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Diccionario de términos bíblicos y teológicos
David — En la historia bíblica, el fundador de la dinastía reinante durante tres siglos y medio en Jerusalén. David habría reinado, aproximadamente, entre los años 1.000 y 961 a.C. Aparte de su papel destacado como guerrero, su nombre se recuerda especialmente por figurar en el encabezamiento de muchos de los salmos. En la historia del cristianismo como religión estatal, fue considerado el máximo ejemplo de soberano caracterizado por un amor fulgurante a Dios, a la vez que encarnación de las virtudes castrenses.
La vida de David viene narrada entre 1 Samuel 16 y 1 Reyes 2 y sorprende por la honestidad con que describe no sólo sus virtudes sino también sus defectos. Ungido por Samuel para suceder al rey Saúl, habría tenido una carrera militar fulgurante, ascendiendo rápidamente de escudero del rey, hasta llegar a ser el más importante de sus generales. Su fama suscita los celos del rey, por lo cual David huye de la corte y se instala en las colinas de Judá con su ejército personal. Perseguido por Saúl, se hace vasallo del rey filisteo de Gat, pero se dedica al terrorismo y el bandidaje sin que lo sepa su soberano.
Muerto Saúl, David se instala como rey de la tribu de Judá en Hebrón hasta que su sobrino Joab asesina al general Abner, de Israel. Entonces las tribus de Israel se someten también a él. David toma la ciudad jebusea de Jerusalén, para convertirla en la capital del reino. Los filisteos entienden esto como una sublevación de quien venía siendo su vasallo y atacan. David los vence aunque a la postre vuelven a aparecer, ahora como su guardia personal en Jerusalén, que le protegería de los alzamientos del ejército israelita.
La percepción generalizada entre los israelitas es que David es tan incompetente como gobernante, como había sido glorioso como militar. Se suceden los intentos de apartarlo del poder, hasta que David por fin le cede el trono a su hijo Salomón.
David en la arqueología. A mediados de los 90, se descubrió en una excavación al norte de Israel una inscripción siria del siglo VIII o IX a.C., que celebra la derrota de «la Casa de David». Es, hasta ahora, la única evidencia fuera de la Biblia, de que haya existido un tal David que hubo fundado un reino y dinastía. En cualquier caso, Jerusalén siguió siendo una ciudad pequeña y relativamente insignificante hasta el siglo inmediatamente previo a su destrucción por Nabucodonosor (año 586 a.C.).
Los salmos de David. La fama de David hasta hoy se debe en gran parte a que figura su nombre en el encabezamiento de tantos de los salmos. Algunos incorporan referencias expresas a diferentes momentos de la vida de David —especialmente los muchos contratiempos que sufrió y superó. David pasa así a la historia como el primero y más célebre de todos los poetas, cantores y músicos que se han dedicado hasta hoy a cantar las alabanzas del Señor de Israel.
La colección de los salmos parece haber sido un proceso muy dilatado en el tiempo y la forma presente del libro es posible que no se haya cerrado hasta el siglo I a.C. En cualquier caso, haya escrito o no David mismo estos salmos, el «David» de los salmos es un modelo y ejemplo de honestidad e integridad ante Dios —especialmente en sus momentos de dificultad y lucha interior.
En algunos salmos, sin embargo, sus alabanzas a Dios degeneran rápidamente en alabanzas de su propia justicia y perfección como persona y como rey, hasta dejar la impresión de ser sencillamente la propaganda típica de todas las monarquías.
Jesús, «hijo de David». En la usanza de los judíos, la expresión «hijo de» indica un fuerte parecido, que no especialmente o exclusivamente una descendencia biológica. Aunque tanto Mateo como Lucas sitúan a David entre los antepasados de Jesús, no deducen nada en particular del hecho.
En determinada ocasión el pueblo de Jerusalén aclama a Jesús al grito de: «¡Hosanna al hijo de David!» La aclamación es enigmática, puesto que las vidas de Jesús y de David parecerían no tener nada en absoluto en común. Alguna conexión debieron ver sus contemporáneos entre ambas figuras, sin embargo, puesto que los romanos ejecutaron a Jesús bajo la acusación de encabezar un alzamiento independentista contra el gobierno de ocupación.
David en la cristiandad. Pocas figuras recibieron tanta atención en la Edad Media como el rey David, que era entendido como prototipo y modelo para los soberanos cristianos. Por una parte, sus proezas de armas inspiraban admiración e imitación. Por otra parte, se tenían en muy alta estima las declaraciones de lealtad mutua permanente entre Dios y David, de donde los monarcas cristianos concluían que la devoción religiosa era tan esencial como las armas para mantenerse en la cúspide del poder. Una devoción religiosa que, naturalmente, les eximía de culpabilidad por las atrocidades y crueldades cometidas contra sus súbditos y sus enemigos.
—D.B. |
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Publicado en
El Mensajero Nº 88
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