Colección de lecturas
 

1ª Parte: Historia del movimiento anabaptista



PDF Los anabaptistas del siglo XVI

El origen de los menonitas
Los anabaptistas no violentos del siglo XVI
por Dionisio Byler


II. El legado de los anabaptistas

    Esbozamos a continuación cuatro ejemplos de cómo nos puede inspirar el ejemplo de los anabaptistas del Siglo XVI, frente al reto que nos espera en el Siglo XXI.

    A. Hermenéutica cristocéntrica

Las tradiciones hermenéuticas de las grandes iglesias mayoritarias han tratado con ligereza insultante el pensamiento de Jesús. Y han podido hacer esto porque su concepto de inspiración de la Biblia —y su manera resultante de interpretar la Biblia— otorgan el mismo valor a todos y cada uno de los pasajes bíblicos.

El rigor intelectual y la profundidad espiritual con que pensadores como Pilgram Marpeck pudieron desarrollar las consecuencias de que la Biblia está compuesta por dos testamentos, sigue siendo necesaria hoy. La Biblia no tiene toda ella el mismo mensaje. Hay porciones que han sido claramente superadas. No tenían ni Abraham ni Moisés ni el rey David el mismo conocimiento íntimo de los propósitos de Dios que gozó el Hijo, Jesucristo. Esto es elemental. En la Carta a los Romanos Pablo expone cuidadosamente sus reflexiones acerca de las limitaciones de la Ley. Sin embargo sigue siendo asignatura pendiente para el grueso del pensamiento cristiano examinar toda la revelación bíblica a la luz de Jesús de Nazaret, el Hijo, aquel a quien Juan llama logos, o sea Palabra de Dios por excelencia.

Las consecuencias de basar nuestra enseñanza en las palabras de Jesús de Nazaret son eminentemente prácticas. Jesús nunca nos dejará conformarnos con una mera «sana doctrina». Jesús exige de nosotros más bien una «sana conducta» basada en el amor al prójimo y la solidaridad con los que sufren.

    B. Eclesiología miniaturizada y personalizada

La clandestinidad en la que se vio forzado a existir el anabaptismo tuvo consecuencias prácticas en su estilo de ser iglesia. Marcó profundamente su manera de entender qué es la iglesia. El anabaptismo se propagó a base de predicadores itinerantes y grupos caseros. Gran parte de su idealismo acerca de la naturaleza de la iglesia como comunidad, como familia marcada por un amor fraternal íntimo y personal, sólo se explica comprendiendo esta dinámica. La persecución no sólo les obligaba a propagarse mediante pequeñas células clandestinas, sino también a jugarse la vida unos por otros. Cuando la traición podía resultar en la muerte de hombres y mujeres, ancianos y jóvenes, la confianza mutua exigida para algo tan sencillo como asistir a una reunión, raya en lo incomprensible. La solidez del pacto fraternal que les unía tenía que ser inconmovible.

Hoy los que estudian nuestra sociedad nos hablan de la soledad abrumadora en que vive la mayoría de la gente. Cada ser humano ha llegado a ser una isla, un barco en un inmenso mar que muy de vez en cuando halla un encuentro real con el prójimo. Los que estudian el crecimiento de las iglesias nos cuentan que todas las iglesias que crecen, o bien son muy pequeñas o tienen grupos pequeños, grupos íntimos y personales que suplen esta necesidad acuciante para nuestra sociedad. No cabe duda de que siempre seguirá habiendo lugar para cultos multitudinarios que toman la forma de grandes espectáculos musicales. Pero si de verdad queremos cambiar el mundo, el modelo a seguir vuelve a ser el que descubrieron los anabaptistas: La iglesia como pequeñas células de hermanos y hermanas comprometidos hasta la mismísima muerte.

    C. No violencia

La humanidad necesita imperiosamente rehabilitarse de su adicción a la violencia. Y no deja de sorprender que en las circunstancias sociopolíticas muy especiales del Siglo XVI, hubiera surgido un movimiento como el anabaptista con ideas tan claras al respecto.

Motivos para recurrir a la violencia no faltaban en la Europa central del XVI. Por una parte existía la presión por defender a la Europa cristiana de los avances turcos. Bien es cierto que en la Península Ibérica los cristianos acababan de echar a los moros. Sin embargo en Europa central la civilización cristiana nunca se había visto tan amenazada como ahora por el peligro turco, que desde su base sólida en Estambul, la antigua Constantinopla, subía por los Balcanes. Habiéndose tragado el imperio cristiano oriental, los turcos ahora batían contra las puertas del imperio austríaco.

espadas en arados
«Forjarán sus espadas en rejas de arado» —de la escultora menonita Esther Augsburger
 

Pero al que no le convenciera el llamado a defender la civilización cristiana, bien le podía apelar el llamado a la revolución de los campesinos contra la opresión feudal. Tomás Munzer, que había empezado colaborando con Lutero, optó al final por soliviantar a los campesinos con una prédica al estilo de algunos teólogos de la liberación marxistas. Y ya hemos descrito la debacle de la Nueva Jerusalén proclamada por fanáticos anabaptistas en la ciudad de Münster.

¿De dónde sacan entonces otros anabaptistas ideas tan claras como para jugarse la vida a favor de la objeción de conciencia contra las guerras, contra la pena capital y toda suerte de violencias supuestamente justificadas? Del mismo sitio donde ya habían recogido ideas similares Pedro Valdés y sus seguidores en el Siglo XII, Francisco de Asís y sus seguidores en el Siglo XIII, o Pedro de Chelcicky y sus seguidores checos en el Siglo XV. Nada más y nada menos que del evangelio de Nuestro Señor Jesucristo. Hoy, finalizado ya el siglo más bélico, cruel y violento de toda la historia de la humanidad, hace falta recuperar la claridad espiritual que mostraron aquellos cristianos del pasado. Hace falta declarar otra vez, inequívocamente, que la destrucción de la vida humana nunca se justifica. Y que quienquiera mantenga lo contrario sencillamente no ha comprendido el evangelio.

    D. Pluralismo

Por último, recojo con la perspectiva que nos otorga el paso de los siglos, una observación basada en la multiforme variedad que prodigó el movimiento anabaptista del Siglo XVI. Lógicamente, muchos pensadores menonitas al examinar el movimiento anabaptista del que procedemos nos acabamos alarmando ante algunas de las ideas fanáticas y extremistas de algunos anabaptistas. Puesto que para ser anabaptista lo único que hacía falta era defender el bautismo de adultos en lugar de niños, cualquier loco podía resultar ser anabaptista. Hay que recordar que la palabra «anabaptista» era el peor insulto posible en aquella era. Despertaba la mezcla de horror y odio que siempre despiertan los que cuestionan las mismísimas bases de la sociedad.

Los anabaptistas mismos, especialmente aquellos que se ceñían cuidadosamente a las Escrituras y al ejemplo de Jesucristo, veían esta diversidad como algo negativo. Es mayor el porcentaje de los escritos de Menno que atacan extremismos y fanatismos anabaptistas, que los que defienden contra errores en el catolicismo o en los Reformadores del protestantismo oficial.

el cristianismo vivo y dinámico que requerirá el siglo XXI tendrá que ser, como lo fue el anabaptismo, un movimiento

Sin embargo el Siglo XXI va a requerir un cristianismo que abrace la riqueza que sólo se puede hallar en la diversidad. Los legalismos siempre acaban siendo más peligrosos que el desorden. Mal que nos pese, el cristianismo vivo y dinámico que requerirá el Siglo XXI tendrá que ser, como lo fue el anbaptismo, un movimiento. No una institución centralizada.Tendrá que gozar de una flexibilidad ejemplar para adaptarse a una sociedad que huye del conformismo y la uniformidad.

El mundo que nos aguarda en este nuevo siglo requiere cristianos que se dediquen con sencillez a seguir a Jesús de Nazaret. Cristianos que en lugar de combatir contra aquellos con los que no estén de acuerdo, puedan dar con sus vidas ejemplos de santidad, justicia, amor, mansedumbre, fe, gozo y paz en un mundo que se debate entre la vida y la muerte.


Algunos elementos sobresalientes de la fe anabaptista

La lista a contiuación no pretende ser una descripción exhaustiva de las convicciones anabaptistas. Tan sólo se trata de algunos elementos resaltados por su enorme potencial para orientar una visión de trabajo para el futuro de auellas iglesias cristianas en España que desean construir sobre este legado.

A. Estilo de vida cristiana: seguir a Cristo

  • Espiritualidad personal, devoción sentida (derivada del misticismo medieval)
  • Discipulado y disciplina: santidad y moral personal (derivado de las corrientes más severas del monaquismo medieval)
  • Ética de amor indefenso: objeción de conciencia, no violencia.

B. Eclesiología: separación del mundo

  • Comunidad de hermanos y hermanas: La iglesia es «libre» en 2 sentidos:
    1. participación voluntaria;
    2. independencia del Estado.
  • Solidaridad en necesidades materiales (llegando en algunos grupos a poner en común sus posesiones).
  • Inconformismo con el mundo; conformismo con las reglas de la comunidad (nótese otra vez cierta influencia del monaquismo).
  • Células pequeñas, íntimas, de compromiso hasta la muerte (por persecución y clandestinidad). Casi siempre carecían de estructuras más allá de la célula local (salvo predicadores itinerantes).
  • Visión por la evangelización de un mundo perdido (celo compartido con católicos españoles y portugueses: los protestantes del Siglo XVI no mostraron ningún interés en este tema).
  • Sectarismo: certeza de poseer la verdad que ningún otro poseía.

C. Hermenéutica: el lugar de la Biblia en la iglesia

  • Apego radical a la Biblia: ni credos ni papas ni concilios ni teólogos universitarios, sino la Biblia leída por ellos mismos, frecuentemente campesinos sencillos.
  • El lugar para estudio bíblico que pueda valer como autoridad: la comunidad de fieles (no la universidad).
  • El principio cristológico en la lectura bíblica. Marpeck: la relación entre los testamentos es de promesa y cumplimiento. Conocer a Jesús modifica todo lo demás: él determina nuestra aplicación de todo el texto bíblico.

D. Pluralismo

Este pluralismo no es un ideal que ellos mantuvieran. Muchos grupos anabaptistas tenían una mentalidad extremadamente sectaria: se creían los únicos poseedores de la verdad cristiana. Sin embargo, la realidad del anabaptismo del Siglo XVI es una de impresionante variedad, desde las comunidades de bienes de los huteritas, pasando por los revolucionarios apocalípticos de Münster, hasta el pacifismo evangélico de Menno.

 
 
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