar las tareas importantes y eludir todo aquello que cuesta demasiadas energías. No es holgazanería, es mas bien el deseo de no dejarse afectar por lo que ocurre.
Hablar del pecado de la pereza es hablar de apatía y dejadez. En muchos momentos la actitud hacia la vida es: Esto no merece tanta energía o molestia. El lema de este pecado es ¡Tranquilízate y descansa! Cuando la vida exige compromiso, el perezoso se aparta. Ante situaciones en las que se requiere una acción, el perezoso se desentiende. Es una estrechez de intereses.
Muy raramente a la persona dominada por este pecado se le ocurre dar un primer paso. Es la tibieza, la bella durmiente en un estado de sueño continuo. El refugio del sueño es la gran tentación del perezoso que sueña que las dificultades se resolverán por si solas. Si no sucede nada alrededor suyo, puede quedarse dormido de repente incluso a plena luz del día.
2. Las consecuencias de la pereza
El perezoso llega a convencerse de que las situaciones difíciles acabarán resolviéndose de forma milagrosa, lo cual le conduce a la desconexión de la realidad porque se engaña creyendo que todo se solucionará.
En situaciones en las que hay que actuar, decidir y comprometerse, el perezoso tiende a la comodidad y eludir lo que ocurre. No hace mucho una persona me decía: «En mi trabajo, me paso meses sin expresar ni una sola queja. Aguanto agresiones de todo tipo e invasión de mi espacio personal por parte de una compañera de trabajo del mismo grado de profesionalidad que yo misma».
A pesar de su gran capacidad de adaptación y de conexión, la persona perezosa reprime agresividad por miedo al conflicto. Como no es capaz de enfrentarse al mundo exterior, opta por una resistencia pasiva, un silencio agobiante que irrita y confunde a las personas que están a su lado.
La tendencia del perezoso es retirarse del campo de batalla. No le interesa la lucha ni el enfrentamiento. Debido a que tiene dificultades para emprender iniciativas y le cuesta comprometerse, evita situaciones difíciles y conflictivas. Duda, vacila, aplaza todo para más tarde. Es una tarea difícil para este tipo de personas llevar a término los proyectos empezados.
A pesar de que con este tipo de personas la mayoría de los humanos nos encontramos muy a gusto, son grandes sufridoras ya que suelen estar disponibles las 24 horas del día para todo aquel que las busca. En la vida de matrimonio esta disponibilidad y atención para que el otro se encuentre bien, puede muy fácilmente identificarse con una Geisha (joven japonesa entrenada para entretener a los hombres con su conversación, su música y su danza).
La actitud de agradar al otro y no manifestar lo que se siente puede llegar a tal límite, que si se le ofende o se le ataca, se disculpa y además da un beso a la persona que le ha tratado mal.
La persona dominada por este pecado aguanta todo lo que sea, hasta puede sonreír y afirmar que no pasa nada. Lo peor de esta actitud, es que es sincera y se cree que de verdad no pasa nada.
Vivir a través de las necesidades de los demás y muy a menudo no manifestar su malestar ante situaciones conflictivas, a lo largo de la vida pasa factura. La agresividad pasiva se va durmiendo, se reprime la rabia y el enojo se almacena en las profundidades de su ser para evitar el sufrimiento. El sufrimiento puede continuar vivo durante mucho tiempo y explotar cuando menos lo imagine la persona y además de forma inoportuna y sin causa aparente. |