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  Nº 123
Junio 2013
 
 

El Buen Pastor

Nueve pecados de ayer, de hoy y de mañana (XIV)
por José Luis Suárez
Creados a imagen de Dios (3 y fin)

En el artículo anterior vimos la segunda triada de pecados que destruyen la imagen de Dios en el ser humano —el orgullo, la envidia y la vanidad— y cuál debería ser la imagen de Dios en el ser humano en oposición a estos tres pecados.

En este último artículo de esta serie veremos cómo el pecado arraigado de la avaricia, cobardía y gula representan una de las partes oscuras de las pasiones humanas que pueden ser transformadas a imagen de Dios cuando vivimos en confianza, seguridad y compañía.

1. La parte oscura o enferma de esta triada

La fuerza destructiva de estos pecados tienen en común la falta de confianza en todo aquello que no se puede controlar y es por esta razón que toda su energía está en la cabeza. Para esta triada todo lo que ocurre debe pasar por el pensamiento. Planear el futuro y la búsqueda de información constante con el fin de saber de antemano lo que ocurrirá, ocupa la mayor parte de las energías de estas personas.

Este es el pecado del exceso que lleva a creer que sólo se pude hacer frente a todas las dificultades de la vida si todo está bajo control personal. Por ello que se busca continuamente refugio y seguridad en uno mismo para enfrentar los avatares de la vida. No se necesita a nadie para vivir. Uno se basta a sí mismo, por lo que las personas que hacen parte de esta triada son muy autónomas e independientes en los momentos más oscuros de su vida. Su lema en la vida es «No se puede confiar en nadie nada más que en uno mismo».

Ante los miedos —¿Qué me va a ocurrir? ¿Sobreviviré? ¿Cómo prepararme para evitar que ocurran cosas malas?, etc.— aparece la ansiedad y la angustia. Estas llevan a la búsqueda de seguridad y estrategias para que el futuro salga según se ha previsto, ya que la vida es peligrosa. Se busca un control racional interno de todo, para protegerse de las amenazas externas. Se crea un mundo donde todo debe estar bajo control.

Ante la falta de confianza en el futuro aparece el deseo de acumular, que no es otra cosa que el miedo, un protegerse de la necesidad del mañana. Se trata de atesorar lo que sea: conocimientos, cosas, información, para anticiparse al futuro y no ser decepcionado.

2. Restaurar la imagen de Dios en esta triada

Esta tercera fuerza o triada de la imagen de Dios en el ser humano se llama confianza, seguridad y acompañamiento. El Salmo 23, que podríamos titular «el Salmo de la confianza, seguridad y acompañamiento», nos da indicaciones necesarias para ser liberados de la avaricia, cobardía y gula.

Jesús se apropia de este salmo y lo hace suyo cuando afirma: «Yo soy el buen pastor. El buen pastor da su vida por las ovejas» (Juan 10,11).

La metáfora de este salmo nos habla del pastor que acompaña al ser humano en su peregrinaje en esta tierra y aunque es una evidencia de que es válido para todo ser humano, lo es muy especialmente para las personas dominadas por la avaricia, la cobardía y la gula. Es una invitación a las personas desconfiadas, angustiadas y temerosas del futuro, a acercarse al buen pastor para encontrar en Él confianza, seguridad y acompañamiento.

Ante los muchos miedos reales e imaginables —y tenemos razones objetivas para sentirnos desconfiados y angustiados: enfermedad, sufrimiento, futuro incierto, las muchas amenazas que se ciernen sobre nuestro planeta y en última instancia, el saber que estamos a merced de realidades que no controlamos— podemos decir con el salmista: «El Señor es mi pastor, nada me faltará». En estas pocas palabras encontramos el fundamento de la pérdida del miedo, de la angustia, de la soledad y de la desconfianza.

Quien se acerca a este pastor nada tiene que temer, porque aun en el valle de sombra de muerte, nada le faltará. Esto supone un acto de confianza total en aquel que controla todo el universo y que nada de lo que ocurre en este mundo le es ajeno, porque conoce todos los detalles del camino del ser humano, tanto en el presente como en el futuro.

 El «Nada me faltará» es muy importante para las personas de esta triada, porque es la fuerza que les permite deshacerse de todos sus miedos, al saber que el buen pastor conoce sus limitaciones, sus dificultades, sus desconfianzas y en última instancia, sus muchas preguntas sin respuesta.

Jesús el buen pastor ofrece seguridad y protección. Siempre nos acompaña, caminando a nuestro lado aunque en muchos momentos de la vida no seamos conscientes de su presencia.

El buen pastor no es un mercenario que nos acompaña por intereses personales, ni tampoco un peón que no conoce las dificultades del camino. Es el compañero y acompañante que nos guía por los mejores caminos, aunque a veces sean estrechos, dificultosos y llenos de incertidumbres. Pero en los momentos oscuros de la vida, donde no se encuentra salida alguna, las palabras «No temeré mal alguno, porque tú estás conmigo» son suficientes para darnos confianza, seguridad y protección. La presencia del Buen Pastor a nuestro lado desvanece todos los temores.

Conclusión final

Toca ahora dar conclusión a esta serie de artículos sobre el lado oscuro de la naturaleza humana. Hemos observado los pecados de avaricia, cobardía, envidia, gula, ira, lujuria, orgullo, pereza y vanidad en el ser humano, que están arraigados en lo más profundo del ser. He intentado compartir que difícilmente podremos liberarnos de ellos con nuestras propias fuerzas. Una historia del famoso filósofo de la antigua China, Chuang Tzu, que vivió en el siglo IV antes de Cristo, nos describe en un cuento que de forma muy gráfica nos muestra esta realidad. Aunque Chang Tzu no lo dice, su cuento no deja dudas de que somos prisioneros de nosotros mismos.

Había un hombre que se sentía tan turbado al ver su propia sombra y tan disgustado con sus propios pasos, que se propuso librarse de ambos.

La forma que encontró para hacerlo fue escapar de ellos.

Se puso en pie y echó a correr. Sin embargo, cada vez que bajaba el pie, había dado otro paso. Su sombra le seguía el ritmo sin la menor dificultad. El hombre atribuyó su fracaso a que no corría suficientemente rápido, así que corrió cada vez más deprisa y sin parar, hasta que finalmente cayó muerto.

No se dio cuenta que si se hubiera colocado en un lugar umbrío, su sombra se habría desvanecido; y que si se hubiera sentado y permanecido quieto, no habría habido más pasos.

Muchos siglos más tarde Teresa de Ávila, una mujer de una gran sensibilidad y sabiduría espiritual en un tiempo de gran oscuridad dentro de la iglesia, nos reta a contar con Dios en nuestra vida porque en última instancia, «Solo Dios basta». Estas palabras de Teresa de Ávila son una buena noticia. A esto, los cristianos lo llamamos «Evangelio».

Nada te turbe, nada te espante, todo pasa.
Dios no se muda, la paciencia todo lo alcanza,
Quien a Dios tiene, nada le falta, Solo Dios basta.

 
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Ilustración: vidriera en la Iglesia de San Juan Bautista, Ashfield, NSW (Australia)