El Mensajero
  Diccionario de términos bíblicos y teológicos


unción — Acto de ungir, con el que en Israel se instituía a reyes y sumo sacerdotes para el ejercicio de su cargo.

El verbo chrío (de donde deriva el término Christos¸ en castellano Cristo) figura en pocos textos griegos e indica una acción de engrasar, normalmente frotando, como quien engrasa una espada para evitar que se oxide.  El sustantivo (chrisma, chrima) viene a ser una crema o pomada medicinal que se aplica con movimientos de frotación a modo de masaje.

El ritual de engrasar, o sea derramar un perfume a base de aceites sobre la cabeza y el cuerpo, se conocía entre los antiguos hititas (en lo que es hoy Turquía) como parte de la ceremonia de coronación de sus reyes.  Éstos ejercían a la vez de sacerdote principal del reino.  Bien sea en cuanto rey o como sumo sacerdote, parece ser que se creía que el acto de engrasamiento —o sea unción— otorgaba al rey hitita poderes sobrenaturales que le capacitaban para ejercer el cargo.

En la región al sur de los hititas, los cananeos —entre ellos los jebuseos que habitaban en Jerusalén— adoptaron la costumbre de engrasar o ungir a sus reyes como parte de la ceremonia de coronación.

En el Antiguo Testamento.  Llegamos así a los israelitas, sucesores de los cananeos, que también emplearon ese rito.  El verbo hebreo es machaj (de donde viene Machíaj, en castellano Mesías).  Sin embargo en Israel el sumo sacerdote y el rey eran personas diferentes, de linajes diferentes.  Ambos, entonces, el rey y el sumo sacerdote, eran ungidos en Israel al acceder al cargo.  Se entendía que en el acto de engrasamiento o unción, el Señor les confería los poderes y las potestades necesarias para el ejercicio de su cargo.  Aunque todos los reyes de Jerusalén pasaron por este rito cuando su coronación, en el Antiguo Testamento el rey David es considerado el Mesías o ungido por excelencia.

En Isaías 61,1, el profeta dice estar ungido por Dios «para proclamar libertad a los cautivos y liberación a los prisioneros; para proclamar el año favorable del Señor».  Como no hay ningún otro indicio de que los profetas se ungieran al estilo de los reyes y sumo sacerdotes, hay que suponer que Isaías habla aquí en un sentido figurado: se siente expresamente autorizado por Dios para anunciar al pueblo estas medidas de alivio en medio de la opresión e injusticia.

La palabra Mesías sigue su propio desarrollo en las profecías, los salmos y especialmente la esperanza popular de los judíos.  Está claro que para cuando llega Jesús de Nazaret, había un enorme anhelo de un Mesías o Cristo, un «engrasado» o «ungido», que liberara al pueblo del yugo del opresor romano y trajera un gobierno directo de Dios sobre los judíos: un gobierno de justicia, paz y prosperidad.  Aquellos salmos que, a la antigua usanza de los de los cananeos, proclamaban al rey ungido como un hijo de Dios, suscitan entre los judíos mil años más tarde una esperanza en que ese rey que esperan, salvador del pueblo judío oprimido, vivirá para siempre y que su reino será eterno.

En el Nuevo Testamento.  Aquí, las esperanzas en un ungido —es decir el Mesías o Cristo— se declaran colmadas en la persona de Jesús de Nazaret.

El Nuevo Testamento no conoce otro Cristo que Jesús.  No admite que pueda haber otros «ungidos» (otros cristos) aparte de Jesucristo.

El verbo ungir en 2 Cor. 1,21-22.  Aquí podría ser que Pablo estuviera diciendo que su condición de apóstol se debe a haber sido ungido en determinado momento.  Sin embargo, como aquí este concepto va en paralelo con el de haber sido sellado y haber recibido el Espíritu Santo, parecería más natural suponer que Pablo se está refiriendo concretamente o a su bautismo o bien a una experiencia interior de «bautismo» o «plenitud» del Espíritu Santo.  Experiencias, ambas, comunes a todos los cristianos.

Unción en 1 Juan 2,20.27.  Seguramente es ésta una referencia o al bautismo o bien a la labor continua y permanente del Espíritu Santo en la vida de todos los cristianos.  El efecto expreso de esa unción es aquí que los cristianos tienen conocimiento de la verdad.  Jesús había profetizado acerca del Espíritu Santo: «Pero cuando él, el Espíritu de verdad, venga, os guiará a toda la verdad, porque no hablará por su propia cuenta, sino que hablará todo lo que oiga» (Juan 16,13).  En 1 Juan, se entiende que esto en efecto ha sucedido con quienes leen la carta.

La idea de «unción» como un «no sé qué» de espiritualidad intensa en determinadas reuniones o personas, es ajena a la Biblia.  Nace y tiene un desarrollo importante en las últimas décadas, entre cristianos de tradición carismática y pentecostal.

(D.B.)

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Publicado en
El Mensajero Nº 82


 

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