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Diccionario de términos bíblicos y teológicos
propiciatorio — Tapa o cubierta de oro que cubría el cajón o arca de la alianza entre Dios y su pueblo Israel; primero en la carpa ceremonial o tabernáculo en el desierto y a la postre, en el templo de Salomón en Jerusalén.
Tapar… pecados. En principio, el significado de este vocablo hebreo, capóret, no debería revestir particular interés. Deriva del verbo hebreo que significa «tapar» y en ese sentido, su traducción más natural sería «tapa», donde el arca era un cajón de madera forrado en oro, que tenía su correspondiente tapa, forrada también en oro.
Sin embargo el verbo hebreo «tapar» o «cubrir», es uno de los que se emplean en la Biblia para indicar el perdón divino. Cuando Dios tapa o cubre nuestras conductas rebeldes contra él o malintencionadas contra el prójimo, las hace invisibles. Se entiende que Dios elige no ver esas maldades nuestras así tapadas. Es entonces, una manera elocuente de dar a entender la gracia y el perdón inmerecido de Dios.
Esas conductas, esa maldad, no es que no existan: una vez cometidas, el tiempo corre siempre en una única dirección y jamás podremos volver atrás en el tiempo para deshacer o no hacer lo hecho. Pero para todos los efectos prácticos, lo que Dios no ve —lo que Dios elije no ver— es como si no existiese ni nunca haya existido.
Nosotros jamás podríamos encubrir o tapar nuestra maldad ni nuestras conductas equivocadas, de tal suerte que no las pudiera ver Dios. Nada podemos esconder nosotros de él. Pero si Dios mismo —por su amor y misericordia— elije esconderlas y no verlas, entonces hemos recuperado la libertad de presentarnos ante Dios con las manos limpias y el corazón puro.
No una tapa cualquiera. Este cajón y su tapa correspondiente, no era un cajón cualquiera. Era el símbolo de la alianza entre Dios y su pueblo, cuyo fin era recordar a Israel que Dios los había elegido para sí, los había liberado de la esclavitud en Egipto y en el desierto les había dado sus instrucciones. Ellos habían aceptado ser el pueblo elegido de Dios y comportarse como él mandaba. Habían sellado un pacto y este cajón, en cuyo interior había unas losas de piedra con los diez términos de este acuerdo, era la señal de esa elección divina y de esa aceptación por parte de Israel.
En el templo de Salomón, entonces, en la cámara interior donde normalmente uno esperaría hallar la estatua del dios a quien estaba dedicado el templo, lo que había era este Arca con su Tapa, sobre la cual posaban dos estatuas de seres alados, llamados querubines. Y todo este conjunto —Arca, Tapa y querubines tallados— se entendía ser el trono visible del Dios invisible. De ahí que la Tapa del Arca era, en realidad, la silla del trono donde estaba sentado en su templo el Señor Todopoderoso, el Dios de Israel.
No, no era una tapa cualquiera. Sobre ella se sentaba Dios y por tanto esa tapa venía a significar la mismísima presencia de Dios en el templo.
Símbolo del perdón divino. Pero en el templo, por virtud del ritual y los sacrificios que realizaban a diario los sacerdotes, se entendía que eran perdonados un día sí y otro también, los errores, la impureza y la maldad de Israel. Así Israel podía atreverse a seguir siendo el pueblo elegido de Dios, aunque sabiendo muy bien que jamás podían dar la talla de lo que él esperaba de ellos. Porque con el ritual templario, sus pecados eran tapados cada día por Dios, que elegía no verlos.
De ahí que cuando se realizó la primera traducción de la Biblia hebrea, un proyecto que empezó a mediados del siglo III antes de Cristo, se decidió indicar la tapa de este cajón, con el vocablo griego ilastirion, un término que no quiere decir para nada «tapa», sino «lugar u objeto relacionado con la propiciación». Así empieza una tradición de traducciones que desembocan en nuestro término propiciatorio.
¿Y qué viene a ser la propiciación? Es, en primera instancia, el acto litúrgico que hace que Dios nos sea propicio, que nos sea favorable, tenga a bien tener en consideración nuestros intereses. Pero más al fondo de la cuestión, la propiciación tiene que ser siempre un acto de Dios mismo, por su propia iniciativa, por el que decide no ver nuestra maldad.
En el Nuevo Testamento, en las cartas de Pablo a los Romanos y 1ª de Juan, pone que Cristo es nuestra propiciación. Los cristianos entendemos que es en la persona de Cristo que hallamos reconciliación con Dios, para que Dios siga sin querer ver nuestra maldad.
—D.B. |
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Publicado en
El Mensajero Nº 89
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