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PDF Confesión de fe en perspectiva menonita

Confesión de fe en perspectiva menonita
Iglesias Menonitas de Canadá y Estados Unidos


Artículo 23. La relación de la Iglesia con el gobierno y la sociedad

Creemos que la iglesia es la «nación santa» de Dios [1], llamada a una lealtad absoluta a Cristo su cabeza, testificando del amor salvador de Dios a todas las naciones.

La iglesia es el cuerpo espiritual, social y político que sólo le confiesa lealtad a Dios. Como ciudadanos del reino de Dios [2], confiamos en el poder del amor de Dios para defendernos. La iglesia no reconoce las fronteras geográficas y no precisa violencia para protegerse. El único país cristiano es la iglesia de Jesucristo, compuesta de personas de cada tribu y nación [3], llamadas a dar testimonio de la gloria de Dios.

Al contrario que la iglesia, las autoridades de gobierno del mundo han sido constituidas por Dios para mantener el orden en las sociedades. Esos gobiernos y demás instituciones humanas, en cuanto siervos de Dios, han de actuar con justicia y proveer orden [4]. Sin embargo, como sucede con todas las instituciones de este tipo, las naciones tienden a exigir una lealtad absoluta. Así se vuelven idólatras y rebeldes contra la voluntad de Dios [5]. Aun en el mejor de los casos, un gobierno no puede actuar completamente conforme a la justicia de Dios porque ninguna nación, salvo la iglesia, confiesa a Cristo como su fundamento.

Como cristianos hemos de respetar a los que están en autoridad e interceder en oración por todas las personas, incluso las que gobiernan, para que puedan ser salvas y llegar a conocer la verdad [6]. Sólo podemos participar en el gobierno y otras instituciones de la sociedad en maneras que no niegan en la práctica el amor y la santidad que Cristo nos enseñó, y no ponen en entredicho nuestra lealtad a Cristo. Testificamos a las naciones cuando constituimos esa «ciudad situada sobre un monte» que muestra el camino de Cristo [7]. También testificamos al ser embajadores de Cristo [8], instando a las naciones (y a todas las personas e instituciones) a adoptar la justicia, la paz y la compasión con todos. Al hacer esto, procuramos el bienestar de la ciudad adonde Dios nos ha enviado [9].

Entendemos que Cristo, mediante su muerte y resurrección, ha vencido a los poderes, entre ellos, a todos los gobiernos [10]. Puesto que confesamos que Jesucristo ha sido exaltado como Señor de señores, no reconocemos la legitimidad de ninguna otra alegación de autoridad absoluta.

  1. 1 P 2,9
  2. Fil 3,20; Ef 2,19
  3. Ap 7,9
  4. Ro 13,1-7
  5. Ez 28; Dn 7-8; Ap 13
  6. 1 Ti 2,1-4
  7. Mt 5,13-16; Is 49,6
  8. 2 Co 5,20
  9. Jer 29,7
  10. Col 2,15
 
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