¿Te fijaste alguna vez en estos versículos?
12 de noviembre de 2019 • Lectura: 5 min.
Imagen: Ladrones de ganado ajusticiados en el Lejano Oeste
Me tocaba leer 1 Crónicas 7, en medio de lo que con toda seguridad son los capítulos más aburridos de toda la Biblia, las extensas listas genealógicas con que arrancan los libros de Crónicas. Inesperadamente, saltó a mi atención un detalle que seguramente he leído muchas veces, pero deprisa y sin prestar atención, que es como se suelen leer estos capítulos(( La traducción a continuación es, como suele ser el caso, propia mía. No alego que sea mejor que ninguna otra, y todas vienen a decir más lo mismo en el fondo.)).
1 Cr 7,20 Y los hijos de Efraín: Chutalá, y Béred su hijo, y Tajat su hijo, y Elhadá su hijo, y Tajat su hijo, 21 y Zabad su hijo, y Chutlaj su hijo, y Ezer y Elhad. Y los mataron los hombres de Gat que habían nacido en la tierra, cuando bajaron a robar ganado. 22 Entonces Efraín su padre guardó luto durante años, aunque sus hermanos habían venido para consolarlo. 23 Y estuvo con su mujer y ella concibió y le nació un hijo, al que puso de nombre Infaustino((Brihá, que en hebreo significa «en desgracia».)) por ser infausta su casa. 24 Y su hija fue Cheherá, la cual fundó las poblaciones de Betorón de Abajo, Betorón de Arriba, y Uzzén Cheherá.
Todo esto nos describe una situación donde Efraín y sus hermanos viven perfectamente instalados en la sierra de Canaán, en el territorio al este de la planicie costera y de las colinas de transición, de lo que es hoy Israel. Aquí es donde sabemos que surge históricamente Israel, en tierras donde difícilmente podían penetrar los ejércitos de los reyes de las ciudades-estado de Canaán, cuya fuerza principal estaba en sus carros de combate. Estos carros con ruedas de madera, tirados por tres caballos al estilo de los carros egipcios, tenían una plataforma donde, de pie, un arquero disparaba sus flechas sobre el enemigo. En tierras israelitas, sin embargo, pedregosas y empinadas, esos carros eran inútiles. Si no se astillaban las ruedas contra las piedras a la velocidad que galopaban los caballos, en cualquier caso volaría por los aires el arquero, que necesitaba las dos manos libres para disparar.
Lo que relatan estos versículos concuerda también con otro detalle que se conoce de las primeras noticias que se tiene de los hebreos en aquellas tierras, aparte de los textos bíblicos: su dedicación al bandidaje. Tampoco es que falten pistas en los propios textos bíblicos sobre esta dedicación al pillaje y bandidaje —por temporadas, seguramente, según lo atareados que estuvieran con sus otras labores—. Según la Biblia David, por ejemplo, desde que huyó del rey Saúl y hasta que lo coronaron en Hebrón, vivió como jefe de una banda numerosa de forajidos extremadamente sanguinarios. Esto sucedería siglos después, sin embargo.
Aquí en 1 Cr 7, el texto nos informa que los hijos de Efraín se dedicaban a robar ganado. Pero les fue muy mal una excursión cuando bajaron a la costa, muy lejos de su territorio natural, para robar ganado de la ciudad de Gat. Tan mal, que a todos los mataron.
En fin, si estos versículos me llamaron la atención es por ver a Efraín y a sus hijos y hermanos(( Efraín tuvo un solo hermano, Manasés. Pero su abuelo Jacob los equiparó en su testamento con sus tíos, pasando desde entonces a ser considerados «hermanos» de sus tíos.)) viviendo aquí y así.
A ver: Según Génesis, Efraín nació y vivió en Egipto. Su padre fue José y su madre la hija de un sacerdote de la corte de Faraón. Según Éxodo, Efraín y toda su parentela: su hermano Manases, sus tíos los hijos de Jacob, sus primos, y en fin toda la descendencia de Jacob, seguirían viviendo en Egipto durante 430 años, hasta que apareció Moisés para guiarlos a Canaán. Pero por otra parte tenemos pistas —como esta en 1 Crónicas 7— que indicarían que las tribus de Israel tomaron forma y vivieron y crecieron durante siglos no en Egipto, sino en tierra de Canaán. No necesitaron huir de esclavitud en Egipto porque siempre habían estado viviendo en Canaán.
Esto plantea un enigma que hay que resolver. ¿Cómo hay que entender entonces lo que cuenta el libro de Éxodo?
Una forma de imaginar la cuestión, sería entender que la gente que llegó a Canaán por el desierto huyendo de esclavitud en Egipto, fueron lo que a la postre se conoció como la tribu de Leví. El propio Moisés era de esta tribu, la cual se dedicaría como único sacerdocio autorizado para el culto al Señor Dios de Israel. Tal vez más importante, si es que las otras tribus de Israel ya vivían desde siempre como gentes marginadas y maleantes en territorios más o menos inaccesibles, sería el papel de los levitas como «evangelizadores» y catequistas. Se habrían dedicado a instruir al pueblo acerca de las virtudes del Señor que habían conocido como libertador de esclavos, y después como protector y provisor en el desierto. Y como dador de la Instrucción, las disposiciones dadas por medio de Moisés para una vida que agrada a Dios.
Los levitas, entonces, llegados desde el desierto y con esa misión evangelizadora y catequizadora y sacerdotal para las tribus de Israel, nunca tuvieron territorio tribal propio. Vivieron distribuidos entre las tribus de Israel (que ya venían viviendo allí desde siempre), para dedicarse así a la misión que el Señor les había encomendado.
Así se explicarían también los números exagerados del relato de Éxodo. La población que se da ahí para las doce tribus huidas de Egipto resultaría en un «campamento» de unos 2,5 millones de habitantes, además de numerosísimo ganado y pertrechos. Ese «campamento» tendría que tener 60 Km o más de extensión, y por muy alto que levantara la voz Moisés, casi nadie iba a poder oír las disposiciones divinas que les anunciaba.
El libro de Éxodo, sin embargo, al hacer que todo Israel figurase como los huidos de Faraón, pareciera querer reintegrar a la postre, figurativamente, a todas las tribus de Israel en aquellas experiencias esenciales de liberación, protección, providencia, e instrucción divina. Nosotros, no solamente ellos los levitas. Nosotros, no solamente los antepasados de otra generación. Nosotros, todo Israel siempre y en todo lugar, fuimos liberados de Faraón y conocimos al Señor en el desierto.
En fin, algo así es lo que me figuro que explicaría esta discrepancia en nuestros textos sagrados. Y por eso me ha llamado la atención hallar a Efraín y sus hijos y hermanos —aquí en 1 Cr 7— viendo transcurrir su vidas en tierra de Canaán, muy al margen de lo que pudiera estar pasando en Egipto entonces y en los siglos sucesivos, hasta la generación del éxodo.
Pero, ¿de qué nos sirven unas explicaciones así?
Tal vez nos puedan confirmar la intuición de que Dios siempre, en todas las generaciones, ha necesitado de portavoces —como los levitas— que evangelicen e instruyan a otros. La gente vive cada cual en su lugar y según sus costumbres, y normalmente no tienen cómo enterarse que Dios está vivo y que está actuando en otro lugar y con otras personas. A no ser que haya quienes se dediquen a dispersarse entre ellos para anunciarles la buena noticia de un Dios libertador, protector, que instruye a la humanidad cómo vivir. No va a pasar automáticamente. Si en aquel entonces no, hoy tampoco.