Orar por otros
por Agustín Melguizo
Estos meses de atrás hemos puesto en marcha en nuestra congregación (Comunidades Unidas Anabautistas, Burgos) un «Curso Alpha». Al investigar sobre el grupo que promueve este material, he visto que detrás de todo ello está la iglesia anglicana “Holy Trinity Brompton” de Londres. El encargado de estos cursos allí es Nicky Gumbel, un abogado ateo que al estudiar el NT para redargüir a un compañero universitario que se acababa de convertir al cristianismo, él mismo terminó aceptando también el Evangelio y se hizo sacerdote anglicano. Trabajando con el vicario Sandy Millar en la iglesia citada, ha dado un gran empuje y relevancia a este curso que está teniendo un gran impacto en la iglesia anglicana y más allá. También he sabido que de este entorno ha salido Justin Welby, el nuevo primado de la Iglesia de Inglaterra.
Bueno, todo esto para explicar que he visto un video con una de las charlas que Nicky Gumble enseña para preparar a los responsables de cursos Alpha, y el tema era sobre como «Orar unos por otros».
En nuestra Comunidad, estamos este año aprendiendo y experimentando sobre la oración y sus diferentes facetas, así que basándome en esa charla que me pareció muy oportuna para nosotros, preparé este tema que compartí con la iglesia hace unas semanas:
Hay un tipo de oración que llamamos Ministerio. Esta palabra significa «Servicio», todo lo que hacemos como creyentes. Pero en un sentido más limitado, se usa también como «ministerio de oración», «orar unos por otros».
Es muy útil y bueno practicar este tipo de «oración»; pero como todo, hay que hacerlo bien. Cuando oramos solos, no hace falta mirar mucho las maneras, el estilo, el lugar… Pero cuando oramos en grupo y especialmente por otros, debemos de tener varias cosas en consideración.
1. Somos canales de la bendición de Dios.
Somos como tuberías. Si éstas están agujereadas, entonces la bendición se pierde y sólo una pequeña cantidad llega a su destino. Hacer bien la oración, tener en cuenta los detalles, es como tapar los agujeros por donde el fluido se pierde.
Otro problema que puede haber es que la conducción esté sucia, así también se obstaculiza el discurrir a través de la tubería. Esto tiene que ver más bien con nuestra santidad particular.
2. Al orar por otros, una de las principales barreras que tenemos que vencer es la duda.
Pensar que quizás nuestra oración no tenga efecto, puede que nos haga desistir de hacer la oración. En ese caso ya estamos vencidos. Hay que lanzarse a orar. Eso es lo principal que tenemos que hacer. El hecho de lanzarse a orar ya es un acto que demuestra nuestra fe.
En este aspecto, lo primero que hay que tener claro es que el resultado no depende de nosotros. En Éxodo 14 vemos como el pueblo de Israel escapa de Egipto y llega al mar rojo. Hay un atasco. Por un lado el mar les impide el paso y por otro el ejército egipcio los acosa. Entonces Dios dice a Moisés que extienda su vara y el mar se abrirá. Todo lo que hay que hacer es extender nuestro brazo y dejar que Dios haga lo demás.
¿Qué pensaría Moisés en ese momento? Quizás estaría diciendo en su interior: ¿Pasará algo? Pero finalmente, como no depende de nosotros, al extender el brazo llega la intervención de Dios. Si por temor no oramos, perdemos la oportunidad de ver la gloria de Dios y de ser canales de la bendición de Dios.
3. Otra cosa importante es tener la perspectiva correcta:
Jesús envió a 70 discípulos a predicar y ministrar por las aldeas de Palestina. Estos regresaron emocionados por ver que los demonios se sometían, pero Jesús les dijo que más que porque los demonios se sometieran, debían regocijarse porque sus nombres estaban escritos en los cielos.
Moisés no pudo atribuirse el éxito de lo que sucedió frente al mar, pues él sólo extendió su brazo y lo demás lo hizo Dios.
A veces medimos nuestra «temperatura espiritual» por lo que pase al orar por otros. Manifestaciones, sanaciones, respuestas inmediatas a la oración, arrepentimiento, etc. No es correcto usar estos resultados para medir nuestra espiritualidad.
Nicky Gumble cuenta como estando en Oxford, participaba al comienzo de su actividad en el equipo de ministerio por primera vez. Oró muy nervioso, por algunos y no sucedió nada. Luego vio un hombre que estaba sólo y acudió a ofrecerle su oración. Mientras oraba el Espíritu Santo vino con poder y el hombre cayó al suelo. Nicky estaba alucinando y lo primero que pensó fue: «Eespero que todos hayan visto que yo estaba orando por él». El director de la reunión le hizo un gesto con el pulgar hacia arriba: «¡Bien, adelante!» Pero inmediatamente se dio cuenta de su estupidez: esto era obra del Espíritu de Dios y el sólo había ministrado en obediencia.
4. Buscamos simplicidad y veracidad en nuestra oración por otros.
No es necesaria la intensidad o una determinada manera de gesticular. Ministrar como hemos visto, es la obra del Espíritu Santo transmitida a través de ti, a través de tu personalidad. Por lo tanto, sé tú mismo. No es necesario usar un determinado lenguaje religioso. No hace falta gritar, usar un tono de voz especial… No hacen falta excentricidades. Una cosa es que el Espíritu Santo provoque cierta excentricidad, otra cosa es que tú seas excéntrico como si eso fuera a traer mejor la respuesta de Dios.
Por tanto sé tu mismo, ora con tu propio tono y estilo, usa el lenguaje que usas normalmente, sencillo y natural.
5. A veces al orar por otros no sabemos cómo proceder.
No sabemos qué hacer, qué decir, cómo comenzar… O a veces después de orar un rato no sabemos si dejarlo ya, esperar, hacer otra cosa… Algo que funciona bien es hacer preguntas como: «¿Hay algo por lo que te gustaría que orara? ¿Qué estás sintiendo? ¿Crees que Dios te está diciendo algo?»
Al acercarnos a la persona por la que oramos es importante no invadir su espacio íntimo, excedernos en caricias o palmadas o inquietarle con otro tipo de acción. Se puede poner la mano suavemente en el hombro, sobre la cabeza, o en alguna otra parte donde no pueda resultar violento o vergonzoso tocar. Se puede orar lo que creas conveniente sin prisa. Abre los ojos de vez en cuando para ver qué está pasando. Mira a ver si en la persona hay paz, gozo… No te preocupes por el silencio. A veces Dios está actuando en la otra persona en un tiempo prolongado de silencio. No rellenes los huecos con cualquier oración. Ten paciencia.
Pregunta a Dios, a la vez que oras. Eso es profecía. A veces es sólo una impresión: «Dios quiere que sepas cuanto te ama». Si algo de esto te viene al pensamiento… dilo. También es posible que recibas algún pensamiento para exhortar, consolar… En la tranquilidad y sin estridencias, es común que el Espíritu Santo nos dirija.
Después de orar un poco, a veces es bueno preguntarle a la persona: «¿Qué sientes?»
En otro ejemplo he leído cómo alguien estaba orando por una persona especialmente inexpresiva. Parecía que no pasaba nada pero al preguntarle qué estaba sintiendo, le dijo: «Siento una gran presencia de Dios».
6. La palabra de Dios y el ministerio del Espíritu Santo se complementan.
Nunca se contradicen. Tener una biblioteca de versículos de memoria, puede ser un recurso valiosísimo para este tipo de oración.
Al comenzar a orar, puede que alguien tenga una sensación de que antes hay algo que arreglar. Puede ser una falsa culpa, pero a veces es real. Hemos de guiarle en oración, para que el Espíritu Santo dé luz en su corazón y revele si hay algo que perdonar. El Espíritu Santo no condena; si proviene del Él, revelará el problema y la persona querrá tratarlo. Pide a la persona que ore y solucione eso. Es importante no cerrar en seguida la sesión. Después de la primera puede que haya más cosas. Hay que pedir al Espíritu Santo que revele su luz en la persona… hasta que ésta sienta que no hay nada más que tratar.
• Si surgen pecados, es muy útil por ejemplo decir el Salmo 51
• Si sale temor, se puede leer el Salmo 91, «Tú eres mi refugio…»
• Para alguien que necesita dirección, Salmo 37
• Alguien que lucha con tentaciones, 1 Cor 10,13.
• Cuando alguien necesita fe, Salmo 37,5.
Toda la Biblia está llena de promesas y consejos de Dios, que podemos usar al orar por otros. Por ello es importante tener conocimientos y formación bíblica, para poder usar correctamente y oportunamente todo lo que nos ofrece.
7. La dignidad del individuo.
Toda persona es amada y creada por Dios, así que hay que tratarla con respeto y sabiendo que Dios se interesa en ellos.
Si surgen temas graves relacionados con infidelidad en el matrimonio, delincuencia, abusos… En estos casos es mejor consultar con algún responsable; pero si son cosas «normales» hay que ser sensibles, confidenciales y respetar la privacidad de lo que sale ahí.
Una persona muy entusiasta estaba orando por una persona muy reservada, un oficial del ejército. El entusiasta después de orar un momento comenzó a levantar la voz echando fuera cosas: «¡Fuera… espíritu de lascivia! ¡Fuera espíritu de infidelidad! ¡Fuera… etc.!» Todos en esa sala dejaron de orar y miraron hacia ellos. Esa persona no estaba siendo bien ministrada.
También es importante no echar la culpa a la persona por la que oras, de que no pase algo, que no haya sanidad, que le falte la fe… Jesús nunca dijo a un enfermo: «¡Es tu culpa que no te sanas!» En todo caso alguna vez les dijo a sus discípulos, los que ministraban, que no tenían éxito porque tenían poca fe ellos; pero nunca culpó a quien estaba siendo ministrado. Cuando le preguntaron a Jesús por el hombre ciego, que si era culpa de él o de sus padres que estuviera así, Jesús dejó claro que él no tenía culpa…
Si aparentemente no ha tenido efecto una oración, no se debe dejar la carga sobre la persona que la recibe. Más bien, hay que darle la oportunidad de volver, darle esperanza y asegurarle el amor de Dios por él.
Tratamos de evitar poner a la gente bajo presión. Es bueno preguntar y ver si la persona está en el momento de tomar decisiones… Si no está claro, es mejor darle salidas, dejar abiertas las puertas.
8. Al orar por otros es importante mantener relaciones armoniosas en el Cuerpo de Cristo.
Jesús oró que fuésemos uno, que estuviésemos unidos. San Pablo dice que nos esforcemos por mantener la unidad. Una regla es no criticar otras denominaciones, otras iglesias, otros líderes. No usar el cinismo. Eso no ayuda en la acción del Espíritu Santo. Es posible que en ocasiones ministremos a miembros de otras iglesias o denominaciones. Es posible que en algunos casos encontremos quejas o situaciones que provienen de otras maneras de hacer las cosas diferentes a las nuestras. En esos casos es importante mantener la unidad.
Otro aspecto en el que también necesitamos tener unidad, si estamos en un grupo, es en no ser divergentes. En una ocasión dos estaban orando por la misma persona, una decía: «¡Tienes que soltarlo!», mientras el otro clamaba: -«¡Aférrate! ¡Aférrate!» Uno pedía: «¡Ven, fuego de Dios!», en cambio el otro: «¡Ven, agua del Espíritu!» Si estamos varios orando hay que ser sensibles unos a otros y ver la forma de apoyarnos, no de competir.
Finalmente, además de orar, es importante dirigir a la persona a experimentar la comunión con el Cuerpo de Cristo.
El lugar para la sanidad y crecimiento espiritual duraderos, es la comunidad. Puede haber momentos clave en un evento, pero luego eso hay que enclavarlo en un compromiso y una relación de comunidad para que los avances se afirmen y maduren. La amistad con Dios es amistad con otros. La relación y compromiso con Dios es relación y compromiso con otros.
En el Éxodo, después del milagro grandioso del mar Rojo, encontramos que poco tiempo después el pueblo se olvida y cae. De nada sirve tener un gran momento cuando el Espíritu Santo nos toca con poder, si luego no creamos el ambiente donde ese toque del Espíritu nos conduzca a la madurez y al crecimiento. |