Diccionario de términos bíblicos y teológicos
denominación — Afiliación de un conjunto de iglesias locales, que responde a factores históricos, geográficos, teológicos o de relaciones personales, o a una combinación particular de dichos factores.
Hay un sentido en el que todos los cristianos estamos vinculados y hermanados. Somos todos parte de «la iglesia universal» de los cristianos. Nos une nuestra común devoción a Cristo y nuestro común compromiso con el culto a Dios en la tradición cristiana. Esta vinculación general, sin embargo, suele ser más o menos abstracta e impersonal. Con la mayoría de los cristianos del mundo carecemos de formas concretas de relacionarnos.
La realidad de las denominaciones cristianas viene a suplir en parte esa necesidad de hacer concreta y real nuestra vinculación fraternal.
Uno puede sentir una vinculación especial con los vecinos de su pueblo, que conoce y con quienes convive, y a la vez sentirse ciudadano de su país. Así también, la vinculación específica con una congregación local —y con una corriente determinada del cristianismo plasmada en identidad denominacional— no entra en conflicto con su identidad más general como evangélico y como cristiano.
Es la convicción insoslayable de este servidor que escribe, que Jesús resucitado, Señor y Cabeza de la iglesia, promueve y fomenta la diversidad entre los cristianos, mostrándose contrario a aquellas personas y aquellos movimientos que pretenden imponer el pensamiento único, una visión del cristianismo que resulta excluyente y autoritaria. Si al Señor de la Iglesia le interesase el pensamiento único y una institución monolítica para la iglesia, oportunidades ha tenido a lo largo de dos milenios para conseguirlo entre sus seguidores.
Pero todo lo contrario, hay que reconocer un impulso del Espíritu Santo en el origen de cada movimiento que con el tiempo cuajó en denominación cristiana.
Entendiendo entonces que la diversidad en la iglesia es un valor tan positivo como la diversidad manifiesta en toda la Creación de Dios, vengo a opinar que hay lugar entre los seguidores de Cristo para las denominaciones, que vienen a escenificar diferencias notables de tradición, instituciones, pensamiento teológico, costumbres y vivencia.
Las denominaciones pueden reflejar diferencias geográficas. El luteranismo, por ejemplo, tiene raíces alemanas y escandinavas; mientras que el calvinismo (las iglesias reformadas) tiene arraigo suizo, neerlandés y escocés. Otras muchas agrupaciones denominacionales tienen origen inglés o norteamericano.
Las denominaciones pueden reflejar también diferencias o tendencias en el énfasis de su doctrina cristiana. Aunque entre sus adeptos podríamos hallar multitud de excepciones, en general los luteranos tienden a enfatizar la gracia de Dios, los calvinistas la majestad de Dios, los bautistas el bautismo por inmersión, los «hermanos» de origen inglés una escatología premilenialista, los anabautistas o menonitas la no violencia y la comunidad, y los pentecostales la experiencia personal del Espíritu Santo.
Las denominaciones suelen surgir en un momento histórico particular y suponen una forma concreta de responder a ese reto histórico que las vio nacer. Aunque los «protestantes» luteranos y los anabaptistas surgieron en paralelo a finales de la Edad Media europea, su forma de entender el tipo de reforma que necesitaba la iglesia fue muy diferente. El luteranismo derivó hacia el nacionalismo y el individualismo y la responsabilidad personal; el anabaptismo enfatizó un sometimiento a la comunidad y el reinado de Dios como algo contrario a los nacionalismos mundanales. Las diferentes denominaciones de tipo pentecostal, en tanto, surgen hace un siglo como respuesta a la aridez emocional y rigidez dogmática experimentada entre muchos evangélicos norteamericanos. Y así sucesivamente, cada denominación cristiana responde de una manera particular a las circunstancias históricas especiales en las que fueron surgiendo.
Por último, hay que enfatizar el valor extraordinario de las denominaciones para hacer concreta y visible la hermandad cristiana. Esto se debe a las redes de comunicación y amistad que es posible sostener entre algunas iglesias hermanas, pero imposible sostener a ese mismo nivel entre todas, en todo el mundo. Reuniéndonos periódicamente en diferentes encuentros denominacionales, participando juntos en actividades juveniles, de familias, etc., vamos forjando una amistad surgida de experiencias compartidas. Los pastores y líderes se conocen entre sí, en muchos casos han estudiado en las mismas escuelas teológicas de la denominación, han adoptado juntos decisiones después de debate intenso, se han apoyado unos a otros en sus diversas crisis…
Así las relaciones en una denominación tienden a tener un fuerte componente personal, de amistad, de vivencias en común y experiencias compartidas —como mínimo, entre los líderes; aunque también, frecuentemente, entre otros muchos miembros. Esto solamente puede verse como algo positivo, algo que el propio Señor de la Iglesia nos ha querido dar para nuestra mutua edificación.
—D.B. |