La madurez cristiana (13)
Maduramos cuando cambiamos (2º de 2)
por José Luis Suárez
En el artículo anterior escribí acerca de los cambios, su importancia en la vida humana, las dificultades para cambiar y la necesidad de percibir los cambios como procesos en lugar de un acontecimiento puntual que ocurre una vez para siempre. En esta segunda parte, me gustaría desarrollar algunos elementos que favorecen los cambios en nuestras vidas.
Mi inspiración viene de tres relatos bíblicos donde encontramos realidades muy diferentes pero que tienen mucho en común. En los tres textos encontramos los ingredientes fundamentales para todo cambio.
El primer texto de referencia lo encontramos en Génesis 12,1-20, donde se nos narra la llamada de Dios a Abraham a dejar el mundo en que vivía para ir a una nueva tierra que Dios tenía preparada para él y los suyos.
El segundo relato empieza en Éxodo, capítulo 4. Es el encuentro de Moisés con Dios en el monte de Oreb, donde Moisés recibe la llamada de guiar el pueblo de Dios de la esclavitud a la tierra prometida. El relato termina con la conquista de Jericó, ya en Josué, capítulo 6.
El tercer relato lo encontramos en Filipenses 3,4-16. En este texto el apóstol Pablo da testimonio de su fe en Cristo, fe que no se queda anclada en el pasado sino que se aventura hacia el futuro, olvidándose de lo que deja atrás, mirando hacia la meta final.
Estos tres relatos tienen algunas realidades en común: Voz interior. Elección. Prioridades. Ruptura con el pasado. Apertura a lo nuevo. Imprevistos. Aventura. Desafíos. Inseguridades. Miedos. Un precio a pagar.
Un elemento fundamental que se da en los tres relatos, aunque expresado de forma diferente, lo encontramos en la llamada de Dios a Abraham: «Te bendeciré y serás de bendición». En todo cambio el primer beneficiario es la persona que se aventura al cambio, pero para que sea un cambio auténtico y genuino, siempre debe ser de bendición también para los demás.
Ni en el artículo anterior ni en este, se encontrará una definición de lo que es el cambio; es demasiado complejo, demasiado variable para ser recogido con una definición. Prefiero señalar los rasgos esenciales del cambio, los componentes que a mi juicio son fundamentales y característicos del cambio.
Elementos que favorecen los cambios:
1. Todo empieza por una llamada
Todo cambio tiene su origen en una convicción personal y profunda de que la hora del cambio ha llegado. Para el creyente esta llamada llega desde la fe. Todo cambio empieza cuando la persona toma conciencia que una nueva etapa en la vida debe empezar, que por muy bonito que haya sido el pasado ya no se puede quedar donde está.
Esa voz interior es misteriosa porque no se ve, no da muchos detalles del camino a seguir. Muchas veces la voz es ilógica. Pero la persona intuye que hay que responder y obedecer.
Los griegos tenían dos formas de entender el tiempo, el chronos entendido como tiempo lineal, el tiempo del reloj, el tiempo que se mide; y el kairos, el momento justo, oportuno, adecuado, aquel que cuando llega, hay que tomar una decisión.
Esta hora kairos los escritores bíblicos la describen como la hora de Dios, la hora de actuar. Es la hora que menciona Mateo 26,45: «He aquí ha llegado la hora». Es el momento clave cuando Jesús será entregado por Judas a los líderes religiosos de su tiempo.
La llamada al cambio siempre llega cuando la persona está preparada. En su momento. Ni antes ni después. Un proverbio asiático dice: «Cuando el alumno está preparado, aparece el maestro».
2. Elección
Todo cambio exige una elección. La mayoría de las veces cuando nos encontramos ante la decisión de cambiar, nos gustaría quedarnos con lo antiguo y también lo nuevo; pero eso no es posible. De intentarlo, nos puede pasar como aquel cazador que decidió perseguir dos liebres al mismo tiempo y terminó sin poder cazar ninguna. La metáfora del encuentro de dos caminos cuando hacemos senderismo, nos enseña que no se puede seguir dos caminos al tiempo. Hay que elegir uno. Esto ya lo dijo Jesús: «No se puede servir a dos señores al mismo tiempo». La elección es la preparación para el cambio.
La persona que elige debe siempre recordar que la decisión la tomó ella y no los demás. Su destino dependerá de las decisiones tomadas personalmente a lo largo de la vida.
Al elegir, creamos las circunstancias favorables que permitirán que lleguen los cambios.
3. Ruptura
El «Vete de tu tierra» que escuchó Abraham, hace parte del cambio. La elección exige una ruptura con el pasado. No puede haber cambio sin ruptura y la ruptura es dolorosa. No es gratuita. El niño al nacer rompe el vínculo primario con la madre y esto produce lloro, sufrimiento; pero es el precio a pagar por nacer a la vida. Los cambios no viene por sí solos. El aferrarse al pasado impide ver lo que hay en el presente.
La ruptura implica que hay prioridades en la vida. Descubrir donde tiene uno que gastar sus energías es fundamental en esta etapa.
La ruptura siempre es correr un riesgo. Correr riesgos ha sido a través de la historia la base del progreso. El cambio auténtico siempre es doloroso e incierto.
Cuando se da una ruptura se pasa por un periodo de inestabilidad. Se tiene la sensación de estar pisando un terreno pantanoso. El caminar se realiza con muchos esfuerzos, porque se está construyendo un mundo diferente al antiguo, donde todo es nuevo y por ser nuevo se camina lentamente y con incertidumbres.
En toda ruptura se pasa por distintas fases emocionales, porque ciertos cambios no se suelen asimilar fácilmente y a menudo se duda de haber tomado la buena decisión. Incluso pueden llegar momentos en los que se piensa tirar la toalla. Esto le ocurrió al pueblo de Israel varias veces en su camino hacia la tierra prometida.
4. Imprevistos
Conocemos el punto de partida pero no podemos adivinar el futuro. A todos nos gustaría saber de antemano lo que nos espera, pero no existe un manual que dé respuesta a la mayor parte de preguntas que nos hacemos sobre la marcha. Son normales los altibajos emocionales cuando las cosas van más despacio de lo que pensábamos o no salen como habíamos previsto. Estos imprevistos nos pueden llevar incluso a no volver nunca más a ser la misma persona.
Todo cambio es una aventura, ya que no sabemos por adelantado dónde nos conducirá. Esto hace que nos sintamos incómodos. Nos gustaría poder tener bien seguro adónde nos lleva el cambio.
Todo cambio es un misterio. No podemos controlar lo que acontece. La única opción válida y sabia, una vez se ha decidido cambiar, es estar abiertos a lo desconocido, a la sorpresa, al milagro, sabiendo que escogimos lo que entendimos como lo mejor para nuestra vida… y confiamos que así sea.
5. La meta siempre está por llegar
Ninguna decisión es para siempre. Cuanto más cambia uno, más se da cuenta de lo que falta por cambiar. Todo cambio es pasajero. Siempre quedan montañas por escalar.
6. Bendecidos para bendecir
Todo cambio es un desafío. Debemos percibirlo constantemente no como una amenaza, sino como una bendición.
No debemos entender el cambio como un poder utilitario. Lo único que nos otorga el cambio es ser bendecidos —vivir en mayor plenitud— y ser de bendición para otros.
La llamada que tenemos, es vivir el cambio como una oportunidad para madurar, crecer, aprender y ensanchar horizontes. Esto nos permitirá vivir el cambio no como un adversario, sino como un amigo.
Para poder ir más lejos
Algunas propuestas
1. Decide hacer algo que nunca has hecho. Hazlo sin valorarlo ni analizarlo, tan sólo por el placer de hacer algo nuevo.
2. Intenta hablar con una persona de otra cultura que la tuya. Hazlo sin otro propósito que el de descubrir su manera de entender la vida, sus luchas, sus esperanzas, sus valores…
3. Deja de luchar por detener los cambios en tu vida y alrededor tuyo. Permite que llegue aquello que tenga que llegar.
4. Da la bienvenida a todo cambio. Aunque no siempre te guste.
5. Mira el cambio como si fuera una puerta que se abre hacia una misión y una tarea por cumplir.
Y sólo cuando hayas alcanzado la cima de la montaña, comenzarás a escalar (Khalil Gibran).
Vivir es cambiar; y para perfeccionarse es necesario haber cambiado muchas veces (John Newman).
Lo único que permanece en esta vida es el propio cambio (Heráclito).
No siempre harás las elecciones correctas, pero si prestas atención, incluso tus errores —quizás sobre todo tus errores— te llevarán al siguiente escalón (Philip Goldberg ). |