Colección de lecturas
 

PDF Desvíos al derecho

El reino al revés
por Donald B. Kraybill


The Upside-Down Kingdom
Copyright © 1878, 1990 Herald Press (Scottdale, EEUU)
Traducción: Marta J. de Mejía
Copyright © 1995 Ediciones SEMILLA (Guatemala)
Reproducido aquí con permiso.



7. Desvíos al derecho

Nuestra aceptación del orden económico prevaleciente, con frecuencia nos desvía de las enseñanzas bíblicas sobre la riqueza y distorsiona nuestra lectura de las Escrituras. Nos inclinamos a sacar versículos fuera de contexto y torcerlos para legitimar o «bendecir» nuestra filosofía económica personal. Además de inclinar las Escrituras a nuestra conveniencia, con frecuencia usamos refranes «sagrados», que no son bíblicos, para racionalizar la riqueza. Vamos a examinar diez desviaciones, diez ejemplos de formas en las que nuestro patrón económico puede tergiversar nuestras creencias teológicas. Los diez desvíos que enumeraremos, son atajos convenientes que nos permiten pasar por alto la sustancia del mensaje de Jesús. Estas evasiones, se basan, con frecuencia, en algún versículo aislado, o dicho proverbial, que nos permite maniobrar y evadir el llamado de Jesús en relación a la conversión económica.

Desvío uno: ¿Qué de la parábola de los talentos?

Una excusa muy frecuente se aferra a esta conocida parábola (Mateo 25:14-30; Lucas 19:11-27). Es irónico que usemos la parábola de los talentos, que está justo después del relato de Zaqueo, para contradecir el comportamiento de Zaqueo. Con frecuencia la interpretación popular de la parábola es la siguiente: Dios ha dado a cada uno de nosotros diferentes habilidades o talentos personales, tales como una hermosa voz para cantar, aptitud para administrar, don para aconsejar, etc. Los talentos también se refieren a nuestros bienes, especialmente a nuestra habilidad para ganar dinero. Dios nos hará responsables por la forma en que usemos estos dones personales y recursos materiales. Dios nos recompensará si los incrementamos.

Por otra parte, el castigo caerá sobre los que desperdicien sus recursos. Por lo tanto, si nuestro don consiste en ganar dinero, tenemos que ganar dinero como locos. Debemos multiplicar nuestro capital y propiedades tan rápido como sea posible. Esta lógica puede justificar la usura. El evangelio de Mateo cita al amo diciendo al mayordomo infiel, «deberías haber dado mi dinero a los banqueros, y al venir yo, hubiese recibido lo que es mío con los intereses» (Mateo 25:27). Una interpretación literal de estas líneas nos hace errar totalmente el punto.

Solamente porque Jesús usa el dinero como símbolo clave de la historia, no significa que la parábola se refiera a la mayordomía financiera. Los elementos mencionados en una parábola usualmente no constituyen prescripciones literales de comportamiento cristiano. En las parábolas se usan símbolos de uso cotidiano para elaborar un relato con un significado más profundo. No decimos que la parábola del sembrador signifique que los cristianos deban sembrar granos. ¡Tampoco afirmamos que la parábola de la oveja perdida implique que debamos criar ovejas! Por otra parte, historias como la de El buen samaritano, sí son ejemplo de conducta cristiana, «Vé y haz tú lo mismo», Lucas 10:37.

Luego, ¿cuál es el punto cardinal en la parábola de los talentos? Un noble, yéndose lejos, entregó sus bienes a sus siervos para que los administraran, pero su regreso inesperado provoca una crisis. El amo juzga a sus siervos de acuerdo a la manera en que cuidaron su propiedad. El punto clave de la historia radica en nuestro conocimiento de la fe cristiana. Tal vez Jesús estaba pensando en los escribas o en el pueblo judío en general. ¿Cómo habían ellos administrado la fe y las Escrituras que les habían sido encomendadas? Jesús ahora juzgaba su mayordomía de la ley. ¿Habían manejado bien su mayordomía sobre los mandamientos? ¿Habían preservado e interpretado correctamente la ley de Moisés? ¿O habían enterrado su conocimiento de la ley en la arena?

Según la iglesia primitiva, la parábola significaba que Jesús, a semejanza del noble, pronto iba a partir; pero regresaría, y entonces los juzgaría acerca de cómo habían multiplicado el reino. Lucas 19:11 registra que Jesús relató la parábola porque algunos discípulos estaban convencidos que el reino se establecería inmediatamente después que ellos llegaran a Jerusalén. Lucas probablemente creía que Jesús juzgaría la mayordomía de sus seguidores respecto al reino en su segunda venida, y no inmediatamente. Jesús entonces les preguntaría cómo habían aplicado sus enseñanzas al reino.

Como lo plantea un escritor, debemos «negociar» o «traficar» con las ideas del reino [1]. Debemos invertir e incrementar nuestro conocimiento del reino. Somos responsables de usar al máximo ese conocimiento. Entre más talentos tengamos, entre más conozcamos los secretos del reino, más grande será nuestra responsabilidad.

Así que más que un relato que justifique la adquisición de riquezas, tenemos lo opuesto. Entre más sepamos acerca del camino al revés de Jesús, más grande será nuestra obligación de vivir de acuerdo a él. La parábola de los talentos hace eco de la historia del rico y Lázaro. El rico conocía a Moisés y a los profetas, entendía el jubileo. Se le había dado un talento, o sea, conocimiento de la economía de Dios, pero lo había enterrado. No alimentó a Lázaro, el mendigo; por lo tanto sufrió condenación.

Lucas ubica la parábola de los talentos inmediatamente después del relato de Zaqueo. Tal vez Lucas está sugiriendo que nosotros somos responsables de la mayordomía de los conceptos que aprendemos en la historia de Zaqueo. ¿Permitiremos, como Zaqueo, que el señorío de Jesucristo abra nuestras billeteras? Una interpretación similar se aplica al sabio refrán al final de la parábola: «Todo el que tiene se le dará más; mas al que no tiene, se le quitará». La clave aquí es: ¿más de que? Esto no puede significar que los que tienen dinero recibirán más. A pesar de que esto es cierto con frecuencia, el significado de la parábola es obvio. A los que multiplican e invierten su conocimiento del reino, se les dará más. Los que lo desperdician pueden perderlo totalmente.

Desvío dos: ¡Buscar el reino y enriqueceos!

Después de enseñar acerca de la ansiedad, Jesús instruye a sus discípulos a «buscar primeramente el reino de Dios y su justicia, y todas estas cosas os serán añadidas» (Mateo 6:33; Lucas 12:31). ¿Ofrece esta cita suficiente fundamento bíblico para los que buscan el reino para enriquecerse? ¿Podemos considerar las riquezas como señal de la bendición de Dios? Ya hemos visto que las riquezas, a los ojos de Jesús, eran más maldición que bendición.

¿Significa que los que buscan el reino disfrutarán también de las cosas materiales de la vida? En el contexto del año sabático, Jesús sencillamente está diciendo que Dios proveerá un rendimiento adecuado durante el sexto año para cubrir las necesidades, tanto del sexto como del séptimo año. Se se obedece este mandamiento, Dios cuidará de ellos. Las «cosas» que Dios proveerá son las básicas: alimento y vestido, no lujosas casas o propiedades. Dios proveerá todo lo necesario para cubrir las necesidades básicas. En el contexto del año sabático, este pasaje no es una forma para enriquecerse a costas del reino; sencillamente garantiza una supervivencia básica para el séptimo año.

Un negocio o una casa administrada en armonía con los principios cristianos de honestidad e integridad, tiene todas la probabilidades de tener éxito; pero los administradores y propietarios que verdaderamente permiten que la ley de Dios opere en sus vidas, no amontonarán ganancias. Las compartirán en el espíritu del jubileo. Nuestras reservas materiales bien pueden ser un barómetro de nuestra disposición de obedecer los principios del reino.

Mateo nos aconseja a buscar el reino de Dios y su «justicia», o sea, la «justicia» de Dios. Buscar el reino no significa que el pan caerá del cielo en forma milagrosa, tampoco significa que automáticamente nos volveremos ricos. Buscar el reino con la intención de enriquecerse, pervierte la misma esencia del reino.

Desvío tres: ¡Si dejas todo, tendrás más!

Hallamos otra ruta evasiva al final del relato del joven rico. Jesús concluye: «De cierto os digo, que no hay nadie que haya dejado casa, o padres, o hermanos, o mujer, o hijos, por el reino de Dios, que no haya de recibir mucho más en este tiempo, y en el siglo venidero la vida eterna» (Lucas 18:29-30; Marcos 10:29-30; Mateo 19:29). Mateo y Marcos incluyen tierras en su lista de cosas que se dejan atrás. ¿Significa esto que Jesús multiplicará nuestras propiedades si le seguimos?

Un pastor, tratando de emocionar a su congregación antes de recibir la ofrenda, utilizó este versículo. Prometió que Dios literalmente devolvería cien dólares por cada dólar echado en la ofrenda. Dar con la esperanza de enriquecerse distorsiona el espíritu del jubileo. ¿Tal interpretación también multiplicaría esposos, esposas y padres en esta época!

Jesús no espera que se no multipliquen esposos, esposas y tierras. Lo que él esta diciendo es que cuando nos unimos al reino, nos unimos a la familia de Dios. Los discípulos que venden sus propiedades o dejan sus hogares por el reino, mientras viajan encontrarán una cálida acogida en otros hogares cristianos. En el reino descubrirán una red de nuevos hermanos, hermanas y padres que los recibirán con beneplácito y les brindarán cama y comida. Aquellos que argumentan que Dios duplicará nuestra riqueza si dejamos todo por el reino, usualmente son los que nunca han dejado ni casas ni tierras. Más bien tratan de encontrar un versículo aislado para justificar su enriquecimiento. En contraste, Jesús dice que aquellos que se sacrifican en aras del reino, recibirán recompensas tanto materiales como espirituales ahora y en el tiempo por venir.

Desvío cuatro: ¡Siempre tendréis a los pobres con vosotros!

Los cuatro evangelios registran la historia de la mujer que derramó un costoso perfume sobre Jesús (Mateo 26:6-13; Marcos 14:3-9; Lucas 7:36-50; Juan 12:1-8). Existen considerables variantes sobre los cuatro relatos. Todos los escritores (excepto Lucas) registran que los presentes condenaron tal desperdicio, pues el perfume equivalía a un año de salario. Todos, en voz alta, dijeron que el perfume podría haberse vendido a gran precio para ayudar a los pobres. Jesús dijo: «Siempre tendréis pobres con vosotros, pero a mí no siempre me tendréis» (Mateo 26:11) [2]. ¿No es este un claro ejemplo del fatalismo de Jesús? Al reconocer la perpetua existencia de los pobres, muestra la prioridad de la adoración sobre la preocupación social. ¿No es así?

Es interesante que Jesús cita directamente Deuteronomio 15, el capítulo que contiene las instrucciones respecto al jubileo y al sabático. Un poco más atrás en ese pasaje, Dios dice a los hebreos que si obedecen, no habrá mendigos en la tierra (Deuteronomio 15:4); pero que si endurecen sus corazones, habrá pobres. Mientras prevalezcan la avaricia y el egoísmo, habrá pobres. ¿Justifica esto una dura indiferencia hacia los pobres? ¡Todo lo contrario! «Porque os faltarán menesterosos en medio de la tierra; por eso yo te mando, diciendo: Abrirás liberalmente tu mano a tu hermano, al pobre y al menesteroso de tu tierra» (Deuteronomio 15:8-11; énfasis añadido).

A la luz de esta constante súplica a favor de los pobres, es inconcebible que Jesús ahora se contradiga a si mismo diciéndonos que descuidemos a los pobres, quienes después de todo, siempre estarán cerca de nosotros y no hay mucho que podamos hacer al respecto. Más bien lo que está diciendo es que mientras la codicia y la ambición gobiernen la vida del pueblo y sus sistemas sociales, siempre habrán pobres. Su observación de este hecho no justifica su perpetuación. En vez de excusarnos de nuestra obligación social, Jesús nos recuerda que el aliviar la pobreza es una lucha sin fin.

Un estudio detallado de la ley judía demuestra que al derramar el perfume sobre Jesús, se realizó un acto de caridad, y no de adoración [3]. Una prostituta no podía dar su ofrenda al templo, porque su oficio la contaminaba, sin embargo, las ganancias y ungüentos contaminados podían usarse para preparar un cadáver. La preparación para la sepultura era más importante que vestir y alimentar a los pobres. Según las palabras de Jesús: «Al derramar este perfume sobre mi cuerpo, lo ha hecho a fin de prepararme para la sepultura» (Mateo 26:12). La prostituta toma una herramienta de su oficio, el perfume, y lo usa en un acto de misericordia para preparar el cuerpo de Jesús. Gozosamente da el perfume que antes había seducido otros cuerpos para preparar el cuerpo que será molido por los pecados del mundo. Derramar el perfume sobre el cuerpo de Jesús, simboliza el rechazo de su antigua forma de vida y su gozo espontáneo por el perdón recibido, pues ella tenía muchos pecados. ¡Definitivamente este hecho se da al revés!

Desvío cinco: ¡Todo depende de tu actitud!

Es una tentación resumir las enseñanzas de Jesús acerca de las riquezas diciendo: «Lo importante es tu actitud. Mientras tu actitud sea correcta, todo obrará para bien». Es cierto que la actitud es importante, pues influencia nuestro comportamiento; y los pobres pueden ser tan materialistas, sino más, que los ricos.

No obstante, Jesús no dijo que podemos sustituir el buen comportamiento con buenas actitudes. Los buenos sentimientos constituyen un buen comienzo, pero Jesús desea que vayamos más allá de los sentimientos. Condena al rico necio por ensanchar sus graneros y al hombre rico por tirarle las migajas de su mesa a Lázaro. Él nos exhorta a distribuir la riqueza. Varias veces instruye a sus discípulos a que vendan sus posesiones. Describe a Zaqueo como un hijo de Dios, debido a que el cambio en su actitud, alteró su comportamiento económico. El joven rico tenía buenas actitudes, buenas intenciones, pero éstas no eran suficientes para alimentar a los pobres.

Sentimientos nobles en nuestro corazón, buenas intenciones en nuestra cabeza, y actitudes apropiadas en nuestra mente son esencialmente el primer paso; pero éstas no visten y alimentan a los pobres. La conducta constituye la prueba. Jesús demanda cambios de actitud que produzcan acción.

Desvío seis: ¿Qué de la mayordomía?

La mayordomía es un concepto vital para comprender nuestra relación con las riquezas. Algunas veces utilizamos la mayordomía para encubrir comportamiento impíos. Como cosa rara, la palabra mayordomía ;no la usa Jesús cuando diserta acerca de las riquezas, sino más bien advierte de los peligros de Mamón y demanda misericordia. En hebreo, mayordomo es una «persona que está sobre la casa». El mayordomo es un empleado que maneja una propiedad para su amo. El término «mayordomía», cuando se usa apropiadamente, describe la relación del cristiano hacia la propiedad. El concepto nos recuerda que Dios es el dueño de la propiedad; pero ¿qué queremos decir nosotros por mayordomía?

Es útil distinguir entre los deseos del propietario y los deseos del mayordomo. El mayordomo es responsable del manejo de la propiedad de acuerdo a los deseos de su amo, no según sus propios deseos. Algunas veces usamos el término para nuestros propios deseos y hacemos que mayordomía signifique tomar todos los recursos a nuestro alcance, multiplicarlos tan rápidamente como sea posible y usarlos para nuestros propios fines y propósitos.

Esto tuerce el punto de vista bíblico sobre la mayordomía. El enfoque bíblico comienza con la visión de Dios respecto al uso de los recursos naturales y humanos. En el jubileo descrito en el Antiguo Testamento y en las enseñanzas de Jesús, los recursos de Dios deben ser ampliamente compartidos. No deben usarse para elevar a unos y oprimir a otros. Deben ser distribuidos gratuitamente a los que los necesitan. Los buenos mayordomos de los recursos de Dios, los comparten y distribuyen con generosidad. No actuamos como mayordomos de los recursos de Dios cuando amontonamos y multiplicamos para ganancia personal. Los buenos mayordomos son prudentes y cuidados guardianes de los recursos que han recibido a su cuidado. No toleran el desperdicio, ni el abuso de los recursos. Los mayordomos fieles son frugales respecto a sus propias necesidades y generosos respecto a las de los demás.

Desvío siete: ¡Diezma!

Aun el diezmo puede servir como excusa, o desvío, del mensaje de Jesús. Puede convertirse en una regla mecánica para justificar una vida de lujo. El Nuevo Testamento no nos instruye explícitamente a diezmar. Jesús y el apóstol Pablo exhortan a dar con liberalidad. Las ofrendas generosas van más allá del diezmo, como hemos visto en el caso de la viuda pobre. Los diezmos fueron parte integral del sistema de sacrificios y ofrendas establecido en el Antiguo Testamento. El Nuevo Testamento asume el diezmo como una norma mínima de dar.

Es obvia la debilidad del diezmo como norma única para dar. Una persona que gana $10,000 dólares al año da $1,000 y retiene $9,000. Otra persona que gana $100,000 y da $10,000, puede vivir con extravagancia con los $90,000 restantes. El diezmo, desafortunadamente, enfoca nuestra atención en cuánto damos, y no en cuánto retenemos. Según el sistema al revés, a Dios le importa más cuánto retenemos que cuánto damos. Poca importancia tiene que una persona diezme $1,000, mientras que otra $10,000. Lo que cuenta es que unos luchan por sobrevivir con $9,000, mientras que otros se sienten justificados al derrochar $90,000 porque, después de todo, «hemos diezmado».

Los diezmos no constituyen necesariamente ejemplos de buena mayordomía, compasión o del jubileo. Con facilidad se convierten en maniobras de auto-justificación para excusar la opulencia. En vez de usar el diezmo para excusar una vida espléndida, debiéramos explorar formas para reducir nuestro estándar de vida con el propósito de disponer de más excedente para dar.

Un diezmo gradual es una forma de tratar este asunto [4], por ejemplo, una familia puede establecer un presupuesto base de $30,000 anuales y diezmar con regularidad el 10% sobre esta cifra básica. Luego, por cada mil dólares de ingreso adicional a esta base, diezmarían un 5% más. Así, un ingreso de $31,000 pagaría un diezmo del 10% sobre los primeros treinta mil, y un 15% sobre cada mil adicionales. Cuando el ingreso alcance $48,000, se entregan los últimos mil, puesto que el diezmo gradual ha brincado al 100%.

Al llegar a los $48,000 una familia que observe este esquema habría dado $13,350 y retenido $34,650 para su uso personal y ahorros. Bajo el diezmo tradicional, habría dado $4,800 y habría retenido $43,200. Un diezmo gradual encarna el espíritu del jubileo y nos encamina en la dirección de una mayordomía guiada por la generosidad.

Desvío ocho: ¡Viva de acuerdo a sus medios!

Una mentalidad estricta en relación al diezmo, promueve el concepto de que la buena vida debe vivirse, siempre que «podamos costearla». El adagio popular de «vivir de acuerdo a nuestros medios» sugiere que los que disponen de poco, deben ajustares a un presupuesto austero. Y que los que disponen de mucho pueden, desde luego, gastar con liberalidad. «Si usted puede pagarlo, puede obtenerlo». Al incrementarse nuestros ingresos, también se incrementa nuestro apetito por las llamadas «necesidades». Las cosas que en el pasado no podíamos pagar, conforme aumentan nuestros ingresos se convierten en necesidades. Obviamente, «vivir de acuerdo a nuestros medios» es necesario, especialmente para las familias de bajos ingresos económicos; no obstante, con frecuencia se convierte en una conveniente excusa para respaldar un estilo de vida de gran lujo para los que tienen ingresos económicos altos. «Viva conforme a sus medios» es una regla cultural que nos aleja del espíritu del jubileo.

Desvío nueve: ¡Mantenga el testimonio!

«Mantenga el testimonio» es un argumento piadoso que también evade el modelo del jubileo. Sugiere que un alto nivel de vida es necesario para «testificar» con efectividad a las personas ricas. Para alcanzar a la clase alta con el evangelio, necesitamos comunicarnos con ellos de acuerdo a sus propios símbolos. No podemos testificar con efectividad al clan de los Mercedes, si conducimos un Ford. Los cristianos deben ostentar riqueza, si han de comunicar el evangelio dentro de un contexto de gente rica. Los defensores del «evangelismo de lujo» ciertamente no animarían a los cristianos a robar para poder testificar a los ladrones. Tampoco les animarían a la promiscuidad sexual para testificar a las prostitutas; sin embargo usan esta lógica para racionalizar un estilo de vida extravagante. En el proceso, las buenas nuevas se diluyen.

Tal forma de «testificar» encumbradamente, demanda solamente un sencillo y sentido «sí» para Jesús, con pocas expectativas de una conversión social y económica. Esta es una salvación barata. Cuando el evangelio se vuelve inofensivo, ya no es evangelio. El evangelio barato ya no libera a la gente de la garra de modas sociales, sino les impulsa a un evangelio falso que hace que el servicio a Mamón parezca justo y correcto. El evangelio de Jesucristo nos libera de la esclavitud a otro ídolos. Mantener un alto nivel de vida para testificar «con efectividad» no sólo constituye un escarnio a la verdadera fe, sino que también conduce a otros a un evangelio barato.

Desvío diez: ¡Hijos del Rey!

Un desvío final nos recuerda que somos, después de todo, hijos del Rey. Las Escrituras prometen innumerables bendiciones a los hijos fieles de Dios. Puesto que los reyes terrenales viven en palacios extravagantes, nosotros los cristianos también debemos vivir vidas de lujo. Así es como mostramos nuestra membresía en la corte real de Dios. Los hijos de un rey deben vestir y comer con realeza.

Desde luego, Jesús es nuestro Rey; pero este hecho difícilmente nos da licencia para entregarnos a una vida de despilfarro. Todo lo contrario, si Jesús es realmente el Señor y Rey de nuestra vida, buscaremos obedecer sus mandamientos de compartir nuestras riquezas. Su reino es al revés, en contraste con los reinos terrenales. El ha prometido «bendecirnos», brindarnos santidad, paz y gozo; pero jamás prometió enriquecer económicamente a sus hijos.

Mientras tanto, en casa

¿Qué significa todo esto? El inminente gobierno de Dios en las vidas de los creyentes es la clave del mensaje económico de Jesús [5]. La proximidad del reino de Dios despoja de su poder a los demonios económicos. Hemos visto como los principios del jubileo están entretejidos a lo largo de los evangelios. Conforme experimentamos el perdón de Dios, podemos nosotros perdonar. Conforme aprendemos de la bondad de Dios, ya no nos agitamos por las necesidades materiales. En un tiempo fuimos mendigos, extranjeros, esclavos y deudores. Ahora Dios nos ha hecho de nuevo, nos ha llenado de compasión por aquellos que aún están atrapados donde nosotros estuvimos antes.

El amor de Dios por nosotros transforma nuestro comportamiento económico. La misericordia, y no la acumulación se convierte en nuestra vara de medir el éxito. El dar generosamente sustituye el consumismo conspicuo. Las más elevadas leyes de Dios forman el núcleo de su camino al revés. Amar a Dios con todo nuestro corazón significa amar a nuestro prójimo como a nosotros mismos. Y esto significa cuidar, compartir, dar, valorizar el bienestar de nuestro prójimo tanto como el nuestro. El desprendimiento liberador del nuevo camino despoja a los viejos demonios económicos de su poder esclavizante.

Jesús no ofrece respuestas específicas, pero nos encamina hacia las preguntas correctas. Nos empuja más allá de normas y regulaciones pidiendo un jubileo perpetuo. No rechaza la propiedad privada, ni insiste en la propiedad comunal. Muchas de sus enseñanzas aceptan la propiedad privada. No podemos prestar o dar a los necesitados si carecemos de propiedad. A veces tendremos que vender todo, como el joven rico. Otras veces, Jesús puede llamarnos a unirnos a los Zaqueos, devolviendo nuestras ganancias injustas, sin venderlo todo. Lo qué Jesús nos pide puede variar, pero de todas formas él insiste en que tratemos a los pobres como si fuéramos nosotros mismos.

Aunque está dirigido a individuos, las palabras de Jesús hicieron temblar los fundamentos de la economía de Palestina. Su llamamiento al jubileo sacudió las estructuras económicas que fomentaban gran disparidad entre ricos y pobres. ¿Justifica el trabajar duro para ganar dinero, el despilfarro egoísta? ¿Hay ocasiones en que la adquisición del dinero es inmoral? Jesús nos advierte que las riquezas pueden convertirse en un poderoso dios que captura nuestra imaginación, que demanda nuestra lealtad, y que exige que nos postremos de rodilla y le permitamos gobernar nuestras vidas.

La perspectiva del jubileo nos hace cuestionar presunciones culturales que damos por sentadas. ¿Es moralmente correcto pagar solamente el salario mínimo, aun cuando ésto sea legal? ¿Debemos cobrar tarifas profesionales exorbitantes, aun cuando sean legales y estén establecidas por la costumbre? Tarifas profesionales exorbitantes pueden obstaculizar el jubileo al perpetuar estructuras económicas que mantienen pobre al pueblo, mientras los ricos celebran.

¿Obtener el «mejor precio» por una propiedad o un producto es siempre una «buena mayordomía»? Vender a menor precio a una persona necesitada podría estar más en armonía con el espíritu del jubileo que exigir el «mejor precio». ¿Será consistente con el camino de Jesús, cobrar la comisión más alta? ¿Una «buena mayordomía» significa exprimir hasta el último centavo en todo negocio? ¿Es mejor cobrar el precio más alto para que podamos dar más? De manera sutil e inconsciente, nuestro sistema económico puede distorsionar nuestra fe. No nos atrevamos a asumir que solamente porque «así son las cosas» éstas son éticas, morales o cristianas.

¿Quién es rico?

Jesús habló acerca de los ricos y de los pobres. Estos términos no necesitaban ser aclarados a su audiencia. En una sociedad dividida en dos clases, era obvio establecer quién era rico. Es fácil hacer a un lado los comentarios de Jesús acerca de la riqueza cuando asumimos que nosotros no somos ricos; pero un momento de reflexión demuestra que el término «rico» es muy relativo. Una persona rica en un contexto, puede resultar pobre en otro; todo depende con quien nos comparemos. Simplemente no existen normas absolutas para definir este término elusivo. La gente de clase media tiende a no preocuparse acerca del jubileo, porque Jesús hablaba de los verdaderamente ricos.

Los científicos sociales observan que la felicidad no aumenta automáticamente con la riqueza. Estamos satisfechos cuando sentimos que tenemos suficientes recursos para satisfacer nuestras necesidades. Lo que creemos que necesitamos es, desde luego, moldeado socialmente por la gente que nos rodea. Si pensamos que necesitamos poco, estaremos contentos con poco. Si pensamos que necesitamos igualar el nivel social de nuestros homólogos, un modesto salario puede dejarnos refunfuñando.

Cuando pienso en gente rica, pienso en los Rockefeller, los Hunt, los Kennedy y los Trumps. Pienso en lugares como Palm Springs, California, donde las casas «sencillas y sin pretensiones» cuestan varios millones de dólares. Pienso en los ejecutivos que ganan varios millones al año. Pienso en las estrellas del deporte y del cine que devengan salarios millonarios. En mi opinión, ésta es la gente rica; y yo, ciertamente, no soy uno de ellos. O, ¿lo soy?

Una visita a una iglesia rural en Centroamérica, abrió mis ojos. Un hermano cristiano me llevó a su parcela donde cultivaba banano, una milla cuesta arriba en la montaña. Mientras caminábamos conté más de cincuenta parches en el único par de pantalones que tenía. Me di cuenta que yo era rico, sumamente rico, con mi docena de pantalones y camisas.

El significado relativo de la palabra rico nos impulsa a ver hacia arriba en la escalera social y a compararnos con los que están por encima de nosotros. Ciertamente no somos ricos en comparación con alguien que devenga $50,000 más que nosotros. No, no somos ricos al lado de la persona que tiene una casa más grande que la nuestra. Al dirigir nuestra vista hacia arriba en la escalera, nosotros nunca somos ricos. Ver para arriba nos hace sentir pobres; y así, el mensaje bíblico nos elude. Podemos hasta desear que los ricos dejaran caer unas cuantas migajas sobre nosotros, sin pisarnos los dedos; pero esos son sólo deseos, porque los que están encima de nosotros, también están viendo hacia arriba y sintiéndose pobres en contraste con los ricos que están arriba de ellos. Y así el sentimiento de pobreza forma una espiral ascendente.

La perspectiva del jubileo nos recuerda que una vez fuimos esclavos, que una vez estuvimos cautivos. Este recordatorio vuelve nuestro enfoque hacia abajo, hacia donde señala siempre la Biblia. Los paganos miran hacia arriba. Cuando seguimos la luz bíblica, vemos para abajo, y nos damos cuenta que nosotros somos ricos; entonces, el mensaje del jubileo es un triunfo. Pocos lectores de este libro son un Lázaro; pero hay Lázaros en nuestras comunidades. Están en la calle, recibiendo una cantidad de calorías inferior a los requisitos mínimos diarios. Una estimación muy conservadora indica que alrededor de medio billón de personas —¡es decir 500 millones!— se mueren gradualmente de inanición. Otro medio billón recibe suficientes calorías, pero no proteínas. Desde la inanición hasta dietas deficientes, cerca de un cuarto de la población mundial padece hambre [6].

Si nos comparamos con ellos, la mayoría de nosotros somos ricos; hasta tenemos que luchar contra la gordura. Dietas indisciplinadas nos hacen recurrir a programas para perder peso. Un tercio de nosotros engullimos alrededor del 80% de los recursos disponibles sobre la faz de la tierra. Dejamos para los dos tercios más pobres, el 20% de alimento restante. Aun tomando en cuenta los diferentes niveles de vida, cuando se calcula el «verdadero» poder adquisitivo de las personas, el americano promedio es de diez a diecisiete veces más rico que la persona promedio en muchos países [7]. La única manera de leer nuestras Biblias es como cristianos ricos; pues somos ricos, no somos pobres.

Menguando

¿Dónde empezamos?, podemos comenzar consumiendo menos. Muchas de las llamadas «necesidades» son símbolos de un nivel social que pulimentamos para mantener una imagen respetable entre nuestro homólogos. Comprar incesantemente se ha convertido en el sacrificio ritual en el altar del materialismo. Reducir el consumo es el principio de una mayordomía responsable de los recursos no renovables de Dios. El materialismo es un callejón sin salida; entre más obtenemos, más queremos.

Y entre más obtengamos, más necesitamos para conservar lo que tenemos. Tan pronto como logramos ponernos a la moda, alguien sale con otra novedad; otra vez, quedamos rezagados. Alguien más nos opaca con un modelo mas grande, con más accesorios, más velocidad, o estilo avanzado. La publicidad constantemente crea nuevas necesidades y deseos. Nuestro anhelos envuelven y hacen caer nuestras vidas en trampas artificiales y roban nuestras almas de integridad moral. El impulso por obtener más de todo deja vacíos a los ricos, hambrientos a los pobres y desperdiciados los escasos recursos naturales.

Todos necesitamos de amigos que nos apoyen y afirmen. Nuestra imagen personal tiene sus raíces en la forma cómo creemos que la demás gente nos ve. Así, resulta cierto el adagio social: Yo soy lo que creo que tú crees que soy. Si creo que la gente piensa que soy raro, me sentiré inadecuado e inseguro de mí mismo. Deseamos que los demás nos respeten y piensen bien de nosotros, paga ganar esa aceptación, desplegamos los símbolos de nivel de nuestro grupo social: carros, ropa, botes, libros, computadoras, y chucherías. La ropa pasada de moda, los carros pequeños, las viviendas modestas y vacaciones sencillas violan las reglas de etiqueta de la clase media. Desafortunadamente, las expectativas de la moda llegan con frecuencia a su cenit los domingos por la mañana en la iglesia.

Hay quienes castigan la conducta al revés con risitas, con murmuración, con el ridículo y el ostracismo; esto lastima, por eso es que necesitamos amigos cristianos que también afirmen los valores al revés. Somos seres sociales que dependemos de otros para afirmar nuestro sentido de que valemos. Es importante seleccionar y crear círculos de amigos, grupos de referencia, que afirmen y fomenten los valores del reino. Esta red de amigos cristianos no precisan de una estructura formal, pero debe ofrecer refuerzo para estilos de vida modestos. El amoroso apoyo de una cultura alterna, de un enclave cristiano, nos permite resistir las fuerzas seductoras y demoníacas del materialismo.

Reducir el consumo no es una panacea para el hambre mundial. Comprar menos carne en el supermercado local no llevará más proteínas a las cocinas de los países del Tercer Mundo. Como cristianos, consumimos menos, no porque sea necesariamente una solución eficaz contra el hambre del mundo, sino porque es lo que debemos hacer como seres moralmente responsables. Somos responsables, no por grandiosas soluciones a los problemas mundiales, sino por nuestra obediencia personal al conocimiento que tenemos del evangelio. Esa es la esencia de la parábola de los talentos.

Es muy fácil no hacer nada, porque tememos que nuestra pequeña acción no servirá de nada. Es verdad que un bebé más, un carro de lujo más, y una casa para vacacionar más, no harán una gran diferencia; sin embargo, cuando varios millones de otras personas piensen y actúen de la misma manera, las consecuencias corporativas de nuestra conducta pueden resultar devastadoras. Cinco millones más de piezas de basura, diez millones más de borrachos, y veinte millones más de bebés, tendrán un impacto colectivo inaudito. La creencia de que «mi conducta, de todas maneras, no hará ninguna diferencia» no nos excusa de nuestra responsabilidad moral.

Por otra parte, las acciones individuales no son suficientes. También debemos actuar conjuntamente a través de organizaciones locales e internacionales que ejerzan influencia y logren una diferencia. Sobre todo, debemos alimentar una perspectiva global que logre una diferencia a nivel personal y local.

Hay varias preguntas sencillas que podemos hacernos los que buscamos la simplicidad.

Si todos alrededor del mundo consumieran tantos recursos naturales como yo, ¿qué clase de mundo tendríamos?

¿Cuánto extrae mi nivel de consumo de los recursos energéticos y cuánto afecta este nivel de consumo al medio ambiente?

¿Mi estilo de vida este año, es más sencillo que el año pasado? ¿O es más complicado, más consumista, con más tensión?

¿En qué dirección me estoy moviendo?

Practicando el jubileo

Jesús no nos pide que salgamos del mundo del comercio y los negocios. No enseña que manejar dinero y bienes sea malo. Nos dice que el reino de Dios en nuestras vidas debe moldear la adquisición, el manejo y el propósito de la riqueza. La expresión del jubileo toma diversas formas, dependiendo de nuestras posición de una estructura económica particular. Si en una relación, nosotros somos los ricos, esto puede significar compartir más allá de lo que se espera con las personas que están abajo de nosotros.

Como patronos, practicamos el jubileo pagando con gozo, un poco más del salario promedio. En lugar de tratar de exprimir a nuestro empleados el máximo a un coste mínimo, compartimos utilidades, brindamos dignidad en el trabajo, y alentamos a los empleados a que se conviertan en accionistas de nuestra empresa. Esta no es una receta para ira a la quiebra, ni un descuido de lo esencial. Por cierto, a largo plazo tendremos empleados más felices que trabajan más duro y producen más para todos. Una consagración a la perspectiva del jubileo demanda distribuir la riqueza con justicia entre los que ayudaron a crearla. Encauzar todas la ganancias a las manos de unos pocos, contradice el espíritu del jubileo.

Estas son interrogantes con las que el empresario cristiano debe enfrentarse.

¿De dónde provienen las ganancias?

¿Adónde van?

¿Su distribución está de acuerdo con la visión del jubileo? ¿O empuja a unos cuantos a la cima de la escalera económica, mientras retiene al resto en el fondo?

Recuerde que los recursos materiales y las personas le pertenecen al Señor, según la verdad bíblica. No debemos explotarlos. Debemos valorar a la gente por sobre todas las cosas. Debemos utilizar las posesiones, no a las personas. Una corporación, que sigue la visión del jubileo, dará trabajo a los que están en desventaja social: a los ex-presidiarios, a los sordos, a los incapacitados, a los que de cualquier otra forma están estigmatizados. Las compañías que respetan el jubileo establecerán sus propias mestas para dar empleo a las minorías.

Para el profesional, el enfoque del jubileo puede significar pagos escalonados de acuerdo a los ingresos del cliente. O podría significar cobrar tarifas más bajas que las prevalecientes. Los profesionales que honran el jubileo no explotan, aun cuando esto sea legal o sea costumbre. Los ricos energetizados por la visión bíblica comparten el jubileo con gozo con los que están a su alrededor y por debajo de ellos.

Nuestra entrada al reino está marcada por dar más allá de lo esperado. Esta es una poderosa señal de que el Rey Jesús es el rey de nuestros recursos. Debemos encontrar formas creativas para usar nuestros recurso en bien de los pobres. En cierta comunidad, una asociación paga las fianzas necesarias antes de los juicios, poniendo sus propiedades como garantía, para que los pobres no tengan que permanecer encarcelados durante meses antes de su juicio. Los dueños de casas ponen sus propiedades como garantía para este programa. Nuestras propiedades o ahorros pueden usarse como garantía para personas que carecen de crédito y quieren comprar una casa o comenzar un pequeño negocio. Si amamos a nuestro prójimo como a nosotros mismos, ¿serviremos de fiadores para un préstamo y estaremos dispuestos a pagar las consecuencias si nos defraudan?

Cuando nosotros somos los pobres en una relación dada, el jubileo toma un sesgo diferente; en lugar de somatar la puerta del patrón exigiendo un aumento de salario, podríamos abogar por los que reciben menos que nosotros. Podríamos ofrecer pagara más de lo establecido por un producto o servicio. Podemos dar propinas más altas que las usuales. Podemos añadir un diezmo a la renta mensual o hipoteca, como señal del jubileo. Estas no son expresiones de una mayordomía negligente. Son testimonios al revés de que hemos sido liberados de la esclavitud económica. Compartir con libertad en el espíritu del jubileo no siempre es posible; pero conforme reducimos lo superfluo y nos esforzamos en alcanzar un nivel de vida modesto, podemos dar «diezmos sorpresa». Tales diezmos constituyen señales del amor de Dios y de nuestra liberación de los demonios de Mamón.

Dando al revés

Cuando damos «al revés», según el estilo de Jesús, se manifiestan cinco señales: Primero: Vivimos el jubileo al compartir con los que se hallan doblegados por las disparidades económicas. Jesús, una y otra vez, nos exhorta a dar a los pobres. En contraste con muchos promotores religiosos, Jesús nunca pidió contribuciones para su causa. Su pasión eran los pobres, no la propaganda religiosa. Jesús comprendió que se expresa el más poderoso testimonio cristiano cuando nuestro dar no está atado a los hilos de la publicidad. La mentalidad del jubileo ofrenda para las necesidades auténticas, no para programas religiosos de auto servicio.

Segundo: Cuando se trata de dar, la generosidad del jubileo toma en cuenta a otros cristianos en el proceso de tomar decisiones. En lugar de procurar comprar lugares de influencia y reconocimiento público, el dar se convierte en una expresión de amor corporativo. Los ricos y los pobres en la iglesia participan en el proceso de dar.

Tercero: El jubileo asume que una forma de dar es, en primer lugar, no tomar el dinero de otros. Tomar todo lo que sea posible de los demás, para dar más, contradice el espíritu del jubileo. el hecho de no tomar fondos, que podrían justamente ser nuestros, es en sí mismo una forma de dar. En muchas formas esto protege la dignidad del individuo más que los regalos paternalistas.

Cuarto: El jubileo no envía cheques a toda organización que presente niños en grave estado de desnutrición. El dinero soluciona sólo un tipo de necesidad; pero no es suficiente. En el paquete del jubileo deben incluirse personas, tiempo, dignidad y educación. La compasión debiera ser inteligente, ordenada, sofisticada y humana. Debe ir más allá de las canastas navideñas; proveyendo empleos, préstamos a bajo interés, créditos, seguridad, proyectos educacionales y vivienda.

Quinto: El jubileo emana de la historia del amor de Dios. La historia bíblica del jubileo testifica la compasión de Dios articulada por Jesús. Sin la perspectiva bíblica, la ayuda económica sencillamente empuja a la gente a una escalera económica vacía y viciada. El jubileo proclama las buenas nuevas del perdón en Jesucristo. Dar sin un mensaje de liberación espiritual no es más que un paternalismo que conduce a nuevas formas de adoración a Mamón.

Considere un ejemplo moderno del jubileo. Hábitat para la Humanidad es una organización internacional que aplica con creatividad los principios de la economía bíblica. Hábitat opera en varios cientos de localidades en más de 24 países alrededor del mundo. El programa construye viviendas modestas y baratas para los que carecen de casa. Los beneficiados con el programa deben dar alrededor de 500 horas de «sudor ecuánime» (tiempo voluntario) para calificar para recibir una casa. Deben dar algo de su «sudor ecuánime» para otros proyectos antes de comenzar la construcción de su propia casa. Pueden pagar la hipoteca sin intereses a lo largo de más de veinte años. Los contribuyentes aportan dinero, tiempo, equipo y mano de obra, hombreo con hombro con los pobres. Hábitat construye más que casas, construye relaciones y comunidades; pero sobre todo, Hábitat fomenta la dignidad y la responsabilidad. Indudablemente, es un modelo ejemplar de un jubileo moderno.

Preguntas para discusión

  1. Identifique otros desvíos que puedan enredar la enseñanza bíblica sobre la riqueza.
  2. ¿Cuál de los desvíos es más común en su experiencia persona y en la vida de su congregación?
  3. Enumere algunas presunciones típicas acerca de ls vida económica que puedan chocar con la fe cristiana.
  4. Identifique ejemplos de prácticas económicas que puedan ser inmorales, aunque sean legales.
  5. ¿Usted se considera rico?
  6. ¿Qué formas ha descubierto para limitar su consumo?
  7. ¿Cómo responde usted a las cinco señales de dar al revés?

 


1. Jordan y Doulos (1976:118).

2. Birch y Rasmussen (1976:179-182) citan las malas interpretaciones de esta declaración como ejemplos clásicos del mal uso de las Escrituras en la ética social.

3. Derrett (1970:266-278).

4. Sider (1977:175-178) ha propuesto que esta es una forma creativa de diezmar aumentando los ingresos.

5. Hengel (1974:29).

6. Sider (1977:32-37).

7. Sider (1977:40-42).