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  Nº 114
Septiembre 2012
 
  Nueve pecados capitales de ayer, de hoy y de mañana (V)
Por José Luis Suárez

3º - El pecado de la envidia

envidia11. ¿Que es la envidia?

La envidia es desear aquello que el otro tiene y que uno considera que le falta. Es la ausencia de algo esencial que no se tiene. Es pedir más a la vida y a los demás, de lo que se puede esperar. La envidia es una sensación de carencia y de pérdida. Es sentirse desposeído y ver al otro lleno.

La persona envidiosa se siente como si le faltase su propia esencia, por lo que hablar del pecado de la envidia es hablar de carencias y de falta de algo vital en la vida. El pecado de la envidia consiste en no ver todo lo que ya se tiene y desear lo que no se tiene. Es vivir pensando que merece ser amado por lo que necesita.

Caín podría ser el prototipo de la envidia, ya que odia a su hermano porque tiene lo que a él le falta.

También existe la envida admiradora, que exige estar a la altura de los valores sociales de los demás, frente a los cuales uno se siente deficiente.

Lo que busca una persona envidiosa es el amor perfecto y se culpa a sí misma por la falta de ese amor. Quiere ser amada de forma ideal, pero considera que este amor está siempre fuera de ella. Son los demás quienes tienen que amarla para hacerla feliz. Espera que desde fuera la llenen de amor.

La envidia es la tendencia a comparase constantemente con los demás y salir perdiendo. Es no ser capaz de apreciar las virtudes y cualidades que están dentro de sí mismo. Esto  lleva de forma natural  a la insatisfacción y la queja.

2. Las consecuencias de la envidia

La consecuencia de esta lectura de la vida es percibir un mundo en el que el amor es un premio que ella no ha recibido. Es por ello que la tristeza es el principal estado de ánimo. No se permite la alegría o el éxito, porque la carencia la lleva a la frustración. La sensación de carencia y de escasez hunde en la miseria y pobreza a tales personas y parecen sufrir más que los demás. Hay algo trágico en sus vidas, una desesperanza interior que les dificulta pensar que alguna vez serán personas verdaderamente satisfechas y plenas.

La persona envidiosa es temerosa de no ser amada y aceptada tal como es, por lo que tiende a sentirse sola, abandonada, discriminada y no aceptada por los demás. Tiene la impresión de que la gran mayoría tienen vidas y relaciones más satisfactorias que ella y por eso experimenta mucha envidia.

El ansia de recuperar su escasez interior la impulsa a buscar externamente. Es como si todo lo positivo de la vida estuviera fuera de uno mismo. La sensación de escasez, de privación, de miseria y de pobreza interior, lleva al envidioso a reprimir sus emociones y su poca energía para mirar hacia su interior con el fin de equilibrarse interiormente.

En la envidia está continuamente presente el autorreproche. El envidioso no sólo no se ama sino que se odia, ya que se siente incompleto y poca cosa. La persona envidiosa no puede aceptar ser querida por lo que es y vive en un perpetuo estado de insatisfacción. Los sentimientos de culpabilidad y falta de autoestima son constantes.  Muy a menudo se siente como si fuera de otro planeta. Le parece que no encaja en ningún sitio. Toma al pie de la letra las palabras del centurión a Jesús en el evangelio de Lucas 7,6: «Señor, no te molestes más, porque no soy digno de que entres en mi casa».

Hasta parecería que disfruta con la dulzura de la amargura. Después de aguantar lo inaguantable, sacrificarse hasta niveles inimaginables y no lograr lo deseado, puede aparecer la tendencia a la autodestrucción. La persona envidiosa tiene una curiosa habilidad para revolcarse en el dolor, como si el dolor le diera más autenticidad.

Los salmos de lamentaciones serían la expresión de este tipo de pecado. La idea de este tipo de salmos es quejarse a Dios y pedir ayuda divina. Cuanto peor es la situación, más se merece esta compasión.  Estas lamentaciones no son confesiones de pecado, sino descripciones de lo terrible que es la vida de la persona envidiosa.

El Salmo 22, con sus 30 versos, sería el Salmo de una persona con este tipo de pecado, que se siente abandonada de tal forma que ni siquiera Dios la tiene en cuenta. En el «¡Dios mío, Dios mío! ¿Por que me has desamparado? ¿Por que no escuchas mis gritos y me salvas?», el salmista describe cuanto se puede sufrir, al tiempo que confía en ser liberado del sufrimiento.

3. La respuesta divina a la envidia

En la enseñanza de Mateo 6,25-34 encontramos respuesta a la envida. Este texto afirma que el mundo está bien como está. Para la persona envidiosa esto quiere decir que tiene todo lo que le hace falta para vivir, que no debe estar preocupada en exceso por la vida y que la visión de escasez que tiene no es real.

Entender esta verdad puede liberar a la persona envidiosa de sus temores y de sus carencias, al descubrir que hay abundancia de amor para todos. Solo tiene que mirar los cuervos, los lirios y la hierba del campo para darse cuenta de esta realidad.

En este relato se recuerda a la persona envidiosa que tiene todo lo que necesita para vivir por lo que se la invita a no estar preocupada, porque en la vida hay plenitud.

El pecado de la envidia desaparece al aceptar la enseñanza de este relato. En el mundo hay gran abundancia de amor y todos somos amados por Dios.

Con la visión de que el universo es infinito, de que nuestro mundo es abundante, de que todos hemos recibido los dones que necesitamos para vivir, la transformación de la persona envidiosa es tal que llega a despreocuparse por lo que no tiene.

La persona envidiosa tiene mucha necesidad de simbolismo, necesita que su pequeño mundo interior se exprese en el exterior. Es por ello que este tipo de persona cuando descubre que es la abundancia —y no la escasez— la piedra angular de la vida, puede percibir a Dios como una vivencia interior de una profundidad insospechable, Entonces es capaz de captar la presencia de Dios mucho más que otras personas.

Cuando se sana el pecado de la envidia, el camino de la belleza es la forma en que aparece la abundancia. Aprende a amar todo lo que es bueno y bello, aunque al tiempo sufre cuando descubre que el mundo no es tan bello como desearía. Cuando la persona envidiosa se sana, está dotada para el arte y es capaz de expresar la belleza del mundo de una forma inimaginable mediante la danza, la música, la pintura y la poesía. El libro del Cantar de los Cantares es uno de los mayores ejemplos de esta belleza.

Para poder ir más lejos

1. Expresar la gratitud a Dios y a los demás por todo lo que uno tiene, es la forma más hermosa que describe cómo el pecado de la envidia ha desaparecido.

2. El humor es un regalo divino. Desarrollar y gozar del humor permite que la plenitud de la vida florezca en lugar de las carencias.

3. La lectura de los Salmos de lamentación (Sal 13; 22; 42; 43; 51) durante una semana seguida, permite a la persona envidiosa darse cuenta del exceso emocional que la domina y que si bien el elemento emocional en la vida es necesario, no lo es todo.

4. Hacer algo bello y creativo y meditar en esa belleza que uno mismo ha creado, permite a la persona envidiosa darse cuenta de lo mucho que tiene.

Una serpiente estaba persiguiendo a una luciérnaga. Cuando estaba a punto de comerla, ésta le dijo:

—¿Puedo hacerte una pregunta?

La serpiente respondió:

—En realidad nunca contesto a las preguntas de mis víctimas, pero por ser tu, te lo voy a permitir.

Entonces la luciérnaga preguntó a la serpiente:

—¿Te hice algo para que me comas?

—No —respondió la serpiente.

—¿Pertenezco a tu cadena de alimentación?

—No —volvió a responder la serpiente.

—¿Entonces por que me quieres comer? —inquirió el insecto.

—Porque no soporto verte brillar —respondió la serpiente.

La envidia va tan flaca y amarilla porque muerde y no come» (Francisco Quevedo).

 
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