El nombre de Dios en vano
Muchos creyentes confunden sus opiniones, ideas o sentimientos sobre Dios, con lo que El es de verdad. Pensamos que cuando decimos algo de Dios, debe ser así. No nos interrogamos de dónde salen esas ideas. Es curioso que en ocasiones cuando le he preguntado a un creyente, pastor o teólogo ¿cómo lo sabes?, algunos me contestan: porque es lo que me han enseñado. Siempre ha sido así. Pero no se cuestionan si los que les enseñaron estaban equivocados o no. A algunos creyentes, esto les perturba. ¿Debemos cambiar lo que creemos? Pero lo que muchos no se dan cuenta es que Jesucristo hizo precisamente eso. Cuestionó lo que se había recibido hasta entonces como palabra de Dios. «Oísteis que fue dicho....mas yo os digo». Jesús se enfrentó a las ideas erróneas sobre Dios. Unas ideas que venían de los «profesionales» de la religión o de la superstición popular. La Reforma Protestante surge como un cuestionamiento a lo recibido desde la Edad Media.
Los anabaptistas cuestionaron a los Reformadores, porque no habían hecho una crítica suficientemente profunda. Y así sucesivamente. ¿Por qué esta actitud de cuestionar?
Para no tomar el nombre de Dios en vano.
Dios es más de lo que podemos pensar. Pero alguien dirá: «Yo no tengo ese problema, porque yo sólo digo lo que dice la Biblia». De acuerdo. ¿Pero cómo la interpretas? Porque cada uno la lee desde sus condicionantes. ¿Todo es relativo? La verdad absoluta está en Dios, pero nosotros no somos absolutos. Lo relativo está en nosotros, no en la Verdad. Necesitamos ser humildes cuando hablamos de Dios. Hay que ser consciente que es nuestra manera de entender. Necesitamos a nuestros hermanos para contrastar, aprender y compartir. La comunidad de fe nos ayuda a no caer en la trampa de creerse uno como el «portavoz de Dios». Todos somos conscientes de que Jesucristo es el verdadero intérprete del Padre. (Juan 1:18). Juntos tratamos de discernir esa voz, esa dirección del Espíritu, cuando leemos e interpretamos la Biblia. Siempre sabiendo que nuestra relación es con una Persona, no con una idea. (La Verdad es una Persona —Jesucristo— no una doctrina.)
La fe es esa confianza en Dios, que nos acepta y ama a pesar de nuestros errores cuando hablamos de él. Esto no impide que tengamos la responsabilidad de estudiar individualmente y en comunidad lo que enseñan las Escrituras, buscando sobre todo el Espíritu más que la Letra.
Es bueno conocer las doctrinas como guías, herramientas que nos ayudan en nuestra búsqueda. Son como los mapas de carreteras que nos guían, pero no son «la carretera». A veces se han tenido que reelaborar, porque no era discernible la voz de Cristo en ellas.
Seamos pues humildes cuando hablemos de Dios, estudiemos juntos la Biblia, no seamos arrogantes. Cambiemos de ideas, si es necesario por fidelidad al Evangelio, pero sobre todo, No tomemos el nombre de Dios en vano.
—Julián Mellado
(Gracias por lo que me habéis enseñado…) |
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